jueves, 14 de mayo de 2015

VIVIENDO POR LA FE

Cuando venimos a Cristo, enfrentamos la vida con sus vicisitudes desde otra perspectiva: la perspectiva de la fe.
 El no creyente se afana y lucha en la carne, confía en sus propias fuerzas y en sus conocimientos; y posiblemente obtendrá buenos resultados pero en ocasiones a un costo muy alto: Preocupaciones, temor, miedo al fracaso y a la pérdida, y todo esto se verá reflejado en muchas noches sin dormir.

Y no es que el creyente no tenga que enfrentar los mismos problemas de la vida diaria, sino que hace la diferencia en que no está luchando solo, tiene el respaldo y la ayuda de Dios.
La fe en Dios es confianza y seguridad a la hora de enfrentar las dificultades diarias.
Pablo que era un hombre de fe muy probada, llegó a exclamar: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Flp_4:13.
Esa es la vida de la fe: sentir que descansamos en Cristo, en su poder y en su gracia para vencer por muy difícil que sea la situación que estemos viviendo. En Cristo tenemos paz y confianza para enfrentarnos sin temor a los problemas.
Dios nos dice en Is. 41:10: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.”
Observe que dice: siempre, lo que significa que es todo el tiempo y en todas las situaciones; no es en unas sí, pero en otras no. No. Él dice siempre te ayudaré, siempre te sustentaré.

A partir de esta promesa tan poderosa, tenemos la certeza de que Dios estará siempre con nosotros, venga lo que venga. En esto radica la diferencia, en la actitud que se asuma frente al sufrimiento: cuando lo vivimos en la carne, en nuestras propias fuerzas, o cuando lo vivimos en la fe, fortalecidos y sustentados por el amor y la ayuda del Señor.
El creyente debe tener la confianza siempre en que Dios le dará las fuerzas; no desmayemos, él está a nuestro lado para ayudarnos y sostenernos. Ese es el amor compasivo de Dios nuestro Padre.
¿Por qué hemos de angustiarnos entonces, si hemos puesto nuestra confianza y seguridad en él?
Dios es el Fuerte que no se fatiga con cansancio como nosotros los seres humanos. Is. 40:28.

Y las promesas de ayuda no terminan aquí; veamos los versículos siguientes: Is. 40:29-31
El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas.
Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.”
Por eso Pablo no dudó en decir: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. Pablo vivió en esa promesa creyéndole a Dios y por eso pudo soportar hasta el final. Él sufrió persecuciones, calumnias, falsas acusaciones y la cárcel por causa de la fe, pero no desmayó porque su confianza estaba puesta en Dios, y no en las circunstancias ni en la justicia de los hombres. Él iba mirando adelante, hacia la meta, a recibir la corona de gloria. Pues, todos los trabajos y penalidades de la vida son temporales; toda preocupación y angustia terminan aquí, pero aun así, el Señor no nos deja solos en las dificultades de la vida diaria.

Las personas que se cargan de angustia y demasiadas preocupaciones por problemas sin solucionar; que piensan y piensan en un mismo asunto, sin encontrar salida, se exponen a enfermedades coronarias, embolias y hasta infartos al corazón, o pueden terminar con trastornos mentales, o caer en depresión y algunos hasta ven el suicidio como la única salida a los conflictos, ya sean familiares, laborales o económicos.

El señor no quiere esto para nosotros sus hijos; él quiere que vivamos quieta y sosegadamente, en paz y con gozo como personas redimidas, que pase lo que pase, viven con la mirada puesta en Jesús el autor de nuestra salvación, y con la esperanza de una patria mejor, la celestial.

Cuando en la cruz del calvario, el hombre que estaba crucificado al lado de Jesús le dijo: acuérdate de mí cuando estés en tu reino, Jesús le prometió llegar al Paraíso, pero no le eliminó el sufrimiento de la cruz. La presencia tan cercana a Jesús y su promesa de ir con él al Paraíso, lo llenó de esperanza y lo llevó a poner la mirada, ya no en el sufrimiento de la cruz, sino en la salvación que acababa de recibir. Dice la Palabra, que mientras el otro hombre blasfemaba en la cruz, este sufría pero con esperanza de vida eterna. Vemos dos situaciones iguales, pero con actitud diferente.

