viernes, 4 de marzo de 2016

SI PERMANECÉIS EN MI PALABRA…

Texto: Juan 8:31-32
Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”
Siempre que Jesús hablaba, había polémica con los judíos; su corazón hinchado por la arrogancia, no les permitía reconocerlo como el Mesías, el Hijo de Dios, el enviado del cielo que había sido anunciado desde tiempos antiguos.

Los judíos cuestionaban su doctrina, cuestionaban su procedencia y todo lo que Jesús hacía; iban a oír sus predicaciones solo para ver en qué lo podían acusar de algo, de manera que, por estar refutando todo lo que Jesús hablaba, no entendían sus palabras, todo lo entendían al revés con mala intención.
Su ceguera espiritual era tal, que la misma Palabra de Dios se les revelaba ante sus ojos y no la reconocían.
Esta vez, después que Jesús les habló, algunos judíos creyeron, entonces Jesús les dice a los que habían creído en él: Juan 8:31-32 “… si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”
Todo aquel que tuerce el evangelio para beneficio personal y se autodenomina discípulo, es un falso discípulo. Solo aquel que permanece fiel a su Palabra, se le revela la verdad que lo hará libre.
De manera que: El que de verdad algún día ha escuchado la Palabra de Jesús, la ha entendido, la ha recibido, la ha asimilado y ha sido movido por ella al arrepentimiento de sus pecados y al cambio de vida, y permanece en ella, ese es un verdadero discípulo de Jesús.
Muchos dicen ser discípulos de Cristo, pero no conocen su Palabra ni permanecen en ella; y si no conocen la Palabra, no conocerán la verdad y seguirán siendo esclavos sin entendimiento, ni discernimiento.
Los púlpitos de las iglesias “modernas y liberales” están llenos de vanagloria y de falso evangelio; de humanismo, mundanalidad y materialismo.
Ya no se habla del pecado argumentando falta de misericordia con el pecador; pero es que lo que hay que señalar es el pecado, no al pecador. Hablar de la gracia, la misericordia, el perdón y la salvación; pero también de la justicia divina, el juicio y la condenación eterna. Eso es lo que dice la biblia.
Una buena predicación debe alertar al pecador del peligro; debe mover al arrepentimiento y al cambio de vida; cuando la gente aplaude y lanza gritos de júbilo, muchas veces lo hace porque el predicador está hablando lo que ellos querían oír: un evangelio “liviano” que les aprueba su vida pecaminosa, y les calma la conciencia.

Recuerdo mi conversión en 1976: Yo era muy religiosa, de tradiciones muy arraigadas, pero el cumplimiento de todas esas cosas no me ayudaban mucho. Aunque rodeada de gente y con muchos amigos, y que salía a bailar todos los fines de semana, cualquiera pensaría que vivía feliz, pero en mi alma había un gran vacío y una profunda soledad.
Yo vivía una vida sin sentido aferrada a una religión vacía que no me producía ningún cambio. Leía la biblia y no la entendía, para mí eran historias ya pasadas que no tenían que ver conmigo. Mi oración o los rezos que hacía me dejaban más vacía.
Como cinco veces me presentaron el mensaje de salvación y yo aceptaba hacer dizque "la oración de fe" para que me dejaran en paz, pero no me interesaba.
Es cuando en 1976 por la gracia del Señor, fui invitada a un “Seminario de Vida Nueva en el Espíritu Santo.” Allí me tocó el Señor cuando fue expuesta la Palabra, y fue tan fuerte, que me derribó todo argumento. Aquel día la palabra me cuestionó de tal manera, que no me quedó más que rendirme y entregar mi vida al Señor.
Fue una linda y maravillosa experiencia con el Señor. Todavía recuerdo aquella tarde cuando dentro de mí se rompió algo y yo lloraba y lloraba sintiendo la presencia maravillosa del Señor que me inundaba con su amor y ternura.
Desde entonces por su gracia, y nada más que por su gracia, él me ha mantenido fiel. Gloria sea al Señor.
De manera que cuando escuchamos la Palabra y la recibimos, la creemos y permanecemos en obediencia a ella, solamente así, conocemos la verdad del gran amor de Dios hacia nosotros y del sacrificio salvífico y libertador que Cristo vino a hacer por nosotros.
Si vosotros permaneciereis en mi palabra (el evangelio, su mensaje, su enseñanza e instrucción en el nuevo pacto de su sangre), seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” Jn. 8:31-32.
Solo andando en la voluntad de Dios podemos ser libres y exclamar con el salmista:
Salmo 119:45  “Y andaré en libertad, Porque busqué tus mandamientos.” Y con esa misma libertad es que podemos testimoniar a otros: v.46 “Hablaré de tus testimonios delante de los reyes, y no me avergonzaré.
Pablo nos insta a permanecer en la libertad con que Cristo ya nos hizo libres y no dejarnos arrastrar por doctrinas engañosas que nos vuelvan a la esclavitud.
Gál. 5:1 “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud.”
Y Pedro nos aconseja tener mucho cuidado con aquellos que hablan con palabras infladas y vanas, y engañan y seducen con concupiscencias carnales y disolutas, a los que ya habían huido de los que viven en error. Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. 2ª de Pedro 2:18-19.
Mi recomendación es: hay que salir de inmediato sin miedo ni temor de las congregaciones que no están enseñando sana doctrina, de aquellas que cerraron la biblia y están predicando pensamiento positivo, prosperidad financiera y usan la manipulación y el control mental para someter a sus adeptos. ¡¡CUIDADO, PELIGRO!! Seguimos a CRISTO, no a los hombres.
Busquen una congregación de doctrina sana que todavía hay muchas, solo hay que buscarlas. Para cuando el Señor venga, a los que quedemos todavía, nos encuentre siendo fieles. Y si partimos antes que no nos llevemos una sorpresa. Para mí es una urgencia predicar y escribir esto.

Juan 8:31-32 “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”

Hasta pronto, Dios les bendiga.

Orfilia Miranda Londoño

orfimilondo@gmail.com

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