1Cor.
10:23 “Todo me es lícito, pero no todo
conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.”
Dentro
de mi libertad social, moral y espiritual, todo me es permitido, pero no todo
conviene para mi vida espiritual.
No
siempre nuestras preferencias, lo que nosotros queremos, le agrada a Dios.
Nuestros
deseos y tendencias obedecen a una naturaleza caída y degradada por el pecado
de desobediencia que nos separa de Dios. Mientras que los planes de Dios son perfectos
y sublimes por el mismo carácter de Dios que en sí mismo es Santo, perfecto y
sublime, y sus pensamientos son de bien y no de mal.
Cuando
leemos la biblia que es la Palabra de Dios, podemos conocer apenas en parte la
bondad de Dios; su bondad es tan insondable como su santidad, su perfección, su
eternidad y su Deidad misma.
La
bondad de Dios es manifestada de muchas maneras y muchas veces está registrada
en la biblia, en contraposición con la maldad de la raza humana.
Después
de la caída, el hombre perdió la imagen de Dios y su propósito, y sólo está en
capacidad de obrar el mal: Jer. 4:22 “Porque
mi pueblo es necio, no me
conocieron; son hijos ignorantes y
no son entendidos; sabios para hacer el mal, pero hacer el bien no supieron.”
Así se refiere Dios al mismo pueblo escogido; el pueblo que vio sus maravillas
y prodigios cuando salieron de Egipto; que fue sustentado en el desierto con
maná, que vieron brotar milagrosamente el agua de la roca….y podíamos seguir….
“pueblo necio, ignorante, sin
entendimiento, sabios para hacer el mal pero no para hacer el bien.” Ven
todo lo que ven y no entienden.
En
Isaías, es más fuerte todavía, él les dice: !Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos,
hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se
volvieron atrás.” Is. 1:4
Y
Pablo confirma esta verdad cuando dice: Rom. 7:18 “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el
hacerlo.” Esto es, que aun siendo ya personas convertidas, nos cuesta obrar
el bien, por eso, previendo Dios nuestra condición, nos envió el Espíritu
Santo.
Un
ser humano sin Dios, es capaz de cometer las más terribles atrocidades sin
remordimientos ni vergüenza; es como una bestia desenfrenada y nada de lo que
hace le parece que esté mal. No le ve nada de malo a nada, cree que los que
están mal son los otros. Es “necio, ignorante, sin entendimiento”,
Jer.4:22. De ahí que muchas cosas que antes eran rechazadas por la sociedad y
se castigaban por ser injustas o inmorales, hoy día son aprobadas por las leyes
y aceptadas por la sociedad, y hasta por algunas congregaciones.
Pero
conviene que dejemos bien claro una cosa: lo que Dios estableció como malo o
pecado, sigue siendo malo, sigue siendo pecado. Sigue siendo abominable delante
de Dios. Dios no cambia es inmutable, y su perfección y santidad, es incompatible con cualquier sombra de pecado, por eso nos exige santidad. Lev.
20:26 “Habéis, pues, de serme santos,
porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis
míos.”
El
Espíritu Santo es el que capacita a los creyentes para obrar o hacer el bien;
Jesús siendo Dios, no concebido por simiente contaminada de hombre, pero con naturaleza humana, el Padre lo ungió con el poder del Espíritu
Santo que lo capacitó para vencer las tentaciones en el desierto, vencer la
angustia y agonía en el Huerto, la soledad y el abandono en la cruz; y así al
final pudo decir: “todo está cumplido”
“la obra de salvación que me fue encomendada ya está cumplida.”
Hch
10:38 “…cómo Dios ungió con el Espíritu
Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y
sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.”
Sólo
cuando el hombre le entrega la vida al Señor y se somete a su señorío, hay un
cambio de mente y de actitud, porque el Espíritu que obró en Jesús, también
obrará en él capacitándolo para toda buena obra.
Dios
no opera en la dureza de un corazón que no siente temor reverente por su
Creador, que no le respeta, que no le honra ni le ama; todo aquel que rechaza a
Dios y a sus mandamientos, cada día estará más alejado de él y en capacidad de maquinar
toda obra de maldad porque está siendo gobernado por su propia concupiscencia y
el diablo.
Proverbios
28:14, dice: “Bienaventurado el hombre
que siempre teme a Dios; Mas el que
endurece su corazón caerá en el mal.” Es lo que estamos viendo hoy: esta
generación cada día es más incrédula, blasfema y muy dura de corazón; no
quieren escuchar nada de Dios y han ido eliminando su Nombre de todas las
organizaciones públicas y privadas, y en la medida que se alejan, están en
capacidad de cometer cosas más horrendas.
En
el Salmo 14:3 leemos: “Todos se
desviaron, a una se han corrompido; No hay quien haga lo bueno, no hay ni
siquiera uno.” Y podemos percibir el tono de tristeza y desesperanza del
salmista, al ver tanta maldad en su tiempo. Al igual que hoy, podemos sentir
tristeza y angustia por tanta maldad, pero nosotros los creyentes, los
salvados, no podemos revertir la historia del hombre. Nuestra misión como
creyentes, es seguir anunciando el evangelio del reino de Dios, sea que nos
escuchen o no nos escuchen; el Espíritu Santo es el que convence de pecado, no
nosotros.
Cuando
vemos en este tiempo, que como en los tiempos de Noé y de Sodoma y Gomorra, la
maldad va en aumento, y asimismo, surgen nuevas formas de maldad y de crueldad
que antes ni imaginábamos, no debe sorprendernos a los que conocemos la Palabra
del Señor. Nuestra actitud debe ser de serenidad y de esperanza en que el día
del Señor está más cerca de lo que creen algunos.
Siempre
que la humanidad toca fondo en su maldad y depravación, Dios interviene. Y hoy
está próxima una intervención de Dios. Pero esta vez no será con un castigo,
será la segunda venida del Señor Jesucristo en todo poder, gloria y majestad,
para tomar consigo a todos los que creyeron en él y le recibieron y han
permanecido fieles hasta el final, y para juzgar a las naciones. Pero lo que
parece que tardara, es sólo para dar tiempo al arrepentimiento. Dios quiere dar
oportunidad a todos los hombres para que lleguen al arrepentimiento y a la
salvación.
Eso
es lo hermoso del amor misericordioso de Dios, que a todos se nos da la
oportunidad de la salvación en Cristo.
Sal
25:8 “Bueno y recto es Jehová; Por tanto,
él enseñará a los pecadores el camino.” Dios nos muestra el camino que es
Cristo, a nosotros nos corresponde seguirlo o no.
Otra
vez digo, permanezcamos firmes y confiados trabajando todavía para el reino sin
perder la serenidad, por el contrario, llenos de esperanza porque el día de la
redención se acerca. Amén.
Dios
les bendiga y espero sean bendecidos con este mensaje. Hasta pronto.
Orfilia Miranda Londoño.