Hemos venido hablando de la
confianza del creyente en Dios, en medio de las pruebas y los conflictos.
Cuando
somos perseguidos por todo tipo de mal, cuando
todo parece perdido.
Introducción:
Cuantas veces nos encontramos en situaciones desesperantes, cuando nos sentimos
perseguidos por toda clase de mal, por enemigos, por deudas, y algunas veces,
por enfermedad. Sentimos que no tenemos escapatoria, nos sentimos atrapados, sin salida. Pero en este salmo encontramos
las palabras de aliento del rey David, amigo de Dios, en el momento de la
crisis.
¿Qué
hacemos cuando nos encontramos desesperados, cuando somos perseguidos y parece
que no tenemos salida?
Salmo
3:1 “¡Oh Jehová, cuánto se han
multiplicado mis adversarios! Muchos son los que se levantan contra mí. 2
Muchos son los que dicen de mí: No hay para él salvación en Dios.”
En medio de la confusión, David se
siente perdido y la única solución es exponerle al Señor cuál es su situación, cuando sus
adversarios se han multiplicado.
Le
expone a Dios que sus adversarios no creen que
Jehová es grande y poderoso, que no creen que en Él haya salvación. Esta
es una bella forma de decirle a Dios, mira todos creen que en Ti no hay
salvación. Se lo dice porque él si confía que en su Señor si hay salvación.
Cuando
nuestra situación es difícil, no nos
queda más que clamar, implorar a Dios por su ayuda. David, en medio de grande
tribulación, tiene
confianza en Dios como su amigo, e
implora
el socorro divino.
El
creyente activo, mientras más es abatido por el maligno, o por las reprensiones de Dios o el ataque de sus enemigos, tomará una
postura más firme y se unirá más estrechamente con su Dios y Señor.
Tenemos
que reconocer que Él es nuestro Escudo, y nuestra Gloria.
Sal. 3:3 “Más tú,
Jehová, eres escudo alrededor de mí; Mi gloria, y el que levanta mi cabeza.”
Esta
es la parte más interesante de esta porción de la Palabra; David está confesando y afirmando que Dios
es su escudo, su gloria y el que levanta su cabeza. Si lo trajéramos a nuestro
contexto, esta es la suma
verdad, Dios es nuestro escudo y nuestra gloria y el que levanta nuestra
cabeza. No hay nadie más que pueda hacer esto por nosotros sus hijos.
Si
el pueblo de Dios levanta su cabeza con gozo en el peor de los momentos,
sabiendo que todo les ayudará a bien, reconocerán a Dios, como el único que e les da el motivo de regocijo. Nos enseña que tenemos que
clamar a él por Su
ayuda.
Sal. 3:4 “Con mi
voz clamé a Jehová, Y él me respondió desde su monte santo.”
Si,
que bella seguridad la que nos da David, que si clamamos a Dios él nos
responderá desde su monte alto, desde las alturas, desde su morada eterna.
David
siempre halló que Dios estaba dispuesto a responder sus oraciones. Nada puede
poner una separación entre las comunicaciones entre Dios y nosotros, y la obra
de su gracia actuando en nuestras vidas; entre su favor y nuestra fe. David
siempre había estado a salvo bajo la protección divina.
Solo
en Dios podemos
confiar y descansar
Sal.3:5 “Yo me
acosté y dormí, y
desperté, porque Jehová me sustentaba. 6
No temeré a diez millares de gente, Que
pusieren sitio contra mí.”
Cuando
tenemos a Dios de nuestro lado no debemos tener temor de nada ni de nadie. Esto nos da la confianza de poder dormir y descansar
sabiendo que es Jehová quien nos sustenta.
Muchos
se acuestan y no pueden dormir por dolor del cuerpo, por angustia mental o por
la alarma continua del terror nocturno. Pero aquí más bien parece que se
refiere a la calma del espíritu de David en medio del peligro. El Señor lo puso
en paz por su gracia y por las consolaciones de su Espíritu. Gran misericordia
es que nuestra mente persevere en Dios cuando estamos con problemas.
Cuando
nosotros tenemos confianza en Dios como
nuestro
Padre y amigo, le podemos decir como el salmista:
3:7
“Levántate,
Jehová; sálvame, Dios mío; Porque tú heriste a todos mis enemigos en la
mejilla; Los dientes de los perversos quebrantaste.”
David
estaba seguro de que Dios peleaba sus batallas, lo mismo tenemos que hacer
nosotros, pero para eso hay un requisito muy especial que debemos de cumplir
primero, y aceptarlo a Él
el Señor de nuestras vidas.
Sal. 3:8 “La
salvación es de Jehová; Sobre tu pueblo sea tu bendición.”
Este
es un Tributo de alabanza a un Dios libertador, cuyo favor es beneficio
eficiente.
Dios
es un Dios de salvación, en su Palabra, lo único que nos pide es que lo hagamos
nuestro Padre y amigo como lo hizo David en su tiempo. Hoy tenemos la facilidad
de hacerlo nuestro Señor y Salvador personal, por su gracia.
“Porque
por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don
de Dios”
Efesios 2:8.
Cuando
hemos creído que Jesús es la Luz verdadera, solamente tenemos que creer en que
Él vino para dar testimonio del Padre, y que vino para reconciliar por sí mismo
al mundo con Dios, que vino a morir por los pecadores, y que todos nosotros
somos pecadores y que por su inmenso amor dio su vida por nosotros para
librarnos del pecado, Si nosotros hemos creído esto y lo confesamos con nuestra
boca, somos salvos. Y pasamos a ser sus hijos.
Aquella
luz verdadera, que alumbra a todo
hombre, venía a este mundo.10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no
le conoció. 11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 2 Más a todos los
que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos
hijos de Dios;13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de
carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. (Juan 1:9-13).
Esto
se llama el “Nuevo Nacimiento” cuando dice que no son engendrados de sangre, ni
voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Es espiritual.
Dios,
habiendo hablado muchas veces y de muchas
maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en estos
postreros días nos ha hablado por el
Hijo, a quien constituyó heredero de
todo, y por quien asimismo hizo el
universo; 3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen
misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la
palabra de su poder, habiendo efectuado
la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a
la diestra de la Majestad en las
alturas, 4 hecho tanto superior a los
ángeles, cuanto heredó más excelente
nombre que ellos. (Hebreos 1:1-4)
¿Qué
tenemos que hacer para recibir a Cristo como nuestro Salvador personal y tener
el derecho de ser hechos hijos de Dios?
Solo
tenemos que confesar con nuestra boca.
Que
si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó
de los muertos, serás salvo. Porque con
el corazón se cree para justicia, pero
con la boca se confiesa para salvación. (Romanos 10:9-10)
Solo
tenemos que creer de todo corazón en el Señor Jesús y recibirlo como nuestro
Señor e invitarlo a morar en nuestros corazones, confesando con nuestra boca
que Él es el Señor.
Como
dice Juan 1:12 “Más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”
Quieres
tu ser un hijo de Dios, te invito a que recibas a Jesús como tu Señor y
salvador personal de tu vida, solo tienes que creer de todo corazón y confesar
con tu boca que Jesús es el Señor y serás salvo.