sábado, 2 de mayo de 2015

LAS MUJERES EN MINISTERIOS

Hoy quiero compartir con ustedes la historia de varias mujeres evangelizadoras, que contra toda adversida se lanzaron a las misiones.
Estas mujeres se lanzaron a la evangelización en contra de las circunstancias más adversas, movidas sólo por el celo del evangelio y la salvación de las almas.
***
*Durante siglos, lamentablemente, la mujer ha tenido que soportar todo tipo de prejuicios y de injusticia en la Iglesia. La verdad es que las mujeres de las generaciones anteriores enfrentaron obstáculos más difíciles; sin embargo, la oscuridad de sus circunstancias solo parecían darles más energía y coraje para seguir adelante.
 Desafiaron el sistema, y perseveraron; a menudo pagando un enorme precio. Algunas incluso dieron su vida.
Ellas mantuvieron su fe, así que, ¿por qué no habrían de hacerlo las mujeres cristianas de hoy? (Especialmente cuando la situación presente es mucho más fácil que lo que ellas enfrentaron). Pueden tomar como inspiración la vida de aquellas que han sido antes que nosotros.

La historia de la Iglesia está llena de mujeres valientes que se sostuvieron de la esperanza, aun cuando enfrentaban desafíos enormes. Por ejemplo: Una de las mujeres misioneras más valerosas que haya sido enviada por los Estados Unidos, Amanda Smith (1837 – 1915), una mujer afroamericana que nació siendo esclava en Maryland.

Las probabilidades se apilaron en su contra en todas las formas posibles: No tenía derechos civiles por su raza, además de ser mujer; sin embargo, sintió un fuerte llamado para predicar el Evangelio, aunque las denominaciones negras de su época no estaban abiertas a las ministras. Su vida casi fue arruinada por la pobreza, la injusticia social y dos matrimonios difíciles. Cuatro de sus cinco hijos murieron en la infancia. El desgaste emocional de tal pérdida probablemente hubiera detenido a la mayoría de nosotros de perseguir cualquier tipo de sueño.

Cuando Amanda se aventuró a la obra evangelizadora a tiempo completo, en 1870, tenía que complementar sus ingresos lavando y planchando ropa. Sin embargo, siguió creyendo que Dios la había llamado y su unción distintiva en el púlpito le abrió las puertas en las iglesias y reuniones en el campo.
Líderes cristianos notables de su época reconocían que tenía un don excepcional para predicar.
Con el tiempo, las oportunidades se abrieron para que ella pudiera llevar su mensaje de santidad a Inglaterra, y esto la llevó a viajes misioneros a India y Liberia, donde trabajó durante ocho años, antes de que la enfermedad la forzara a regresar a los Estados Unidos. Después de llegar a casa abrió el primer orfanato para niñas negras sin oportunidades, en el estado de Illinois.
La gente que se oponía al concepto de ordenar mujeres criticó a Amanda, aunque ella NUNCA buscó ser "ordenada". (Ella escribió en su autobiografía que de hecho, el ser ordenada, nunca pasó por su mente, porque ella creía que Dios la había ordenado cuando Él la llamó a predicar).

