“Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, Y no dejes la enseñanza de tu madre; Átalos
siempre en tu corazón, Enlázalos a tu cuello.
Te guiarán cuando andes; cuando duermas te guardarán;
Hablarán contigo cuando despiertes. Porque el mandamiento es lámpara, y la
enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones que te instruyen,” Prov. 6:20-23
La madre al lado
del padre, tiene una gran responsabilidad en la formación y la enseñanza a los hijos.
La madre cristiana
como la primera formadora de los hijos, ha recibido el encargo especial de Dios
de educar a sus hijos, no solo para la vida temporal, sino también para la
eternidad.
El padre da
mandamientos a los hijos, pero la madre es la que se encarga de instruir al niño en
todo momento durante su crecimiento, pues, es la que permanece mas tiempo con él.
Del buen ejemplo
y la buena instrucción que recibamos de nuestra madre en la infancia, depende
que seamos hombres y mujeres rectos, educados en valores cristianos para Dios y
la sociedad.
Ser madre, es
una noble misión que Dios confió sólo a la mujer, y para esto la diseñó diferente
del varón en su cuerpo, en su mente y alma; la dotó de una sensibilidad y exquisita
ternura que la hacen apta para engendrar y cuidar la vida; dentro de ella se
encuentra el templo sagrado de la vida. Todo lo que se diga y se haga a favor
de la madre, se queda corto ante su abnegada misión.
En casi todo el
mundo se celebra el día de la madre en mayo; en Costa Rica, se celebra en
agosto. Sea cual sea la fecha, todas las familias se reunen un día para compartir
y rendir homenaje a las madres.
La madre cristiana:
Una madre es
aquella mujer, que cuida y vela por el bienestar de sus hijos y los educa.
Una madre
cristiana, es aquella que educa y forma a sus hijos fundamentada en el amor y la
Palabra de Dios.
La madre que
enseña a sus hijos el temor (respeto) de Dios, el amor a Dios y a sus semejantes, les
está asegurando un futuro de esperanza y de vida eterna.
La Palabra dice,
guarda hijo mío el mandamiento de tu
padre y no dejes la enseñanza de tu madre; como hijos, además de obedecer
al padre, debemos recibir y atesorar la enseñanza y los buenos consejos de la madre.
Hoy existen un
sin número de tratados y manuales para educar a los niños, unos acertados,
otros no, pero el mejor manual de instrucción sigue siendo la Palabra de Dios. En
ella encontramos todas las instrucciones de Dios para esta vida y la vida eterna.
La madre
cristiana, que conoce y vive la Palabra, orienta, aconseja y enseña con
sabiduría porque la Sabiduría de Dios habita en su corazón y su corazón es
conforme al corazón de Dios. “La mujer
sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba”, dice la Escritura
en Prov.14:1.
No desechemos
las enseñanzas de nuestra madre: llevémoslas
atadas a nuestro corazón; enlazadas a nuestro cuello. Ellas nos guardarán
cuando caminemos; cuando durmamos; y estarán allí cuando despertemos de
nuestra niñez a la adolescencia y a la madures, y hablaremos siempre de ellas;
Serán lámpara y luz en el camino que
nos conducirán a la vida eterna. Igualmente,
aceptemos también la corrección y la reprensión que son parte de nuestra instrucción,
pues, forman nuestro carácter para vivir rectamente.
Ejemplo de
madres sabias tenemos a Loida, la abuela de
Timoteo, quien enseñó a su hija Eunice la fe del evangelio y ella a su vez
enseñó a su hijo Timoteo. 2Tim.1:5.
Hoy más que nunca, se necesitan madres como Loida y Eunice, que se paren firmes
en la fe, que no solamente se preocupen por suplir las necesidades materiales y
afectivas de sus hijos, sino que también se preocupen por su educación moral y
espiritual que los conduzca a la vida eterna, y que a su vez, ellos también sepan
educar, enseñar y formar a sus hijos, para que un día podamos presentarnos delante
de Dios y decirle: “He aquí, yo y los
hijos que Dios me dio.” Heb.2:10-13.
Sea quien haya
sido nuestra madre, si fue buena o no, y si ya está muerta, esa fue nuestra
madre, perdonémosla de corazón y entreguemos esa carga al Señor, pidiéndole que
nos perdone, nos libere y nos llene de su paz y amor. Y si la relación con ella
fue muy buena, demos gracias a Dios por ella y por el tiempo que nos la prestó
y vivamos en paz.
De la misma
manera, si está viva y no tenemos buena relación con ella por la razón que sea,
pidamos a Dios que nos ayude a perdonarla, y si es posible reconciliémonos con
ella para que seamos libres y sanos emocionalmente. Oremos por ella y
bendigámosla.
Y si tenemos una
buena madre, oremos mucho por ella y bendigámosla, agradeciendo a Dios por
ella.
Dios les
bendiga.
Orfilia
Miranda L.
Tus brazos
siempre se abren
Cuando necesito
un abrazo.
Tu corazón sabe
comprender
Cuando necesito
una amiga.
Tus ojos
sensibles se endurecen
Cuando necesito
una lección.
Tu fuerza y tu
amor me han dirigido por la vida,
Y me han dado
las alas que necesitaba para volar.
No
nos alcanzaría la vida
para agradecer
la
abnegación de nuestra
madre.
Felicidades
mamá, Dios
te bendiga.
“Para el hombre que tuvo una
buena madre,
Todas las mujeres son
sagradas”.