Estas mujeres se lanzaron a la evangelización en contra de las circunstancias más adversas, movidas sólo por el celo del evangelio y la salvación de las almas.
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*Durante
siglos, lamentablemente, la mujer ha tenido que soportar todo tipo de
prejuicios y de injusticia en la Iglesia. La verdad es que las mujeres de las
generaciones anteriores enfrentaron obstáculos más difíciles; sin embargo, la
oscuridad de sus circunstancias solo parecían darles más energía y coraje para
seguir adelante.
Desafiaron
el sistema, y perseveraron; a menudo pagando un enorme precio. Algunas incluso
dieron su vida.
Ellas
mantuvieron su fe, así que, ¿por qué no habrían de hacerlo las mujeres
cristianas de hoy? (Especialmente cuando la situación presente es mucho más
fácil que lo que ellas enfrentaron). Pueden tomar como inspiración la vida de
aquellas que han sido antes que nosotros.
La
historia de la Iglesia está llena de mujeres valientes que se sostuvieron de la
esperanza, aun cuando enfrentaban desafíos enormes. Por ejemplo: Una de las
mujeres misioneras más valerosas que haya sido enviada por los Estados Unidos,
Amanda Smith (1837 – 1915), una mujer afroamericana que nació siendo esclava en
Maryland.
Las
probabilidades se apilaron en su contra en todas las formas posibles: No tenía
derechos civiles por su raza, además de ser mujer; sin embargo, sintió un
fuerte llamado para predicar el Evangelio, aunque las denominaciones negras de
su época no estaban abiertas a las ministras. Su vida casi fue arruinada por la
pobreza, la injusticia social y dos matrimonios difíciles. Cuatro de sus cinco
hijos murieron en la infancia. El desgaste emocional de tal pérdida
probablemente hubiera detenido a la mayoría de nosotros de perseguir cualquier
tipo de sueño.
Cuando
Amanda se aventuró a la obra evangelizadora a tiempo completo, en 1870, tenía
que complementar sus ingresos lavando y planchando ropa. Sin embargo, siguió
creyendo que Dios la había llamado y su unción distintiva en el púlpito le
abrió las puertas en las iglesias y reuniones en el campo.
Líderes
cristianos notables de su época reconocían que tenía un don excepcional para
predicar.
Con
el tiempo, las oportunidades se abrieron para que ella pudiera llevar su
mensaje de santidad a Inglaterra, y esto la llevó a viajes misioneros a India y
Liberia, donde trabajó durante ocho años, antes de que la enfermedad la forzara
a regresar a los Estados Unidos. Después de llegar a casa abrió el primer orfanato
para niñas negras sin oportunidades, en el estado de Illinois.
La
gente que se oponía al concepto de ordenar mujeres criticó a Amanda, aunque
ella NUNCA buscó ser "ordenada". (Ella escribió en su autobiografía
que de hecho, el ser ordenada, nunca pasó por su mente, porque ella creía que
Dios la había ordenado cuando Él la llamó a predicar).
Amanda
enfrentó constante oposición, tanto de los negros como de los blancos, quienes
se referían a ella de una manera peyorativa como "la mujer
predicadora". Cuando ella estaba hablando en Inglaterra, un grupo de
"líderes" de los hermanos de Plymouth la siguieron por todos lados
con el propósito de desacreditarla. Ella dijo de ese incidente: "La obra
parecía ser bendecida señaladamente por Dios, pero los buenos hermanos de
Plymouth no lo podían ver, porque yo era mujer; no porque yo era una mujer
negra, sino porque era mujer (…) Trataron, con perseverancia, de que yo
discutiera con ellos; pero siempre evité cualquier situación de ese tipo.
Los
hermanos incluso lanzaron un ataque contra Amanda en los periódicos, y la
bombardearon con cartas que contenían "textos de la Escritura
(supuestamente) en contra de que las mujeres prediquen". Pero esos textos,
tan a menudo mal empleados para apagar los dones espirituales de la mujer, no
la detuvieron de aventurarse a Asia y África. Dios parecía pavimentar el camino
delante de ella, confirmando sus mensajes y supliendo sus necesidades
financieras.
