viernes, 24 de octubre de 2014

EL CULTO FAMILIAR EDIFICA



Todos los mandatos y ordenanzas que Dios dio en el Antiguo Testamento al pueblo de Israel, fueron para ellos la guía que les marcaba el camino en ese tiempo.
Muchos de esos mandatos y normas terminan al entrar en el Nuevo Pacto, pero otros por el contrario, se afirman y siguen siendo vigentes para los creyentes hoy así se cambie la forma.
En la antigüedad, la enseñanza religiosa sobre los mandamientos de Dios, estaba a cargo de los padres de familia como lo vemos en Deuteronomio 11; esta enseñanza se daba de generación en generación.
“Por tanto, pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma,…Y las enseñareis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.” Deuteronomio 11:18-19.

En este texto Dios es claro en demandar de los padres de familia el estudio y la estricta obediencia de sus Palabras, como asimismo, que las tengamos presente en nuestro corazón, en el acontecer diario de nuestra vida familiar. Que como cristianos enseñemos esa palabra permanentemente a nuestros hijos, que les hablemos de ella en todo momento y lugar, acompañada de nuestro testimonio y que la  transmitamos con fidelidad de generación a generación.
“…Y  las enseñareis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes.”

Fácilmente podríamos mencionar muchas de las mil causas que rompen la armonía familiar y la destruyen; pero hablemos mejor de algo que la armoniza, la une y la fortalece, y de sus innumerables beneficios: El culto familiar.

Cuando una familia decide aceptar seguir el Camino, la Verdad y la Vida, seguir a Cristo, tal como Dios nos lo propone en su Palabra, está consolidando lo más importante de la vida: las relaciones humanas y cristianas en la familia; pues, los lazos de fraternidad, amor y lealtad que nacen en el seno del hogar son los más fuertes y difíciles de romper.

El hogar es y debe ser, el lugar más importante para la familia; es allí donde se reciben las primeras enseñanzas de vida, y desde la perspectiva bíblica se aprende a conocer y amar a Dios. Muchas cosas en la vida pueden olvidarse, pero difícilmente podremos olvidar lo vivido en la infancia en nuestra familia.

Cada día el padre de familia cristiano, como sacerdote, debe tomar el liderazgo en la lectura de la palabra, la enseñanza, la oración, la alabanza y la acción de gracias.

El culto familiar es fundamental en la consolidación del hogar. Lo que los niños aprenden muy pequeños, nunca lo olvidarán, porque cuando los hijos se reunen en torno al padre y a la madre para la oración y reciben de ellos la enseñanza de la palabra, unido al amor y buen testimonio, esto tiene mucha fuerza y valor; y así pasen los años y los hijos quizás se aparten, esas enseñanzas siempre estarán allí redarguyendo su conciencia; y si su corazón no se endurece, algún día volverán a los pies del Señor como hijos pródigos.

Hoy tenemos muchos hogares destruidos, así como hijos destrozados moralmente por el abandono de sus padres con tremendas consecuencias sociales debido a que los padres desecharon el consejo de Dios para sus vidas. Y lo más lamentable es que esto está tocando también a las familias de los creyentes. ¿Por qué? Porque se descuidó la enseñanza y la meditación de la Palabra en la familia así como la oración.

La ruptura con Dios y sus leyes, trajo egoísmo, divorcio, aborto, infidelidad matrimonial y un sin número de problemas que no son el propósito de Dios para la familia. Son tiempos de mucha tiniebla y perversión, en donde cada quien tiene su propia ética, y su libre pensamiento, y los creyentes no podemos permitir que sean los impíos los que eduquen a nuestros hijos imponiéndoles los anti-valores del mundo como valores.

La Palabra de Dios es la única arma con la que podemos defendernos de los embates del enemigo de nuestra alma. Ef. 6:11-18.  
Los padres somos responsables de enseñarles la Palabra y darles esas armas a los hijos para defenderse y aprender a distinguir entre el bien y mal; entre lo que es correcto y lo incorrecto; entre lo falso y lo verdadero. Lo que ellos hagan después cuando sean mayores, ya es su propia responsabilidad, no de los padres.
Lamentablemente, tenemos que reconocer que muchos creyentes se apoyan más en la sicología moderna y los consejos impíos a la hora de educar a sus hijos, que en la Palabra de Dios; y esto ha hecho un gran daño en las familias cristianas, produciendo hijos rebeldes que no se sujetan a sus padres y han caído en los vicios y en la delincuencia. Nunca antes se habían visto las cárceles y reformatorios tan llenos de jóvenes y niños criminales. Todo esto se podría mejorar en las próximas generaciones si las familias retomaran el camino correcto.
El culto familiar tiene como fin fortalecer los  principios bíblicos y los lazos familiares. Si en su hogar todavía no está establecida esta maravillosa experiencia familiar, es hora de que la establezca. Es en el hogar donde los niños deben aprender las bases de la fe cristiana, no esperen a que lo hagan los maestros en la escuela o la iglesia en la escuela dominical. Al comienzo del cristianismo no existía la escuela dominical; la Escuela Dominical, como la conocemos hoy, tiene su origen en el año 1781, y surgió como respuesta a una necesidad social diferente en Inglaterra, siendo más tarde adoptada en las iglesias cristianas.

