jueves, 28 de agosto de 2014

La enseñanza de la Madre



“Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, Y no dejes la enseñanza de tu madre; Átalos siempre en tu corazón, Enlázalos a tu cuello.
Te guiarán cuando andes; cuando duermas te guardarán; Hablarán contigo cuando despiertes. Porque el mandamiento es lámpara, y la enseñanza es luz, y camino de vida las reprensiones que te instruyen,” Prov. 6:20-23
 La madre al lado del padre, tiene una gran responsabilidad en la formación y la enseñanza a los hijos.
La madre cristiana como la primera formadora de los hijos, ha recibido el encargo especial de Dios de educar a sus hijos, no solo para la vida temporal, sino también para la eternidad.
El padre da mandamientos a los hijos, pero la madre es la que se encarga de instruir al niño en todo momento durante su crecimiento, pues, es la que permanece mas tiempo con él.
Del buen ejemplo y la buena instrucción que recibamos de nuestra madre en la infancia, depende que seamos hombres y mujeres rectos, educados en valores cristianos para Dios y la sociedad.  

Ser madre, es una noble misión que Dios confió sólo a la mujer, y para esto la diseñó diferente del varón en su cuerpo, en su mente y alma; la dotó de una sensibilidad y exquisita ternura que la hacen apta para engendrar y cuidar la vida; dentro de ella se encuentra el templo sagrado de la vida. Todo lo que se diga y se haga a favor de la madre, se queda corto ante su abnegada misión.
En casi todo el mundo se celebra el día de la madre en mayo; en Costa Rica, se celebra en agosto. Sea cual sea la fecha, todas las familias se reunen un día para compartir y rendir homenaje a las madres.

La madre cristiana:
Una madre es aquella mujer, que cuida y vela por el bienestar de sus hijos y los educa.
Una madre cristiana, es aquella que educa y forma a sus hijos fundamentada en el amor y la Palabra de Dios.
La madre que enseña a sus hijos el temor (respeto) de Dios, el amor a Dios y a sus semejantes, les está asegurando un futuro de esperanza y de vida eterna.
La Palabra dice, guarda hijo mío el mandamiento de tu padre y no dejes la enseñanza de tu madre; como hijos, además de obedecer al padre, debemos recibir y atesorar la enseñanza y los buenos consejos de la madre.
Hoy existen un sin número de tratados y manuales para educar a los niños, unos acertados, otros no, pero el mejor manual de instrucción sigue siendo la Palabra de Dios. En ella encontramos todas las instrucciones de Dios para esta vida y la vida eterna.
La madre cristiana, que conoce y vive la Palabra, orienta, aconseja y enseña con sabiduría porque la Sabiduría de Dios habita en su corazón y su corazón es conforme al corazón de Dios. “La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba”, dice la Escritura en Prov.14:1.
No desechemos las enseñanzas de nuestra madre: llevémoslas atadas a nuestro corazón; enlazadas a nuestro cuello. Ellas nos guardarán cuando caminemos; cuando durmamos; y estarán allí cuando despertemos de nuestra niñez a la adolescencia y a la madures, y hablaremos siempre de ellas; Serán lámpara y luz en el camino que nos conducirán a la  vida eterna. Igualmente, aceptemos también la corrección y la reprensión que son parte de nuestra instrucción, pues, forman nuestro carácter para vivir rectamente.

Ejemplo de madres sabias tenemos a Loida, la abuela de Timoteo, quien enseñó a su hija Eunice la fe del evangelio y ella a su vez enseñó a su hijo Timoteo. 2Tim.1:5.

Hoy más que nunca, se necesitan madres como Loida y Eunice, que se paren firmes en la fe, que no solamente se preocupen por suplir las necesidades materiales y afectivas de sus hijos, sino que también se preocupen por su educación moral y espiritual que los conduzca a la vida eterna, y que a su vez, ellos también sepan educar, enseñar y formar a sus hijos, para que un día podamos presentarnos delante de Dios y decirle: “He aquí, yo y los hijos que Dios me dio.” Heb.2:10-13.

Sea quien haya sido nuestra madre, si fue buena o no, y si ya está muerta, esa fue nuestra madre, perdonémosla de corazón y entreguemos esa carga al Señor, pidiéndole que nos perdone, nos libere y nos llene de su paz y amor. Y si la relación con ella fue muy buena, demos gracias a Dios por ella y por el tiempo que nos la prestó y vivamos en paz.
De la misma manera, si está viva y no tenemos buena relación con ella por la razón que sea, pidamos a Dios que nos ayude a perdonarla, y si es posible reconciliémonos con ella para que seamos libres y sanos emocionalmente. Oremos por ella y bendigámosla.
Y si tenemos una buena madre, oremos mucho por ella y bendigámosla, agradeciendo a Dios por ella.
Dios les bendiga.

Orfilia Miranda L.



Mamá:
Tus brazos siempre se abren
Cuando necesito un abrazo.
Tu corazón sabe comprender
Cuando necesito una amiga.
Tus ojos sensibles se endurecen
Cuando necesito una lección.
Tu fuerza y tu amor  me han dirigido por la vida,
Y me han dado las alas que necesitaba para volar.



No nos alcanzaría la vida para agradecer
       la abnegación de nuestra madre.
Felicidades mamá, Dios te bendiga.

Para el hombre que tuvo una buena madre,
Todas las mujeres son sagradas”.
 

 






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