Amanda enfrentó constante oposición, tanto de los negros como de los blancos, quienes se referían a ella de una manera peyorativa como "la mujer predicadora". Cuando ella estaba hablando en Inglaterra, un grupo de "líderes" de los hermanos de Plymouth la siguieron por todos lados con el propósito de desacreditarla. Ella dijo de ese incidente: "La obra parecía ser bendecida señaladamente por Dios, pero los buenos hermanos de Plymouth no lo podían ver, porque yo era mujer; no porque yo era una mujer negra, sino porque era mujer (…) Trataron, con perseverancia, de que yo discutiera con ellos; pero siempre evité cualquier situación de ese tipo.
Los hermanos incluso lanzaron un ataque contra Amanda en los periódicos, y la bombardearon con cartas que contenían "textos de la Escritura (supuestamente) en contra de que las mujeres prediquen". Pero esos textos, tan a menudo mal empleados para apagar los dones espirituales de la mujer, no la detuvieron de aventurarse a Asia y África. Dios parecía pavimentar el camino delante de ella, confirmando sus mensajes y supliendo sus necesidades financieras.
Otra ministra valiente, quien venció altas probabilidades en su contra fue Mary McLeod Bethune (1875 – 1955), hija de unos esclavos de Carolina del Sur. Aprendió a leer en una escuela misionera, y con el tiempo obtuvo una beca para estudiar en el Moody Bible Institute (Instituto Bíblico Moody), en Chicago. Mientras fue estudiante allí, desarrolló un fuerte sentir de ser llamada al campo misionero, pero cuando solicitó una posición en África se le dijo por medio de una carta de rechazo: "No hay vacantes en África para misioneros negros".
Así que imaginemos el sentimiento de injusticia que seguramente experimentó; que le dijeran unos hombres blancos ¡que no estaba calificada para ser una misionera para ir con los de su propia raza! Mary nunca salió del país, pero fundó una escuela de misiones en Daytona Beach, Florida – y algunos de sus graduados sí fueron a África como ministros - . Mientras tanto, comenzó a ser conocida como una campeona contra la opresión, especialmente después de que confrontó a miembros del Ku Klux Klan local que habían planeado un ataque con el fin de evitar que los negros votaran. Su valentía le trajo tanta fama que Eleonor Roosevelt la asignó para dirigir una agencia federal.
Si leemos la historia de las misiones, no es posible ignorar las loables contribuciones que hicieron mujeres que se atrevieron a desafiar el "status quo". Enfrentaron enorme oposición; sin embargo, siguieron adelante, sembrando e ignorando a sus críticos. La misionera estadounidense Malla Moe (1863 – 1954), por ejemplo, sirvió en Sudáfrica durante sesenta y un años, trabajando para la Scandinavian Alliance Mission (Misión de la Liga Escandinava).
En el campo, ella predicó, discipuló a los nuevos creyentes y plantó iglesias; sin embargo, cuando visitaba a Noruega para reportar su trabajo, no se le permitía hablar. Los oficiales de la iglesia le recordaban que leyera las "instrucciones" de Pablo que hablan de que "la mujer debe permanecer en silencio en la iglesia.
¡Qué absurda humillación! Malla había establecido numerosas congregaciones, dirigía reuniones de adoración y trajo a cientos de hombres y mujeres a la fe en Cristo en otro continente, pero cuando pisaba el suelo de su iglesia madre se esperaba de ella que pusiera sus dones espirituales en un librero.
Esta doble moral todavía es común hoy en día. Tan irracional como suena, muchas iglesias les permiten a las mujeres participar a toda su capacidad en el ministerio en otras tierras, pero se espera que vivan con otro juego de reglas religiosas cuando regresen de licencia.
Esto es fariseísmo en la manera más terrible. Pero cualquier mujer que quiera ser usada por Dios debe prepararse para enfrentarse a los fariseos continuamente. Jesús dijo que seríamos perseguidos; y a menudo la peor persecución viene de la gente religiosa.
Lo que es admirable y sorprendente acerca de Amanda Smith, Mary McLeod Bethune y Malla Moe, es que no se rindieron cuando fueron confrontadas con prejuicio e injusticia. El Espíritu Santo les dio la gracia de perdonar y seguir empujando hacia delante.

Las mujeres en la Iglesia de hoy necesitan un fresco bautismo de esta tenacidad.
No deben rendirse. Abandonar la Iglesia no es una opción para nadie. Posiblemente exista desánimo, pero no hay que tirar la toalla y dejar de creer. Esto es lo que al diablo le encantaría que hicieran.
Sin importar cuántos obstáculos enfrenten o lo oscuras que las circunstancias parezcan, la fe va a hacer camino para una victoria a cada mujer cristiana que persevera.