Así que, el mandato de Dios en Deut. 11:18-19 sigue vigente hoy, y siguen siendo los padres cristianos los responsables de la formación cristiana de sus hijos y de inculcarles los valores bíblicos. La escuela dominical más bien estaría para reforzar lo aprendido en el hogar y para formar a los hijos de los nuevos creyentes.  

Algunas sugerencias para establecer el culto familiar si aún no lo está haciendo:

*Fije una hora en la que toda la familia pueda estar presente. Esto es muy importante.  
*Que haya armonía: Es indispensable, que haya armonía entre los miembros de la familia; si ha habido algún malestar con alguno de los miembros de la familia, debe resolverse antes de comenzar, saber perdonar las ofensas es importante para que el amor, la paz y el gozo del Señor fluyan. Dios se glorifica en el corazón humilde dispuesto al arrepentimiento y al perdón.
*Los temas: Deben ser de formación para todos; seleccione temas específicos como las virtudes que abarcan las áreas de honestidad, integridad, disciplina, amor, carácter, responsabilidad, fe, obediencia, autodisciplina, compasión, trabajo, valentía, perseverancia, lealtad, y muchos otros. Pero todo lo que se trate debe ser para el crecimiento de la familia, y fundamentado siempre en la Palabra de Dios.
*Trate el tema de manera amena con palabras sencillas teniendo en cuenta a los niños para que todos puedan entender y participar.

Al final de la reunión dediquen un tiempo a la oración por las necesidades especiales de la familia y acción de gracias con cantos de alabanza.
Igualmente, cuando las oraciones hayan sido contestadas, no olviden darle las gracias y la gloria a Dios siempre.
Si su cónyuge no es creyente y no quiere reunirse, no importa, usted debe hacer la reunión con el resto de la familia. Y si es madre o padre soltero, viudo o separado, no importa, haga el culto con los que quieran unirse aplicando la misma regla.

El culto familiar, repito, trae grandes bendiciones al hogar; une a la familia en el verdadero amor, trayendo paz y comprensión y arraiga las bases de la fe.
Cualquier duda que surja en la reunión consulte con su pastor.

Si todavía no está haciendo el culto familiar, le invito a no dejar pasar un día más, sin establecerlo. Verá cómo esta inversión de tiempo redundará en frutos de armonía y unión en su hogar.
Hay que ser sabios y hacer inversión en lo que sí vale la pena: invierta en construir su familia. Es su responsabilidad como padres creyentes. Dios les bendiga.
                            

Orfilia Miranda L
Correo: orfimilondo@gmail.com

miércoles, 8 de octubre de 2014

La confianza en Dios destierra el miedo de nosotros



En un momento de crisis para la nación de Judá, por la amenaza de un poderoso ejército enemigo, todo el pueblo está delante de Dios clamando, impotente sin saber qué hacer.  
Sólo les queda confiar y esperar en Dios, pues, era un ejército muy grande el que venía contra ellos.
Dios escuchó la súplica y usó a una persona simple y corriente para entregarles un mensaje de paz y esperanza.
Esta persona simple y corriente fue Jahaziel, un levita, descendiente de los hijos de Asaf, uno de los músicos, puestos por David a cargo de la alabanza en el templo.
Y dijo: Oíd, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat.
 Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande; porque no es vuestra la guerra, sino de Dios. Mañana descenderéis contra ellos; he aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel. No habrá para qué peleéis vosotros en este caso: paraos, estad quedos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, que Jehová estará con vosotros”. 2ª de Crónicas 20:15-17

Este es un poderoso mensaje de confianza para el pueblo de Israel:
Lo primero es que el pueblo en general y el rey en particular, debían despojarse del miedo que les había invadido al ver la magnitud del ejército enemigo.

Segundo: la victoria sobre cualquier enemigo, problema o crisis, lo que sea, comienza cuando usted hace a un lado el miedo y el temor. Lo peor que podemos hacer es mostrarle miedo al enemigo.

