Todos conocemos la historia de Pablo. Cómo siendo un perseguidor de
los cristianos, yendo camino de Damasco, el Señor Jesús le hace un llamado
especial y se convierte de perseguidor del Evangelio, en el Apóstol de los
gentiles.
El mismo carácter fuerte y decidido de perseguidor, fue usado por Dios
para ser un fuerte anunciador del evangelio de la gracia. Pablo, consciente de
la responsabilidad del ministerio especial que ha recibido, y de todo lo que le
ha sido revelado que no había sido revelado antes, entiende que su misión es
enseñar y mostrar las inescrutables riquezas de Cristo, las verdades de Dios y
las bendiciones para la iglesia. Con este celo apostólico, en actitud de
humildad, sumisión y reverencia a Dios, hace esta oración por los creyentes:
“Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de
nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los
cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su
gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;
para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que,
arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de
comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la
profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede
a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y a
Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo
que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él
sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos
de los siglos. Amén.” Efesios 3:14-21
Doblar las rodillas, no se refiere solo a la actitud física de
arrodillarse; es también una actitud de humildad, sumisión y obediencia incondicional
a Dios como nuestro Padre y Creador, que nos permite entender que, como Padre
nuestro, dependemos de Él para nuestro bienestar espiritual, emocional y
físico. De él puedes recibir toda clase de bendiciones porque las riquezas de
su gloria son ilimitadas e inagotables, y siempre están disponibles para todos
los creyentes.
El “poder espiritual” debe ser siempre una cualidad permanente en todo
creyente que se somete en la obediencia de la palabra a la voluntad de Dios,
mediante la docilidad al Espíritu Santo.
Aunque nuestro cuerpo físico se deteriore con los años y vayan
menguando las fuerzas, nuestro espíritu cada día se fortalece y crece en el Espíritu,
porque cuando recibimos a Cristo en el corazón, él nos permite experimentar la
plenitud de su amor en nuestra vida, llevándonos a una dimensión de gozo y de
paz; a un AMOR que excede todo conocimiento, que no es un mero sentimiento ni tampoco
es entendible para la mente humana. Esa es la dimensión del sublime amor de Dios.
El amor que
excede a todo conocimiento, es ese amor que ha sido derramado en nuestros corazones, mediante el conocimiento
del Evangelio de la Gracia. Rom. 5:5.
Si tú ya has
recibido a Cristo en tu corazón y el don del Espíritu Santo está en ti, ya estás
capacitado para amar; ya no tienes necesidad de que el amor se derrame, porque
la palabra dice que ya lo tienes, porque Jesús ya lo hizo en la cruz del
Calvario. El amor derramado en ti, no es algo que tú hayas solicitado, ni lo
recibes por algún esfuerzo personal que hayas tenido que hacer, pues, si dependiera
de los esfuerzos humanos, ese amor no sería perfecto, no sería un amor
irracional, sino que tendría límites, y estaría condicionado a ciertos criterios
creados en tu mente carnal.
El
amor de Dios es eterno y misericordioso: No tiene
principio ni fin, lo dice la palabra en Jer.31:3:
“Con amor eterno te he amado; por tanto te
prolongué mi misericordia.”
Es
irracional: Es
decir, no se piensa ni se razona, ni se intenta tener o dar, es un amor que
fluye como parte de la personalidad y del carácter de Dios, y excede a todo
conocimiento humano. Efesios 3:19.
El amor de Dios en
ti, de ninguna manera depende de ti, pues tu amor, es racional, es temporal, es
condicional, y depende de lo que te hagan para seguir amando. Por eso el amor carnal,
no es verdadero amor: es un deseo engañoso de la carne, movido muchas veces por
el egoísmo y las pasiones y busca siempre beneficio personal; pues, si fuese
espiritual sería eterno. Con ese amor no puedes amar, es dañino y no es el amor
de Cristo.
Sólo fortalecidos
por el Espíritu Santo, y habitando Cristo en tu corazón por la fe, y…“arraigados y cimentados en amor seréis plenamente
capaces de comprender con todos los
santos cual sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo que excede a
todo conocimiento para que seáis llenos de la plenitud de Dios.” Dios te bendiga. Orfília
Miranda L.