La biblia define el pecado como: culpa,
iniquidad, maldad, ofensa, prevaricación, transgresión. Todo lo que desagrada a
Dios y nos separa de él.
1- Desde el principio el hombre rechazó el amor de Dios. El hombre desatendió el consejo de Dios, y
seducido por Satanás, en lugar de obedecer, se rebela contra su Creador, buscando
adquirir conocimiento al margen de Dios. En consecuencia, el mundo cayó en
maldición y pérdida del orden y la armonía con que había sido diseñado; y el
hombre mismo, fue destituido del paraíso quedando sin comunión con Dios expuesto
a toda clase de males.
Desde entonces, el hombre por más fuerte que
sea, inteligente, instruido, o tenga mucho dinero y poder, siempre está sujeto
a toda clase de concupiscencias de la carne; a vivir con temores, angustias,
odios, envidias, tensiones, incomprensión, desconfianza, incapacidad para
relacionarse con los otros, vida sin sentido, tristeza, desequilibrios y expuesto
a enfermedades y la muerte.
La sociedad quedó sujeta a constantes guerras,
injusticias y opresión.
Aún en el universo se manifiesta el desequilibrio:
cataclismos, inundaciones, sequías, terremotos, y un sinfín de adversidades.
El responsable de todo esto como vemos, no es
Dios, sino las consecuencias del pecado del hombre mismo. Y dice la Palabra que
“El mundo entero quedó bajo el poder del
diablo” 1ª de Juan 5:19. Y en Jeremías 2:13, dice el Señor: “Me dejaron a Mí, manantial de aguas vivas
para hacerse aljibes agrietados que no pueden retener el agua.” Fue el hombre el que abandonó a Dios, Dios no abandonó al hombre.
Desde su caída, el hombre ha recurrido a toda clase de falsas
soluciones:
a) Religiones,
que lo han separado y alejado más del verdadero Dios.
b) Filosofías,
sabiduría humana que lo llenan más de confusión y lo desvían del único camino,
que es Jesucristo.
c) Obras humanas, esfuerzos de superación personal que lo centran en sí mismo, haciéndole
sentir y creer que es autosuficiente y que el poder está en su interior y por lo tanto, no tiene necesidad de buscar
de Dios; le hacen creer que él puede alcanzar todo cuanto desee, que solo tiene que visualizarlo y declarar que lo quiere para alcanzarlo, pero al final todo esto solo le trae más frustración.
d) Prácticas de
ocultismo, el hombre en ese afán de búsqueda, ha recurrido a la adivinación, magia, hechicería, espiritismo, control mental,
yoga, meditación trascendental y tantas cosas que abundan hoy y que abren las
puertas a los espíritus malignos que causan toda clase de perturbaciones y
daños a las personas que se dejan engañar con estas prácticas.
2- Jesús nos reconcilia con el Padre. Dios en su amor, tiene compasión de nosotros y nos provee un salvador:
su propio Hijo Jesucristo. “Porque de tal
manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel
que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Jn.3:16
Solamente Dios, puede liberarnos y salvarnos
por medio de Jesucristo.
Y para que el hombre pueda ser salvo, lo primero que tiene que hacer, es reconocer su condición de pecador y que tiene necesidad de la misericordia de Dios, pues la Palabra dice que todos somos pecadores: “por cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios” Rom.3:23.
Por el pecado “todos” estábamos perdidos y condenados a la muerte eterna, pero por designio
de Dios, en su Hijo Jesucristo, somos libres del pecado, y como siervos de Dios debemos dar frutos de santidad para vida eterna: “Mas ahora que habéis sido libertados del
pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y
como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en
Cristo Jesús Señor nuestro.” Rom.6:22-23.
Esto es, ser salvos por gracia, por puro amor y misericordia de nuestro Padre celestial, sin que
mediara ningún mérito nuestro por obras que hallamos hecho. “Y
él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y
pecados,” Ef.2:1.
Al ser reconciliados
con el Padre en Cristo, recibimos el poder para luchar contra el adversario, porque nuestra lucha no es contra sangre y
carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de
las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad. Ef.6:12.
Por tanto, el verdadero creyente que le ha entregado la vida al Señor, sigue estando sujeto al pecado, pero ya no peca voluntariamente porque el Espíritu Santo mora en él. “Por tanto, El que todavía practica el pecado es
del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Pero para esto vino
Jesucristo el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.” 1ª Jn. 3:8. Y en 1ª Jn. 3:9 dice que, "Todo
aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios
permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios."
Si todos habíamos quedado bajo el
poder del diablo, la Palabra nos dice que ya hemos sido perdonados, redimidos,
justificados, declarados inocentes, gracias al sacrificio de Jesucristo en
la cruz, porque fuimos lavados y purificados con su sangre. Heb.9:14. Jesucristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, fue el único
sacrificio perfecto y suficiente para limpiar el pecado de la humanidad caída y
restituirnos a la condición de hijos de Dios, Jn.1:12.
Y aunque la salvación es universal para todo el género
humano, la salvación no es colectiva, es individual y solo la recibe todo aquel
que se reconoce pecador y necesitado de la gracia y misericordia de Dios; todo aquel que cree en el Señor Jesús y le
recibe como su Salvador.
¡SOLO EN JESUCRISTO TENEMOS
SALVACIÓN!
Ni las religiones, ni las
filosofías, ni las obras, ni las prácticas de control mental y relajación nos
pueden salvar. El hombre en su seguera espiritual sigue buscando soluciones por muchos caminos, pero todos son equivocados.
Solo hay un camino: ¡JESUCRISTO!
Dios les
bendiga.
Orfilia
Miranda L.