miércoles, 8 de octubre de 2014

La confianza en Dios destierra el miedo de nosotros



En un momento de crisis para la nación de Judá, por la amenaza de un poderoso ejército enemigo, todo el pueblo está delante de Dios clamando, impotente sin saber qué hacer.  
Sólo les queda confiar y esperar en Dios, pues, era un ejército muy grande el que venía contra ellos.
Dios escuchó la súplica y usó a una persona simple y corriente para entregarles un mensaje de paz y esperanza.
Esta persona simple y corriente fue Jahaziel, un levita, descendiente de los hijos de Asaf, uno de los músicos, puestos por David a cargo de la alabanza en el templo.
Y dijo: Oíd, Judá todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat.
 Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande; porque no es vuestra la guerra, sino de Dios. Mañana descenderéis contra ellos; he aquí que ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis junto al arroyo, antes del desierto de Jeruel. No habrá para qué peleéis vosotros en este caso: paraos, estad quedos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, que Jehová estará con vosotros”. 2ª de Crónicas 20:15-17

Este es un poderoso mensaje de confianza para el pueblo de Israel:
Lo primero es que el pueblo en general y el rey en particular, debían despojarse del miedo que les había invadido al ver la magnitud del ejército enemigo.

Segundo: la victoria sobre cualquier enemigo, problema o crisis, lo que sea, comienza cuando usted hace a un lado el miedo y el temor. Lo peor que podemos hacer es mostrarle miedo al enemigo.

Todos en un momento dado tenemos miedos y temores de distinta índole: para algunos tal vez su enemigo sea una crisis financiera, un matrimonio al borde del derrumbe, una enfermedad grave o incurable, la soledad, el desempleo, la pobreza, un hijo en vicios,… cualquier cosa que sea, rechacemos el temor y avivemos nuestra fe y confianza. ¡Dios sabe lo que hace! Él nunca pierde el control de ninguna situación por difícil que esta sea.
¡Entendamos y reconozcamos que la batalla no es nuestra; la batalla es de Dios!

Muchas veces no podemos librarnos del temor ante las situaciones complejas de la vida, porque para la solución del problema ponemos la mirada en nosotros mismos, en nuestras capacidades o en los hombres; así será imposible librarnos de nuestros temores y siempre vamos a vivir acosados por ellos. Miremos lo que dice Jer.17:5-6:Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo,  y su corazón se aparta de Jehová…” Pero si seguimos leyendo allí mismo, dice: “Bendito el varón que confía en Jehová,  y cuya confianza es Jehová...”Jer.17:7-8.
Aquí está la clave para desterrar el temor y el miedo de nuestra vida. Esto es justamente lo que Dios quiso comunicar a su pueblo cuando enfrentó a un enemigo extremadamente poderoso. Hablando en nombre de Dios, Jahaziel dijo: Porque no es vuestra la guerra sino de Dios.
El enemigo estaba en contra del pueblo escogido de Dios, pero en el fondo todos los ataques estaban dirigidos contra Dios.
Cuando Luzbel, el ángel de perfecta hermosura se llenó de orgullo y se rebeló contra Dios, no dijo: Quiero ser semejante a algún ser humano, a algún hombre en especial. No. El dijo: Quiero ser semejante al Altísimo, a Dios mismo. Isa 14:14.
Cuando Satanás luchaba contra el Señor Jesucristo, en el huerto de Getsemaní y más tarde en la cruz del Calvario, Cristo no era el blanco de Satanás, porque Cristo como hombre vivía en santidad. Cristo fue el blanco de Satanás porque Cristo era Dios.
Por esto, es indispensable que cada vez que enfrentemos nuestras batallas contra el diablo, recordemos las palabras de Jahaziel, él quería que toda la gente de Judá y su rey recordaran todo el  tiempo esto: ¡La guerra no es nuestra sino de Dios!

Cuando las tribus hostiles querían impedir a Nehemías continuar la reconstrucción de los muros de Jerusalén, Nehemías dijo a los obreros: 4:20En el lugar donde oyereis el sonido de la trompeta, reuníos allí con nosotros; nuestro Dios peleará por nosotros.”
Cuando el rey Asirio Senaquerib marchó en contra del rey Ezequías y las ciudades de Judá, el rey Judío animó a su pueblo con estas palabras que leemos en 2Cr.32:7-8: “Esforzaos y animaos; no tengáis miedo, no temáis…” Y el pueblo tuvo confianza en las palabras de Ezequías rey de Judá.
Y Josué también lo entendió muy bien: Jos.23:3. Hubo un día cuando el sol se detuvo para permitir que Israel derrotara totalmente a sus enemigos. En esa ocasión, Josué le recordó al ejército de Israel que su victoria no había sido simplemente porque tuvieron más horas de luz diurna, sino porque Jehová estaba peleando por ellos. Jos. 10:14. La gloria sea para el Señor siempre.

No es fácil mantener la cabeza fría y el testimonio intachable cuando estamos bajo las presiones en el trabajo. Luchar contra la enfermedad y las presiones económicas puede ser muy descorazonador. Pero allí es cuando debemos recordar las palabras de Jahaziel a Josafat y al pueblo de Judá: ¡La batalla no es nuestra sino de Jehová! Dejémosla en sus manos.
Moisés animó a los Israelitas en cuanto a la peligrosidad de los enemigos que iban a encontrar en la tierra prometida: “No los temáis; porque Jehová vuestro Dios, él es el que pelea por vosotros.” Dt.3:22.
David también se armó de valor, haciendo a un lado el temor y venció al gigante. 1ª Sam. 17. Él iba en el nombre de Dios.

A pesar de los muchos problemas, no nos desanimemos, cobremos fuerza en las mismas palabras de Jahaziel al pueblo: Porque no es nuestra la guerra sino de Dios.                     

Espero que este mensaje les sea de bendición. Hasta pronto.

Orfilia Miranda Londoño

Amados  lectores, ustedes también me pueden bendecir con sus comentarios. Gracias.

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