Los seres
humanos siempre estamos rodeados de circunstancias difíciles, unos más que
otros, pero todos en mayor o menor grado, siempre las tenemos. Cuando no es la
muerte, es la enfermedad, la pobreza, deudas, desempleo o persecuciones. Pero
con algo tenemos que luchar diariamente.
Decir que,
porque ya vinimos a Cristo y somos salvos, se nos acaban los problemas, no es
cierto.
Dios no siempre cambia todas nuestras circunstancias, pero sí nos da
la capacidad de superarlas, mejorarlas o aceptarlas con valentía y con paz. Cambio de actitud.
En primer lugar, no olvidemos que
venimos de un pasado pecaminoso, en el que sembramos mucha semilla de maldad, y
esa semilla germina y nos da sus frutos. Dicho de otro modo, todo acto tiene una consecuencia y
difícilmente podemos escapar de ella. “El que siembra vientos, cosecha
tempestades” dice un proverbio. Otras situaciones de salud vienen por la contaminación química o los mismos avances del mundo moderno.
Lucas 23:32-33 “Llevaban también con él a otros dos, que
eran malhechores, para ser muertos.
-Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera,
le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la
izquierda.”
Lucas
23:39-43 “Y uno de los malhechores que
estaban colgados le injuriaba, diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti
mismo y a nosotros.
43 Respondiendo el
otro, le reprendió, diciendo: ¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma
condenación?
41Nosotros, a la
verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros
hechos; mas éste ningún mal hizo. 42 Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando
vengas en tu reino.”
Por
un toque de gracia especial, a este hombre algo le decía que Jesús podía
ayudarlo, tal vez ya no aquí, pero en la eternidad sí. Era consciente de quien
era y de que, lo que sufría se lo había ganado. Había arrepentimiento en su
corazón y temor de Dios.
Lc.
23:43 “Entonces Jesús le dijo: De cierto
te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.”
Jesús,
que en este mismo momento estaba pagando por los pecados de ese delincuente, ya
lo estaba cubriendo con su misericordia y le aseguró el Paraíso, esto es, la
Salvación eterna; pero no lo libró de la cruz, no le eliminó la cruz,
consecuencia de sus delitos que él mismo acababa de reconocer.
Cuando
nos convertimos y recibimos a Cristo, seguramente vamos a tener que seguir
enfrentando muchas cosas fruto de nuestros pecados anteriores, pero eso sí,
tenemos la garantía de que ya fuimos perdonados y salvados; y nuestra actitud
frente a esas circunstancias va a ser diferente porque ya estamos viviendo
desde la perspectiva de la fe.
La
prioridad de Dios es nuestra salvación. La razón por la que envió a su Hijo a
morir por nosotros.
Cristo
no vino a morir tan cruelmente en una cruz para que nosotros viviéramos cómodos
y tuviéramos mucho dinero para gastar en deleites de la carne. No. Hacer dinero
es cosa que podemos hacer por nosotros mismos. La gran mayoría de ricos en el
mundo son impíos, ellos no consideran necesitar a Dios. Pero la salvación eterna
solo la podemos recibir de Cristo.
Segundo punto:
Los
creyentes muchas veces también pueden verse enfrentados a circunstancias
difíciles, no necesariamente a consecuencias del pecado, sino por causa de la
fe y del evangelio, por seguir a Cristo.
Por
causa de la fe tenemos a José, fue a la cárcel por no caer en pecado con la
mujer de Potifar. Gén. 39:1-23.
Abraham,
por la fe tuvo que sufrir la esterilidad de Sara pero esperaba la promesa de
Dios.
Juan
el Bautista fue decapitado por denunciar el pecado de Herodes. Mat. 14:1-12
Heb.
11:4 “Por la fe Abel ofreció a Dios más
excelente sacrificio que Caín,…” esto le acarreó la muerte.
Los
discípulos de Jesús, casi todos fueron sacrificados por causa del anuncio del
evangelio. Ya Jesús se los había dicho: El
discípulo no es más que su Maestro.
En
la carta a los Hebreos hay una lista grande de personas que sufrieron y
murieron por la fe, siendo justos y temerosos de Dios.
Dios
tiene grandes promesas de ayuda, protección, suplencia de necesidades,
fortaleza, consuelo y paz para nosotros, pero la principal es la salvación a
todos los que le busquemos y creamos en él.
El
Señor en todo caso nos capacitará, si nuestro caso fuera sufrir por la fe y el
evangelio.
No
nos sintamos defraudados entonces, si después de mucho orar, nuestro problema
no es resuelto. Quizás, Dios nos pide que lo aceptemos. Pablo oró tres veces
para que Dios quitara el aguijón de la carne y la respuesta de Dios fue: “Bástate mi gracia, porque mi poder se
perfecciona en la debilidad.” No sabemos cuál era esa debilidad de Pablo,
pero la tuvo que aceptar y vivir con ella aparte de todos los demás
sufrimientos a causa del evangelio del Señor.
2Co
12:7-9 “Y para que la grandeza de las
revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne,
un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera;
respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha
dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.”
Pablo
aceptó lo que haya sido, de buena gana como una señal o recordatorio de que debía mantenerse
humilde en el ministerio.
Mis amados amigos, Dios les siga bendiciendo.
Orfilia Miranda Londoño