Texto:
Génesis 1:26-28
Gen 1:26 “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a
nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar,
en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal
que se arrastra sobre la tierra.
Gen 1:27 Y
creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los
creó.
Gen 1:28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad
y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del
mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la
tierra.”
Habiendo terminado
toda la creación satisfactoriamente, Dios dijo: v. 26“Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza;”
v. 28 “Y creó Dios al hombre a su imagen,
a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” Léase muy bien con atención:
VARÓN y HEMBRA los creó. Ya en ese mismo momento Dios tenía en mente la
familia. Estaba pensando en la familia como institución básica en la sociedad
humana. Por eso la institución más atacada de todos los tiempos es la familia
por tener el lugar más importante en los planes de Dios.
Socavar los
fundamentos de la familia, es socavar los cimientos de la sociedad; es ir en
contra de Dios y en desobediencia a lo establecido por él. Satanás es astuto y sabe
muy bien esto, que destruyendo el matrimonio, la familia toda se derrumba.
Todos sabemos que
cuando un matrimonio se separa, se produce una ruptura en todo: en los miembros
de la familia, la economía, los proyectos familiares, pasar vacaciones juntos,
ministerios en la iglesia y en todas aquellas actividades en la comunidad en donde se
requiere del aporte de las parejas. Pero de todos los miembros de la familia,
los hijos son los más afectados en un divorcio; ellos quedan destrozados
emocional, y espiritualmente.
Al divorciarse la
pareja, ambos quedan expuestos al adulterio; los hijos quedan abandonados y
expuestos a toda clase de abusos y maltratos por un padrastro o una madrastra.
Muchas veces
también el estrés y la amargura del padre o madre que queda con ellos es
descargado sobre los niños; la inseguridad se apodera de ellos, incluso pueden
experimentar sentimientos de culpa por la separación de sus padres; y no hay qué
decir, de la manipulación que muchas veces se ejerce sobre los niños por parte
de ambos padres, o por el padre que viene de visita o se los lleva y no tiene cuidado
con los malos ejemplos que les dan.
Muchos dicen que la
separación es de la pareja, y no de los hijos; que si la pareja maneja la
separación civilizadamente, los hijos no se verán afectados. Este argumento no
es totalmente válido. Puede ser que se les oculte todo y que no haya peleas
delante de los niños y que tampoco haya olvido y abandono por parte del que se
va de la casa; ciertamente, esto alivia un poco la situación para ellos, pero
de todos modos se estarán preguntando por qué se va papá, o por qué se va mamá
de la casa, ¿será que ya no nos quieren? Sufren mucho en silencio y muchas
veces se sienten culpables por la situación, traduciéndose toda esta tensión emocional en cambios de comportamiento.
Para un niño de
corta edad es muy difícil entender por qué su papá los dejó a ellos y a mamá y
se fue a formar otra familia con otra señora, y si esa señora tiene niños, se
van a sentir peor y volvemos a lo mismo: “papá ya no nos quiere,” es lo que
piensan así usted les diga que todo está bien, que los aman mucho. ¿Entonces
por qué nos abandonan?
Los hijos de padres
divorciados se vuelven inseguros, de baja autoestima, se tornan agresivos y
sienten odio por otros niños que si viven con sus padres; son retraídos, de
bajo rendimiento escolar, y algunos adoptan conductas de rebeldía como forma de
llamar la atención; otros son manipuladores y exigentes; todos estos
comportamientos se deben a la separación de sus padres y en muchos casos la
situación es tan grave, que necesitan atención profesional, y aún así, muchos
no logran superarlo totalmente.
No hay mucha
diferencia entonces, en que le oculten al niño lo que está pasando entre la pareja,
o que el niño se dé cuenta de los pleitos, gritos e insultos entre sus padres
ya que para un niño pequeño o adolescente el resultado de la separación de sus
padres es el mismo: su seguridad, su confianza y su mundo se les derrumban bajo
sus pies.
Cuando Dios creó la
familia no quería este sufrimiento para nosotros. Por eso es bien importante
que nosotros como creyentes, comprendamos esta realidad y el propósito de Dios
al fundar la familia, así como el valor que ella tiene para Dios, para que la
defendamos a toda costa y la fortalezcamos y venga a ser canal del amor de Dios
y de sus muchas bendiciones para los miembros que la componen. Pero ante todo,
para evitar el fracaso matrimonial debemos pedir a Dios que nos ayude a
encontrar a la persona adecuada y que él esté presente siempre en el hogar.
No fue pues, Adán
quien pensó en una esposa y en hijos y se lo pidió a Dios. Es Dios quien toma
la iniciativa. Varón y hembra, los creó Dios: ya había un propósito
claro de Dios cuando los creó hombre y mujer. Una pareja, un matrimonio y más
tarde una familia completa: papá y mamá e hijos, hasta formar una comunidad
grande. Pues su función principal es la procreación, multiplicarse, Gen 1:28 “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad
y multiplicaos; llenad la tierra…” Esto sólo lo puede
hacer un hombre y una mujer, al igual que todas las demás especies sobre la
tierra. Y para cumplir adecuadamente y con éxito esta noble misión, se necesita
la bendición de Dios.
La bendición de
Dios en el matrimonio, es el sello de autoridad que Dios les confiere para
llenar la tierra, sojuzgar y señorear sobre toda la creación. Gn. 1:28.
Entender que el
matrimonio tiene su origen en el corazón mismo de Dios, eso es vital. Tiene que
quedar muy claro que el matrimonio no es invento de un hombre ni de la
sociedad. Por eso, cuando un hogar se destruye es contristado el corazón de
Dios. Esta es la razón básica por la que Satanás ataca a la familia: ¡Odia los
planes de Dios!
