sábado, 5 de mayo de 2012

IMPORTANCIA DEL DISCIPULADO

El discipulado es la instrucción y el seguimiento o acompañamiento que se le hace a los nuevos creyentes o recién convertidos al Señor.
No es suficiente, con que una persona venga a los pies de Cristo y haga la oración de fe, si esa fe no es alimentada con la Palabra. 
Es necesario echar fundamentos doctrinales sólidos sobre los cuales se siga construyendo la vida espiritual del nuevo creyente en Cristo. 1ª Cor. 3:11.  
Sin discipulado, el nuevo creyente queda a merced de cualquier viento de doctrina, y puede caer fácilmente en error por falta de instrucción, o rápidamente se enfría, se debilita y muere, como en el caso de la semilla, a la que hace referencia el evangelio de Lucas 8:11-14, en la parábola del sembrador.

Por lo tanto, es deber de la iglesia, cuidar del nuevo recién nacido en la fe, y alimentarlo con la leche no adulterada de la sana doctrina para asegurarle un crecimiento sano y un desarrollo fuerte en la fe.
El entusiasmo, la emoción y el fervor del primer momento de su conversión, pueden pasar pronto y quedar el nuevo creyente sin bases y sin armas para defenderse de los ataques del enemigo, que a partir de aquí, va a luchar por todos los medios para devolverlo al mundo y al pecado. De aquí la importancia de que el nuevo creyente comience a ser discipulado con fundamentos sólidos inmediatamente después de su conversión. 

Hoy la mayoría de las iglesias se están preocupando más por la cantidad, que por la calidad de sus miembros; las iglesias están creciendo vertiginosamente a lo ancho y no hacia arriba como debe ser. 
En las iglesias abunda la gente sin formación doctrinal, que solo andan buscando emociones y milagros, pero en lo que menos están interesados es en buscar al Señor y hacer un verdadero cambio de vida.

Encontramos hoy en las iglesias a muchas personas confundidas con diversas doctrinas, que no distinguen entre el bien y el mal, que desconocen la sana doctrina porque nuca han recibido un discipulado serio basado en la verdadera Palabra de Dios.

El Discipulado, además de formar a los nuevos creyentes, es necesario para afianzar los fundamentos  doctrinales de los creyentes más maduros que los capacite para el servicio y para ejercer el ministerio al que el Señor los ha llamado.
Podemos tener muchos ministerios, pero si no estamos bien formados en la Palabra, se pude hacer más daño que bien en la iglesia con ellos. Y lamentablemente, hoy, muchos cristianos andan buscando los dones y no al Señor de los dones; andan buscando la bendición pero no al Señor que bendice. 
Están confundidos con doctrinas de demonios que abundan en este tiempo, por desconocimiento de la Palabra. En Os.4:6, dice el Señor: “Mi pueblo pereció por falta de conocimiento”.

En las congregaciones se deben formar equipos de servidores con una doctrina sólida, personas de oración y de buen testimonio para que se encarguen de discipular a los nuevos creyentes, y así apoyar a los pastores. Asimismo, las responsabilidades ministeriales deben ser asumidas solamente por hermanos que hayan sido bien discipulados. Una persona enseñada con error, va enseñar error.

Los discipulados en la iglesia deben ser permanentes y por niveles para toda la iglesia. Esto fue lo que hizo Jesús, él formó a doce hombres y luego los envió a hacer nuevos discípulos. De otro modo, no habrá crecimiento espiritual, y sin formación tampoco podemos servir bien al Señor y a la iglesia.

Hoy vemos en las congregaciones a muchas personas que van a la iglesia pero no han hecho una conversión genuina. Viven un cristianismo tibio, acomodado, sin renunciar a los vicios y pecados de la vida pasada. No dudamos que sean muy buenas personas en lo natural, pero no viven conforme a la nueva vida del Espíritu Santo. Es decir, se han acomodado en la iglesia con todo lo que traían del mundo, y en nada se distinguen de los no creyentes, de los impíos de afuera.

Vemos “líderes de mucho prestigio” con sus hogares deshechos, que todavía ultrajan, humillan y golpean a la esposa. Parejas en unión libre, de años congregándose, y que no creían ni sabían que estaban en fornicación o adulterio, porque son de “mente abierta” y al pecado ya no se le llama por su nombre. 
Cuando venimos a los pies de Cristo, debemos venir dispuestos a dejar el pecado y a iniciar un proceso de cambio, a dejarnos transformar por el Espíritu Santo; pero pasan los años y algunos se van quedando, no avanzan, no muestran frutos ni vida de testimonio. Asimismo, vemos en la iglesia del Señor, hermanos con ministerios y liderazgo, que no se sujetan a los principios evangélicos. Hermanos que todavía usan vocabulario sucio, son deshonestos en los negocios y en el trabajo secular, mentirosos, que más bien son un descrédito para el evangelio porque desconocen los valores cristianos, por falta de discipulado.
Una iglesia que no discípula a sus congregados, tiene cristianos desnutridos y con SÍNDROME DE ENANISMO ESPIRITUAL, y cualquier prueba o dificultad los desanima y fácilmente son arrastrados por falsas doctrinas, por falta de fundamentos bíblicos.  
Sin discipulado, un creyente puede tener muy buena voluntad, pero no es apto ni está capacitado para ningún servicio ni ministerio en la iglesia; no entiende lo que es el compromiso con el Señor y con la Iglesia.
Amado lector, si usted nunca ha sido discipulado, y quiere crecer en la fe, pídalo al pastor y a los servidores de la iglesia, ore y lea la Palabra diariamente pidiendo al Señor entendimiento. 
                                        Bendiciones.              Orfilia Miranda Londoño                                                                                                                                                    

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