Como ya lo dijimos, en esto radica la diferencia entre la vida del hombre alejado de Dios, y la vida del creyente. Mientras en la vida sin Dios, el hombre está solo en sus luchas, el creyente tiene toda su confianza puesta en el Señor y vive en sus promesas. Por eso, enfrentando los mismos problemas o similares, tiene paz; se siete seguro y confiado porque tiene las promesas de ayuda poderosa de parte de Dios. Vive por la fe.

Cuando le entregamos a Dios el control de nuestras circunstancias, él se encarga de todas nuestra añadiduras: nos abre puertas que para otros no existen o están cerradas; nos puede sanar de la enfermedad, provee trabajo y sustento, etc.
Nos guarda de las preocupaciones dañinas: la desesperación no está con nosotros, ni el temor ni el miedo. Dios guarda nuestra mente de pensamientos tenebrosos durante la noche para que no nos perturben el sueño y podamos descansar adecuadamente, él guarda también nuestro corazón de temores y de toda angustia.
En general, el creyente tiene una actitud totalmente distinta ante los problemas que son comunes a todos los humanos, sabiendo que tenemos quien se encargue de ellos.
El creyente acude al Señor en oración y súplica confiado teniendo estas promesas: Fil.4:6-7 “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.
Jos. 1:5 “Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.” Es la promesa de Dios para los que le aman y le sirven.  

Jos. 1:7 “Solamente esfuérzate y sé muy valiente,…” Dios se hace cargo del creyente que le ama y le sirve, pero le pide también que sea valiente y esforzado, no un holgazán. Algunos creen que vivir en la fe, es no hacer nada y dejárselo todo a Dios. No. Dios sólo actúa en lo imposible; lo posible le toca a usted. Use sus capacidades y todos los recursos que él le da, esfuércese y sea valiente para encarar o enfrentar los retos que se le presenten diariamente, actuando siempre en el nombre del Señor con responsabilidad, pero dejándole a él los resultados finales, Jos. 1:9.
Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”.

Tampoco debemos olvidar, que muchas veces nuestros pensamientos y planes, no son los de Dios, ni Dios vive en el tiempo que  nosotros vivimos. Esto a veces es la causa de que muchos se desaniman y dejan las cosas a mitad de camino y se impacientan; hoy están arriba y mañana están abajo en la fe, como las olas.
Hay que confiar todo el tiempo, en oración y acción de gracias. Cuando en una situación así, no se ve la respuesta y entra el desánimo, busque fortaleza en la oración y la lectura de la Palabra, apóyese en las promesas del Señor y pida revelación. Ore con la Palabra recordándole a Dios las promesas, él es fiel. Si el Señor lo prometió, créale, él lo hará. Espere. Alguna cosa él va a hacer, quizás, no lo que usted quiere, cuando y como usted lo quiere, pero en todo caso será lo mejor para usted, desde el punto de vista de Dios, del propósito que él tiene para su vida.
Un padre o una madre, no le da el cuchillo al niño de dos años para que juegue por mucho que llore y se revuelque.
Recuerde: ahora Dios tiene el control de todas las cosas que usted le ha cedido y entregado, déjelo actuar.

A Josué Dios le entregó continuar con la misión de Moisés; era una misión compleja y difícil, y seguramente esto lo tenía muy preocupado, pero Dios lo llama y le dice que se arme de valor; que ponga todo su empeño y esfuerzo, que él no lo va a dejar solo, se va a encargar de que todo le salga bien; lo va a respaldar y a asistir a donde quiera que vaya.
Es una promesa de respaldo y ayuda extendida sin límite de tiempo, ni lugar, ni circunstancia. Jos. 1:5 “Nadie te podrá hacer frente en todos los días de tu vida; como estuve con Moisés, estaré contigo; no te dejaré, ni te desampararé.”
¡Tremendo compromiso el de Dios con Josué! ¡Ese es nuestro Dios! Josué hizo conforme el Señor le mandó y le obedeció en todo, nunca se apartó de sus mandamientos ni su ley; esa fue la única exigencia que Dios le hizo para mantenerle la promesa.
Jos. 1:7  “Solamente esfuérzate y sé muy valiente,…no te apartes de la ley ni a diestra ni a siniestra,  para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas. Jos 1:8  Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.”
En la obediencia irrestricta a Dios, radica la victoria. En la obediencia en fe.
Prosperar, aquí equivale a avanzar seguro con éxito en la misión, a ir por buen camino acertadamente, con sabiduría hasta el final, logrando y alcanzando el objetivo que nos habíamos propuesto.

