lunes, 27 de mayo de 2013

LA PALABRA DE VERDAD



LA PALABRA DE VERDAD

En otro tiempo la palabra valía mucho y era respetada entre los hombres. 
Cuando se daba la palabra en un negocio o compromiso, se hacía honor a ella. ¡Se le llamaba palabra de honor!
Con el tiempo, la palabra ha ido perdiendo su valor y credibilidad, es difícil creerles a las personas cuando se comprometen con algo porque fácilmente cambian de parecer y se retractan de lo pactado; no siempre se puede confiar en lo que dicen o afirman. 

Hoy no podemos confiar en negocios de palabra; todo tiene que estar bien respaldado por documentos y firmas autenticadas por notarios, y a su vez, certificados que digan que todos los anteriores certificados son verdaderos, porque nadie puede confiar en la palabra de nadie.
Pero contrario a esto, queda una palabra que permanece en el tiempo y se cumple día a día al pie de la letra; una palabra que sí es verdadera, que no cambia así pasen los siglos: la Santa Palabra de Dios.

La Palabra de Dios tiene múltiples atributos que la hacen ser la Palabra por excelencia, única y confiable. Y a todo aquel que la sigue, lo lleva a feliz puerto de vida eterna. Veamos tan sólo algunos de ellos:

Es eterna, como Dios mismo es eterno: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.” Mateo 24:35. Cuando Dios habla, su Palabra es como una sentencia, y tiene estricto cumplimiento en cualquier tiempo, “Mas la palabra del Señor permanece para siempre.” 1Pedro 1:25. “Y la verdad de Jehová es para siempre. Aleluya.” Salmo 117:2.
El pueblo de Israel, fue un pueblo rebelde y amante de la idolatría; Dios muchas veces decretó castigo sobre él si no se arrepentían de su pecado, pero Israel persistía en su mal camino pensando que Dios se arrepentiría del castigo. Vemos años después, el lamento del profeta: “Jehová ha hecho lo que tenía determinado; Ha cumplido su palabra, la cual él había mandado desde tiempo antiguo.” Lam. 2:17.

Dios no sólo ha prometido castigo al hombre pecador; desde su primera rebelión en el jardín del Edén, Dios en su amor compasivo con el hombre, le prometió un REDENTOR. Este Salvador, fue muy anhelado y esperado durante muchos siglos, pero llegado el tiempo, también tuvo su cumplimiento, en el tiempo de Dios. 
Dios cumplió fielmente su promesa. Y podríamos seguir viendo muchas más referencias en la biblia que afirman la veracidad de la eterna Palabra de Dios.
 
Es verdad, como él mismo es veraz: El evangelio es la verdadera palabra de Dios, revelada en su Hijo Jesucristo a los hombres, para salvación de todos aquellos que en él crean. Juan 6:47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.”
Todos los que creemos en Cristo, vivimos con esa esperanza de salvación eterna por la Palabra por él revelada. Col.1:5, “…a causa de la esperanza que os está guardada en los cielos, de la cual ya habéis oído por la palabra verdadera del evangelio.”
Así también, todo creyente que es un verdadero hijo de Dios, el Espíritu Santo le sigue revelando en su interior la Palabra y le da discernimiento para reconocer cuándo la palabra que escucha es “verdadera” y si el que la transmite, está hablando de parte de Dios o no. 1Reyes 17:24: Entonces la mujer dijo a Elías: Ahora conozco que tú eres varón de Dios, y que la palabra de Jehová es verdad en tu boca.” Sólo quien habla verdaderamente de parte de Dios, habla palabra verdadera; por demás, todo hombre es mentiroso. Rom 3:4, “…antes bien sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso.”
Estamos en tiempos muy peligrosos en que se han levantado muchos falsos profetas engañando a las multitudes con palabra mentirosa, diciendo que vienen de parte de Dios. Debemos tener los oídos muy abiertos y examinar toda palabra a la luz de la VERDADERA PALABRA de Dios.

 No cambia, así como Dios mismo no cambia: Dios es Dios desde siempre y para siempre; es perfecto en Sí mismo y todo lo que hace lo hace perfecto; y toda palabra que sale de su boca es perfecta, invariable y verdadera; Él mismo lo afirma en Malaquías 3:6: “Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.” Es decir él no cambia de parecer de un día a otro. Aunque hoy día, tambien abunda la inmundicia y las perversiones y la abominación suben delante de Dios y provocan a ira al Altísimo, él no nos destruye por su fidelidad, dando tiempo al arrepentimiento; mientras que el hombre sí cambia la verdad del evangelio por la mentira y desobedece fácilmente al Creador. Rom. 1:25, “…cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.” Dios sigue siendo fiel a sus promesas aunque nosotros seamos infieles.

