viernes, 23 de diciembre de 2016

LA ORACIÓN MODERNA

Mateo 6:6-13
Cuando los discípulos le dijeron al Maestro, enséñanos a orar, él no se metió en una larga retórica de términos raros, extraños y autoritarios de exigencias a Dios como muchos lo hacen hoy día: Él les enseñó una oración sencilla, humilde y poderosa.
Les habló también de lo repugnante que era la oración de los hipócritas; cuando oren no se parezcan a ellos.
La oración moderna es muy parecida a la del tiempo de Jesús, en la gritería, la palabrería y la exigencia; es casi ordenándole a Dios que haga lo que le pedimos y se torna irreverente. 
Los Fariseos con sus oraciones públicas y limosnas buscaban más su exaltación personal que la de Dios.

En días pasados le escuché decir a un predicador esto: “En el Antiguo Testamento cuando Dios se movía, el pueblo se movía; hoy es al revés: Dios se mueve cuando el pueblo se mueve.” Y qué me dicen de esta otra frase: “Hay que actuar para activar el poder de Dios para que se mueva en favor nuestro.” Qué tal la irreverencia con el Señor Dios del universo, santísimo y soberano.

La oración moderna se ha salido del modelo bíblico:
Mat 6:6 Más tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.
Entra en recogimiento. El Señor nos dio ejemplo de ello; él siempre que iba a orar, se apartaba en soledad, lejos de la gente, del grupo y de toda distracción, y puesto en la presencia del Padre oraba.
En la oración, Jesús nunca le exigió al Padre; oró siempre con humildad y se sometió a su divina voluntad, como vemos que lo hizo en la oración del Huerto.
Mat 6:7Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.
Mat 6:8 No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
Mat 6:9 Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre.
Lo que vemos aquí en este versículo, es que toda oración debe ir precedida de exaltación y alabanza al Santo nombre de Dios. Que la oración es para los que son hijos; es la comunión con Dios de los que han creído en Cristo y le han recibido como SEÑOR, los que ya son hijos de Dios. Jn.1:12. ¿Cómo podrá decir, “Padre nuestro” un impío que no cree?

Sigamos analizando otros aspectos:
Primero: En cualquier oración, en primera instancia, debemos reconocer la Santidad de Dios, su Majestad y su poder, acercándonos a Él con confianza como nuestro Padre, pero también con respeto y reverencia por ser Él quien es.
Reiterarle que reconocemos su Soberanía y que estamos dispuestos en todo, a hacer Su voluntad aquí en la tierra como se hace en el cielo; puesto que la oración y todo lo que pedimos en ella, debe ser sometido al plan y propósito de Dios para nosotros, y para la honra y la gloria de Él. Mat 6:10 Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.

Segundo: Confianza Jesús nos enseña a vivir confiadamente en la bondad del Padre cada día, sin dejarnos sofocar por las dificultades y los problemas que puedan venir mañana.
Mat. 6:11 “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Dios cada día suple cada necesidad, Él sabe de qué tenemos necesidad y nos suple antes que se lo pidamos.

Mat 6:12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.
Este último punto es muy importante y el más difícil: cuando pedimos perdón a Dios, queremos ser perdonados para sentirnos en gracia con Él; pero qué difícil es perdonar a los que nos ofenden. Cuando recibimos una ofensa nos disgustamos mucho, nos ofendemos tanto con el otro, que hasta dejamos de hablarle y saludarle. De buenas a primeras no olvidamos la ofensa, y cada que lo recordamos volvemos a sentir el mismo malestar, y así la persona nos haya pedido disculpas, nuestra relación con ella ya no vuelve a ser la misma. Y tristemente aún entre cristianos se da esto.
Cuando decimos: perdónanos nuestras deudas u ofensas de la misma manera que nosotros perdonamos a los que nos ofenden, nos estamos comprometiendo a ser misericordiosos también, y es una exigencia, pues delante de Dios estamos en la misma condición de necesitados de la gracia y el perdón.

Mat 6:13 Y no nos metas en tentación, más líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.
Dios no tienta a nadie, pero sí puede permitir la prueba y quedar expuestos a los ataque de Satanás, como le ocurrió a Pedro, Luc.22:31-32.
Nuestra petición debe ser para que el Señor nos ayude a mantenernos alejados del pecado. Y Dios que conoce nuestra condición, no va a permitir que seamos tentados más allá de lo que podamos soportar.

Hasta pronto, Dios les bendiga.

