jueves, 23 de agosto de 2018

¿Quién es Jesucristo?


Jesucristo es el Hijo de Dios, el Verbo encarnado, la Palabra misma de Dios el Padre, hecha carne.
Jn. 1:14 “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”.

Jesucristo ha existido desde siempre igual que el Padre, en el Padre y en la misma Deidad. En toda la creación del universo él estaba presente y todas las cosas por él fueron hechas, sin él nada ha sido hecho. En él estaba también la fuente de la vida que es la luz de los hombres. Jn. 1:1En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios.
Jn. 1:2 Este era en el principio con Dios.
Jn. 1:3 Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.
Jn. 1:4 En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.

Cuando Dios dice: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza, nos está creando con ciertos privilegios y prerrogativas que no tienen el resto de los seres creados; nos crea espirituales, con inteligencia, con voluntad para elegir y decidir, con capacidad de pensamiento y lenguaje; la muerte, la enfermedad y el sufrimiento no estaban contemplados para nosotros; y nos dio autoridad y dominio sobre la creación.
“Gén. 1:26 “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra.”

Todo era bonito y perfecto; el hombre vivía en total felicidad y no conocía el mal, pero por el pecado de desobediencia de Adán el hombre se corrompió y se separó de Dios; pierde la santidad y el paraíso de felicidad, de pureza y de inmortalidad. Queda a expensas de toda clase de males y calamidades físicas y espirituales. Queda en tinieblas, dolor y muerte.
Debajo del cielo, en lo temporal y humano, no hay absolutamente nada ni nadie que pueda sacarlo de este estado de miseria y restituirle todo lo que perdió por desobediencia a Dios.

Dios que es Padre compasivo de amor y misericordia, responsable de su creación, provee la solución; solución que solo puede venir de arriba, de lo alto, de lo santo, de lo puro y perfecto: JESUCRISTO su Hijo.
El Verbo de Dios, el unigénito del Padre, el Mesías, el Redentor, el Salvador del mundo, viene a nosotros. Jesucristo como fuente de vida viene a darnos vida eterna otra vez; como fuente de la luz verdadera, viene a disipar nuestras tinieblas del pecado y a restituirnos a la luz de la gracia. ¡Ese es JESUCRISTO!
Jesucristo, es el amor del Padre revelado a nosotros, él es la imagen misma de su sustancia.

Hebreos 1:1-3 “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3  EL CUAL,  SIENDO EL RESPLANDOR DE SU GLORIA, Y LA IMAGEN MISMA DE SU SUSTANCIA, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”.

Dios, que ya había hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los Padres por los profetas, hoy nos habla por su Hijo Jesucristo. Y este versículo 3 nos revela la esencia de la divinidad de nuestro Señor Jesucristo: “el cual (Cristo) siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia…”, Jesucristo es Dios, y solo él podía redimir a los hombres de la esclavitud del pecado.
Durante su ministerio, Jesús mismo decía quién era, cuando afirmaba:
Yo soy la luz del mundo; Yo soy la verdad y la vida; yo soy el camino; nadie viene al Padre sino por mí.” Su mensaje es claro.
Al hacerse partícipe de nuestra naturaleza humana, participó también de nuestras limitaciones, pobreza, rechazo, soledad, abandono, críticas, calumnias, golpes, escarnios, tristeza, y finalmente el martirio de la cruz y la muerte.

Pero lo más grandioso y sublime de Cristo, como todos sabemos, es que se levantó al tercer día de la sepultura. ¡La muerte no tuvo poder sobre él para retenerlo, y he aquí su VICTORIA, nuestra victoria!
Finalmente, cumplido su ministerio, Jesucristo vuelve al cielo y se sienta a la diestra del Padre. Pero ya no nos deja solos, nos envía el Espíritu Santo, el Consolador.
Sólo el Espíritu Santo nos puede redargüir y llevar a los pies del Señor Jesucristo.

Pudiéramos seguir hablando de Jesucristo, de su amor, su bondad… y seguramente no terminaríamos…hablar de Cristo es precioso; pero más grandioso es experimentarlo en nuestra vida.

¿Para usted, quién es Jesucristo?
¿Es Jesucristo el Salvador y Señor de su vida?
Si no lo es todavía, le invito a recibirlo en su corazón.

Dios les bendiga y hasta pronto.

Orfilia Miranda Londoño


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