Como conclusión, si somos personas redimidas que vivimos en fe, le creemos a Dios. Vivimos en sus promesas confiando en él.
En los momentos difíciles de duda o de desánimo, busquemos la fuerza y el consuelo en la oración y en su Palabra, y una vez obtenida la victoria, demos siempre gracias a Dios.

Fil.4:6-7 “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias.
Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” Amén.

Que el Señor les siga bendiciendo.
                                                                                     
Orfilia Miranda Londoño



sábado, 2 de mayo de 2015

LAS MUJERES EN MINISTERIOS

Hoy quiero compartir con ustedes la historia de varias mujeres evangelizadoras, que contra toda adversida se lanzaron a las misiones.
Estas mujeres se lanzaron a la evangelización en contra de las circunstancias más adversas, movidas sólo por el celo del evangelio y la salvación de las almas.
***
*Durante siglos, lamentablemente, la mujer ha tenido que soportar todo tipo de prejuicios y de injusticia en la Iglesia. La verdad es que las mujeres de las generaciones anteriores enfrentaron obstáculos más difíciles; sin embargo, la oscuridad de sus circunstancias solo parecían darles más energía y coraje para seguir adelante.
 Desafiaron el sistema, y perseveraron; a menudo pagando un enorme precio. Algunas incluso dieron su vida.
Ellas mantuvieron su fe, así que, ¿por qué no habrían de hacerlo las mujeres cristianas de hoy? (Especialmente cuando la situación presente es mucho más fácil que lo que ellas enfrentaron). Pueden tomar como inspiración la vida de aquellas que han sido antes que nosotros.

La historia de la Iglesia está llena de mujeres valientes que se sostuvieron de la esperanza, aun cuando enfrentaban desafíos enormes. Por ejemplo: Una de las mujeres misioneras más valerosas que haya sido enviada por los Estados Unidos, Amanda Smith (1837 – 1915), una mujer afroamericana que nació siendo esclava en Maryland.

Las probabilidades se apilaron en su contra en todas las formas posibles: No tenía derechos civiles por su raza, además de ser mujer; sin embargo, sintió un fuerte llamado para predicar el Evangelio, aunque las denominaciones negras de su época no estaban abiertas a las ministras. Su vida casi fue arruinada por la pobreza, la injusticia social y dos matrimonios difíciles. Cuatro de sus cinco hijos murieron en la infancia. El desgaste emocional de tal pérdida probablemente hubiera detenido a la mayoría de nosotros de perseguir cualquier tipo de sueño.

Cuando Amanda se aventuró a la obra evangelizadora a tiempo completo, en 1870, tenía que complementar sus ingresos lavando y planchando ropa. Sin embargo, siguió creyendo que Dios la había llamado y su unción distintiva en el púlpito le abrió las puertas en las iglesias y reuniones en el campo.
Líderes cristianos notables de su época reconocían que tenía un don excepcional para predicar.
Con el tiempo, las oportunidades se abrieron para que ella pudiera llevar su mensaje de santidad a Inglaterra, y esto la llevó a viajes misioneros a India y Liberia, donde trabajó durante ocho años, antes de que la enfermedad la forzara a regresar a los Estados Unidos. Después de llegar a casa abrió el primer orfanato para niñas negras sin oportunidades, en el estado de Illinois.
La gente que se oponía al concepto de ordenar mujeres criticó a Amanda, aunque ella NUNCA buscó ser "ordenada". (Ella escribió en su autobiografía que de hecho, el ser ordenada, nunca pasó por su mente, porque ella creía que Dios la había ordenado cuando Él la llamó a predicar).