Otra
ministra valiente, quien venció altas probabilidades en su contra fue Mary
McLeod Bethune (1875 – 1955), hija de unos esclavos de Carolina del Sur.
Aprendió a leer en una escuela misionera, y con el tiempo obtuvo una beca para
estudiar en el Moody Bible Institute (Instituto Bíblico Moody), en Chicago.
Mientras fue estudiante allí, desarrolló un fuerte sentir de ser llamada al
campo misionero, pero cuando solicitó una posición en África se le dijo por
medio de una carta de rechazo: "No hay vacantes en África para misioneros
negros".
Así
que imaginemos el sentimiento de injusticia que seguramente experimentó; que le
dijeran unos hombres blancos ¡que no estaba calificada para ser una misionera
para ir con los de su propia raza! Mary nunca salió del país, pero fundó una
escuela de misiones en Daytona Beach, Florida – y algunos de sus graduados sí
fueron a África como ministros - . Mientras tanto, comenzó a ser conocida como
una campeona contra la opresión, especialmente después de que confrontó a
miembros del Ku Klux Klan local que habían planeado un ataque con el fin de
evitar que los negros votaran. Su valentía le trajo tanta fama que Eleonor
Roosevelt la asignó para dirigir una agencia federal.
Si
leemos la historia de las misiones, no es posible ignorar las loables
contribuciones que hicieron mujeres que se atrevieron a desafiar el
"status quo". Enfrentaron enorme oposición; sin embargo, siguieron
adelante, sembrando e ignorando a sus críticos. La misionera estadounidense
Malla Moe (1863 – 1954), por ejemplo, sirvió en Sudáfrica durante sesenta y un
años, trabajando para la Scandinavian Alliance Mission (Misión de la Liga
Escandinava).
En
el campo, ella predicó, discipuló a los nuevos creyentes y plantó iglesias; sin
embargo, cuando visitaba a Noruega para reportar su trabajo, no se le permitía
hablar. Los oficiales de la iglesia le recordaban que leyera las
"instrucciones" de Pablo que hablan de que "la mujer debe
permanecer en silencio en la iglesia.
¡Qué
absurda humillación! Malla había establecido numerosas congregaciones, dirigía
reuniones de adoración y trajo a cientos de hombres y mujeres a la fe en Cristo
en otro continente, pero cuando pisaba el suelo de su iglesia madre se esperaba
de ella que pusiera sus dones espirituales en un librero.
Esta
doble moral todavía es común hoy en día. Tan irracional como suena, muchas
iglesias les permiten a las mujeres participar a toda su capacidad en el
ministerio en otras tierras, pero se espera que vivan con otro juego de reglas
religiosas cuando regresen de licencia.
Esto
es fariseísmo en la manera más
terrible. Pero cualquier mujer que quiera ser usada por Dios debe prepararse
para enfrentarse a los fariseos
continuamente. Jesús dijo que seríamos perseguidos; y a menudo la peor
persecución viene de la gente religiosa.
Lo
que es admirable y sorprendente acerca de Amanda Smith, Mary McLeod Bethune y
Malla Moe, es que no se rindieron cuando fueron confrontadas con prejuicio e
injusticia. El Espíritu Santo les dio la gracia de perdonar y seguir empujando
hacia delante.
Las
mujeres en la Iglesia de hoy necesitan un fresco bautismo de esta tenacidad.
No
deben rendirse. Abandonar la Iglesia no es una opción para nadie. Posiblemente
exista desánimo, pero no hay que tirar la toalla y dejar de creer. Esto es lo
que al diablo le encantaría que hicieran.
Sin
importar cuántos obstáculos enfrenten o lo oscuras que las circunstancias
parezcan, la fe va a hacer camino para una victoria a cada mujer cristiana que
persevera.
