sábado, 13 de septiembre de 2014

OCUPAOS EN VUESTRA SALVACIÓN



 Es frecuente escuchar a algunos creyentes jactarse de que ya son salvos y desprecian a los impíos y a todos aquellos que no son de su misma congregación.
Esta actitud de entrada ya nos está indicando que han entendido mal el mensaje, o han sido mal discipulados respecto de la salvación.
Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” Fil. 2:12-13
Pablo se encuentra encarcelado y por tanto, ausente del ministerio físicamente, pero espiritualmente no. Desde la cárcel sigue escribiendo, enseñando, aconsejando, animando y exhortando a las iglesias.

La iglesia de Filipos parece ser una de las iglesias que le dio menos problemas a Pablo, pero aún así, desde la cárcel él no la descuida: les pide a los hermanos que sigan siendo obedientes como lo han sido siempre, y más ahora en su ausencia.
Les pide además de la obediencia, que no descuiden la vida de piedad, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, esto es, con humildad y reverencia porque recuerden que es Dios el que nos llama amorosamente y pone en nuestro corazón el deseo de responder a su llamado salvífico. No es porque nosotros seamos mejores que los demás, sino por el puro beneplácito de Dios. No hay ningún mérito de parte nuestra, pues, todos somos pecadores de naturaleza caída. Rom. 3:23. De nuestro corazón sólo salen cosas malas si el Espíritu Santo no está en nosotros.

Ocuparse de la salvación con temor y temblor, no es un llamado a hacer obras para completar la salvación; no, este es un llamado a que como creyentes, sigamos preocupándonos por nuestro crecimiento espiritual con humildad y agradecimiento a Dios por esa salvación tan grande que hemos recibido sin merecerla, sin costo alguno para nosotros.
Cuando el creyente recibe la salvación de Cristo, es llamado a ser diligente, a esforzarse en  buscar la voluntad de Dios, a fomentar la propia vida espiritual por medio de la oración y la lectura de la Palabra; es llamado a la comprensión de las virtudes de la vida cristiana y a la aplicación personal de la salvación. Es llamado a vivir como salvado, es decir, debe ejercitarse en lo que Dios en su gracia le ha dado: vivir de acuerdo a lo que la salvación nos demanda, en santidad y en virtud, haciendo la diferencia de los impíos. Dicho de otra manera, la salvación demanda una alta conducta moral que proyecte luz en medio de las tinieblas de este siglo.
“…para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo;…” Fil.2:15

Ocuparse de la salvación con temor y temblor, es también tener cuidado del tesoro que hemos recibido a través de la palabra que escuchamos y que la atendamos con prontitud. Heb 2:1 “Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos.”
Muchos han escuchado el evangelio, el mensaje de salvación, pero han estado tan ocupados en otras cosas que lo han dejado para después y no le han dado el lugar ni la importancia debida. La salvación es el NEGOCIO más importante de la vida en el que debemos ocuparnos; todo lo demás es secundario y temporal.

Pida a Dios fidelidad y obediencia.
Entendemos que a veces nos cuesta ser fieles y obedientes a Dios; sí, pero es Dios mismo quien con su gracia nos da la fuerza moral para seguirle, para amarle, obedecerle y hacer su voluntad.
Cuando no sintamos ganas de obedecer a Dios, debemos clamarle a él. Él no nos deja solos en los momentos en que tenemos conflictos internos para hacer su voluntad. Él quiere que le permitamos ayudarnos. Él nos ayuda a querer obedecerle y nos da el poder para hacerlo. El secreto para cambiar nuestras vidas es someternos al control y Señorío de Jesucristo y dejarle actuar en nosotros.

En aquellos días en que no tenga ganas de orar, de leer la Palabra o de ir al culto, pídale a Dios que le ayude a querer hacer su voluntad. Él es el que en vosotros produce así el querer como el hacer.

La función de Pablo era anunciar el evangelio de Jesucristo y seguir instruyendo y formando con buenos fundamentos doctrinales a todos los que creían para que perseveraran en el camino de la fe y esta misión Pablo no la descuidó ni en el tiempo que vivió encarcelado. Prueba de esto es esta carta escrita a los Filipenses desde la cárcel.

Esta es la confianza que Pablo tiene ahora con la iglesia de Filipos, que en su ausencia, no se aparten ni se desanimen, sino que sigan ocupados en la salvación con temor y temblor, en cómo crecer para alcanzar una mayor gloria buscando agradar en todo al Señor y tener la mente de Cristo.
Para tener la mente de Cristo, debemos condicionarnos a pensar como Él.
Para cambiar nuestros deseos, a fin de que sean como los de Cristo, necesitamos el poder de la presencia del Espíritu Santo, la buena enseñanza y la influencia de otros cristianos fieles y la obediencia a la Palabra de Dios y el servicio.
Es haciendo la voluntad de Dios como aprendemos a desear y gustar hacer su voluntad.
Busque en todo lo que haga, hacer lo que a Dios le agrada y créame, que pronto él cambiará sus deseos y su modo de pensar.
El Dios eterno, que vive por los siglos, es nuestro Dios, nuestro creador y Padre; y su voluntad es que seamos santos como él es santo, porque la santidad de Dios es incompatible con el pecado y la maldad. Lev 20:7 “Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios.”
1Pe 1:16 “Sed santos, porque yo soy santo.”
La santidad, pues, es la más alta exigencia de la vida cristiana: ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor. Dios les bendiga.



Orfilia Miranda Londoño
Email: orfimilondo@gmail.com



Amado lector si es bendecido con este mensaje, deje su comentario. Gracias.

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