Texto: Juan 8:31-32
“Dijo entonces Jesús a los judíos que habían
creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente
mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”
Siempre
que Jesús hablaba, había polémica con los judíos; su corazón hinchado por la
arrogancia, no les permitía reconocerlo como el Mesías, el Hijo de Dios, el
enviado del cielo que había sido anunciado desde tiempos antiguos.
Los
judíos cuestionaban su doctrina, cuestionaban su procedencia y todo lo que Jesús
hacía; iban a oír sus predicaciones solo para ver en qué lo podían acusar de
algo, de manera que, por estar refutando todo lo que Jesús hablaba, no
entendían sus palabras, todo lo entendían al revés con mala intención.
Su
ceguera espiritual era tal, que la misma Palabra de Dios se les revelaba ante
sus ojos y no la reconocían.
Esta
vez, después que Jesús les habló, algunos judíos creyeron, entonces Jesús les
dice a los que habían creído en él: Juan 8:31-32 “… si vosotros permaneciereis en mi
palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la
verdad os hará libres.”
Todo
aquel que tuerce el evangelio para beneficio personal y se autodenomina discípulo,
es un falso discípulo. Solo aquel que permanece fiel a su Palabra, se le
revela la verdad que lo hará libre.
De
manera que: El que de verdad algún día ha escuchado la Palabra de Jesús, la ha
entendido, la ha recibido, la ha asimilado y ha sido movido por ella al
arrepentimiento de sus pecados y al cambio de vida, y permanece en ella, ese es un verdadero discípulo de Jesús.
Muchos
dicen ser discípulos de Cristo, pero no conocen su Palabra ni permanecen en
ella; y si no conocen la Palabra, no conocerán la verdad y seguirán siendo
esclavos sin entendimiento, ni discernimiento.
Los
púlpitos de las iglesias “modernas y liberales” están llenos de vanagloria y de
falso evangelio; de humanismo, mundanalidad y materialismo.
Ya
no se habla del pecado argumentando falta de misericordia con el pecador; pero
es que lo que hay que señalar es el pecado, no al pecador. Hablar de la gracia,
la misericordia, el perdón y la salvación; pero también de la justicia divina,
el juicio y la condenación eterna. Eso es lo que dice la biblia.
Una
buena predicación debe alertar al pecador del peligro; debe mover al
arrepentimiento y al cambio de vida; cuando la gente aplaude y lanza gritos de
júbilo, muchas veces lo hace porque el predicador está hablando lo que ellos
querían oír: un evangelio “liviano” que les aprueba su vida pecaminosa, y les
calma la conciencia.
Recuerdo
mi conversión en 1976: Yo era muy religiosa, de tradiciones muy arraigadas,
pero el cumplimiento de todas esas cosas no me ayudaban mucho. Aunque rodeada
de gente y con muchos amigos, y que salía a bailar todos los fines de semana, cualquiera
pensaría que vivía feliz, pero en mi alma había un gran vacío y una profunda
soledad.
Yo
vivía una vida sin sentido aferrada a una religión vacía que no me producía
ningún cambio. Leía la biblia y no la entendía, para mí eran historias ya
pasadas que no tenían que ver conmigo. Mi oración o los rezos que hacía me
dejaban más vacía.
Como
cinco veces me presentaron el mensaje de salvación y yo aceptaba hacer dizque "la
oración de fe" para que me dejaran en paz, pero no me interesaba.
Es
cuando en 1976 por la gracia del Señor, fui invitada a un “Seminario de Vida
Nueva en el Espíritu Santo.” Allí me tocó el Señor cuando fue expuesta la
Palabra, y fue tan fuerte, que me derribó todo argumento. Aquel día la palabra me cuestionó de tal
manera, que no me quedó más que rendirme y entregar mi vida al Señor.
Fue
una linda y maravillosa experiencia con el Señor. Todavía recuerdo aquella
tarde cuando dentro de mí se rompió algo y yo lloraba y lloraba sintiendo la
presencia maravillosa del Señor que me inundaba con su amor y ternura.
Desde
entonces por su gracia, y nada más que por su gracia, él me ha mantenido fiel.
Gloria sea al Señor.
De
manera que cuando escuchamos la Palabra y la recibimos, la creemos y
permanecemos en obediencia a ella, solamente así, conocemos la verdad del gran
amor de Dios hacia nosotros y del sacrificio salvífico y libertador que Cristo vino
a hacer por nosotros.
“Si vosotros permaneciereis en mi palabra
(el evangelio, su mensaje, su enseñanza e instrucción en el nuevo pacto de su
sangre), seréis verdaderamente mis
discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” Jn.
8:31-32.
Solo
andando en la voluntad de Dios podemos ser libres y exclamar con el salmista:
Salmo
119:45 “Y andaré en libertad, Porque busqué tus mandamientos.” Y con esa
misma libertad es que podemos testimoniar a otros: v.46 “Hablaré de tus testimonios delante de los reyes, y no me avergonzaré.”
Pablo
nos insta a permanecer en la libertad con que Cristo ya nos hizo libres y no dejarnos
arrastrar por doctrinas engañosas que nos vuelvan a la esclavitud.
Gál.
5:1 “Estad, pues, firmes en la libertad
con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de
esclavitud.”
Y
Pedro nos aconseja tener mucho cuidado con aquellos que hablan con palabras
infladas y vanas, y engañan y seducen con concupiscencias carnales y disolutas,
a los que ya habían huido de los que viven en error. Les prometen libertad, y
son ellos mismos esclavos de corrupción. 2ª de Pedro 2:18-19.
Mi
recomendación es: hay que salir de inmediato sin miedo ni temor de las
congregaciones que no están enseñando sana doctrina, de aquellas que cerraron
la biblia y están predicando pensamiento positivo, prosperidad financiera y usan
la manipulación y el control mental para someter a sus adeptos. ¡¡CUIDADO,
PELIGRO!! Seguimos a CRISTO, no a los hombres.
Busquen
una congregación de doctrina sana que todavía hay muchas, solo hay que
buscarlas. Para cuando el Señor venga, a los que quedemos todavía, nos
encuentre siendo fieles. Y si partimos antes que no nos llevemos una sorpresa. Para
mí es una urgencia predicar y escribir esto.
Juan
8:31-32 “Dijo entonces Jesús a los judíos
que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis
verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres.”
Hasta
pronto, Dios les bendiga.
Orfilia Miranda Londoño
orfimilondo@gmail.com