sábado, 11 de abril de 2015

NO BUSQUES TU PROPIA GLORIA

Apocalipsis 4:11, “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas”.

La gloria pertenece a Dios siempre; sólo él es digno de toda adoración y gloria desde siempre y para siempre.
La GLORIA es un atributo de la naturaleza misma de Dios, así como es misericordioso, creador y eterno, para citar algunos de sus atributos.

Bíblicamente, la gloria se define como: fama, honor, majestad, resplandor.
El Diccionario dice: “honor”, “alabanza”, “estima”, “brillo” y “esplendor”.

La biblia hace múltiples referencias a la gloria de Dios de principio a fin. Unas de las manifestaciones más grandes de la gloria de Dios se dieron en el éxodo; la gloria de Dios se manifestaba de día y de noche en forma permanente durante la travesía por el desierto: de día en columna de humo y de noche en columna de fuego. Ex. 40:34-35.

En el monte Sinaí, Moisés estuvo tan cerca de la Majestad de Dios, que el resplandor de su gloria quedó en su rostro; Moisés tenía que cubrirse el rostro a causa del resplandor.

Ninguna creatura suya debe atribuirse gloria, él es el Creador de todas las cosas y todas las cosas son suyas; él es soberano y decide a quien da gloria y honra, no nosotros.
1ª Cr. 29:11-12 “Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos. Las riquezas y la gloria proceden de ti, y tú dominas sobre todo; en tu mano está la fuerza  y el poder, y en tu mano el hacer grande y el dar poder a todos.”

La humildad debe ser una virtud indispensable en todo creyente y servidor de Dios.
El Hijo de Dios cuando vino a la tierra a cumplir la misión Redentora, lo primero que hizo fue despojarse de su propia gloria en el cielo y se sometió totalmente a la voluntad del Padre.
Fil.2:5-8 “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.

Ningún servidor de Cristo, ha tenido que renunciar a tanto por el reino de Dios, como sí lo hizo él por salvarnos. Nosotros no teníamos absolutamente nada que perder porque nosotros mismos ya estábamos perdidos. Así, que si por la misericordia de Dios, fuimos salvados y llamados al servicio en su reino, asumámoslo como favor que Dios nos hace y sintámonos agradecidos; y de ningún modo, usar los dones que él nos haya dado para el servicio a la iglesia, como motivo de engrandecimiento atribuyéndonos la honra y la gloria que sólo le pertenecen a él.

Cuando el Señor le dice a Salomón, pídeme lo que quieras, Salomón sólo le pide sabiduría para gobernar bien a su pueblo; y Dios viendo la sinceridad de su corazón, le dio también las añadiduras: riquezas y gloria. 1ª de Reyes 3:13 “Y aun también te he dado las cosas que no pediste, riquezas y gloria, de tal manera que entre los reyes ninguno haya como tú en todos tus días”.

No se atribuya gloria, Dios es quien decide a quien le da gloria y honra. Muy diferente es que sea Dios quien nos permita saborear un poco de gloria, a que nosotros mismos la tomemos usando el ministerio con el propósito de buscar gloria y fama personal, en vez de anunciar el evangelio del Señor Jesucristo, para que su reino se establezca en los hombres.

Como siervo o sierva de Dios, no busque ser famoso; no busque su propia gloria; no se anuncie a usted mismo, hablando más de usted que de la persona de Cristo. Guarde sus credenciales y sus títulos de teólogo y doctorados y anuncie a Jesucristo que a eso ha sido llamado; aprenda de Juan el Bautista que, al preguntarle quien era él, respondió sencillamente:
Soy la voz de uno que clama en el desierto….” “Uno” no importa quien sea, su misión era anunciar el reino de Dios, al Mesías que ya estaba entre nosotros.
Él pudo haberse desparramado diciendo: “Soy Juan el profeta enviado directamente por Dios, soy el primo hermano de Jesús, nada más y nada menos que el Hijo de Dios mismo; ningún otro profeta ha sido tan importante que yo. Y para que queden más pringados, Jesús mismo vino para que yo lo bautizara. Qué unción y poder sobrenatural tengo, como ven, no soy cualquiera.”
Pero no fue así, exaltando siempre a Cristo, dijo: Jn.1:23 “Yo soy la voz de uno que clama en el desierto”. Jn.1:27  “Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado”.
Desatar el calzado de los pies era oficio de esclavos, y ante la grandeza del Hijo de Dios, Juan se situaba en un rango menor que el de un esclavo. Todo el crédito, la fama, la gloria y la honra siempre fueron dirigidas a Cristo el Señor. Él decía: "conviene que Cristo crezca y yo mengue". 
Hoy muchos están haciendo al revés: están menguando el evangelio para ellos crecer y hacerse famosos y adinerados. ¡Terrible!