El plan máximo de Dios es esparcir el Evangelio de Jesucristo a través de Su Iglesia, y Él NO tiene un "plan B", por si la Iglesia no cumple con su misión. Dios va a hacer cumplir Su voluntad, y se va a asegurar de que Su iglesia prevalezca antes del regreso de Cristo.
Toda mujer cristiana que siente el llamado de Dios al ministerio puede tener esperanza, porque hay promesas muy especiales en la Palabra de Dios acerca del papel de la mujer y de cómo será usada en los últimos días de la era de la Iglesia. Por ejemplo: • La promesa de las profetisas.
Mucho antes de que las mujeres adquirieran algún grado significativo de aceptación social o derechos civiles, el profeta Joel predijo un día en el cual, tanto hombres como mujeres hablarían de parte de Dios y llevarían Su unción. Esta promesa, registrada en el libro de Joel, fue repetida por el apóstol Pedro en su sermón evangelizador inaugural el día de Pentecostés. Esa promesa dice:
"Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días" (Joel 2:28-29).
Este era un concepto revolucionario en los días de Joel, Predecía un tiempo en el cual el espíritu de Dios no sería restringido a unos pocos. Señalaba la época de la Iglesia, cuando la Palabra del señor sería accesible para ricos y pobres, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, judíos y gentiles. Y menciona específicamente (dos veces) que las mujeres estarían entre aquellos que profetizarán. Señala un día cuando las mujeres, en números masivos, cruzarán el globo anunciando las Buenas Nuevas.

Esta promesa se empezó a cumplir en el primer siglo, CUANDO MUJERES INCLUYENDO A Febe, Priscila, Junias y Ninfas (todas mencionadas en las epístolas de Pablo) llevaron el Evangelio al imperio romano.
Se cumplió en una manera todavía mayor en el segundo y tercer siglo, cuando mujeres como Blandina y Perpetua fueron martirizadas por las autoridades romanas por predicar el mensaje de que Cristo y no César, era el Señor de todo.
Y Joel 2:28 se cumplió en una medida todavía mayor en el siglo 19, cuando un ejército de mujeres europeas respondió a la Gran Comisión para llevar el Evangelio a Asia y África.

¿Qué hay de la época actual? Probablemente la promesa del profeta tendrá su cumplimiento más significativo en nuestra generación, cuando mujeres de toda región del mundo estén mejor equipadas y sean lanzadas a ministrar.

• LA PROMESA DE "UNA GRANDE MULTITUD" DE MINISTRAS.
Salmos 68:11 dice: "El Señor daba palabra; Había grande multitud de las que llevaban buenas nuevas". Sin embargo, los eruditos reconocen que debería ser traducido de esta manera: "Dios dio la Palabra: las mujeres que publican las nuevas son un ejército".
Una vez más, tenemos una promesa del Antiguo Testamento, de que un día una gran multitud de mujeres estará involucrada en la proclamación de la verdad de Dios. Cuando se escribió este salmo, las mujeres eran compradas y vendidas como propiedades y tratadas como animales. Sin embargo, el salmista, por la inspiración del Espíritu Santo, vio un glorioso día por delante, cuando los hombres y las mujeres juntamente fueron liberados a la libertad gloriosa de los hijos de Dios, para que pudieran heredar Sus bendiciones de pacto y llevar Su Evangelio alrededor del mundo.
Notemos que este versículo dice que Dios da la Palabra. Esta multitud de ministras que emergerá en los últimos tiempos NO serán enviadas por hombres o comisionadas por su propio poder o habilidad.
No van a salir para cumplir con su propia agenda, ni su ordenación será el resultado de un movimiento social o político. Es una obra de Dios. Él abrirá las puertas para ellas, y las enviará con Su poder.
Y NINGÚN HOMBRE O TRADICIÓN RELIGIOSA PODRÁ SER CAPAZ DE DETENERLAS.

