sábado, 5 de mayo de 2012

CRECIENDO EN JESUCRISTO

Continuando con el estudio de Vida nueva en el Espíritu, vimos cómo permanecer y perseverar en Cristo. Pero además de permanecer y perseverar en el Señor, debemos también CRECER en JESUCRISTO. Y para que haya crecimiento, tiene que haberse dado primero un nacimiento. 

Cuando en un hogar nace un niño, toda la familia se alegra y se regocija por el nuevo nacimiento. Así mismo, cuando nace una nueva persona en Cristo, es motivo de alegría para la iglesia. Y es motivo de alegría y gozo, porque es una persona que pasó de las tinieblas a la luz, y de la muerte eterna a vida eterna; pasó del reino de Satanás al reino de Dios. Y dice la Palabra en Lucas 15: 7, quetambién “en el cielo hay gozo por un pecador que se arrepiente;” y allí mismo en el v.10, dice que “hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente”. Y sigue diciendo en los versos 23 y 24: “Hagamos fiesta porque este hijo estaba muerto y ha revivido; se había perdido y es hallado.” Ciertamente, estaba perdido y le fue arrebatado al enemigo.

Pero el recién convertido no puede quedarse aquí en esta primera etapa, puesto que, la conversión es sólo el comienzo de todo un proceso de crecimiento espiritual; y así como el recién nacido, debe ser alimentado con leche materna, también el recién convertido debe “desear como niño recién nacido, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezca para salvación”1ª Ped.2:2.
Jesús mismo, siendo Dios, al tomar la naturaleza humana, se sometió a los procesos normales de crecimiento y desarrollo físico-intelecto-espiritual, y social, esto lo expresa muy bien la Escritura en Luc.2:40 y Luc.2:52:“Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre el.” "Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, para con Dios y los hombres.” 
Es así, como en su infancia, Jesús es presentado en el templo y circuncidado a los ocho días de nacido según la ley judía; se sometió a sus padres y fue instruido en la ley y asistió a la Sinagoga como los judíos.

Los creyentes también, debemos someternos a los procesos de crecimiento espiritual, “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;”Ef.4:13.
Para Crecer en Jesucristo, hay que aprovechar todos los medios disponibles en la iglesia para la formación espiritual, que nos lleve a un mejor conocimiento del Señor Jesucristo, y al desarrollo de una fe madura, sometiéndonos a la acción renovadora del Espíritu Santo.
Además de la formación doctrinal que le ofrezca la iglesia, el creyente, debe de buscar diariamente en la oración y la lectura de la Palabra, el soporte y alimento imprescindibles para la vida espiritual del creyente que quiere estar en continuo crecimiento hasta alcanzar la vida de plenitud en Cristo, la cual tiene su total culminación ya en la presencia del Señor. Lo que significa que durante toda su vida, el cristiano tiene que caminar hacia la meta de la perfección. 
Entendemos que esto no es fácil, porque tenemos que seguir luchando contra nuestra propia naturaleza humana inclinada al mal, pero debemos tener fe y confianza en el que venció; en el que tiene toda autoridad y poder: ¡en Cristo! ¡El Cristo que se levantó de entre los muertos; aquel que la tumba no pudo retener porque venció la muerte con poder y vive para siempre a la diestra del Padre!

Recordemos que cuando Pablo le pide al Señor que lo libre del aguijón de la carne,él le dice: “Bástate mi gracia”.2ª Cor.12:7-9. Más adelante en Fil. 4:13, Pablo afirma: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Pablo había aprendido a confiar sus flaquezas al que es Todopoderoso: el Señor. Es una promesa, que en el Señor, lo imposible es posible.

No es, pues, comprensible ni aceptable, que un creyente lleve varios años en una congregación sin que se produzca crecimiento espiritual y que su vida no esté siendo transformada. 
Entendemos que por lo general, la transformación es progresiva, pero tiene que manifestarse, tiene que irse notando el cambio en la vida del nuevo creyente en la medida que va siendo formado en la doctrina cristiana. 
Por el contrario, si este cambio no empieza a darse, podemos deducir o pensar, que estos nuevos creyentes no están recibiendo en la iglesia el alimento doctrinal adecuado para su crecimiento espiritual y se están quedando desnutridos espiritualmente, o quizás no han hecho una conversión genuina y no han entregado todas las áreas de su vida al Señor.
Los creyentes sin crecimiento espiritual producen estancamiento en las congregaciones y se constituyen en anti testimonio para los nuevos creyentes que llegan a estas iglesias; pues con esta actitud están negando el poder renovador y transformador del Espíritu Santo en su iglesia. 

