Apocalipsis
4:11, “Señor, digno eres de recibir la
gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu
voluntad existen y fueron creadas”.
La
gloria pertenece a Dios siempre; sólo él es digno de toda adoración y gloria
desde siempre y para siempre.
La
GLORIA es un atributo de la naturaleza misma de Dios, así como es misericordioso,
creador y eterno, para citar algunos de sus atributos.
Bíblicamente,
la gloria se define como: fama, honor, majestad, resplandor.
El
Diccionario dice: “honor”, “alabanza”, “estima”, “brillo” y “esplendor”.
La
biblia hace múltiples referencias a la gloria de Dios de principio a fin. Unas
de las manifestaciones más grandes de la gloria de Dios se dieron en el éxodo;
la gloria de Dios se manifestaba de día y de noche en forma permanente durante
la travesía por el desierto: de día en columna de humo y de noche en columna de
fuego. Ex. 40:34-35.
En
el monte Sinaí, Moisés estuvo tan cerca de la Majestad de Dios, que el
resplandor de su gloria quedó en su rostro; Moisés tenía que cubrirse el rostro
a causa del resplandor.
Ninguna
creatura suya debe atribuirse gloria, él es el Creador de todas las cosas y
todas las cosas son suyas; él es soberano y decide a quien da gloria y honra,
no nosotros.
1ª
Cr. 29:11-12 “Tuya es, oh Jehová, la
magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las
cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el
reino, y tú eres excelso sobre todos. Las riquezas y la gloria proceden de ti,
y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza y el poder, y en tu mano el hacer grande y el
dar poder a todos.”
La
humildad debe ser una virtud indispensable en todo creyente y servidor de Dios.
El
Hijo de Dios cuando vino a la tierra a cumplir la misión Redentora, lo primero
que hizo fue despojarse de su propia gloria en el cielo y se sometió totalmente
a la voluntad del Padre.
Fil.2:5-8
“Haya, pues, en vosotros este sentir que
hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el
ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo,
tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la
condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la
muerte, y muerte de cruz”.
Ningún
servidor de Cristo, ha tenido que renunciar a tanto por el reino de Dios, como
sí lo hizo él por salvarnos. Nosotros no teníamos absolutamente nada que perder
porque nosotros mismos ya estábamos perdidos. Así, que si por la misericordia
de Dios, fuimos salvados y llamados al servicio en su reino, asumámoslo como
favor que Dios nos hace y sintámonos agradecidos; y de ningún modo, usar los
dones que él nos haya dado para el servicio a la iglesia, como motivo de engrandecimiento
atribuyéndonos la honra y la gloria que sólo le pertenecen a él.
Cuando
el Señor le dice a Salomón, pídeme lo que quieras, Salomón sólo le pide
sabiduría para gobernar bien a su pueblo; y Dios viendo la sinceridad de su
corazón, le dio también las añadiduras: riquezas y gloria. 1ª de Reyes 3:13 “Y aun también te he dado las cosas que no
pediste, riquezas y gloria, de tal manera que entre los reyes ninguno haya como
tú en todos tus días”.
No
se atribuya gloria, Dios es quien decide a quien le da gloria y honra. Muy diferente
es que sea Dios quien nos permita saborear un poco de gloria, a que nosotros mismos
la tomemos usando el ministerio con el propósito de buscar gloria y fama
personal, en vez de anunciar el evangelio del Señor Jesucristo, para que su
reino se establezca en los hombres.
Como
siervo o sierva de Dios, no busque ser famoso; no busque su propia gloria; no
se anuncie a usted mismo, hablando más de usted que de la persona de Cristo.
Guarde sus credenciales y sus títulos de teólogo y doctorados y anuncie a Jesucristo
que a eso ha sido llamado; aprenda de Juan el Bautista que, al preguntarle
quien era él, respondió sencillamente:
“Soy la voz de uno que clama en el desierto….” “Uno” no importa quien sea, su
misión era anunciar el reino de Dios, al Mesías que ya estaba entre nosotros.
Él
pudo haberse desparramado diciendo: “Soy Juan el profeta enviado directamente por
Dios, soy el primo hermano de Jesús, nada más y nada menos que el Hijo de Dios
mismo; ningún otro profeta ha sido tan importante que yo. Y para que queden más
pringados, Jesús mismo vino para que yo lo bautizara. Qué unción y poder sobrenatural tengo, como ven, no soy
cualquiera.”
Pero no fue así,
exaltando siempre a Cristo, dijo: Jn.1:23 “Yo
soy la voz de uno que clama en el desierto”. Jn.1:27 “Este
es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno
de desatar la correa del calzado”.