La Palabra es creadora: El fundó la tierra sobre sus cimientos; No será jamás removida.” Salmo 104:5 Toda la creación subsiste por la palabra de su boca. Solamente en el primer capítulo del Génesis, encontramos palabras como estas: “Y dijo Dios:… Hágase,… Hagamos…Haya, Produzca la tierra, etc.
Es la Palabra de autoridad de Dios ordenando la creación del universo y todo cuanto en él existe, incluyendo al ser humano. Y así mismo, podemos observar la perfección y sabiduría de Dios en toda la creación, así como su belleza. Porque recta es la Palabra de Jehová, Y toda su obra es hecha con fidelidad.” Sal.33:4. Es decir, Dios es Soberano y Autónomo para crear con sólo su Palabra, todo lo que existe en el universo.

La Palabra de Dios es Camino, Verdad y Vida: en Jesucristo la Palabra de Dios se hace más evidente y cercana a nosotros; Juan 1:14 “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”
Jesús, la Palabra encarnada, vino al mundo a dar testimonio de la verdad y a traernos salvación y vida eterna. El dijo con toda autoridad: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Juan 14:6.
¿Quién otro se atrevería a hacer tan seria afirmación? Sólo Jesucristo, el Propio Hijo de Dios, que conoce bien el corazón del Padre.
Aunque los Fariseos no creyeron que Jesús fuera el Mesías prometido, sí se admiraban de la verdad que había en las palabras de Jesús, y con malicia trataron de sorprenderlo para ver si fallaba en alguna palabra, y le dijeron: “Maestro, sabemos que eres hombre veraz, y que no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos, o no daremos? Mar 12:14. Pero Jesús que conocía la hipocresía de sus corazones los deja callados con su respuesta.
En Juan 1:17, dice que “la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.” Juan el Bautista dio testimonio de esa verdad. Juan 5:33. Y en Juan 8:32 dice: “y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.” Si conocemos la VERDAD del evangelio de Cristo, nadie podrá engañarnos con falso evangelio; por la verdad del evagelio somos libres de la esclavitud del pecado, libres para elegir andar en buenas obras y caminar en santidad.
Jesús en su oración por excelencia, ora al Padre pidiendo que seamos santificados en la verdad del evangelio. Juan 17:16, “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.”
Finalmente, cuando Jesús ya ha cumplido con su misión redentora, y debe volver a su gloria, nos envía al Espíritu Santo, el Espíritu de verdad, para que nos siga revelando y afirmando en la verdad que nos enseñó Cristo. El nos guiará a toda la verdad. Juan 16:13. “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad.”

Concluimos entonces, en que la santa Palabra de Dios es verdad absoluta.
Es eterna porque permanece para siempre, así como Dios es eterno.
No cambia, Dios es inmutable y mantiene sus promesas.
Es creadora, por ella se hizo todo el universo.
Es el camino verdadero que nos lleva a la vida eterna. Amén.
Bendiciones.

Orfilia Miranda L.

martes, 14 de mayo de 2013

El Sexo fuera del Matrimonio



Relaciones sexuales: amor, matrimonio y sexo.

¿Por qué esta línea tan estricta?
Porque el amor, el matrimonio y el sexo fueron hechos para ir juntos por parte de Aquel que inventó las tres cosas (Dios).

La relación sexual es la relación más íntima posible que puedes tener con ninguna otra persona, y la intención del Hacedor es que la usemos como símbolo externo del amor interno que tenemos hacia aquella otra persona; un amor que, lo mismo que el amor de Dios, es plenamente personal, no actúa egoístamente y no cede.

Lo que se considera como amor en estas relaciones pasajeras es a menudo algo despersonalizado, frecuentemente egoísta (« ¿Cuánto puedo yo sacar de esto?») Y normalmente efímero, dejando tras de sí desilusión y soledad, al ser la pareja de turno descartada al montón de basuras humanas.
¿Qué sucede cuando se desobedece a Dios?

Hemos visto abundancia de amar­gos frutos de la libertad sexual durante la última década.