Orfilia Miranda Londoño



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viernes, 2 de diciembre de 2016

CRISTO ES LA CABEZA Efesios 5:22-33


Viendo la crisis matrimonial del momento, y esto entre los mismos cristianos, me parece oportuno compartirles este estudio del Pastor John Abels:

Terminamos el estudio del v.21, "someteos unos a otros en el temor de Dios." Esta es la norma de cada familia cristiana y la exhortación tiene que ver con esposos y esposas, padres e hijos, y aun entre siervos y sus amos.
Este es el principio de la sumisión mutua basado en la reverencia que se le debe a Cristo.

La verdad es que el deterioro de la familia y el fracaso básico del hogar no consiste en dejar de vivir conforme a una norma aceptada, sino más bien en dejar de mantener la norma con claridad.

Hoy trataremos solamente con los deberes del esposo y de la esposa.

Después de que Pablo dio esta exhortación general en el v.21, él pasa específicamente en los vv. 22-24 a indicar que las esposas se deben sujetar a sus esposos. Dice la escritura: "Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo."

Estos versos no sugieren que la esposa debe renunciar a su identidad para sujetarse. Al contrario, cuando se somete, se vuelve más completa que antes. Dios hizo al hombre y la mujer para que funcionaran como las dos caras de una moneda. Ninguno de los dos está completo sin el otro. Cuando sirven juntos a Dios y a los hombres y dan ambos lo mejor de sí mismos, entonces la esposa desarrolla sus habilidades a lo máximo, no solamente en el hogar sino también en cualquier otro lugar.

En esta instrucción a las esposas cristianas sobre estar sumisas a sus esposos, Pablo concuerda con la enseñanza uniforme de las Escrituras. 1 Pedro 3:1 dice, "Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen a la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas."
En los siguientes versos Pablo explica el porqué.

Esta exhortación no lleva ningún desprecio para las mujeres. No hay ninguna insinuación de inferioridad. Las esposas pueden igualar, y muchas veces, superar a sus esposos en inteligencia, valor, espiritualidad, discernimiento moral, discreción y en mil otras maneras. Pero, en cuanto a autoridad y posición en el hogar, la Biblia es absolutamente clara: la esposa está sujeta a su marido.

El mero sentido del v.22 es: "Someteos a vuestros maridos como en un acto de sumisión al Señor." Los vv. 23,24 lo explican. "Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo."
Hay una mejor amplificación en 1 Corintios 11:2-16, y en v.3, en particular, "Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo." La mujer cristiana no tiene más motivo para irritarse bajo esta sumisión a su esposo, de lo que tiene un cristiano en quejarse contra Cristo. La regla de un hogar cristiano es: tal como Cristo se sometió, voluntariamente al Padre, así el esposo tiene que someterse, voluntariamente a Cristo. Y la esposa, siendo la compañera de su esposo, también se somete voluntariamente a su autoridad, que él ha ejercitado en amor. Y no conozco a ninguna mujer en el mundo que no se sometería a esa clase de autoridad.
Y, dice en Efesios 5:25, "Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella." Y un hombre que no puede ejercitar esa clase de amor no debe casarse.
El hombre cristiano que sabe gobernar su hogar por el amor de Dios, por medio de una sumisión sacrificada al Señor, es el hombre que va a ser el esposo perfecto.
Y la mujer que no puede someterse a tal clase de autoridad no debe casarse. 1 Corintios 11:3, "Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo." En resumen de esta parte del estudio, aquí está la base para un hogar cristiano: Dios es la cabeza de Cristo, igual en comunión, igual en carácter, y en servicio, pero Cristo sometido al propósito del Dios Padre. Y Cristo es la cabeza del hombre, somos uno en carácter y en propósito pero sometidos a la voluntad de Dios en Cristo.
El esposo es cabeza de su esposa en un hogar cristiano; sin embargo, son uno, porque la mujer fue tomada del hombre: Uno en vida, uno en compañerismo, uno en carácter, pero siempre sumisos a la voluntad de Dios. Este es el principio bíblico, la lección del hogar cristiano.

V.25, "Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a si mismo por ella."
Ser cabeza, no debe entenderse como gritar, golpear, maltratar, manipular, humillar y esclavizar.
El amor implica sacrificios, renuncias y hasta actos heroicos por la persona amada.
Jesús demostró su amor por su esposa, la iglesia, cuando dio su vida por ella. El mismo lo había dicho en Juan 15:13, "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos."
De nuevo Cristo manifestó ese amor cuando santificó a la iglesia, separándola y dedicándola al más noble ministerio. La razón porque lo hizo se encuentra en el verso 27, "a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha."

Este verso explica el propósito final de Cristo para la iglesia. Una mancha es algo salpicado encima desde fuera: "Arruga" sería una imperfección en su propio cuerpo.
El mundo alrededor de la iglesia causa las manchas; la carne que está todavía en la iglesia causa las arrugas. Pero cuando Cristo venga otra vez, la iglesia será consagrada y sin defecto.