Amanda enfrentó constante oposición, tanto de los negros como de los blancos, quienes se referían a ella de una manera peyorativa como "la mujer predicadora". Cuando ella estaba hablando en Inglaterra, un grupo de "líderes" de los hermanos de Plymouth la siguieron por todos lados con el propósito de desacreditarla. Ella dijo de ese incidente: "La obra parecía ser bendecida señaladamente por Dios, pero los buenos hermanos de Plymouth no lo podían ver, porque yo era mujer; no porque yo era una mujer negra, sino porque era mujer (…) Trataron, con perseverancia, de que yo discutiera con ellos; pero siempre evité cualquier situación de ese tipo.
Los hermanos incluso lanzaron un ataque contra Amanda en los periódicos, y la bombardearon con cartas que contenían "textos de la Escritura (supuestamente) en contra de que las mujeres prediquen". Pero esos textos, tan a menudo mal empleados para apagar los dones espirituales de la mujer, no la detuvieron de aventurarse a Asia y África. Dios parecía pavimentar el camino delante de ella, confirmando sus mensajes y supliendo sus necesidades financieras.
Otra ministra valiente, quien venció altas probabilidades en su contra fue Mary McLeod Bethune (1875 – 1955), hija de unos esclavos de Carolina del Sur. Aprendió a leer en una escuela misionera, y con el tiempo obtuvo una beca para estudiar en el Moody Bible Institute (Instituto Bíblico Moody), en Chicago. Mientras fue estudiante allí, desarrolló un fuerte sentir de ser llamada al campo misionero, pero cuando solicitó una posición en África se le dijo por medio de una carta de rechazo: "No hay vacantes en África para misioneros negros".
Así que imaginemos el sentimiento de injusticia que seguramente experimentó; que le dijeran unos hombres blancos ¡que no estaba calificada para ser una misionera para ir con los de su propia raza! Mary nunca salió del país, pero fundó una escuela de misiones en Daytona Beach, Florida – y algunos de sus graduados sí fueron a África como ministros - . Mientras tanto, comenzó a ser conocida como una campeona contra la opresión, especialmente después de que confrontó a miembros del Ku Klux Klan local que habían planeado un ataque con el fin de evitar que los negros votaran. Su valentía le trajo tanta fama que Eleonor Roosevelt la asignó para dirigir una agencia federal.
Si leemos la historia de las misiones, no es posible ignorar las loables contribuciones que hicieron mujeres que se atrevieron a desafiar el "status quo". Enfrentaron enorme oposición; sin embargo, siguieron adelante, sembrando e ignorando a sus críticos. La misionera estadounidense Malla Moe (1863 – 1954), por ejemplo, sirvió en Sudáfrica durante sesenta y un años, trabajando para la Scandinavian Alliance Mission (Misión de la Liga Escandinava).
En el campo, ella predicó, discipuló a los nuevos creyentes y plantó iglesias; sin embargo, cuando visitaba a Noruega para reportar su trabajo, no se le permitía hablar. Los oficiales de la iglesia le recordaban que leyera las "instrucciones" de Pablo que hablan de que "la mujer debe permanecer en silencio en la iglesia.
¡Qué absurda humillación! Malla había establecido numerosas congregaciones, dirigía reuniones de adoración y trajo a cientos de hombres y mujeres a la fe en Cristo en otro continente, pero cuando pisaba el suelo de su iglesia madre se esperaba de ella que pusiera sus dones espirituales en un librero.
Esta doble moral todavía es común hoy en día. Tan irracional como suena, muchas iglesias les permiten a las mujeres participar a toda su capacidad en el ministerio en otras tierras, pero se espera que vivan con otro juego de reglas religiosas cuando regresen de licencia.
Esto es fariseísmo en la manera más terrible. Pero cualquier mujer que quiera ser usada por Dios debe prepararse para enfrentarse a los fariseos continuamente. Jesús dijo que seríamos perseguidos; y a menudo la peor persecución viene de la gente religiosa.
Lo que es admirable y sorprendente acerca de Amanda Smith, Mary McLeod Bethune y Malla Moe, es que no se rindieron cuando fueron confrontadas con prejuicio e injusticia. El Espíritu Santo les dio la gracia de perdonar y seguir empujando hacia delante.

