miércoles, 25 de diciembre de 2013

LA FAMILIA ES UN PROYECTO DE DIOS



Texto: Génesis 1:26-28
Gen 1:26 “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.
 Gen 1:27 Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.
Gen 1:28 Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.”  

Habiendo terminado toda la creación satisfactoriamente, Dios dijo: v. 26“Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza;” v. 28 “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.” Léase muy bien con atención: VARÓN y HEMBRA los creó. Ya en ese mismo momento Dios tenía en mente la familia. Estaba pensando en la familia como institución básica en la sociedad humana. Por eso la institución más atacada de todos los tiempos es la familia por tener el lugar más importante en los planes de Dios.
Socavar los fundamentos de la familia, es socavar los cimientos de la sociedad; es ir en contra de Dios y en desobediencia a lo establecido por él. Satanás es astuto y sabe muy bien esto, que destruyendo el matrimonio, la familia toda se derrumba.
Todos sabemos que cuando un matrimonio se separa, se produce una ruptura en todo: en los miembros de la familia, la economía, los proyectos familiares, pasar vacaciones juntos, ministerios en la iglesia y en todas aquellas actividades en la comunidad en donde se requiere del aporte de las parejas. Pero de todos los miembros de la familia, los hijos son los más afectados en un divorcio; ellos quedan destrozados emocional, y espiritualmente.

Al divorciarse la pareja, ambos quedan expuestos al adulterio; los hijos quedan abandonados y expuestos a toda clase de abusos y maltratos por un padrastro o una madrastra.
Muchas veces también el estrés y la amargura del padre o madre que queda con ellos es descargado sobre los niños; la inseguridad se apodera de ellos, incluso pueden experimentar sentimientos de culpa por la separación de sus padres; y no hay qué decir, de la manipulación que muchas veces se ejerce sobre los niños por parte de ambos padres, o por el padre que viene de visita o se los lleva y no tiene cuidado con los malos ejemplos que les dan.

Muchos dicen que la separación es de la pareja, y no de los hijos; que si la pareja maneja la separación civilizadamente, los hijos no se verán afectados. Este argumento no es totalmente válido. Puede ser que se les oculte todo y que no haya peleas delante de los niños y que tampoco haya olvido y abandono por parte del que se va de la casa; ciertamente, esto alivia un poco la situación para ellos, pero de todos modos se estarán preguntando por qué se va papá, o por qué se va mamá de la casa, ¿será que ya no nos quieren? Sufren mucho en silencio y muchas veces se sienten culpables por la situación, traduciéndose toda esta tensión  emocional en cambios de comportamiento.
Para un niño de corta edad es muy difícil entender por qué su papá los dejó a ellos y a mamá y se fue a formar otra familia con otra señora, y si esa señora tiene niños, se van a sentir peor y volvemos a lo mismo: “papá ya no nos quiere,” es lo que piensan así usted les diga que todo está bien, que los aman mucho. ¿Entonces por qué nos abandonan?

Los hijos de padres divorciados se vuelven inseguros, de baja autoestima, se tornan agresivos y sienten odio por otros niños que si viven con sus padres; son retraídos, de bajo rendimiento escolar, y algunos adoptan conductas de rebeldía como forma de llamar la atención; otros son  manipuladores y exigentes; todos estos comportamientos se deben a la separación de sus padres y en muchos casos la situación es tan grave, que necesitan atención profesional, y aún así, muchos no logran superarlo totalmente.
No hay mucha diferencia entonces, en que le oculten al niño lo que está pasando entre la pareja, o que el niño se dé cuenta de los pleitos, gritos e insultos entre sus padres ya que para un niño pequeño o adolescente el resultado de la separación de sus padres es el mismo: su seguridad, su confianza y su mundo se les derrumban bajo sus pies.

Cuando Dios creó la familia no quería este sufrimiento para nosotros. Por eso es bien importante que nosotros como creyentes, comprendamos esta realidad y el propósito de Dios al fundar la familia, así como el valor que ella tiene para Dios, para que la defendamos a toda costa y la fortalezcamos y venga a ser canal del amor de Dios y de sus muchas bendiciones para los miembros que la componen. Pero ante todo, para evitar el fracaso matrimonial debemos pedir a Dios que nos ayude a encontrar a la persona adecuada y que él esté presente siempre en el hogar.

No fue pues, Adán quien pensó en una esposa y en hijos y se lo pidió a Dios. Es Dios quien toma la iniciativa. Varón y hembra, los creó Dios: ya había un propósito claro de Dios cuando los creó hombre y mujer. Una pareja, un matrimonio y más tarde una familia completa: papá y mamá e hijos, hasta formar una comunidad grande. Pues su función principal es la procreación, multiplicarse, Gen 1:28 “Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra…” Esto sólo lo puede hacer un hombre y una mujer, al igual que todas las demás especies sobre la tierra. Y para cumplir adecuadamente y con éxito esta noble misión, se necesita la bendición de Dios.
La bendición de Dios en el matrimonio, es el sello de autoridad que Dios les confiere para llenar la tierra, sojuzgar y señorear sobre toda la creación. Gn. 1:28.

