Gén. 12:1-3
“Pero
Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la
casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.
-Y haré
de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás
bendición.
-Bendeciré
a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas
en ti todas las familias de la tierra.”
-En este
relato sobre el llamado de Abram, vemos una obediencia incompleta.
v.1: “Vete
de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te
mostraré.”
-Disponernos
a obedecer un mandato de Dios, esto implica muchas veces tener que desacomodarnos
de donde estamos para hacer lo que Dios nos pide que hagamos, y cómo lo hacemos,
para no perder la bendición de Dios o retardarla.
-Recordemos
que la obediencia debe ser precisa si queremos ser bendecidos y que otros lo
sean a través de nosotros.
-En
ocasiones, Dios nos pide que abandonemos o separemos de nosotros todo lo que impide
o estorba para recibir la gracia y la bendición de Dios:
-Andar
con Lot se había convertido en un problema para Abraham; los criados de Lot
peleaban con los de Abraham por el agua y el territorio y vivían en contienda.
A pesar
de que era su pariente, Abraham tuvo que hablar con su sobrino Lot y pedirle
que se separara de él, ya no podrían seguir viviendo juntos en el mismo lugar.
-Cuando
Dios le pidió a Abran que dejara su parentela le dijo:
“Vete
de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te
mostraré”. Pero él no hizo exactamente como Dios le dijo y esto le complicó
las cosas.
Muchas
veces es necesario abandonar un lugar, personas, cosas y comodidades, para
poder cumplir la voluntad de Dios y recibir bendición.
Así que
debemos separarnos de todo aquello que nos causa problemas y nos quita la paz
interior, haciéndonos desenfocar de lo verdaderamente importante, que es la
relación con el Señor.
Cuando
Abraham se separa de Lot, y vuelve a Canaán, Dios le vuelve a hablar a Abraham:
*Gn.
13:14-16 “Y Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él:
Alza
ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y al sur, y al
oriente y al occidente.
-Porque
toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre.
-Y haré
tu descendencia como el polvo de la tierra; que, si alguno puede contar el
polvo de la tierra, también tu descendencia será contada.”
-Esta promesa de Dios es incomprensible para Abraham, Dios le está hablando de multitudes cuando no tiene la posibilidad de tener hijos. Pero Abraham en fe sigue escuchando a Dios y obedeciendo en todo lo que él manda.
-Gn.13:17
Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la
daré.
Gén 13:18 Abram, pues, removiendo su
tienda, vino y moró en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí
altar a Jehová.
Abram
vuelve a remover su tienda para trasladarse a otro lugar en obediencia; pero le
costaba creer lo de la descendencia numerosa: había una piedra muy grande en su
mente que le estorbaba creer: La ESTERILIDAD DE Sara.
Pues,
mientras tanto, el tiempo pasaba y su esposa se hacía cada vez más vieja para
tener hijos.
Gn.15:3
Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi
heredero un esclavo nacido en mi casa.
Abraham seguía
razonando en lo natural, tenía la mirada en las cosas temporales y terrenales y
en sus divagaciones solo miraba hacia el suelo; entonces Dios lo saca de la
tienda para que mire hacia el firmamento:
Gn.15:5 “Y
lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si
las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia.”
Es cuando
Abraham mira hacia arriba, hacia los cielos, y ve que, lo que Dios tiene para
él es infinitamente grande y eterno; entonces entendió y todos los obstáculos
de esterilidad de su mente, fueron vencidos y creyó.
Gn.15:6 “Y
creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”.
Vino a
ser el padre de la fe.
-Cuántas
veces Dios nos habla y no entendemos; es necesario entonces salir de nuestra
tienda de la comodidad, de la ceguera espiritual y de las limitaciones de
nuestro entendimiento y razonamiento, y mirar hacia los cielos, hacia la
eternidad, para entender el propósito que Dios tiene para nuestra vida.
-Esto
puede muchas veces implicar movernos de un lugar a otro, hasta de país, dejar
amigos de toda la vida para movernos en obediencia o cambiar de trabajo.
*Pidamos
al Señor una fe firme con la que podamos derribar todo argumento mental que nos
impida hacer su voluntad, crecer y caminar en santidad.
-Que nos
dé una confianza absoluta en él para tener siempre la mirada en las cosas
celestiales y no en las terrenales.
-Que cuando
estemos afligidos, en incertidumbre, pongamos la mirada en los cielos, no sigamos
mirando las circunstancias, sino a aquel que dijo:
“No
temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande.” Gn.15:1
Amén
Orfilia
Miranda Londoño