Las mujeres en la Iglesia de hoy necesitan un fresco bautismo de esta tenacidad.
No deben rendirse. Abandonar la Iglesia no es una opción para nadie. Posiblemente exista desánimo, pero no hay que tirar la toalla y dejar de creer. Esto es lo que al diablo le encantaría que hicieran.
Sin importar cuántos obstáculos enfrenten o lo oscuras que las circunstancias parezcan, la fe va a hacer camino para una victoria a cada mujer cristiana que persevera.

El plan máximo de Dios es esparcir el Evangelio de Jesucristo a través de Su Iglesia, y Él NO tiene un "plan B", por si la Iglesia no cumple con su misión. Dios va a hacer cumplir Su voluntad, y se va a asegurar de que Su iglesia prevalezca antes del regreso de Cristo.
Toda mujer cristiana que siente el llamado de Dios al ministerio puede tener esperanza, porque hay promesas muy especiales en la Palabra de Dios acerca del papel de la mujer y de cómo será usada en los últimos días de la era de la Iglesia. Por ejemplo: • La promesa de las profetisas.
Mucho antes de que las mujeres adquirieran algún grado significativo de aceptación social o derechos civiles, el profeta Joel predijo un día en el cual, tanto hombres como mujeres hablarían de parte de Dios y llevarían Su unción. Esta promesa, registrada en el libro de Joel, fue repetida por el apóstol Pedro en su sermón evangelizador inaugural el día de Pentecostés. Esa promesa dice:
"Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días" (Joel 2:28-29).
Este era un concepto revolucionario en los días de Joel, Predecía un tiempo en el cual el espíritu de Dios no sería restringido a unos pocos. Señalaba la época de la Iglesia, cuando la Palabra del señor sería accesible para ricos y pobres, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, judíos y gentiles. Y menciona específicamente (dos veces) que las mujeres estarían entre aquellos que profetizarán. Señala un día cuando las mujeres, en números masivos, cruzarán el globo anunciando las Buenas Nuevas.

Esta promesa se empezó a cumplir en el primer siglo, CUANDO MUJERES INCLUYENDO A Febe, Priscila, Junias y Ninfas (todas mencionadas en las epístolas de Pablo) llevaron el Evangelio al imperio romano.
Se cumplió en una manera todavía mayor en el segundo y tercer siglo, cuando mujeres como Blandina y Perpetua fueron martirizadas por las autoridades romanas por predicar el mensaje de que Cristo y no César, era el Señor de todo.
Y Joel 2:28 se cumplió en una medida todavía mayor en el siglo 19, cuando un ejército de mujeres europeas respondió a la Gran Comisión para llevar el Evangelio a Asia y África.

¿Qué hay de la época actual? Probablemente la promesa del profeta tendrá su cumplimiento más significativo en nuestra generación, cuando mujeres de toda región del mundo estén mejor equipadas y sean lanzadas a ministrar.

• LA PROMESA DE "UNA GRANDE MULTITUD" DE MINISTRAS.
Salmos 68:11 dice: "El Señor daba palabra; Había grande multitud de las que llevaban buenas nuevas". Sin embargo, los eruditos reconocen que debería ser traducido de esta manera: "Dios dio la Palabra: las mujeres que publican las nuevas son un ejército".
Una vez más, tenemos una promesa del Antiguo Testamento, de que un día una gran multitud de mujeres estará involucrada en la proclamación de la verdad de Dios. Cuando se escribió este salmo, las mujeres eran compradas y vendidas como propiedades y tratadas como animales. Sin embargo, el salmista, por la inspiración del Espíritu Santo, vio un glorioso día por delante, cuando los hombres y las mujeres juntamente fueron liberados a la libertad gloriosa de los hijos de Dios, para que pudieran heredar Sus bendiciones de pacto y llevar Su Evangelio alrededor del mundo.
Notemos que este versículo dice que Dios da la Palabra. Esta multitud de ministras que emergerá en los últimos tiempos NO serán enviadas por hombres o comisionadas por su propio poder o habilidad.
No van a salir para cumplir con su propia agenda, ni su ordenación será el resultado de un movimiento social o político. Es una obra de Dios. Él abrirá las puertas para ellas, y las enviará con Su poder.
Y NINGÚN HOMBRE O TRADICIÓN RELIGIOSA PODRÁ SER CAPAZ DE DETENERLAS.

