domingo, 28 de julio de 2013

JESÚS PURIFICA EL TEMPLO




Juan 2:13-16

“Estaba cerca la pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén, y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados.
Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.”

V.13 Se acerca la celebración de la pascua de los judíos y Jesús sube a Jerusalén.
En Jerusalén está el templo, en donde los judíos de todas partes vienen  a adorar y a ofrecer sacrificios a Jehová.

V.14  Cuando Jesús entró al templo y vio aquel espectáculo, el templo lleno de vendedores de toda clase de cosas: bueyes, ovejas y palomas, y ve a los cambistas allí sentados, Jesús se enoja y su enojo lo llevó a hacer un  azote con cuerdas y sacar a todo el mundo del templo, volcando mesas y haciendo rodar las monedas del dinero por el suelo. V.15 “Y haciendo un azote de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas;
V.16  y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado.
La biblia registra otras veces en las que Jesús se ha enojado ante ciertas circunstancias, como en Marcos 10:14 cuando los discípulos prohíben a los niños acercarse a él.
  
El templo era muy concurrido durante la celebración de la Pascua por los judíos que venían a adorar a Dios, desde muchos lugares.
Los líderes religiosos permitían entrar a todos los cambistas y mercaderes de animales al templo, y no quedaba espacio para entrar a adorar.
Estos líderes religiosos, parecía que no le daban importancia a esto, porque lo veían más bién como una forma de tener una ganancia extra en dinero para el mismo mantenimiento del templo. Muchos venían de muy lejos y no podían traer los animales para el sacrificio, teniendo que comprarlos en Jerusalén, además los impuestos del templo debían pagarse con moneda local y muchos traían moneda extranjera, la cual debían cambiar. Así que esta era una buena oportunidad que había que aprovechar para ganar dinero.

Habiendo visto esto, entendemos por qué Jesús estaba tan molesto con los mercaderes del templo que explotaban a los que venían a adorar. Y no es que Jesús hubiera perdido el control; no, es que la situación lo ameritaba. Hay situaciones tan graves que no las podemos dejar pasar sin reaccionar contra ellas. Y aquí había tres razones graves:
La profanación de la casa de Dios por parte de los mercaderes.
La explotación al pueblo de Dios por los mismos.
El lucro que obtenían los líderes religiosos permitiendo este mercado en el templo de Dios.
Imagine usted por un momento el espectáculo de mercado tan desagradable que daba el templo: los malos olores de orines y excremento de los animales, los bramidos y chillidos, comida para los mismos, la habladera y los gritos de los vendedores…etc. ¡Con razón Jesús se enojó! 2.14.

Los cambistas, del templo en general eran deshonestos e imponían tarifas altas.
Como la gente también tenía que ofrecer sacrificios por el pecado, como ya dijimos, compraban allí los animales y los vendedores de animales se aprovechaban con los precios. El precio de los animales para el sacrificio en el templo era más alto que en cualquier otro lugar.
Jesús se molestó por la deshonestidad y la voracidad con que los cambistas y mercaderes hacían “negocio” con el pueblo de Dios. El templo no era para negocios y menos para la injusticia. Esto profanaba y denigraba el templo, el lugar de adoración a Dios.

En este texto, 2.14ss Juan narra la primera limpieza del templo. Una segunda limpieza la hizo Jesús a finales de su ministerio, tres años más tarde, y se relata en Mateo 21.12–17; Marcos 11.12–19; Lucas 19.45–48. Lo que significa que los líderes religiosos y los mercaderes no hacían caso y les importaban más las ganancias que el respeto por la casa de Dios.

¿Qué diría Jesús hoy si se presentara físicamente en muchos templos modernos?
¿Creemos que muchos no están haciendo lo mismo o peor?
Tal vez hoy no vendamos ovejas, cabras, bueyes y palomas, pero, ¿qué hay del mercado financiero?
Al igual que aquellos mercaderes, se venden sanidades, se cambalachan “bendiciones” y se siembra dinero para cosechar más dinero, y toda clase de prosperidad material en nombre de la fe, así como discos, camisetas, libros, oraciones de prosperidad y aceites de unción. ¿Quien dijo que la unción se vende en frascos? Se venden conciertos musicales y conferencias a altos precios, a los que sólo pueden asistir los más adinerados.

¿Cobró Jesús por la entrada a la orilla de un rio o en la playa para escuchar su enseñanza?
¿Cuánto cobró Jesús por la entrada a los cinco mil que se sentaron en un potrero a escucharlo y con cena incluida?
Tres años de ministerio conferenciando por todas partes, sanando enfermos, resucitando muertos, liberando oprimidos por demonios y bautizando, hubieran sido suficientes para quedar millonario.
¿Pero cuál fue su paga? Una muerte cruenta en la cruz por usted y por mí.
Él nos dio todo gratis, hasta la última gota de su sangre para salvarnos sin pedirnos nada a cambio.

Hoy día, los mercaderes de los templos y del evangelio, son peores que aquellos del tiempo de Jesús. Aquellos explotaban al pueblo de Dios vendiéndoles animales para los sacrificios expiatorios temporales; los mercaderes de hoy negocian con el evangelio, el mensaje mismo de la salvación eterna en Cristo.   
Aquellos usaban mal el templo al convertirlo en una plaza de mercado; olvidaban o no les importaba, que la casa de Dios era un lugar de adoración, no un mercado para obtener ganancias.

Hoy, nuestra actitud hacia la iglesia también puede ser errada si la vemos como un medio para tener amigos y establecer relaciones personales o para obtener ventajas económicas.
Muchos ven hoy en la fundación de una iglesia la solución a sus problemas económicos por el desempleo. Que la gente se arrepienta del pecado, viva en santidad y sea salva, eso es lo que menos importa; más bien se suaviza el evangelio para que todos estén contentos y nadie se vaya, así se asegura mayor cantidad de personas diezmando y ofrendando. 

-Procure que su vinculación y asistencia a la iglesia sea solo para adorar a Dios, agradecerle por su salvación y crecer espiritualmente.
-Que al entregar el mensaje de la Palabra a otros, su única motivación interna sea anunciar el reino de Dios para que otros lleguen también al conocimiento de la verdad y a la salvación en Cristo. Amén.
Dios les bendiga.


Orfilia Miranda Londoño.

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