Cualquier otro tipo
de relación matrimonial distinta a la de un hombre y una mujer, no están en el
plan ni en la voluntad de Dios.
Pretender
matrimonios entre hombres o entre mujeres, es una aberrante abominación a Dios,
que solo cabe en las mentes reprobadas de quienes han caído en la inmundicia de sus
concupiscencias y han sido abandonados por Dios. Rom. 1:24-27 “…Por lo cual también
Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo
que deshonraron entre sí sus propios cuerpos,
V 25 ya que cambiaron la verdad
de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al
Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.
V 26 Por esto Dios los entregó a pasiones
vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra
naturaleza,
V 27 y
de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron
en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres,
y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.”
La familia actual
como se plantea, está muy lejos del plan de Dios y de Dios mismo; en lugar de
ser bendición para el hombre, se ha convertido en generadora de múltiples problemas,
porque a muchos hombres y mujeres de hoy, no los une un verdadero amor sino el
egoísmo. Y muchos no llegan al matrimonio pensando en cómo hacer feliz a mi
compañero(a), sino qué me ofrece él o ella para “YO ser feliz”. Por eso vemos
toda clase de problemas destruyendo a la familia, como: la infidelidad conyugal o adulterio,
desamor, celos entre la pareja, celos entre los hermanos, violencia física y/o
verbal entre esposos y de padres a hijos, alcoholismo, drogas, rebeldía de los
hijos, desprecio por la autoridad. No hay sometimiento ni respeto. ¿Por qué? Porque
Dios no es el centro de la familia.
Podríamos decir que esto sólo se da es las
familias no creyentes, pero no es así, lo vemos también entre las familias de los creyentes,
y no es que hayan venido a la iglesia ya destruidas, sino que a la iglesia
entró también el divorcio y el abandono de la familia. Vemos pastores y
ministros que van ya por el segundo o tercer matrimonio, y desde luego que se
convierten en mal ejemplo para el resto de la congregación.
¿Dónde quedó el
principio bíblico? Dios no ha cambiado sus planes ni sus principios; son los hombres
y mujeres los que se han dejado arrastrar por el mundo y sus concupiscencias.
Dios quiere ser el
centro de tu familia y ordenarla, en donde se viva en el temor reverente a
Jehová y en la obediencia a sus mandamientos. El promete generación poderosa,
bienaventuranza y bendición al hombre y a la mujer que le aman y le obedecen. Sal. 112:1-3. Sólo la presencia de Dios
en la familia trae felicidad. La familia que se deleita en guardar los mandamientos
es victoriosa, porque la promesa de Dios es esa: descendencia poderosa, bendita y próspera.
De allí la
importancia de orar por la pareja que me dará el Señor, teniendo cuidado de que
la decisión que hagamos esté dentro de la voluntad perfecta de Dios, porque una
equivocación en este asunto la pagaremos caro y de paso arrastraremos también a
nuestros hijos inocentes a un
sufrimiento que marcará sus vidas para siempre y más adelante reproducirán el
mismo patrón.
Otro aspecto muy
importante que no se debe descuidar es, enseñar la Palabra en la familia. Es
nuestra responsabilidad como creyentes, defender la unidad familiar de todo
ataque externo, aplicando los principios bíblicos, leyendo y estudiando la
Palabra y doblando rodillas juntos delante de Dios nuestro Padre y creador.
¡Deja a Dios ser el centro de tu familia! Sin El es imposible
la vida familiar amorosa y sosegada.
Cada esposo o
esposa, debe permitirle a Dios que comience hoy mismo a cambiar todo aquello
que se esté interponiendo en una buena relación de matrimonio.
Como esposos, hoy
mismo, deben tomar decisiones firmes cambiando costumbres que no
beneficien o estén dañando la relación
de pareja.
La pareja
matrimonial debe tener presente que su conyugue y sus hijos son antes que los
amigos y todas las demás cosas. Nuestra familia debe ser nuestra primera
preocupación.
Como padres, deben
mejorar también la relación con los hijos, cambiando rutinas en la vida, que
tal vez no estén siendo muy favorables: más tiempo en familia, diálogo y acompañamiento,
mejor atención. ¡Usted puede ser ese canal de bendición de Dios en su familia!
Para finalizar no olvidemos
estas verdades bíblicas respecto a la familia:
Que la familia es
un proyecto de Dios, y como tal, nació en el corazón de Dios.
Que no es una
fundación o institución humana y por lo tanto, el hombre y la sociedad o el estado no la
pueden cambiar, modificar, o derogar. Mat 19:6 “Así que no son ya más
dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.”
Que no existe otro
matrimonio distinto al que se da entre un hombre y una mujer.
Gen 2:24 “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su
mujer, y serán una sola carne.”
Y por lo mismo, dos hombres o dos mujeres no se pueden unir en matrimonio porque:
1- No es el plan ni la voluntad de Dios;
2- Físicamente sus cuerpos NO están capacitados para esa unión en “una sola carne.”
3- Que Dios confió sólo
a la pareja de hombre y mujer la responsabilidad de la procreación y los bendijo
y los capacitó para fructificar y multiplicarse.
La familia solo funciona
bien si tiene a Dios como centro de todo.
Como pareja humana,
como familia, les dio autoridad y señorío sobre toda la creación. Gn. 1:28.
¡Cómo sería de
hermoso el universo si el hombre y la mujer se hubieran mantenido en el plan
maravilloso y amoroso del Padre!
¡Bendiciones!
Orfilia Miranda L.