La
biblia define la conversión como un cambio de actitud, de mentalidad o
renovación de la mente. Reconocer su pecado, arrepentirse de él y volverse al
Señor.
Otros
la definen como un cambio, un re-direccionar de nuestro camino, dejar el camino
de la impiedad y seguir el camino de la fe que conduce a la vida eterna.
Caminar en pos de Cristo.
La
conversión es un cambio profundo de la mente y del corazón. El que se convierte
se da cuenta de que algo debe cambiar en su vida.
Nuestro
Señor Jesucristo empezó su predicación pública haciendo un llamado a la
conversión: Mar 1:14-15 “Después que Juan
fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de
Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado;
arrepentíos, y creed en el evangelio.”
Más
adelante iría explicando las características y exigencias del Reino, pero desde
un principio advierte que hace falta una postura nueva de la mente para poder
entender el mensaje de salvación.
Efe
4:22-24 “En cuanto a la pasada manera de
vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos
engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo
hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.”
Por
tanto, lo que más me preocupa, es que hoy en las congregaciones hay muy poca
gente convertida genuinamente.
Según
algunas estadísticas recientes, un pastor decía, que sólo el 50% de la gente
que hay en las congregaciones, es realmente salva. El otro 50% tiene solo una
religión.
Otro
pastor fue más lejos y dijo que se han hecho estudios, y sólo el 15% de los que
llenan los templos han hecho una verdadera conversión y se han sometido al Señorío de Cristo.
Independientemente
de cual sea el porcentaje, el asunto es que en las congregaciones se ha dejado de predicar el evangelio
completo en toda su esencia. El evangelio se ha desvanecido, se ha
suavizado de tal manera que ha perdido su fuerza y su poder; no por el
evangelio en sí mismo, sino por parte de los predicadores. Es como cuando un
lechero vende leche mezclada con agua, es culpa del lechero, no de la leche.
Cuando
una persona viene a la iglesia por primera vez, y ve que aquí está todo lo que
hay afuera en el mundo, no siente ningún estímulo a cambiar de vida; más bien
se acomoda y se siente muy bien. Le vemos levantar manos, aplaudir, saltar,
gritar y decir amén, y hasta ofrendar y ofrecerse a colaborar en cualquier
actividad. Pero una vez salida de la iglesia sigue siendo la misma persona
mentirosa, tramposa, adúltera, fornicaria, chismosa, deshonesta, inmoral en el
vestir y en su modo de actuar y de hablar.
Después
de varios años, conserva intacto todo lo que trajo del mundo, es de poca
oración, no lee ni estudia la biblia; está feliz y gozosa en el tiempo de la
alabanza, pero le aburre la predicación de la Palabra.
Con
estas personas nunca vaya a tratar ciertos textos fuertes o directos de la
Palabra porque se ofenden, salen heridas y se vuelven al mundo.
Debemos
entender que la conversión no se da de la misma manera en todas las personas:
el Espíritu Santo actúa distinto en cada uno según la apertura, docilidad y
medida de la fe.
Unas
personas son transformadas más rápido y otras llevan procesos más largos; pero
en todos los casos necesitamos la vida entera para perfeccionarnos.
Efe
4:10-13 “El que descendió, es el mismo
que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo.
11 Y él mismo
constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a
otros, pastores y maestros,
12 a fin de perfeccionar
a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de
Cristo,
13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la
fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la
estatura de la plenitud de Cristo;
14 para que ya no seamos niños fluctuantes,
llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres
que para engañar emplean con astucia las artimañas del error,
15 sino que
siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto
es, Cristo,…”
Y
alguno me dirá: “sí pero es que la carne es débil,” sí, estamos totalmente de
acuerdo; sabemos que tenemos el tesoro de la salvación en vasos de barro, dice
Pablo en 2ª Co 4:7. Eso lo sabemos y lo entendemos, pero el Señor también nos
dice: 2ª Co 12:9 “…Bástate mi gracia;
porque mi poder se perfecciona en la debilidad.”
Por
tanto, lo importante no es si volvemos a caer o no, es que si estamos con
Cristo él nos sostiene.
Citaremos
tres causas principales de la falta de santidad en la iglesia:
1-
Falta comunión con Dios en oración, no se estudia la biblia y no se congregan.
2-
No se han sometido totalmente al Señorío de Cristo.
3-
No ha habido una verdadera conversión, solo se tiene una religión.
Entonces
cuando no hay verdadero arrepentimiento tenemos:
Congregaciones
estancadas sin santidad, completamente “carnales”.
Materialistas
(con la mirada en las cosas materiales. Les fascina que les hablen de
prosperidad.)
Sin
temor de Dios
Sin
amor
Sin
celo apostólico
Entretenidos
con fútbol y televisión
Que
todavía bailan, toman licor y se hacen tatuajes.
Que
fornican y adulteran
Que
mienten
Murmuradores
Que
engañan y roban
Que
disfrutan de chistes verdes o vulgares
Que
dicen palabrotas
Que
tratan mal a la esposa, se divorcian y se burlan de las mujeres.
Violadores
Malos
trabajadores y malos estudiantes, etc. etc. y etc…
Cuando
se predica sobre el pecado y la santidad, argumentan que somos humanos, que no
hay amor, que todos somos pecadores, que no se debe juzgar a nadie, y se enojan
y hasta se van de la iglesia.
No
han rendido sus vidas al Señorío de Cristo, por tanto, no han entendido la
santidad.
La
responsabilidad de los predicadores en este caso, es muy seria. Debemos
predicar el evangelio sin matices de otras ideologías, doctrinas paganas o
filosofías mundanas y materialistas.
Necesitamos
entregar un evangelio limpio y genuino, sin darle interpretaciones falsas o
heréticas, sino que conduzca las almas a la salvación en Cristo, no a una
religión para tener un templo lleno.
Efe
4:22-24 “En cuanto a la pasada manera de
vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos
engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo
hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.”
Dios
les bendiga.
Orfilia
Miranda Londoño