La enseñanza en la iglesia
La enseñanza de la Palabra de
Dios en la iglesia debe tener tres propósitos principales:
Informar, Formar y Transformar.
1-Informar: Cuando se da una
enseñanza a la congregación, esta debe comunicar un conocimiento al intelecto
con una idea clara y comprensible que le permita al oyente entender el mensaje y
poderlo llevar a la práctica. Así como al cuerpo hay que proveerlo de
nutrientes y cuidados para que crezca y se desarrolle normal y sanamente, al
espíritu también hay que darle los elementos para que crezca y alcance sabiduría;
y la sabiduría se logra por el
conocimiento de la Palabra. Jesús crecía
en sabiduría y conocimiento delante de Dios y de los hombres. Lc.2:40,52.
2-Formar: Al entregar un
mensaje claro, con ideas claras y ajustadas a la palabra de Dios, el oyente
receptivo forma criterios sanos y principios
conforme a esa palabra recibida. De aquí la responsabilidad de los que reciben
el encargo de enseñar la Palabra. Stg.3:1,
nos dice que no quieran hacerse
maestros porque tienen mayor responsabilidad delante de Dios. Esto
significa que los que tienen el llamado del Señor a este ministerio deben tener
mucho cuidado con lo que enseñan.
Enseñar con responsabilidad, es
enseñar de acuerdo siempre a la voluntad de Dios para su pueblo expresa en su
palabra.
La enseñanza de la sana
doctrina forma el carácter del creyente
y lo lleva al conocimiento de la verdad; lo afirma en la fe en Cristo y lo
motiva a escudriñar las escrituras.
Hoy tenemos un serio problema
con las iglesias liberales que están enseñando toda clase de doctrinas, como la
teología de la prosperidad que fomenta
la codicia y el deseo desmedido de tener riquezas en abundancia; y la teología del solo amor que conducen al creyente a una vida
espiritual débil; no enseñan a aborrecer al pecado ni a tener un
arrepentimiento verdadero, argumentando que Dios te ama tanto e incondicionalmente,
que solo mira tu corazón.
Estas enseñanzas no están formando a los creyentes conforme
al evangelio de Jesucristo, sino que enseñan también que el cambio de vida no
es tan importante, fomentando la unión libre, el adulterio y la fornicación. Encontramos
en iglesias a personas, incluso ministros, que van por el tercer divorcio
siendo ya creyentes.
Estos temas casi no se tocan en
estas iglesias, y si lo hacen, lo hacen “con mucha suavidad para no lastimar a
nadie.” Cuando le fue presentada a Jesús, la mujer adúltera, él la perdonó y le
dijo que no pecara más. Juan 8:11, “Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete,
y no peques más.” A lo largo de los evangelios podremos encontrar varias
veces la misma expresión: “tus pecados te
son perdonados, vete y no peques más.”
Jesús,
fue muy compasivo con los pecadores arrepentidos y muy duro con los duros de corazón,
con los hipócritas y religiosos.
La
enseñanza, entonces, debe ser conforme a la Palabra de Dios para que pueda formar
el carácter del creyente.
3-Transformar: Toda
enseñanza que se da al pueblo de Dios, debe producir un efecto transformador y renovador en la vida de
los creyentes: Ef.4:21-24. “si
en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En
cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está
viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra
mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad
de la verdad.”
Según el texto, el mensaje necesariamente tiene
que cambiar la vida del que lo escucha dispuesto, porque se cumple la palabra
que dice que “toda la palabra es para redargüir, corregir e
instruir en justicia.” 2ªT1.3:16.
La Palabra también es espada de
dos filos muy cortante, que penetra hasta el alma y hasta los huesos y los tuétanos
y esto produce dolor. Cuando la
Palabra redarguye y corrige, es
decir, nos remueve el pecado, duele, pero la palabra no se puede dar con anestesia, ni se puede adornar
ni suavizar, de tal manera que el que oiga el mensaje ni lo tome en serio.
Muchas enseñanzas en los
púlpitos se parecen más a un programa de cuenta chistes que una enseñanza de exhortación
o doctrinal. No quiero decir con esto, que no nos podamos reír en un momento
dado; pero la finalidad del predicador no es hacer reír a la gente con la enseñanza,
sino edificar con ella a los oyentes.
La Palabra, al mismo tiempo que
da consuelo y esperanza, es alimento espiritual a los creyentes; pero también
es arma de juicio y ejecución para todos aquellos que no le entregan su vida a
Cristo de verdad.
En un púlpito se pueden decir
muchas cosas bonitas, pero que no llevan a las almas al conocimiento de la única
verdad que las conduzca a la salvación. Como ya dijimos, en la iglesia del
Señor, hoy se están enseñando muchas doctrinas engañosas, pero sabemos que solo hay “un evangelio verdadero”: el evangelio de Jesucristo. Gal. 1:6-9: “Estoy maravillado
de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de
Cristo, para seguir un evangelio
diferente. No que haya otro, sino que
hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Más si
aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciaren otro evangelio diferente del
que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo
repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea
anatema.”
Para que la iglesia crezca y
haya transformación y florecimiento de los dones y ministerios, es necesario cuidar
de la palabra que se da a la congregación. Una iglesia donde la enseñanza de la
Palabra y la oración son pobres y no constituyen el alimento principal, son
congregaciones con enanismo y
desnutrición espiritual. En este caso,
el cuerpo pastoral y el concejo de ancianos, deben revisar y examinar la
calidad de la enseñanza que se le está dando al pueblo de Dios. La congregación por su parte, debe
estar dispuesta y abierta a recibir el mensaje y aprovechar todos los recursos
que la iglesia le brinde, como discipulados, estudios bíblicos, retiros, etc. para
su formación y crecimiento.
De otro lado, para entregar una
enseñanza efectiva y conforme al corazón de Dios, el predicador o maestro debe:
1º Ponerse en las
manos de Dios y pedir revelación; no tratar de imitar a otros, porque todos tenemos distinto llamado. (Distinta
función) 1 Cor. 12:15-21
2º Mantener una vida
recta delante de Dios y de buen testimonio ante los hombres. (Santidad) Tito 2:7-8
3º Mantener en todo
momento la dignidad del cargo de embajador de Cristo. 2ªCor. 5:20.
Finalmente, deposite su
confianza totalmente en el Señor para que tenga paz en su alma; Sal. 42:11; prepárese muy bien en
oración y ayuno, escudriñe las escrituras y documéntese bien. Los resultados déjeselos
al Espíritu Santo, que es el que santifica y transforma la vida de los creyentes
que se disponen con un arrepentimiento sincero y un gran deseo de recibir la
vida de la gracia.
Dios les bendiga.
Orfilia Miranda L.