Gén
12:1 Pero Jehová había dicho a Abram:
Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que
te mostraré. Gén 12:2 Y haré de ti una nación grande, y te
bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y
serás bendición. Gén 12:3 Bendeciré a los que te bendijeren, y a los
que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la
tierra.
Cuando escuchamos a Dios y nos desacomodamos para obedecer lo que él nos pide que
hagamos, nos convertimos en bendición para otros.
Dios
nos pide también que abandonemos o separemos de nosotros todo lo que estorba
para recibir la gracia y la bendición de Dios:
Andar
con Lot se había convertido en un problema para Abraham; los criados de Lot
peleaban con los de Abraham por el agua y el territorio y vivían en contienda. A
pesar de que era su pariente, Abraham tuvo que hablar con su sobrino Lot y
pedirle que se separara de él, ya no podrían seguir conviviendo en el mismo
lugar.
Muchas
veces es necesario abandonar un lugar, personas, cosas y hasta comodidades,
para poder cumplir la voluntad de Dios y recibir bendición. Así que debemos separarnos
de todo aquello que nos causa problemas y nos quita la paz interior,
haciéndonos desenfocar de lo verdaderamente importante, que es la relación con el
Señor.
Cuando
Abraham se separa de Lot, Dios le vuelve a hablar a Abraham:
*Gén
13:14 Y Jehová dijo a Abram, después que
Lot se apartó de él: Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás
hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente.
Gén 13:15 Porque
toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre.
Gén
13:16 Y haré tu descendencia como el
polvo de la tierra; que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también
tu descendencia será contada.”
Esta
promesa de Dios es incomprensible para Abraham, Dios le está hablando de
multitudes cuando no tiene la posibilidad de tener hijos. Pero Abraham en fe
sigue escuchando a Dios y obedeciéndole en todo lo que él manda hacer.
Gén
13:17 Levántate, ve por la tierra a lo
largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré.
Gén 13:18 Abram, pues, removiendo su tienda, vino y
moró en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a Jehová.
Abraham
vuelve a remover su tienda para trasladarse a otro lugar en obediencia; pero le
costaba creer lo de la descendencia numerosa: había una piedra muy grande que
le estorbaba creer: La ESTERILIDAD DE Sara. Pues, mientras tanto, el tiempo pasaba
y su esposa se hacía cada vez más vieja para tener hijos.
Gén
15:2 Y
respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y
el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer? Gén 15:3 Dijo también Abram: Mira que no me has dado
prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa.
Abraham
estaba razonando en lo natural, tenía la mirada en las cosas temporales y
terrenales y en sus divagaciones solo miraba hacia el suelo; entonces Dios lo
saca de la tienda para que mire hacia el firmamento:
Gén
15:5 Y
lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si
las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia.”
Es
cuando Abraham mira hacia arriba, hacia los cielos, y ve que lo que Dios tiene
para él es infinitamente grande y eterno; entonces entendió y todos los
obstáculos de esterilidad de su mente, fueron vencidos y creyó.
Gén
15:6 Y
creyó a Jehová, y le fue contado por justicia. Vino a ser el padre de la fe.
Cuántas
veces Dios nos habla y no entendemos; es necesario entonces salir de nuestra
tienda de la comodidad, de la ceguera espiritual y de las limitaciones de
nuestro entendimiento, y mirar hacia los
cielos, hacia la eternidad, para entender el propósito que Dios tiene para
nuestra vida.
Esto
puede muchas veces implicar movernos de un lugar a otro, hasta de país, dejar
amigos de toda la vida para movernos en obediencia o cambiar de trabajo.
Muchas
veces las circunstancias nos han llevado a tomar decisiones drásticas que han
afectado nuestra vida y no hemos entendido porqué, pero pasado un tiempo el
Señor nos ha permitido comprenderlo.
Pidamos
al Señor una fe firme con la que podamos derribar todo argumento mental que nos
impida hacer su voluntad y crecer y caminar en santidad. Que nos dé una confianza
absoluta en él para tener siempre la mirada en las cosas celestiales y no en
las terrenales.
Dios les bendiga.
Orfilia Miranda Londoño