• LA PROMESA DE LA VICTORIA DE LA "SIMIENTE" DE LA MUJER.
En el relato de la caída del hombre en pecado, se nos dice que Dios maldijo a la serpiente y luego le advirtió su destino final, el cual estaba curiosamente enlazado con la mujer a quien el diablo había engañado.
Dios le dijo a Satanás: "Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar" (Génesis 3:15).
Esta, la primera profecía de la Biblia, representa la promesa gloriosa de que un día vendría un Mesías a la tierra, nacido de una virgen, y despojaría al diablo de todo su poder. Y como Dios planeaba usar a una frágil adolescente (la virgen maría) para traer al Libertador prometido, la Biblia dice que se dirigiría una hostilidad (enemistad) inusual contra la mujer por las fuerzas de Satanás. Ciertamente esto ha sido el caso.
Desde el huerto del Edén, Satanás ha tenido a las mujeres en la mira. En cada cultura de este planeta han soportado opresión extraordinaria, injusticia y abuso. ¿Por qué? Porque el diablo teme a lo que le podrían hacer. Si la virgen maría pudo dar a luz a Jesucristo y destruir el reino de las tinieblas, ¿qué podría hacerle un ejército de mujeres, bajo la sombra del milagroso poder del Espíritu a sus fuerzas demoníacas en esta hora?

Las mujeres son "las armas secretas de Dios". Satanás teme lo que las mujeres le harán un día.
El diablo sabe que Dios no miente; lo que Dios promete siempre se cumple.
Por eso Satanás ha pasado siglos empequeñeciendo a las mujeres y tejiendo una maraña de mentiras en una formidable red mundial de opresión para someterlas. Él sabe que cuando las mujeres descubran quiénes son realmente, su reino maligno terminará abruptamente. Él no puede darse el lujo de permitir que las mujeres caminen con la cabeza levantada. Él necesita desesperadamente mantenerlas agachadas.

Este es el "contragolpe" perfecto de Dios. La mujer que fue engañada por el diablo un día será el instrumento en su derrota final. Posiblemente Dios ha reservado a algunas mujeres para la última gran batalla contra el mal. La Escritura es clara en que Jesús aplastó la cabeza de la serpiente. De la misma forma, los ministerios que surjan en la Iglesia de los últimos tiempos van a meterle una estaca a Satanás en la sien; así como lo hizo Jael cuando le metió una estaca por la sien al comandante enemigo, Sísara (Jueces 4:22-23).

La promesa de Dios es que las mujeres compartirán la victoria. NO van a observar la batalla desde la banca; estarán activamente involucradas en este conflicto espiritual.
Así que la recomendación para toda mujer que ha sido llamada al ejército del Señor es:
¡NO te rindas si sientes que has sido marginada o maltratada! Muchas mujeres han pagado un precio más alto que tú en el pasado, y su ejemplo puede darte esperanza.
Agárrate de las promesas de la Palabra de Dios, y ora por coraje para vencer los obstáculos que se levanten en tu camino. Y recuerda: tu enemigo es Satanás, no los hombres, iglesias o denominaciones. No muestres otra cosa que no sea amor hacia los hombres y mujeres que te resisten, y bendice a aquellos que mal entiendan tu llamado. Confía en Dios, quien abrirá la puerta para ti en Su tiempo.

¡Dios les bendiga!

Tomado del libro: 25 Preguntas Difíciles Sobre las Mujeres y la iglesia

Autor: J. Lee Grady

Dios les bendiga. Orfilia Miranda Londoño

“EL TESTIMONIO DE VERDAD”

  “EL TESTIMONIO DE VERDAD” 1ª de Juan 1 y 2 Si examinamos cuidadosamente la vida de Jesús, encontramos que mucha gente le seguía y escu...