Es un llano enfrentamiento contra la voluntad de Dios. Conlleva un sentimiento de culpa. Frecuentemente ha de ser cubierta con mentiras e hipocresía. Deshumaniza el sexo y lo convierte en un acto en sí mismo, distinto tanto de la relación como de la persona.

Provoca traumas a las personalidades de los desechados, y un endurecimiento en las actitudes del hombre, que va «marcando las mues­cas en la cabecera». Separa artificialmente el sexo del amor, de la fidelidad, del compañerismo y de los hijos.

Toma algo que jamás puede ser devuelto. Traiciona una incapacidad para controlar nuestros impulsos instinti­vos. Y mina la confianza.

Lo cierto es que hay pocas cosas que sean tan pertur­badoras para la personalidad, la vida hogareña y la so­ciedad como una sensualidad sin freno.

Mientras escribo esto, se me ocurre un ejemplo claro: Madonna, quien fue la diva sexual en su momento, y en una entrevista en la revista Time dijo esto:

    «He de humillar a los hombres en público. Estoy echando fuera mi odio contra mi padre por abandonarme por mi madrastra después que murió mi madre.

    Por una parte podrían decir que estoy convirtiendo a los hombres en cerdos; por otra parte estoy obligando a los hombres a comportarse en formas que se supone que no deben hacerlo. Si quieren llevar un sostén, pueden llevar un sostén. Si quieren llorar, pueden llorar. Si quieren besar a otro hombre, les doy permiso para hacerlo…

    … tengo a esos hombres, a los que he castrado, llevando sostenes y que me asisten y me ofrecen sexo. Pero en último término preferiría estar sola y masturbarme…»

Es trágico ver la confusión y soledad de una actitud así.

Incluso Máster y Johnson, los célebres sexólogos ame­ricanos, después de haber dado su “aprobación” durante déca­das a un estilo de vida permisivo, han llegado a la conclusión que:

    Las únicas relaciones sexuales permanentemente satisfactorias son las que tienen un hombre y una mujer para siempre.

Y desde luego, esos sexólogos no han sido conducidos por ninguna persuasión cristiana: sencilla­mente han observado de manera detallada lo que sucede cuando se desdeñan las instrucciones de Dios para el uso del sexo.

El hecho de que los cristianos estén decididamente en favor de la castidad antes del matrimonio y de la fideli­dad en el matrimonio no se debe a que estén contra el sexo: al contrario, se debe a que lo valoran enormemente.

El sexo es un don demasiado bueno de parte de Dios para malbaratarlo.

No es un mero acoplamiento animal, sino la más profunda manera en que dos personas pueden expresar su mutua entrega. Sirve no sólo para simbolizar, sino para profundizar y enriquecer la unidad de la pareja. Es divertido. Es satisfactorio. Es entusiasmante.

Pero quítalo del contexto del matrimonio y viene a ser deshones­to.

Porque aísla una clase de unidad, la sexual, de las otras áreas de entrega. Es actuar una mentira.

Por eso la Biblia está tan intensamente en contra del sexo extra matrimonial.


Por Elsie Vega  09/05/2013 del Punto cristiano.

sábado, 11 de mayo de 2013

HACEDORES DE MALDAD



Pecado, justicia y juicio de Dios.
“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.” Gen 1:26. 
 Como bien lo relata la Palabra de Dios, el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios y lo puso en el huerto como señor, con autoridad sobre toda la creación.
El hombre junto con su mujer, eran felices, no conocían el sufrimiento, ni la tristeza, ni el dolor, ni la enfermedad ni la muerte. Esto no estaba en el plan divino de Dios para el ser humano. Estas son las consecuencias de la desobediencia a Dios, o del “pecado” como también se le llama.
El hombre cayó en la mentira y la trampa del “malo,” que lleno de envidia, buscó el momento propicio para tentarle y ponerle en enemistad contra el Creador, “porque el diablo peca desde el principio.” 1Juan 3:8.

El hombre se apartó del consejo de Dios y voluntariamente aceptó el consejo del diablo permitiendo que le fuera sembrada la semilla de la iniquidad en su corazón; y por más que intente revertir esta situación, nunca podrá lograrlo por sí mismo; quedó atado al pecado y a sus consecuencias eternas. El Profeta Isaías 5:18 dice: “!Ay de los que traen la iniquidad con cuerdas de vanidad, y el pecado como con coyundas de carreta!”