El
plan máximo de Dios es esparcir el Evangelio de Jesucristo a través de Su
Iglesia, y Él NO tiene un "plan B", por si la Iglesia no cumple con
su misión. Dios va a hacer cumplir Su voluntad, y se va a asegurar de que Su
iglesia prevalezca antes del regreso de Cristo.
Toda
mujer cristiana que siente el llamado de Dios al ministerio puede tener
esperanza, porque hay promesas muy especiales en la Palabra de Dios acerca del
papel de la mujer y de cómo será usada en los últimos días de la era de la
Iglesia. Por ejemplo: • La promesa de las profetisas.
Mucho
antes de que las mujeres adquirieran algún grado significativo de aceptación
social o derechos civiles, el profeta Joel predijo un día en el cual, tanto
hombres como mujeres hablarían de parte de Dios y llevarían Su unción. Esta
promesa, registrada en el libro de Joel, fue repetida por el apóstol Pedro en
su sermón evangelizador inaugural el día de Pentecostés. Esa promesa dice:
"Y después de esto derramaré mi Espíritu
sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros
ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los
siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días"
(Joel 2:28-29).
Este
era un concepto revolucionario en los días de Joel, Predecía un tiempo en el
cual el espíritu de Dios no sería restringido a unos pocos. Señalaba la época
de la Iglesia, cuando la Palabra del señor sería accesible para ricos y pobres,
jóvenes y viejos, hombres y mujeres, judíos y gentiles. Y menciona
específicamente (dos veces) que las mujeres estarían entre aquellos que
profetizarán. Señala un día cuando las mujeres, en números masivos, cruzarán el
globo anunciando las Buenas Nuevas.
Esta
promesa se empezó a cumplir en el primer siglo, CUANDO MUJERES INCLUYENDO A
Febe, Priscila, Junias y Ninfas (todas mencionadas en las epístolas de Pablo)
llevaron el Evangelio al imperio romano.
Se
cumplió en una manera todavía mayor en el segundo y tercer siglo, cuando
mujeres como Blandina y Perpetua fueron martirizadas por las autoridades
romanas por predicar el mensaje de que Cristo y no César, era el Señor de todo.
Y
Joel 2:28 se cumplió en una medida todavía mayor en el siglo 19, cuando un
ejército de mujeres europeas respondió a la Gran Comisión para llevar el
Evangelio a Asia y África.
¿Qué
hay de la época actual? Probablemente la promesa del profeta tendrá su
cumplimiento más significativo en nuestra generación, cuando mujeres de toda
región del mundo estén mejor equipadas y sean lanzadas a ministrar.
•
LA PROMESA DE "UNA GRANDE MULTITUD" DE MINISTRAS.
Salmos
68:11 dice: "El Señor daba palabra;
Había grande multitud de las que llevaban buenas nuevas". Sin embargo,
los eruditos reconocen que debería ser traducido de esta manera: "Dios dio la Palabra: las mujeres que
publican las nuevas son un ejército".
Una
vez más, tenemos una promesa del Antiguo Testamento, de que un día una gran
multitud de mujeres estará involucrada en la proclamación de la verdad de Dios.
Cuando se escribió este salmo, las mujeres eran compradas y vendidas como
propiedades y tratadas como animales. Sin embargo, el salmista, por la
inspiración del Espíritu Santo, vio un glorioso día por delante, cuando los
hombres y las mujeres juntamente fueron liberados a la libertad gloriosa de los
hijos de Dios, para que pudieran heredar Sus bendiciones de pacto y llevar Su
Evangelio alrededor del mundo.
Notemos
que este versículo dice que Dios da la Palabra. Esta multitud de ministras que
emergerá en los últimos tiempos NO serán enviadas por hombres o comisionadas
por su propio poder o habilidad.