Para los creyentes debe quedar muy claro, que estamos en un combate espiritual permanente contra Satanás y sus ángeles, que luchan permanentemente por todos los medios para apartarnos de Cristo. Desde el momento en que usted, amado lector, toma la decisión de seguir a Cristo, Satanás se declara en guerra abierta contra usted. No pensemos que por habernos convertido y haber aceptado al Señor, ya se nos acabaron las tentaciones y los problemas. ¡No! ¡Los que así piensan están equivocados! ¡Es aquí cuando empieza la batalla! Ef.6:12.
Hay creyentes que creen que ignorando al enemigo, este no se mete más con nosotros y no nos hará ningún daño. No es así; olvidan que la misma Palabra de Dios, nos insta a estar alerta ante este peligro constante, en 1ª de Pedro 5:8, “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente anda alrededor buscando a quién devorar.” 
Debemos estar alerta, el enemigo no va a descansar y nos estará tendiendo lazo en todo momento para que caigamos de nuevo en el pecado y nos desanimemos; pero el Señor nos dice en Stg. 4: 7, “Sométanse a Dios, y resistan al diablo y el huirá de ustedes”. Al enemigo hay que resistirlo con la oración y la Palabra. Ef. 6: 11-18, nos recomienda estar vestidos con la armadura de Dios, con la espada en la mano y firmes en la fe, listos para luchar contra el enemigo, para que este no nos sorprenda. Pero esto no nos debe producir temor, porque  recordemos que “Mayor es el que está con nosotros, que el que está en el mundo1ª Jn.4:4. 
Así que, en la medida que leemos la Palabra y dedicamos tiempo diario a la oración, nos fortalecemos espiritualmente contra el enemigo y crecemos en la gracia y el conocimiento de Cristo. 2ª de Pedro 3:18.
Como lo vimos ya en el mensaje sobre “Permanecer y Perseverar en Cristo,” aquí vuelvo a insistir en que la vida cristiana debe descansar sobre cuatro pilares fundamentales de oración, palabra, santidad y congregación. Si procuramos mantenernos sobre estas cuatro bases, o pilares, pronto veremos los resultados del crecimiento espiritual en Jesucristo.

Es importante que veamos algunas características que tenían los primeros cristianos en Hechos 2:42- 47:
*Perseverancia.
*La enseñanza era básica para ellos.
*Unidad entre ellos.
*Permanente comunión con Dios por medio de la oración.
*Compartían con alegría y sencillez de corazón, entre otras.
Dentro de estas características se destacan la fidelidad a Dios y la unidad con que vivían y hacían todas las cosas.
El congregarse era una necesidad para los primeros creyentes en los comienzos de la iglesia. El reunirse a orar y a alabar a Dios y el estudio asiduo de la palabra, los fortalecía contra los embates del enemigo y les permitía un crecimiento espiritual que los capacitaba para cumplir la misión que les había sido encomendada: llevar el Evangelio a todas las naciones.

El Espíritu Santo es pues, el que forma la Iglesia con los convertidos; los santifica y los perfecciona; los asiste y les da los dones espirituales para su edificación y crecimiento y para que den frutos de santidad.
Si una congregación se estanca en el crecimiento espiritual, y los creyentes no dan buenos frutos de santidad, ni dentro ni afuera de la congregación, es porque no hay actuar del Espíritu Santo en sus vidas; y tenemos que decir que ésta congregación está mal; está grave en “cuidados intensivos” y que necesita con urgencia de la presencia del Espíritu Santo. Pues, como ya lo hemos dicho varias veces, el Espíritu Santo es la vida de la iglesia; es el manantial de agua viva para el creyente; es para la vida espiritual del creyente como el agua a las plantas; una planta sin agua, se marchita y muere. Un cristiano sin la unción y el poder del Espíritu Santo, espiritualmente esta muerto. Está seco. Es un creyente que “va a la iglesia pero está muy lejos de tener una vida abundante y con propósito conforme a la voluntad de Dios.
Les invito mis amados lectores, en el amor de Cristo el Señor, a revisar el crecimiento en la vida espiritual personal. La vida en el Espíritu, va más allá de las emociones y los sentimientos puramente humanos; estos son importantes, pero no debemos depender de ellos sino de la fe madura y profunda en Cristo. Pues, en los momentos difíciles de la prueba, la fe es la que nos sostiene para mantener la mirada en Cristo y no en las circunstancias que nos rodean.
No olvidemos entonces, que es del Espíritu Santo que recibimos el poder y la unción para CRECER EN JESUCRISTO.  Bendiciones.         
                                                           Orfilia Miranda L.
 

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