“Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de
vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su
nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y
dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.” Éxodo 3:13-14.
En nuestro castellano conjugamos: yo soy, tú eres, él
es; pero esto no nos identifica y es necesario tener un nombre y un apellido
para identificarnos los unos de los otros, y además, necesitamos un documento
para probar nuestra identidad.
Sólo Dios puede decir con toda propiedad: “YO
SOY EL QUE SOY.” El gran Yo Soy, el creador del cielo y de la tierra, del
universo, nuestro creador. “Antes de mí
no ha habido otro dios, ni lo habrá jamás.” dice el Señor, Is.43:10.
El subsiste por sí mismo; El no
necesita de nosotros, nos creó para gloria suya y por amor de su nombre, para
que le alabemos y le adoremos, Is.43:7.
Con nosotros y sin nosotros, Dios es Dios; lo es desde siempre; él es eterno, glorioso,
soberano y absoluto en sí mismo; es
sabio, omnisciente, omnipotente, omnipresente y verás.
En su naturaleza misma, él es amor y justicia. Y siendo Dios justo, no puede aceptar el pecado por pequeño que sea; por eso él aborrece al pecador, al que hace iniquidad: Sal. 5:5. Y porque él es Santo y no se complace en la maldad, los malos no estarán delante de él. Sal. 5:4. Solo Él es digno de adoración, gloria y alabanza. A él sea la honra por los siglos.
En su naturaleza misma, él es amor y justicia. Y siendo Dios justo, no puede aceptar el pecado por pequeño que sea; por eso él aborrece al pecador, al que hace iniquidad: Sal. 5:5. Y porque él es Santo y no se complace en la maldad, los malos no estarán delante de él. Sal. 5:4. Solo Él es digno de adoración, gloria y alabanza. A él sea la honra por los siglos.
Sólo Dios puede hacer tan grande afirmación: Yo Soy Dios. El Dios de todos los
tiempos. El que ha sido siempre, el que es y el que será. El que no tiene principio
ni fin. Él es el Dios de Israel, de Abraham, de Isaac y de Jacob. El Dios que
no cambia, Dios eterno, poderoso, misericordioso, nuestro Dios.
Es tres veces SANTO; y nada que no sea puro ni santo puede estar en su presencia.
Es tres veces SANTO; y nada que no sea puro ni santo puede estar en su presencia.
Mientras que Moisés dice: ¿Quién soy yo, para que vaya a
Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? Moisés se siente indigno e
insignificante delante de Dios, y sin autoridad alguna. ¿A razón de qué, le voy
a dar la órden al Faraón para que deje salir al pueblo, y con qué autoridad le voy a
ordenar al pueblo que salga de Egipto? ¿Por qué? ¿Qué digo? ¿Quién lo dijo? ¿Quién
me envía? Si me preguntan cuál es tu nombre, ¿qué les diré?
Moisés no lo veía tan simple. Era una misión delicada,
riesgosa y difícil.
Pero la respuesta de Dios es contundente, en presente
y afirmativo:
“YO SOY EL QUE SOY.” Con esta respuesta, Moisés queda
desarmado, ya no tiene más preguntas, pues, ya no tiene duda de quién es el que le habla y le envía a tan
difícil misión.
Muchas veces el hombre tiene dudas sobre su identidad,
no sabe quién es, de dónde viene, ni cuál es su destino. No tiene clara su misión
en la tierra y menos, cómo será la eternidad. Pero Cristo el Señor, Dios
hecho hombre, viene a la tierra con la misma autoridad del Padre, para darle una respuesta de esperanza al hombre, afirmándonos
quien es El y a qué ha venido.
En el Evangelio de Juan, encontramos varias de estas
afirmaciones: YO SOY.
Jn. 6:35: “ Yo soy el pan de vida; el
que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.”
Jn. 6:51:“Yo soy el pan vivo” el alimento que nos da la vida eterna.
Jn. 15:1: “Yo soy la vid verdadera;” nosotros
los pámpanos. Dios nos limpia a través de la sangre de Cristo para que demos
fruto, y permanezcamos en él.
Jn. 8:12: “Yo soy la luz del mundo” que nos
disipa las tinieblas.
Jn. 14:6: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida;”
Jn. 10:11: “Yo soy el buen Pastor” que da la vida por nosotros.
Jn.10:9: “Yo
soy la puerta;” solo por esta puerta, se entra a la salvación.
Jn. 11:25: “Yo soy la resurrección y la vida;”
Es de observar, que Jesús no dijo que él era
“una” de muchas puertas que conducen al redil, así como tampoco hay más caminos
para llegar al Padre.
Si queremos ser salvos tenemos que entrar por
esa única puerta, que es Jesús, es decir, tenemos que creer en él y en su palabra
cuando dice: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie llega al Padre sino por
mí» Jn. 14:6.
Jesús no dice aquí, que es un camino para llegar al
Padre. Para él no hay más caminos, dijo que hay uno solo y Él es ese único camino. Asimismo,
afirmó que es la resurrección y la vida eterna, para todo aquel que crea que él es el Hijo de Dios que vino a salvarnos.
Caminemos en
pos de Cristo haciendo la voluntad del Padre, en santidad, aborreciendo todo pecado.
Es una mentira creer que Dios no tiene en cuenta los pecados pequeños, y que el infierno está reservado sólo para la “gente demasiado mala.” Todo pecado nos aparta de Dios, por pequeño que éste sea. Por cuanto todos pecamos, estamos destituidos de la gloria de Dios. Rom. 3:23.
Es una mentira creer que Dios no tiene en cuenta los pecados pequeños, y que el infierno está reservado sólo para la “gente demasiado mala.” Todo pecado nos aparta de Dios, por pequeño que éste sea. Por cuanto todos pecamos, estamos destituidos de la gloria de Dios. Rom. 3:23.
Ninguno es lo suficientemente “bueno” para ir
al cielo por sí mismo. Dios que es santo, y que no puede mirar al pecador,
porque le abomina la maldad, envió a su Hijo Jesucristo a rescatarnos de la
muerte y de la condenación eterna con su muerte y resurrección y le dio toda autoridad en el cielo y en la
tierra.
Con esa autoridad es que Jesús dice, en primera persona, en afirmativo
y en presente:
!!YO SOY EL CAMINO, Y LA VERDAD Y LA VIDA; NADIE VIENE AL PADRE, SINO POR MI.!!
¡Bendiciones! Orfilia Miranda L.