lunes, 21 de septiembre de 2015

CONVERSIÓN, CAMBIO DE ACTITUD

La biblia define la conversión como un cambio de actitud, de mentalidad o renovación de la mente. Reconocer su pecado, arrepentirse de él y volverse al Señor.
Otros la definen como un cambio, un re-direccionar de nuestro camino, dejar el camino de la impiedad y seguir el camino de la fe que conduce a la vida eterna. Caminar en pos de Cristo.

La conversión es un cambio profundo de la mente y del corazón. El que se convierte se da cuenta de que algo debe cambiar en su vida.
Nuestro Señor Jesucristo empezó su predicación pública haciendo un llamado a la conversión: Mar 1:14-15 “Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.”

Más adelante iría explicando las características y exigencias del Reino, pero desde un principio advierte que hace falta una postura nueva de la mente para poder entender el mensaje de salvación.
Efe 4:22-24 “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.”

Por tanto, lo que más me preocupa, es que hoy en las congregaciones hay muy poca gente convertida genuinamente.
Según algunas estadísticas recientes, un pastor decía, que sólo el 50% de la gente que hay en las congregaciones, es realmente salva. El otro 50% tiene solo una religión.
Otro pastor fue más lejos y dijo que se han hecho estudios, y sólo el 15% de los que llenan los templos han hecho una verdadera conversión y se han sometido al Señorío de Cristo.

Independientemente de cual sea el porcentaje, el asunto es que en las congregaciones se ha dejado de predicar el evangelio completo en toda su esencia. El evangelio se ha desvanecido, se ha suavizado de tal manera que ha perdido su fuerza y su poder; no por el evangelio en sí mismo, sino por parte de los predicadores. Es como cuando un lechero vende leche mezclada con agua, es culpa del lechero, no de la leche.

Cuando una persona viene a la iglesia por primera vez, y ve que aquí está todo lo que hay afuera en el mundo, no siente ningún estímulo a cambiar de vida; más bien se acomoda y se siente muy bien. Le vemos levantar manos, aplaudir, saltar, gritar y decir amén, y hasta ofrendar y ofrecerse a colaborar en cualquier actividad. Pero una vez salida de la iglesia sigue siendo la misma persona mentirosa, tramposa, adúltera, fornicaria, chismosa, deshonesta, inmoral en el vestir y en su modo de actuar y de hablar.

Después de varios años, conserva intacto todo lo que trajo del mundo, es de poca oración, no lee ni estudia la biblia; está feliz y gozosa en el tiempo de la alabanza, pero le aburre la predicación de la Palabra.
Con estas personas nunca vaya a tratar ciertos textos fuertes o directos de la Palabra porque se ofenden, salen heridas y se vuelven al mundo.

Debemos entender que la conversión no se da de la misma manera en todas las personas: el Espíritu Santo actúa distinto en cada uno según la apertura, docilidad y medida de la fe.

Unas personas son transformadas más rápido y otras llevan procesos más largos; pero en todos los casos necesitamos la vida entera para perfeccionarnos.
Efe 4:10-13 “El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo.
11 Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros,
12  a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo,
13  hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;
14  para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error,
15 sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,…”

Y alguno me dirá: “sí pero es que la carne es débil,” sí, estamos totalmente de acuerdo; sabemos que tenemos el tesoro de la salvación en vasos de barro, dice Pablo en 2ª Co 4:7. Eso lo sabemos y lo entendemos, pero el Señor también nos dice: 2ª Co 12:9 “…Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.”
Por tanto, lo importante no es si volvemos a caer o no, es que si estamos con Cristo él nos sostiene.  

Citaremos tres causas principales de la falta de santidad en la iglesia:
1- Falta comunión con Dios en oración, no se estudia la biblia y no se congregan.
2- No se han sometido totalmente al Señorío de Cristo.
3- No ha habido una verdadera conversión, solo se tiene una religión.

Entonces cuando no hay verdadero arrepentimiento tenemos:
Congregaciones estancadas sin santidad, completamente “carnales”.
Materialistas (con la mirada en las cosas materiales. Les fascina que les hablen de prosperidad.)
Sin temor de Dios
Sin amor
Sin celo apostólico
Entretenidos con fútbol y televisión
Que todavía bailan, toman licor y se hacen tatuajes.
Que fornican y adulteran
Que mienten
Murmuradores
Que engañan y roban
Que disfrutan de chistes verdes o vulgares
Que dicen palabrotas
Que tratan mal a la esposa, se divorcian y se burlan de las mujeres.
Violadores
Malos trabajadores y malos estudiantes, etc. etc. y etc…
Cuando se predica sobre el pecado y la santidad, argumentan que somos humanos, que no hay amor, que todos somos pecadores, que no se debe juzgar a nadie, y se enojan y hasta se van de la iglesia.
No han rendido sus vidas al Señorío de Cristo, por tanto, no han entendido la santidad.

La responsabilidad de los predicadores en este caso, es muy seria. Debemos predicar el evangelio sin matices de otras ideologías, doctrinas paganas o filosofías mundanas y materialistas.
Necesitamos entregar un evangelio limpio y genuino, sin darle interpretaciones falsas o heréticas, sino que conduzca las almas a la salvación en Cristo, no a una religión para tener un templo lleno.