No estemos tan afanados por la prosperidad y la gloria que tengan otros; todo lo de aquí, aquí se queda; la gloria y la honra que recibimos del mundo aquí muere. Sal.49:16-17.
El Salmo 29 deja muy claro que la gloria y el poder son de Dios, es un tributo que a él le pertenece y a él debemos darlo. “Dad a Jehová la gloria debida a su nombre…”
Is. 42:8, “Yo Jehová; este es mi nombre; y a otro no daré mi gloria,…” dice el Señor.

Todo aquel ministro que usurpa la gloria de Dios, y se la echa encima, no tiene buen fin. Cuando dejamos de dar la gloria a Dios y la dirigimos o desviamos hacia nosotros mismos, tarde o temprano, tal ministro deja de ser respaldado por Dios y se viene abajo desde bien arriba. Y Satanás que es malvado, se revuelca de la risa porque ese es un logro para él, porque el ministro no se viene abajo solo; en su estrepitosa caída se arrastra a una gran cantidad de almas débiles en la fe, a todos aquellos que lo seguían.
Cuando se orienta la Palabra y se tuerce para sustentar lo que queremos lograr, haciendo más énfasis en esto que nos interesa y no en aquello otro, es como ofrecer sacrificios de animales imperfectos. Abominable a Jehová.
Malaquías 1 del v. 6 en adelante, Dios se queja y reprende severamente a los sacerdotes por no darle la honra y el respeto debidos.
Cuando se deja de dar la gloria a Dios en el ministerio, el corazón de los ministros se llena de orgullo, vanidad y engreimiento y esto se convierte en el tobogán que los trae abajo; la soberbia es la piedra de tropiezo para la caída y la oscuridad y las tinieblas le pierden el camino.
Jer.13:15-16, dice: “Escuchad y oíd; no os envanezcáis, pues Jehová ha hablado. Dad gloria a Jehová Dios vuestro, antes que haga venir tinieblas, y antes que vuestros pies tropiecen en montes de oscuridad, y esperéis luz, y os la vuelva en sombra de muerte y tinieblas”.
La caída y la confusión son el fin de todos aquellos que usurpan la gloria de Dios, los que buscan su propia gloria y no la dan a quien le corresponde: al Señor Dios de los Ejércitos.

Todo tiene que dar gloria a Dios: la creación entera, los seres celestiales, los ángeles y los hombres, “… todo lo que respira alabe a Jehová.” Sal. 150.
Cuando Jesús nació aparecieron en el cielo las Huestes celestiales dando gloria a Dios y decían: ¡Gloria a Dios en las alturas! Lc. 2:14. Y en toda la vida de Jesús, él dio siempre la gloria al Padre en todo lo que hizo.
Jn.7:18 “El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero,…”
Hc.12: 23 dice que Herodes murió comido de gusanos por proclamarse dios y atribuirse la gloria que es para Dios; al momento se llenó de gusanos y expiró comido por los gusanos.

Lc.14:10, dice que todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido. Por eso Cristo, de la manera que se humilló en obediencia al Padre, hasta la muerte de cruz, así también Dios lo exaltó: Fil.2:9-11 “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.
En Isaías 2:11 dice que en el día del Señor al sólo resplandor de su majestad, “La altivez de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y Jehová solo será exaltado en aquel día”.

Les invito pues, a ser muy cautelosos en este sentido, que en todo lo que hagamos, en todos los diferentes servicios a que hayamos sido llamados, actuemos en todo tiempo con sencillez y humildad, buscando siempre dar la gloria y la honra a Dios. Y él que es galardonador de los que le aman y le sirven, sabrá recompensarnos. Dios les bendiga.
Los dejo con este Salmo de exaltación al Señor:

“Proclamad entre las naciones su gloria,
En todos los pueblos sus maravillas.
Porque grande es Jehová, y digno de suprema alabanza;
Temible sobre todos los dioses.
Porque todos los dioses de los pueblos son ídolos;
Pero Jehová hizo los cielos.
Alabanza y magnificencia delante de él;
Poder y gloria en su santuario.
Salmo 96:3-6


Orfilia Miranda Londoño

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