• LA PROMESA DE LA VICTORIA DE LA "SIMIENTE" DE LA MUJER.
En el relato de la caída del hombre en pecado, se nos dice que Dios maldijo a la serpiente y luego le advirtió su destino final, el cual estaba curiosamente enlazado con la mujer a quien el diablo había engañado.
Dios le dijo a Satanás: "Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar" (Génesis 3:15).
Esta, la primera profecía de la Biblia, representa la promesa gloriosa de que un día vendría un Mesías a la tierra, nacido de una virgen, y despojaría al diablo de todo su poder. Y como Dios planeaba usar a una frágil adolescente (la virgen maría) para traer al Libertador prometido, la Biblia dice que se dirigiría una hostilidad (enemistad) inusual contra la mujer por las fuerzas de Satanás. Ciertamente esto ha sido el caso.
Desde el huerto del Edén, Satanás ha tenido a las mujeres en la mira. En cada cultura de este planeta han soportado opresión extraordinaria, injusticia y abuso. ¿Por qué? Porque el diablo teme a lo que le podrían hacer. Si la virgen maría pudo dar a luz a Jesucristo y destruir el reino de las tinieblas, ¿qué podría hacerle un ejército de mujeres, bajo la sombra del milagroso poder del Espíritu a sus fuerzas demoníacas en esta hora?

Las mujeres son "las armas secretas de Dios". Satanás teme lo que las mujeres le harán un día.
El diablo sabe que Dios no miente; lo que Dios promete siempre se cumple.
Por eso Satanás ha pasado siglos empequeñeciendo a las mujeres y tejiendo una maraña de mentiras en una formidable red mundial de opresión para someterlas. Él sabe que cuando las mujeres descubran quiénes son realmente, su reino maligno terminará abruptamente. Él no puede darse el lujo de permitir que las mujeres caminen con la cabeza levantada. Él necesita desesperadamente mantenerlas agachadas.

Este es el "contragolpe" perfecto de Dios. La mujer que fue engañada por el diablo un día será el instrumento en su derrota final. Posiblemente Dios ha reservado a algunas mujeres para la última gran batalla contra el mal. La Escritura es clara en que Jesús aplastó la cabeza de la serpiente. De la misma forma, los ministerios que surjan en la Iglesia de los últimos tiempos van a meterle una estaca a Satanás en la sien; así como lo hizo Jael cuando le metió una estaca por la sien al comandante enemigo, Sísara (Jueces 4:22-23).

La promesa de Dios es que las mujeres compartirán la victoria. NO van a observar la batalla desde la banca; estarán activamente involucradas en este conflicto espiritual.
Así que la recomendación para toda mujer que ha sido llamada al ejército del Señor es:
¡NO te rindas si sientes que has sido marginada o maltratada! Muchas mujeres han pagado un precio más alto que tú en el pasado, y su ejemplo puede darte esperanza.
Agárrate de las promesas de la Palabra de Dios, y ora por coraje para vencer los obstáculos que se levanten en tu camino. Y recuerda: tu enemigo es Satanás, no los hombres, iglesias o denominaciones. No muestres otra cosa que no sea amor hacia los hombres y mujeres que te resisten, y bendice a aquellos que mal entiendan tu llamado. Confía en Dios, quien abrirá la puerta para ti en Su tiempo.

¡Dios les bendiga!

Tomado del libro: 25 Preguntas Difíciles Sobre las Mujeres y la iglesia

Autor: J. Lee Grady

Dios les bendiga. Orfilia Miranda Londoño

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