martes, 4 de diciembre de 2018

SALGA DE SU TIENDA Y MIRE A LOS CIELOS


Gén 12:1 Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Gén 12:2  Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Gén 12:3  Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.

Cuando obedecemos a Dios y nos desacomodamos para obedecer lo que él nos pide que hagamos, nos convertimos en bendición para otros.

Dios nos pide también que abandonemos o separemos de nosotros todo lo que estorba para recibir la gracia y la bendición de Dios:
Andar con Lot se había convertido en un problema para Abraham; los criados de Lot peleaban con los de Abraham por el agua y el territorio y vivían en contienda. A pesar de que era su pariente, Abraham tuvo que hablar con su sobrino Lot y pedirle que se separara de él, ya no podrían seguir conviviendo en el mismo lugar.

Muchas veces es necesario abandonar un lugar, personas, cosas y hasta comodidades, para poder cumplir la voluntad de Dios y recibir bendición. Así que debemos separarnos de todo aquello que nos causa problemas y nos quita la paz interior, haciéndonos desenfocar de lo verdaderamente importante, que es la relación con el Señor.  

Cuando Abraham se separa de Lot, Dios le vuelve a hablar a Abraham:

*Gén 13:14 Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y al sur, y al oriente y al occidente.
 Gén 13:15 Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre.
Gén 13:16 Y haré tu descendencia como el polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada.

Esta promesa de Dios es incomprensible para Abraham, Dios le está hablando de multitudes cuando no tiene la posibilidad de tener hijos. Pero Abraham en fe sigue escuchando a Dios y obedeciendo en todo lo que él manda.
Gén 13:17 Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré.
 Gén 13:18 Abram, pues, removiendo su tienda, vino y moró en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a Jehová.
Abraham vuelve a remover su tienda para trasladarse a otro lugar en obediencia; pero le costaba creer lo de la descendencia numerosa: había una piedra muy grande que le estorbaba creer: La ESTERILIDAD DE Sara. Pues, mientras tanto, el tiempo pasaba y su esposa se hacía cada vez más vieja para tener hijos.

Gén 15:2  Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? Gén 15:3 Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa.
Abraham estaba razonando en lo natural, tenía la mirada en las cosas temporales y terrenales y en sus divagaciones solo miraba hacia el suelo; entonces Dios lo saca de la tienda para que mire hacia el firmamento:
Gén 15:5  Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia.” 
Es cuando Abraham mira hacia arriba, hacia los cielos, y ve que lo que Dios tiene para él es infinitamente grande y eterno; entonces entendió y todos los obstáculos de esterilidad de su mente, fueron vencidos y creyó.
Gén 15:6  Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia. Vino a ser el padre de la fe.

Cuántas veces Dios nos habla y no entendemos; es necesario entonces salir de nuestra tienda de la comodidad, de la ceguera espiritual y de las limitaciones de nuestro entendimiento, y mirar hacia los cielos, hacia la eternidad, para entender el propósito que Dios tiene para nuestra vida.
Esto puede muchas veces implicar movernos de un lugar a otro, hasta de país, dejar amigos de toda la vida para movernos en obediencia o cambiar de trabajo.
Muchas veces las circunstancias nos han llevado a tomar decisiones drásticas que han afectado nuestra vida y no hemos entendido porqué, pero pasado un tiempo el Señor nos ha permitido comprenderlo.

Pidamos al Señor una fe firme con la que podamos derribar todo argumento mental que nos impida hacer su voluntad, crecer y caminar en santidad. Que nos dé una confianza absoluta en él para tener siempre la mirada en las cosas celestiales y no en las terrenales.

¿Cuando estamos afligidos, ponemos la mirada en los cielos, o seguimos mirando las circunstancias? 


Orfilia Miranda Londoño





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