Todos en un momento dado tenemos miedos y temores de distinta índole: para algunos tal vez su enemigo sea una crisis financiera, un matrimonio al borde del derrumbe, una enfermedad grave o incurable, la soledad, el desempleo, la pobreza, un hijo en vicios,… cualquier cosa que sea, rechacemos el temor y avivemos nuestra fe y confianza. ¡Dios sabe lo que hace! Él nunca pierde el control de ninguna situación por difícil que esta sea.
¡Entendamos y reconozcamos que la batalla no es nuestra; la batalla es de Dios!

Muchas veces no podemos librarnos del temor ante las situaciones complejas de la vida, porque para la solución del problema ponemos la mirada en nosotros mismos, en nuestras capacidades o en los hombres; así será imposible librarnos de nuestros temores y siempre vamos a vivir acosados por ellos. Miremos lo que dice Jer.17:5-6:Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo,  y su corazón se aparta de Jehová…” Pero si seguimos leyendo allí mismo, dice: “Bendito el varón que confía en Jehová,  y cuya confianza es Jehová...”Jer.17:7-8.
Aquí está la clave para desterrar el temor y el miedo de nuestra vida. Esto es justamente lo que Dios quiso comunicar a su pueblo cuando enfrentó a un enemigo extremadamente poderoso. Hablando en nombre de Dios, Jahaziel dijo: Porque no es vuestra la guerra sino de Dios.
El enemigo estaba en contra del pueblo escogido de Dios, pero en el fondo todos los ataques estaban dirigidos contra Dios.
Cuando Luzbel, el ángel de perfecta hermosura se llenó de orgullo y se rebeló contra Dios, no dijo: Quiero ser semejante a algún ser humano, a algún hombre en especial. No. El dijo: Quiero ser semejante al Altísimo, a Dios mismo. Isa 14:14.
Cuando Satanás luchaba contra el Señor Jesucristo, en el huerto de Getsemaní y más tarde en la cruz del Calvario, Cristo no era el blanco de Satanás, porque Cristo como hombre vivía en santidad. Cristo fue el blanco de Satanás porque Cristo era Dios.
Por esto, es indispensable que cada vez que enfrentemos nuestras batallas contra el diablo, recordemos las palabras de Jahaziel, él quería que toda la gente de Judá y su rey recordaran todo el  tiempo esto: ¡La guerra no es nuestra sino de Dios!

Cuando las tribus hostiles querían impedir a Nehemías continuar la reconstrucción de los muros de Jerusalén, Nehemías dijo a los obreros: 4:20En el lugar donde oyereis el sonido de la trompeta, reuníos allí con nosotros; nuestro Dios peleará por nosotros.”
Cuando el rey Asirio Senaquerib marchó en contra del rey Ezequías y las ciudades de Judá, el rey Judío animó a su pueblo con estas palabras que leemos en 2Cr.32:7-8: “Esforzaos y animaos; no tengáis miedo, no temáis…” Y el pueblo tuvo confianza en las palabras de Ezequías rey de Judá.
Y Josué también lo entendió muy bien: Jos.23:3. Hubo un día cuando el sol se detuvo para permitir que Israel derrotara totalmente a sus enemigos. En esa ocasión, Josué le recordó al ejército de Israel que su victoria no había sido simplemente porque tuvieron más horas de luz diurna, sino porque Jehová estaba peleando por ellos. Jos. 10:14. La gloria sea para el Señor siempre.

No es fácil mantener la cabeza fría y el testimonio intachable cuando estamos bajo las presiones en el trabajo. Luchar contra la enfermedad y las presiones económicas puede ser muy descorazonador. Pero allí es cuando debemos recordar las palabras de Jahaziel a Josafat y al pueblo de Judá: ¡La batalla no es nuestra sino de Jehová! Dejémosla en sus manos.
Moisés animó a los Israelitas en cuanto a la peligrosidad de los enemigos que iban a encontrar en la tierra prometida: “No los temáis; porque Jehová vuestro Dios, él es el que pelea por vosotros.” Dt.3:22.
David también se armó de valor, haciendo a un lado el temor y venció al gigante. 1ª Sam. 17. Él iba en el nombre de Dios.

A pesar de los muchos problemas, no nos desanimemos, cobremos fuerza en las mismas palabras de Jahaziel al pueblo: Porque no es nuestra la guerra sino de Dios.                     

Espero que este mensaje les sea de bendición. Hasta pronto.

Orfilia Miranda Londoño

Amados  lectores, ustedes también me pueden bendecir con sus comentarios. Gracias.

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