V.28, "Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama."
En este verso Pablo extrae la conclusión de su ilustración. Los maridos deben amar a sus esposas como a sus propios cuerpos. Como la Iglesia es el cuerpo de Cristo, así la esposa se considera aquí como el cuerpo de su marido porque los dos ya son UNO.

La frase, "como a sus mismos cuerpos:" no significa que los hombres deben amar a sus esposas como si fuesen sus mismos cuerpos. En la analogía de Cristo y la Iglesia, Cristo ama a la Iglesia como constituyendo su cuerpo. El marido debe hacer lo mismo. El esposo y la esposa son partes complementarias de una sola personalidad. El verso no indica la medida del amor del esposo; más bien, indica la naturaleza especial de esta relación que es la causa de su amor. Ama a su esposa porque ella es su cuerpo.

Ya que la mujer es una sola carne con su marido, y así es considerada como su cuerpo, ella ha de ser sustentada y protegida. La lógica del apóstol se basa en que nadie ha odiado jamás su propio cuerpo, sino que busca lo necesario para sustentarlo. Le consigue alimento, ropa, y asilo. Aprecia su cuerpo, lo considera de gran valor, y por eso, lo cuida amorosamente. Cristo hace lo mismo con la Iglesia, y es también lo que el esposo fiel hará por su esposa.

Que un hombre golpee, insulte, o humille a su esposa es algo incomprensible, y muy ajeno al tipo de hogar que Dios requiere de sus hijos. Para el esposo, golpear a su esposa debería ser algo tan increíble como quebrarse uno sus propios brazos, y la idea de separarse de ella sería igualmente incomprensible.

Dice la Palabra de Dios, "El que ama a su mujer, a sí mismo se ama, (v.29) porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia."

Para dar base a esta enseñanza, Pablo cita Génesis 2:24 en el v.31, "Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne."
La cita explica que Dios creó al hombre y a la mujer a fin de establecer en el matrimonio la más íntima de las relaciones humanas. Antes de casarse uno, sus lazos más íntimos son los que tiene con sus padres. Pero, al casarse, no cabe duda de que el lazo más íntimo y fuerte tiene que ser con su cónyuge.
Aquí vemos que la unión sexual une a marido y mujer como una sola carne en la forma más íntima. No obstante, este es meramente el aspecto físico de esta unión, y hay muchas otras maneras en que la relación matrimonial establece el más fuerte y duradero de los lazos humanos.
Por muy tiernamente que uno ame y respete a sus padres, el matrimonio crea una lealtad nueva y superior que reemplaza a la anterior. Los novios tienen que reconocer esto y estar dispuestos a dejar padre y madre. Hasta que no estén preparados para hacer esto, no están preparados para el matrimonio. Y quisiera añadir, cualquier cosa que rompa esta unión matrimonial es una violación de la intención de Dios desde la creación.

Vv. 32,33, "Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia. Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido."

El misterio, o la verdad espiritual, se refieren a la unión de Cristo con la iglesia; no es el matrimonio, sino esa unión, lo que Pablo llama un misterio. Es la semejanza de la unión conyugal con esta relación espiritual, lo que le da al matrimonio su más profundo significado. Pablo quiere que los esposos lleguen al ejemplo de Cristo en cuanto al amor y quiere que las esposas tengan la misma clase de devoción.

El versículo 33 concluye esta discusión de Pablo sobre el matrimonio, y llama la atención al punto principal. Pudiéramos traducirla en esta manera. "En todo caso, cada uno de vosotros debe amar a su esposa como a sí mismo, y la esposa debe reverenciar a su esposo." El deber de la esposa es respetar; el deber del esposo es hacerse merecedor de ese respeto.

La norma de un cristiano es Cristo y debemos seguir Su ejemplo. El mismo dijo en Juan 14:15, "Si me amáis, guardad mis mandamientos." Tenemos que someternos, voluntariamente, a Cristo: primero en la salvación, y en seguida, en la sumisión.

Si aún no eres cristiano, claro, sería imposible cumplir con esta enseñanza. Para tener un hogar lleno de gozo se necesita tener como el centro, como el fundamento, a Cristo Jesús.

Pero, tampoco puedes esperar tener gozo y paz en tu hogar cristiano si no te has sometido totalmente a las enseñanzas del Espíritu de Dios. Necesitamos ser controlados por él, y entonces, Él nos dará la capacidad de tener un hogar de gozo y paz.

Quiero invitarte a recibir a Cristo como tu Salvador personal, o si ya lo has recibido, quizá querrás hacer votos de una sumisión completa.

Pastor John Abels.

Adaptado por Orfilia Miranda L. 

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