Desatar el
calzado de los pies era oficio de esclavos, y ante la grandeza del Hijo de
Dios, Juan se situaba en un rango menor que el de un esclavo. Todo el crédito,
la fama, la gloria y la honra siempre fueron dirigidas a Cristo el Señor. Él decía: "conviene que Cristo crezca y yo mengue".
Hoy muchos están haciendo al revés: están menguando el evangelio para ellos crecer y hacerse famosos y adinerados. ¡Terrible!
No
estemos tan afanados por la prosperidad y la gloria que tengan otros; todo lo
de aquí, aquí se queda; la gloria y la honra que recibimos del mundo aquí
muere. Sal.49:16-17.
El
Salmo 29 deja muy claro que la gloria y el poder son de Dios, es un tributo que
a él le pertenece y a él debemos darlo. “Dad
a Jehová la gloria debida a su nombre…”
Is.
42:8, “Yo Jehová; este es mi nombre; y a
otro no daré mi gloria,…” dice el Señor.
Todo
aquel ministro que usurpa la gloria de Dios, y se la echa encima, no tiene buen
fin. Cuando dejamos de dar la gloria a Dios y la dirigimos o desviamos hacia
nosotros mismos, tarde o temprano, tal ministro deja de ser respaldado por Dios
y se viene abajo desde bien arriba. Y Satanás que es malvado, se revuelca de la
risa porque ese es un logro para él, porque el ministro no se viene abajo solo;
en su estrepitosa caída se arrastra a una gran cantidad de almas débiles en la
fe, a todos aquellos que lo seguían.
Cuando
se orienta la Palabra y se tuerce para sustentar lo que queremos lograr,
haciendo más énfasis en esto que nos interesa y no en aquello otro, es como
ofrecer sacrificios de animales imperfectos. Abominable a Jehová.
Malaquías
1 del v. 6 en adelante, Dios se queja y reprende severamente a los sacerdotes
por no darle la honra y el respeto debidos.
Cuando
se deja de dar la gloria a Dios en el ministerio, el corazón de los ministros
se llena de orgullo, vanidad y engreimiento y esto se convierte en el tobogán
que los trae abajo; la soberbia es la piedra de tropiezo para la caída y la
oscuridad y las tinieblas le pierden el camino.
Jer.13:15-16, dice: “Escuchad y
oíd; no os envanezcáis, pues Jehová
ha hablado. Dad gloria a Jehová Dios vuestro,
antes que haga venir tinieblas, y antes que vuestros pies tropiecen en montes
de oscuridad, y esperéis luz, y os la vuelva en sombra de muerte y tinieblas”.
La caída y la confusión son el fin de todos aquellos que usurpan la gloria de
Dios, los que buscan su propia gloria y no la dan a quien le corresponde: al
Señor Dios de los Ejércitos.
Todo tiene que dar gloria a Dios: la
creación entera, los seres celestiales, los ángeles y los hombres, “… todo lo que respira alabe a Jehová.”
Sal. 150.
Cuando Jesús nació aparecieron en el
cielo las Huestes celestiales dando gloria a Dios y decían: ¡Gloria a Dios en
las alturas! Lc. 2:14. Y en toda la vida de Jesús, él dio siempre la gloria al
Padre en todo lo que hizo.
Jn.7:18 “El
que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria
del que le envió, éste es verdadero,…”
Hc.12: 23 dice que Herodes murió comido de
gusanos por proclamarse dios y atribuirse la gloria que es para Dios; al
momento se llenó de gusanos y expiró comido por los gusanos.
Lc.14:10, dice que todo el que se enaltece
será humillado y el que se humilla será enaltecido. Por eso Cristo, de la
manera que se humilló en obediencia al Padre, hasta la muerte de cruz, así también
Dios lo exaltó: Fil.2:9-11 “Por lo cual
Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo
nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están
en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese
que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.
En Isaías 2:11 dice que en el día del Señor al
sólo resplandor de su majestad, “La
altivez de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será
humillada; y Jehová solo será exaltado en aquel día”.
Les invito pues, a ser muy cautelosos en este
sentido, que en todo lo que hagamos, en todos los diferentes servicios a que
hayamos sido llamados, actuemos en todo tiempo con sencillez y humildad,
buscando siempre dar la gloria y la honra a Dios. Y él que es galardonador de
los que le aman y le sirven, sabrá recompensarnos. Dios les bendiga.
Los dejo con este Salmo
de exaltación al Señor:
“Proclamad entre las
naciones su gloria,
En todos los pueblos sus
maravillas.
Porque grande es Jehová,
y digno de suprema alabanza;
Temible sobre todos los
dioses.
Porque todos los dioses
de los pueblos son ídolos;
Pero Jehová hizo los
cielos.
Alabanza y magnificencia
delante de él;
Poder y gloria en su
santuario.
Salmo 96:3-6
Orfilia Miranda Londoño