Y vemos que a lo largo del tiempo, en el transcurrir de los siglos, esta historia de desobediencia y rebeldía contra Dios, se sigue repitiendo de generación en generación. La naturaleza caída del hombre es heredada de nuestros primeros padres, Adán y Eva; es una inclinación o tendencia al mal que viene en nuestros genes, y hace que el hombre practique fácil el pecado y no el bien. Salmo 51:5, “He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre.”
El pecado trae consigo enfermedades, dolor y muerte; el pecado afea el alma, y el rostro pierde las facciones de paz, dulzura y amabilidad; el pecado produce tristeza, falsa alegría, amargura, odio, rencor y desesperación. Isaías 3:9: “La apariencia de sus rostros testifica contra ellos; porque como Sodoma publican su pecado, no lo disimulan.”

El hombre en pecado, cada día quiere estar más lejos de Dios; desprecia su consejo y sus mandamientos haciendo que su corazón se endurezca y se aparte cada vez más de él. Isaías 30:1. !!Ay de los hijos que se apartan, dice Jehová, para tomar consejo, y no de mí; para cobijarse con cubierta, y no de mi espíritu, añadiendo pecado a pecado!

En medio de tanta perversidad, Dios escogió a un hombre, Abraham, con el cual hizo pacto y le dio descendencia, y formó un pueblo escogido para sí, que le sirviera y le fuera fiel; pero con el tiempo, siendo ya un pueblo numeroso y habiendo visto las maravillas y prodigios de Dios, también se rebelaron contra él y se descarriaron. Isaías 53:6 “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino;…” El hombre sigue sin reconocer su pecado delante de Dios su Creador, persistiendo cada vez más en su maldad; Dios se queja de ellos y les advierte por boca del Profeta que va a entrar en juicio contra ellos. Jeremías 2:35, “… He aquí yo entraré en juicio contigo, porque dijiste: No he pecado.” Dice el Señor, contristado con un pueblo que le ofende y no da muestras de arrepentimiento.

Dios nos llama pues, a reconocer nuestro pecado delante de él, porque “todos” somos pecadores, Romanos 3:10, “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno;” y Romanos 3:23: “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.” Significa que, el hombre necesita volverse a Dios y aceptar la salvación que él le viene ofreciendo para recuperar su estado de gracia.

Cumplido el tiempo, Jesucristo viene a reconciliarnos con el Padre:

 Cumplido el tiempo de la redención, Dios manifiesta una vez más su amor por los hombres y envía a su propio Hijo a rescatarnos, con el sacrificio de la CRUZ; Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
Dios ya no está pensando en castigar y condenar al hombre, sino en salvarlo. Juan 3:17, “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” Si bien es cierto, la salvación viene de Jesús, la condenación no, Jesús no condena a ninguna persona: Juan 3:18  “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios.”
Usted y yo tenemos la opción de recibirle o rechazarle; de creer en él o no creer; tenemos libertad de escoger la salvación o la condenación eterna.

Jesucristo, es pues, la provisión del cielo para los hombres; su misión sublime es SALVAR al hombre y reconciliarlo con el Padre. Jesucristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Con su sacrificio y muerte en la cruz, su sangre es derramada en expiación por todos los pecados del mundo.  
Pero la misión de Jesús no era nada fácil, debía enfrentarse con un pueblo religioso, muy estricto en la observancia de leyes y normas, pero muy duro de corazón e incrédulo: su mismo pueblo judío. Pese a los muchos milagros y prodigios que hizo entre su pueblo, fue cuestionado, criticado y hasta llamado hijo del diablo. Les molestaba que los confrontara con el pecado, que les enrostrara las injusticias que hacían con los pobres y desvalidos, y cada día oponían más resistencia hacia Jesús y a su doctrina y empezaron a planear cómo matarlo.
Jesús les dice: “Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; pero ahora no tienen excusa por su pecado.” Juan 15:22.
 Juan 15:24, “Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto y han aborrecido a mí y a mi Padre.”
Cada vez que escuchamos la Palabra de Dios, nos hacemos responsables de ella, ya no tenemos excusa en el día del juicio. La Palabra misma nos juzgará: Juan 12:48, “El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero.”