No
van a salir para cumplir con su propia agenda, ni su ordenación será el
resultado de un movimiento social o político. Es una obra de Dios. Él abrirá
las puertas para ellas, y las enviará con Su poder.
Y
NINGÚN HOMBRE O TRADICIÓN RELIGIOSA PODRÁ SER CAPAZ DE DETENERLAS.
•
LA PROMESA DE LA VICTORIA DE LA "SIMIENTE" DE LA MUJER.
En
el relato de la caída del hombre en pecado, se nos dice que Dios maldijo a la
serpiente y luego le advirtió su destino final, el cual estaba curiosamente
enlazado con la mujer a quien el diablo había engañado.
Dios
le dijo a Satanás: "Y pondré
enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te
herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar" (Génesis 3:15).
Esta,
la primera profecía de la Biblia, representa la promesa gloriosa de que un día
vendría un Mesías a la tierra, nacido de una virgen, y despojaría al diablo de
todo su poder. Y como Dios planeaba usar a una frágil adolescente (la virgen
maría) para traer al Libertador prometido, la Biblia dice que se dirigiría una
hostilidad (enemistad) inusual contra la mujer por las fuerzas de Satanás. Ciertamente
esto ha sido el caso.
Desde
el huerto del Edén, Satanás ha tenido a las mujeres en la mira. En cada cultura
de este planeta han soportado opresión extraordinaria, injusticia y abuso. ¿Por
qué? Porque el diablo teme a lo que le podrían hacer. Si la virgen maría pudo
dar a luz a Jesucristo y destruir el reino de las tinieblas, ¿qué podría
hacerle un ejército de mujeres, bajo la sombra del milagroso poder del Espíritu
a sus fuerzas demoníacas en esta hora?
Las
mujeres son "las armas secretas de Dios". Satanás teme lo que las
mujeres le harán un día.
El
diablo sabe que Dios no miente; lo que Dios promete siempre se cumple.
Por eso Satanás ha
pasado siglos empequeñeciendo a las mujeres y tejiendo una maraña de mentiras
en una formidable red mundial de opresión para someterlas. Él sabe que cuando
las mujeres descubran quiénes son realmente, su reino maligno terminará
abruptamente. Él no puede darse el lujo de permitir que las mujeres caminen con
la cabeza levantada. Él necesita desesperadamente mantenerlas agachadas.
Este
es el "contragolpe" perfecto de Dios. La mujer que fue engañada por
el diablo un día será el instrumento en su derrota final. Posiblemente Dios ha
reservado a algunas mujeres para la última gran batalla contra el mal. La
Escritura es clara en que Jesús aplastó la cabeza de la serpiente. De la misma
forma, los ministerios que surjan en la Iglesia de los últimos tiempos van a
meterle una estaca a Satanás en la sien; así como lo hizo Jael cuando le metió
una estaca por la sien al comandante enemigo, Sísara (Jueces 4:22-23).
La
promesa de Dios es que las mujeres compartirán la victoria. NO van a observar la batalla desde la banca;
estarán activamente involucradas en este conflicto espiritual.
Así
que la recomendación para toda mujer que ha sido llamada al ejército del Señor
es:
¡NO
te rindas si sientes que has sido marginada o maltratada! Muchas mujeres han
pagado un precio más alto que tú en el pasado, y su ejemplo puede darte
esperanza.
Agárrate
de las promesas de la Palabra de Dios, y ora por coraje para vencer los
obstáculos que se levanten en tu camino. Y recuerda: tu enemigo es Satanás, no
los hombres, iglesias o denominaciones. No muestres otra cosa que no sea amor
hacia los hombres y mujeres que te resisten, y bendice a aquellos que mal
entiendan tu llamado. Confía en Dios, quien abrirá la puerta para ti en Su
tiempo.
¡Dios
les bendiga!
Tomado
del libro: 25 Preguntas Difíciles Sobre
las Mujeres y la iglesia
Autor: J. Lee Grady
Dios les bendiga. Orfilia Miranda Londoño