Efe 4:22-24 “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.”

Dios les bendiga.


Orfilia Miranda Londoño

jueves, 3 de septiembre de 2015

DIOS, NO SIEMPRE CAMBIA NUESTRAS CIRCUNSTANCIAS

Los seres humanos siempre estamos rodeados de circunstancias difíciles, unos más que otros, pero todos en mayor o menor grado, siempre las tenemos. Cuando no es la muerte, es la enfermedad, la pobreza, deudas, desempleo o persecuciones. Pero con algo tenemos que luchar diariamente.

Decir que, porque ya vinimos a Cristo y somos salvos, se nos acaban los problemas, no es cierto.
Dios no siempre cambia todas nuestras circunstancias, pero sí nos da la capacidad de superarlas, mejorarlas o aceptarlas con valentía y con paz. Cambio de actitud.

En primer lugar, no olvidemos que venimos de un pasado pecaminoso, en el que sembramos mucha semilla de maldad, y esa semilla germina y nos da sus frutos. Dicho de otro modo, todo acto tiene una consecuencia y difícilmente podemos escapar de ella. “El que siembra vientos, cosecha tempestades” dice un proverbio. Otras situaciones de salud vienen  por la contaminación química o los mismos avances del mundo moderno. 

Lucas 23:32-33 “Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser muertos.
-Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.”

Lucas 23:39-43 “Y uno de los malhechores que estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros.
43 Respondiendo el otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?
41Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros hechos; mas éste ningún mal hizo. 42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.”

Por un toque de gracia especial, a este hombre algo le decía que Jesús podía ayudarlo, tal vez ya no aquí, pero en la eternidad sí. Era consciente de quien era y de que, lo que sufría se lo había ganado. Había arrepentimiento en su corazón y temor de Dios. 
Lc. 23:43 “Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.”

Jesús, que en este mismo momento estaba pagando por los pecados de ese delincuente, ya lo estaba cubriendo con su misericordia y le aseguró el Paraíso, esto es, la Salvación eterna; pero no lo libró de la cruz, no le eliminó la cruz, consecuencia de sus delitos que él mismo acababa de reconocer.

Cuando nos convertimos y recibimos a Cristo, seguramente vamos a tener que seguir enfrentando muchas cosas fruto de nuestros pecados anteriores, pero eso sí, tenemos la garantía de que ya fuimos perdonados y salvados; y nuestra actitud frente a esas circunstancias va a ser diferente porque ya estamos viviendo desde la perspectiva de la fe.
La prioridad de Dios es nuestra salvación. La razón por la que envió a su Hijo a morir por nosotros.
Cristo no vino a morir tan cruelmente en una cruz para que nosotros viviéramos cómodos y tuviéramos mucho dinero para gastar en deleites de la carne. No. Hacer dinero es cosa que podemos hacer por nosotros mismos. La gran mayoría de ricos en el mundo son impíos, ellos no consideran necesitar a Dios. Pero la salvación eterna solo la podemos recibir de Cristo.

Segundo punto:
Los creyentes muchas veces también pueden verse enfrentados a circunstancias difíciles, no necesariamente a consecuencias del pecado, sino por causa de la fe y del evangelio, por seguir a Cristo.

Por causa de la fe tenemos a José, fue a la cárcel por no caer en pecado con la mujer de Potifar. Gén. 39:1-23.
Abraham, por la fe tuvo que sufrir la esterilidad de Sara pero esperaba la promesa de Dios.
Juan el Bautista fue decapitado por denunciar el pecado de Herodes. Mat. 14:1-12
Heb. 11:4 “Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín,…” esto le acarreó la muerte.

Los discípulos de Jesús, casi todos fueron sacrificados por causa del anuncio del evangelio. Ya Jesús se los había dicho: El discípulo no es más que su Maestro.
En la carta a los Hebreos hay una lista grande de personas que sufrieron y murieron por la fe, siendo justos y temerosos de Dios.

Dios tiene grandes promesas de ayuda, protección, suplencia de necesidades, fortaleza, consuelo y paz para nosotros, pero la principal es la salvación a todos los que le busquemos y creamos en él.

El Señor en todo caso nos capacitará, si nuestro caso fuera sufrir por la fe y el evangelio.

No nos sintamos defraudados entonces, si después de mucho orar, nuestro problema no es resuelto. Quizás, Dios nos pide que lo aceptemos. Pablo oró tres veces para que Dios quitara el aguijón de la carne y la respuesta de Dios fue: “Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.” No sabemos cuál era esa debilidad de Pablo, pero la tuvo que aceptar y vivir con ella aparte de todos los demás sufrimientos a causa del evangelio del Señor.

2Co 12:7-9 “Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.”
Pablo aceptó lo que haya sido, de buena gana como una señal o recordatorio de que debía mantenerse humilde en el ministerio.
Mis amados amigos, Dios les siga bendiciendo.



Orfilia Miranda Londoño

“EL TESTIMONIO DE VERDAD”

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