Brevedad de la vida del hombre
Texto: 1 de Pedro 1:24-25
“Porque: Toda carne es como
hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca,
y la flor se cae; Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la
palabra que por el evangelio os ha sido anunciada.”
El Apóstol Pedro
nos recuerda una realidad que con frecuencia olvidamos: el carácter transitorio del hombre. Isaías 40:6-8 también nos lo recuerda, coincidiendo estos dos con Stg.1:10-11.
Sin embargo,
muchas veces no queremos reconocer que somos temporales. Que hoy estamos,
mañana ya no. Que solo nos queda el haber creído la Palabra de Dios, que sí es
eterna y permanece como él mismo es eterno y permanece para siempre. Solo en Dios
podemos tener vida eterna porque todo lo temporal es perecedero.
Pero la realidad
es que vivimos como si nunca nos fuéramos a ir de aquí. Hacemos planes y
proyectos sin tener en cuenta los planes de Dios y el propósito que él tiene
para nosotros. Hacemos planes con nuestra vida, el tiempo, el trabajo, el
dinero y con nuestros hijos; y cuando en el proyecto de Dios, o en lo natural,
estos planes se alteran, vienen las contrariedades, las desilusiones y las
frustraciones. Muchos hasta se enojan con Dios y le reclaman porqué esto y porqué
aquello.
Dentro del mundo
de los creyentes, esta realidad no es muy diferente a la de los impíos. Le
decimos a Dios que le entregamos nuestra vida y que queremos hacer su voluntad, pero primero le decimos cual es la nuestra y qué es lo que queremos
que él haga por nosotros y hasta le decimos cómo hacerlo.
Estamos pensando
más en lo terrenal que en lo celestial y llenos de ambiciones, a veces no muy sanas.
La teología o “evangelio de la prosperidad” tiene
perdidos a sus seguidores haciéndoles creer que pueden tener todo lo que
quieren cuando lo quieren; y de hecho, muchos se han empeñado en adquirir
riquezas, no importa cómo, porque según ellos, las riquezas son un buen signo
de “bendición” y enseñan que podemos diseñar la vida que queramos, visualizarla
y luego arrebatarla.
Además de que
este no es el evangelio del Señor, olvidan que todo eso también es perecedero
al igual que el hombre, que como la hierba, se marchita y muere y que así mismo
son todas las cosas en las que él se gloría y pone su confianza: el dinero, la
honra, el prestigio, la fama y el éxito; ahora, si tenemos riquezas, agradezcamos
y glorifiquemos a Dios por ellas pero sin olvidar que Todo hombre es como hierba y la gloria del hombre como flor de la
hierba. La hierba se seca y la flor se cae. Esto es lo que nos dice la
palabra de Dios, que sí permanece para siempre, es eterna y es la palabra que
hemos recibido y nos ha sido enseñada y anunciada por el Señor Jesucristo, que
no tuvo a donde reclinar su cabeza.
Si tuviéramos
siempre presente que somos tan efímeros como la hierba y que solo estamos de
paso por la tierra, no nos afanaríamos tanto por hacer riquezas y amontonar
dinero, quién sabe para quién y para hacer qué.
Cuando mueres
todo se queda aquí: los que amas, el dinero, la fama, los trofeos, las
propiedades, los títulos y los pergaminos. Nada te puedes llevar.
¿No es acaso brega la vida del hombre sobre
la tierra, y sus días como los días del jornalero? Job 7:1.
El Salmo 90:10, dice que el hombre
difícilmente llega a los ochenta años de vida si es de buena salud, y aún así,
es molestia y trabajo, e igual, esos años pronto pasan y tienes que irte. “Porque nosotros, extranjeros y advenedizos
somos delante de ti, como todos nuestros padres; y nuestros días sobre la
tierra, cual sombra que no dura.” 1 Cr.29:15. Delante de Dios somos exactamente eso: una sombra que pasa y se desvanece.
El Señor en su
amor y bondad, nos plantea que vivamos sencillamente dejando todas nuestras
angustias, cargas y preocupaciones sobre él; que confiemos en él plenamente que
él tiene cuidado de nosotros, Mat. 11:18.
El es compasivo
y misericordioso, “Porque él conoce
nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo.” Salmo 103-14.
Todo en esta
vida cambia y pasa pronto, pero la palabra de Dios no pasa ni cambia y podemos
confiar en las promesas de Dios que hay en ella para nosotros porque ella es
palabra eterna.
No olvidemos
nunca que Toda carne es como hierba,
que se muere y deja de SER y así mismo todo lo que hace por importante que esto
sea, y todo aquello que fue motivo de su gloria también desaparece. Que lo
único que nos sirve para la eternidad es haber vivido una vida de santidad
buscando la perfección siempre. Que todo lo que hagamos, lo hagamos como para
el Señor, no para los hombres; que amemos a Dios y a nuestros hermanos teniendo
siempre presente que somos peregrinos en la tierra que vamos hacia la
eternidad.
Dios
les bendiga.
Orfilia
Miranda L.
“Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.” Isaías 40:8