¿Por qué se le reclama al hombre el pecado que
cometió la mujer?
Esta respuesta la descubrimos analizando muy bien
el texto bíblico:
Gen 2:7- Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo
de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser
viviente.
El hombre es
creado conforme al propósito de Dios.
Gen 2:8- Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al
oriente; y puso allí al hombre que había formado.
Le prepara un
lugar para que viva.
Gen
2:15- Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para
que lo labrara y lo guardase.
Y en Gen 1:26- y señoree en los peces del
mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo
animal que se arrastra sobre la tierra.
Aquí empieza el problema: El hombre al
ser puesto como señor de la creación,
a)- Recibe autoridad sobre toda la creación.
b)- Recibe la responsabilidad de labrar y cuidar el huerto.
Gen 2:16- Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto
podrás comer;
Gen 2:17- más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el
día que de él comieres, ciertamente morirás.
Le da libre albedrío, o sea libertad de elegir y decidir.
Pero esta libertad tiene una sola
restricción o regla, que de no acatarla, le traería consecuencias funestas.
Dios le advierte con toda claridad a Adán sobre los riesgos y el peligro que
corre de no saber manejar su libertad.
Dios no le oculta el peligro, ni se lo minimiza cuando le dice: “de cierto morirás.”
Queda pues, totalmente en las manos del
hombre la responsabilidad de decidir y escoger libre y consciente, la vida o la
muerte.
Gen 2:18- Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea
para él.
Después de haber creado al hombre, Dios
entiende la soledad de Adán y le da compañera, esposa.
Vistos los versículos anteriores, Eva es
creada después; al ser creada después, desconocía las instrucciones dadas por
Dios, y debió ser informada por el mismo Adán, su marido, quien debía además de
amarla, cuidarla y protegerla; cosa que al parecer no estaba haciendo muy bien
en el momento que Eva se acerca a la zona del peligro, de la tentación.
Y aquí cabe muy bien un adagio popular
que dice: “El que busca el peligro, en él perece.” Eva se acercó a la zona de
peligro y entabló conversación con el enemigo.
Gen 3:1 Pero la serpiente era astuta,
más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo
a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?
En las guerras nunca debemos subestimar
al enemigo. No hay motivos para creer que el enemigo de un momento a otro, va
actuar con buenas intenciones hacia nosotros. Un ejemplo claro es “El caballo
de Troya” para los que han leido la historia.
Gen 3:2 Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del
huerto podemos comer; Gen 3:3 pero
del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis.
Ni siquiera era necesario comer el
fruto, con solo tocarlo era suficiente para morir. Pero la serpiente sigue
insistiendo: Gen 3:4, No moriréis; Gen
3:5 sino que sabe Dios que el día que
comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el
bien y el mal.
Eva no solo se acercó a la zona de peligro, sino
que prestó oídos a escuchar los argumentos mentirosos de Satanás, y le permitió que tratara a
Dios de mentiroso, diciéndole que Dios los quería tener engañados.
Le sembró la duda y la codicia en su corazón, contempló la tentación y cayó en el pecado de desobediencia a Dios: Gen 3:6 Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a
los ojos, y árbol codiciable para
alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido,
el cual comió así como ella.
Aquí aparece entonces, Adán en la
escena, y en vez de actuar con responsabilidad y ejercer la autoridad que Dios
le había dado sobre la creación y como cabeza de su mujer, toma una actitud
pasiva y cobarde ante lo que está a punto de suceder, y a sabiendas de las
consecuencias, no solo no alerta a su mujer, sino que le obedece y juntos caen
en la tentación y lazo de Satanás.
Por tanto, Adán, es muy responsable por
varias razones:
1.
Descuidó
su responsabilidad de guardar “cuidar” el huerto, incluyendo a su esposa.
2.
No
ejerció la autoridad que Dios le dio sobre la creación. Le entregó la autoridad
a Satanás.
3.
Como
cabeza de la mujer y protector de ella, no tuvo el carácter y la voluntad firme
para rechazar el fruto conociendo el peligro y aconsejarla a ella que no lo
comiera.
4.
Obedeció
a la voz de su mujer, (que no era la de ella, sino la voz de Satanás), a
sabiendas de la prohibición de Dios.
En todo lo
anterior, lo que vemos es la astucia que Satanás usa para engañarnos si no
estamos vigilantes. No trató de engañar a Adán directamente, sino que usó la
ingenuidad de Eva para hacer caer también a Adán en el terrible pecado de
desobediencia a Dios. Y vale la pena repetir, que la serpiente era astuta; y lo peor que podemos hacer es prestar
oídos a la tentación, Gen.3:2-5. Detenernos a considerar la tentación,
contemplarla y/o codiciarla es fatal siempre.
Gen 3:6 Y vio la mujer que el árbol era bueno para
comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la
sabiduría. Las consecuencias son amargas:
Gen 3:7 Entonces fueron abiertos los ojos de ambos,
y conocieron que estaban desnudos; acababan de perder la vestidura blanca
de la gracia y la santidad con que Dios los había creado.
No sabemos
cuánto tiempo habría pasado entre la creación del hombre y el pecado, la biblia
no lo dice, pero cabe suponer que Satanás desde hacía tiempo estaba urdiendo el
plan y esperando el momento propicio. Y qué mejor momento que encontrarse a la
mujer sola sin la protección y el respaldo del varón.
Este descuido de
la responsabilidad de Adán, de no haber ejercido su autoridad como “señor”
sobre la creación le costó, no sólo la muerte espiritual y la destitución del
Paraíso, sino que toda la tierra quedó “maldita” por su causa: Gen 3:17 Y al hombre dijo: (Dios) Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer,
y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la
tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.
En
este versículo de la maldición de Adán, nótese que Dios dice en singular: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; no dice “les
mandé;” como quien dice: esa era tu responsabilidad, cuidar de tu esposa y del
huerto que te encargué guardar y no lo hiciste.
Los varones,
pues, tienen una gran responsabilidad delante de Dios como cabeza y sacerdotes
en sus hogares, con sus esposas, sus hijos, en la sociedad y en la iglesia.
El varón no
puede delegar o dejar las responsabilidades a la mujer, que le han sido confiadas a él por Dios
desde la creación. La mujer tiene las suyas propias de su género.
No olviden los
varones que la mujer fue creada como compañera y ayuda idónea, no la
responsable de lo que le ha sido confiado al varón.
En conclusión, los
dos pecaron, pero la responsabilidad principal es de Adán.
“Al que más se
le confía, más se le exige.”
¡Bendiciones!
Orfilia Miranda L.