Arrepentimiento

No debemos confundir el arrepentimiento con el remordimiento:
Judas sintió remordimiento de haber vendido a su Maestro, cuando entendió las consecuencias de lo que había hecho, fue a devolver el dinero creyendo con esto atenuar un poco la culpa y dijo: “Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos dijeron: ¿Qué nos importa a nosotros? !Allá tú!” Mateo 27:4; esta respuesta lo llevó a la desesperación y acosado por el remordimiento y la culpa, se ahorcó, se suicidó, porque la paga del pecado es muerte. Rom. 6:23. 
El arrepentimiento te lleva al cambio de actitud y a la fe en Cristo. Te lleva a dejar el camino equivocado en que andas para seguir el Camino del evangelio; el reconocer tu maldad, no te lleva a la desesperación, sino que te induce a humillarte a los pies del Señor y pedirle perdón por los pecados, como el caso del hijo pródigo que narra Lucas 15:18: “Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti.” Hay arrepentimiento con esperanza y confianza en el amor del Padre.

El Perdón

El perdón hay que suplicarlo con humildad, reconociendo nuestro pecado delante de Dios, sabiendo que, sea cual sea el pecado, la misericordia de Dios es más grande que toda la inmundicia que haya en nosotros.
  
El pueblo de Israel había llegado a un nivel muy alto de pecado en el tiempo del Profeta Isaías, cuando les dice estas palabras tan fuertes: ¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás.” Isaías 1:4. Y aunque el juicio de Dios se veía venir, todavía por boca del Profeta, los llama al arrepentimiento diciéndoles: “Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo;” v 18 “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.” Isaías 1:16,18.
¡Qué paciencia, qué amor y misericordia tan grande de Dios con los hombres!

Más adelante, Dios vuelve a estar airado con el pueblo y el castigo se venía por tanta abominación; el profeta Jeremías nos da un ejemplo de cómo suplicar el perdón de Dios:
Jer. 14:7, “Aunque nuestras iniquidades testifican contra nosotros, oh Jehová, actúa por amor de tu nombre; porque nuestras rebeliones se han multiplicado, contra ti hemos pecado.”
Y más abajo, 14:20, “Reconocemos, oh Jehová, nuestra impiedad, la iniquidad de nuestros padres; porque contra ti hemos pecado.”
El empieza reconociendo la maldad; y en ningún momento el Profeta justifica al pueblo diciendo: “pobrecitos, es que han sufrido mucho y están traumatizados, entiéndelos Dios;” como tampoco el Profeta se cree libre de pecado y se excluye, observemos que dice: “nuestras iniquidades”reconocemos nuestra impiedad.”
El arrepentimiento sincero nos alcanza el perdón; y el perdón produce en nosotros paz interior, alegría, gozo y libertad del pecado: “De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.” Juan 8:34. “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias;” Rom. 6:12.
El hombre salvado que ya es libre del pecado, vive como siervo de Dios, produciendo y mostrando frutos de santidad y su meta es la vida eterna. Rom. 6:22  “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna.”
Como ya dijimos antes, todos los seres humanos son pecadores, de naturaleza pecadora, “hacedores de maldad,” Lucas 13:27; pero todo el que ha nacido de Dios, ya no puede pecar voluntariamente porque es simiente de Dios; 1Jn 3:9  “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.” Es decir, el pecado ya no tiene dominio sobre nosotros.

Sólo Jesucristo el Hijo de Dios, Santo y puro, en quien no hay sombra de maldad, podía librarnos y limpiarnos del pecado. El Cordero Inmaculado, perfecto, para el sacrificio perfecto, que quitara el pecado del mundo definitivamente.
Jesús llevó a la cruz todos los pecados del mundo sin ser él pecador y sufrió la vergüenza por nosotros: “¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” Juan 8:46. Sólo Jesús tiene autoridad sobre el pecado y victoria sobre la muerte.

Un verdadero creyente entonces, que ha sido salvado mediante el sacrificio de la cruz, ya no practica el pecado, así su naturaleza caida permanezca en él, porque el que practica el pecado es del diablo y el diablo peca desde el principio; y para esto vino Jesús a destruir las obras del diablo; 1Jn 3:8.

Jesús ya ha cumplido su misión redentora y debe volver a su trono, a la diestra del Padre.
Él sabe que Satanás no descansará y nos va a estar acechando, si lo tentó a él, qué hará contra nosotros. No nos deja solos en la batalla: Nos envía al Espíritu Santo, prometiendo que estará con nosotros hasta el fin del mundo.
Espíritu Santo, continuará la obra en la iglesia, “cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado.” Juan 16:8-11. 
 ¡Bendiciones!
                                                                               Orfilia Miranda L
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Si este mensaje le ha sido de bendición, por favor deje su comentario. Gracias.

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