domingo, 30 de noviembre de 2014

FIRMES EN LA FE HASTA EL FINAL



1“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino,
 V 2  que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina.
 V 3  Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias,
V 4  y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas.
 V 5  Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio.
V 6  Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano.
V 7  He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.
V 8  Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”
2ª Ti 4:1-8
El apóstol Pablo se encuentra en un momento crucial de su vida; está preso nuevamente y siente que ya es definitivo que lo van a sacrificar, que le queda poco tiempo. Es cuando escribe esta segunda carta a Timoteo desde la cárcel.

He tomado para esta reflexión el cap. 4:1-8. Pero si nos adentramos un poco en meditación sobre todo el cap., podemos percibir los sentimientos de tristeza, soledad, desamparo y preocupación del apóstol, así como también la satisfacción del deber cumplido y la firmeza en la fe en Cristo hasta el final, venga lo que venga.

Esta carta es una súplica a su amigo y hermano en la fe, Timoteo, para que no afloje en la enseñanza de la doctrina sana del evangelio del Señor y le recuerda que seremos juzgados el día que él se manifieste.
La preocupación mayor, es que no deje de predicar a tiempo y a destiempo; que hay que redargüir, reprender y exhortar con paciencia y sana doctrina, soportando las aflicciones que nos trae el ministerio.

v.6, “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano”.
Pablo acostumbrado ya a estar compareciendo ante los tribunales a declarar tantas veces, ya sabía el rumbo que habían tomado las cosas y presentía su final, además de ser también anciano.
 V 7  He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.
V 8  Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.”

En estos dos versículos 7 y 8, lejos de ver a un hombre derrotado o derrumbado, percibimos tres sentimientos diferentes a los anteriores:
Satisfacción por el deber o la misión cumplida; la seguridad de su salvación en Cristo; y de esperanza, de que al terminar todo este sufrimiento le aguarda una corona de gloria y vida eterna. El amor a Jesucristo y la esperanza de este galardón le dieron la fuerza para soportar todo lo que tuvo que sufrir.

Nuestra mayor preocupación también, debe ser para que al final de nuestra vida, como Pablo, podamos  mirar hacia atrás y evaluar qué hicimos por el Señor y su iglesia. Y al igual que él, podamos tener la satisfacción de haberle servido fielmente y poder decir también: he peleado la buena batalla, he terminado la carrera y he guardado la fe.
He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.” Son las palabras de un mártir de la fe; de un hombre que vivió plenamente para Cristo; que prefirió ser sacrificado antes que serle infiel al Señor.
La fidelidad a Dios implica renuncia, obediencia, sacrificio, rechazo, desprecio, y muchas veces hasta la misma muerte.

La tierra hoy es un altar en donde las vidas de muchos siervos de Dios, han sido ofrecidas en sacrificio por la fe. Tenemos a Juan el bautista y todos los que se mencionan en Hebreos 11: 36-37: “Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles.
-Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados;…”
La iglesia es un jardín que ha sido regado y abonado con la sangre de los mártires, especialmente en el primer siglo. Recordemos a Esteban, Jacobo, Pedro y al mismo Pablo: “Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano.”
Desde su conversión, la vida de Pablo estuvo llena de dificultades y persecuciones hasta la muerte; pero esos sufrimientos no hicieron caer su ánimo, pues la fe y la esperanza en Cristo lo fortalecían cada día.
Aquí hay una lección que aprender: para llegar al final con esa serenidad y la satisfacción de la misión cumplida, es necesario su carácter, su fidelidad, su fe y su determinación.
Dice Hch 20:22-24 “Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén, sin saber lo que allá me ha de acontecer; -salvo que el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones.
 -Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.”
Esta era su meta: cumplir a cabalidad la misión que Jesús le encomendó y en ello puso todas sus fuerzas, su empeño y su vida. Con la misma entereza y energía con que perseguía a los cristianos, con esa misma convicción llevó a todas partes el evangelio de Jesucristo.

*He peleado la buena batalla: Pablo nos enseña que la vida del creyente es una batalla permanente que tenemos que pelear día a día, fortaleciéndonos en la Palabra y la oración, agradando a Dios en todo, y esforzándonos como buenos soldados de Cristo. Sólo así podemos tener garantizada la victoria.
Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús.
 -Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.
 -Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo.
 -Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado.” 2ª Tim.2:1-4

*Un buen soldado es responsable: Cuando un soldado está en batalla y lo ponen en guardia, él tiene que estar alerta, sin distraerse para no caer en emboscada del enemigo.
Dice el Señor en Lc. 21:36, “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre.

*Un buen soldado va a la batalla bien armado: A nosotros se nos han dado armas poderosas: 2ª Cor.10:4 “…porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas,”
Así que, la Palabra nos recomienda usar bien las armas y toda la armadura como buenos soldados, en Ef.6:13-18:
13 “Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. …16 -Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.
17- Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios;
18- orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu,…” 

*Un buen soldado es bien entrenado: Sabe cómo usar sus armas para no fallar y así poder garantizar el éxito en la batalla y obtener la victoria sobre el enemigo.

*Un buen soldado es decidido: valiente, fuerte y esforzado; pero ante todo, no retrocede jamás, “Porque nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma.” Heb. 10:39. 

Pablo dejó de ser un militar romano y se hizo soldado de Cristo; vivió haciendo la voluntad de Dios en todo, defendiendo siempre la fe. Peleó la buena batalla y corrió su carrera como creyente sin avergonzarse jamás del evangelio.
Todo cristiano, y especialmente los que enseñamos la Palabra de Dios, debemos examinarnos cómo es nuestra fidelidad y obediencia a Dios, y ver cómo estamos guardando la fe.

Armas principales: La Fe, la Palabra y la oración.

Hasta pronto, Dios les siga bendiciendo.

Orfilia Miranda Londoño
orfimilondo@gmail.com



“He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” 2ª Tim. 4:7.


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