Entender que el matrimonio tiene su origen en el corazón mismo de Dios, eso es vital. Tiene que quedar muy claro que el matrimonio no es invento de un hombre ni de la sociedad. Por eso, cuando un hogar se destruye es contristado el corazón de Dios. Esta es la razón básica por la que Satanás ataca a la familia: ¡Odia los planes de Dios!

Cualquier otro tipo de relación matrimonial distinta a la de un hombre y una mujer, no están en el plan ni en la voluntad de Dios.
Pretender matrimonios entre hombres o entre mujeres, es una aberrante abominación a Dios, que solo cabe en las mentes reprobadas de quienes han caído en la inmundicia de sus concupiscencias y han sido abandonados por Dios. Rom. 1:24-27 “…Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos,
V 25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.
V 26  Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza,
 V 27  y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío.”

La familia actual como se plantea, está muy lejos del plan de Dios y de Dios mismo; en lugar de ser bendición para el hombre, se ha convertido en generadora de múltiples problemas, porque a muchos hombres y mujeres de hoy, no los une un verdadero amor sino el egoísmo. Y muchos no llegan al matrimonio pensando en cómo hacer feliz a mi compañero(a), sino qué me ofrece él o ella para “YO ser feliz”. Por eso vemos toda clase de problemas destruyendo a la familia, como: la infidelidad conyugal o adulterio, desamor, celos entre la pareja, celos entre los hermanos, violencia física y/o verbal entre esposos y de padres a hijos, alcoholismo, drogas, rebeldía de los hijos, desprecio por la autoridad. No hay sometimiento ni respeto. ¿Por qué? Porque Dios no es el centro de la familia. 

Podríamos decir que esto sólo se da es las familias no creyentes, pero no es así, lo vemos también entre las familias de los creyentes, y no es que hayan venido a la iglesia ya destruidas, sino que a la iglesia entró también el divorcio y el abandono de la familia. Vemos pastores y ministros que van ya por el segundo o tercer matrimonio, y desde luego que se convierten en mal ejemplo para el resto de la congregación.
¿Dónde quedó el principio bíblico? Dios no ha cambiado sus planes ni sus principios; son los hombres y mujeres los que se han dejado arrastrar por el mundo y sus concupiscencias.

Dios quiere ser el centro de tu familia y ordenarla, en donde se viva en el temor reverente a Jehová y en la obediencia a sus mandamientos. El promete generación poderosa, bienaventuranza y bendición al hombre y a la mujer que le aman y le obedecen. Sal. 112:1-3. Sólo la presencia de Dios en la familia trae felicidad. La familia que se deleita en guardar los mandamientos es victoriosa, porque la promesa de Dios es esa: descendencia poderosa, bendita y próspera.
De allí la importancia de orar por la pareja que me dará el Señor, teniendo cuidado de que la decisión que hagamos esté dentro de la voluntad perfecta de Dios, porque una equivocación en este asunto la pagaremos caro y de paso arrastraremos también a nuestros hijos inocentes a un sufrimiento que marcará sus vidas para siempre y más adelante reproducirán el mismo patrón.

Otro aspecto muy importante que no se debe descuidar es, enseñar la Palabra en la familia. Es nuestra responsabilidad como creyentes, defender la unidad familiar de todo ataque externo, aplicando los principios bíblicos, leyendo y estudiando la Palabra y doblando rodillas juntos delante de Dios nuestro Padre y creador. ¡Deja a Dios ser el centro de tu familia! Sin El es imposible la vida familiar amorosa y sosegada.

Cada esposo o esposa, debe permitirle a Dios que comience hoy mismo a cambiar todo aquello que se esté interponiendo en una buena relación de matrimonio.
Como esposos, hoy mismo, deben tomar decisiones firmes cambiando costumbres que no beneficien  o estén dañando la relación de pareja.
La pareja matrimonial debe tener presente que su conyugue y sus hijos son antes que los amigos y todas las demás cosas. Nuestra familia debe ser nuestra primera preocupación.
Como padres, deben mejorar también la relación con los hijos, cambiando rutinas en la vida, que tal vez no estén siendo muy favorables: más tiempo en familia, diálogo y acompañamiento, mejor atención. ¡Usted puede ser ese canal de bendición de Dios en su familia!

Para finalizar no olvidemos estas verdades bíblicas respecto a la familia:

Que la familia es un proyecto de Dios, y como tal, nació en el corazón de Dios.
Que no es una fundación o institución humana y por lo tanto, el hombre y la sociedad o el estado no la pueden cambiar, modificar, o derogar. Mat 19:6 “Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.”
Que no existe otro matrimonio distinto al que se da entre un hombre y una mujer.
Gen 2:24  Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.”
Y por lo mismo, dos hombres o dos mujeres no se pueden unir en matrimonio porque:
1- No es el plan ni la voluntad de Dios;
2- Físicamente sus cuerpos NO están capacitados para esa unión en “una sola carne.”  
3- Que Dios confió sólo a la pareja de hombre y mujer la responsabilidad de la procreación y los bendijo y los capacitó para fructificar y multiplicarse.

La familia solo funciona bien si tiene a Dios como centro de todo.
Como pareja humana, como familia, les dio autoridad y señorío sobre toda la creación. Gn. 1:28.

¡Cómo sería de hermoso el universo si el hombre y la mujer se hubieran mantenido en el plan maravilloso y amoroso del Padre!

¡Bendiciones!    
                                                                         Orfilia Miranda L.

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