Relaciones sexuales: amor, matrimonio y sexo.
¿Por
qué esta línea tan estricta?
Porque
el amor, el matrimonio y el sexo fueron hechos para ir juntos por parte de
Aquel que inventó las tres cosas (Dios).
La
relación sexual es la relación más íntima posible que puedes tener con ninguna
otra persona, y la intención del Hacedor es que la usemos como símbolo externo
del amor interno que tenemos hacia aquella otra persona; un amor que, lo mismo
que el amor de Dios, es plenamente personal, no actúa egoístamente y no cede.
Lo
que se considera como amor en estas relaciones pasajeras es a menudo algo
despersonalizado, frecuentemente egoísta (« ¿Cuánto puedo yo sacar de esto?») Y
normalmente efímero, dejando tras de sí desilusión y soledad, al ser la pareja
de turno descartada al montón de basuras humanas.
¿Qué
sucede cuando se desobedece a Dios?
Hemos
visto abundancia de amargos frutos de la libertad sexual durante la última
década.
Es
un llano enfrentamiento contra la voluntad de Dios. Conlleva un sentimiento de
culpa. Frecuentemente ha de ser cubierta con mentiras e hipocresía. Deshumaniza
el sexo y lo convierte en un acto en sí mismo, distinto tanto de la relación
como de la persona.
Provoca
traumas a las personalidades de los desechados, y un endurecimiento en las
actitudes del hombre, que va «marcando las muescas en la cabecera». Separa
artificialmente el sexo del amor, de la fidelidad, del compañerismo y de los
hijos.
Toma
algo que jamás puede ser devuelto. Traiciona una incapacidad para controlar
nuestros impulsos instintivos. Y mina la confianza.
Lo
cierto es que hay pocas cosas que sean tan perturbadoras para la personalidad,
la vida hogareña y la sociedad como una sensualidad sin freno.
Mientras
escribo esto, se me ocurre un ejemplo claro: Madonna, quien fue la diva sexual
en su momento, y en una entrevista en la revista Time dijo esto:
«He de humillar a los hombres en público.
Estoy echando fuera mi odio contra mi padre por abandonarme por mi madrastra
después que murió mi madre.
Por una parte podrían decir que estoy
convirtiendo a los hombres en cerdos; por otra parte estoy obligando a los
hombres a comportarse en formas que se supone que no deben hacerlo. Si quieren
llevar un sostén, pueden llevar un sostén. Si quieren llorar, pueden llorar. Si
quieren besar a otro hombre, les doy permiso para hacerlo…
… tengo a esos hombres, a los que he
castrado, llevando sostenes y que me asisten y me ofrecen sexo. Pero en último
término preferiría estar sola y masturbarme…»
Es
trágico ver la confusión y soledad de una actitud así.
Incluso
Máster y Johnson, los célebres sexólogos americanos, después de haber dado su
“aprobación” durante décadas a un estilo de vida permisivo, han llegado a la
conclusión que:
Las únicas relaciones sexuales
permanentemente satisfactorias son las que tienen un hombre y una mujer para
siempre.
Y
desde luego, esos sexólogos no han sido conducidos por ninguna persuasión
cristiana: sencillamente han observado de manera detallada lo que sucede
cuando se desdeñan las instrucciones de Dios para el uso del sexo.
El
hecho de que los cristianos estén decididamente en favor de la castidad antes
del matrimonio y de la fidelidad en el matrimonio no se debe a que estén
contra el sexo: al contrario, se debe a que lo valoran enormemente.
El
sexo es un don demasiado bueno de parte de Dios para malbaratarlo.
No
es un mero acoplamiento animal, sino la más profunda manera en que dos personas
pueden expresar su mutua entrega. Sirve no sólo para simbolizar, sino para
profundizar y enriquecer la unidad de la pareja. Es divertido. Es
satisfactorio. Es entusiasmante.
Pero
quítalo del contexto del matrimonio y viene a ser deshonesto.
Porque
aísla una clase de unidad, la sexual, de las otras áreas de entrega. Es actuar
una mentira.
Por
eso la Biblia está tan intensamente en contra del sexo extra matrimonial.
Por Elsie Vega 09/05/2013 del Punto cristiano.