En
un momento de crisis para la nación de Judá, por la amenaza de un poderoso
ejército enemigo, todo el pueblo está delante de Dios clamando, impotente sin
saber qué hacer.
Sólo
les queda confiar y esperar en Dios, pues, era un ejército muy grande el que venía
contra ellos.
Dios
escuchó la súplica y usó a una persona simple y corriente para entregarles un
mensaje de paz y esperanza.
Esta
persona simple y corriente fue Jahaziel, un levita, descendiente de los hijos
de Asaf, uno de los músicos, puestos por David a cargo de la alabanza en el
templo.
“Y dijo: Oíd, Judá todo, y vosotros
moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat.
Jehová os dice así: No temáis ni os
amedrentéis delante de esta multitud tan grande; porque no es vuestra la
guerra, sino de Dios. Mañana descenderéis contra ellos; he aquí que
ellos subirán por la cuesta de Sis, y los hallaréis junto al
arroyo, antes del desierto de Jeruel. No habrá para qué peleéis vosotros
en este caso: paraos, estad quedos, y ved la salvación de Jehová
con vosotros. Oh Judá y Jerusalén, no temáis ni desmayéis; salid
mañana contra ellos, que Jehová estará con vosotros”. 2ª de
Crónicas 20:15-17
Este
es un poderoso mensaje de confianza para el pueblo de Israel:
Lo
primero es que el pueblo en general y el rey en particular, debían despojarse del miedo que les
había invadido al ver la magnitud del ejército enemigo.
Segundo:
la victoria sobre cualquier enemigo, problema o crisis, lo que sea, comienza
cuando usted hace a un lado el miedo
y el temor. Lo peor que podemos
hacer es mostrarle miedo al enemigo.
Todos
en un momento dado tenemos miedos y temores de distinta índole: para algunos tal
vez su enemigo sea una crisis financiera, un matrimonio al borde del derrumbe, una enfermedad grave o
incurable, la soledad, el desempleo, la pobreza, un hijo en vicios,… cualquier
cosa que sea, rechacemos el temor y avivemos nuestra fe y confianza. ¡Dios sabe
lo que hace! Él nunca pierde el control de ninguna situación por difícil que esta
sea.
¡Entendamos
y reconozcamos que la batalla no es
nuestra; la batalla es de Dios!
Muchas
veces no podemos librarnos del temor ante las situaciones complejas de la vida,
porque para la solución del problema ponemos la mirada en nosotros mismos, en
nuestras capacidades o en los hombres; así será imposible librarnos de nuestros
temores y siempre vamos a vivir acosados por ellos. Miremos lo que dice Jer.17:5-6: “Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y
pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová…” Pero si seguimos
leyendo allí mismo, dice: “Bendito el
varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová...”Jer.17:7-8.
Aquí
está la clave para desterrar el temor y el miedo de nuestra vida. Esto es
justamente lo que Dios quiso comunicar a su pueblo cuando enfrentó a un enemigo
extremadamente poderoso. Hablando en nombre de Dios, Jahaziel dijo: Porque no es vuestra la guerra sino de Dios.
El
enemigo estaba en contra del pueblo escogido de Dios, pero en el fondo todos
los ataques estaban dirigidos contra Dios.
Cuando Luzbel, el ángel de perfecta hermosura se
llenó de orgullo y se rebeló contra Dios, no dijo: Quiero ser semejante a algún
ser humano, a algún hombre en especial. No. El dijo: Quiero ser semejante al Altísimo, a Dios mismo. Isa 14:14.
Cuando
Satanás luchaba contra el Señor Jesucristo, en el huerto de Getsemaní y más tarde
en la cruz del Calvario, Cristo no era el blanco de Satanás, porque Cristo como
hombre vivía en santidad. Cristo fue el blanco de Satanás porque Cristo era
Dios.
Por
esto, es indispensable que cada vez que enfrentemos nuestras batallas contra el
diablo, recordemos las palabras de Jahaziel, él quería que toda la gente de
Judá y su rey recordaran todo el tiempo
esto: ¡La guerra no es nuestra sino de Dios!
Cuando
las tribus hostiles querían impedir a Nehemías continuar la reconstrucción de
los muros de Jerusalén, Nehemías dijo a los obreros: 4:20 “En el lugar donde
oyereis el sonido de la trompeta, reuníos allí con nosotros; nuestro
Dios peleará por nosotros.”
Cuando
el rey Asirio Senaquerib marchó en contra del rey Ezequías y las ciudades de
Judá, el rey Judío animó a su pueblo con estas palabras que leemos en 2Cr.32:7-8: “Esforzaos y animaos; no tengáis miedo, no temáis…” Y el pueblo
tuvo confianza en las palabras de Ezequías rey de Judá.
Y
Josué también lo entendió muy bien: Jos.23:3.
Hubo un día cuando el sol se detuvo para permitir que Israel derrotara totalmente
a sus enemigos. En esa ocasión, Josué le recordó al ejército de Israel que su
victoria no había sido simplemente porque tuvieron más horas de luz diurna,
sino porque Jehová estaba peleando por ellos. Jos. 10:14. La gloria sea
para el Señor siempre.
No
es fácil mantener la cabeza fría y el testimonio intachable cuando estamos bajo
las presiones en el trabajo. Luchar contra la enfermedad y las presiones
económicas puede ser muy descorazonador. Pero allí es cuando debemos recordar
las palabras de Jahaziel a Josafat y al pueblo de Judá: ¡La batalla no es
nuestra sino de Jehová! Dejémosla en sus manos.
Moisés
animó a los Israelitas en cuanto a la peligrosidad de los enemigos que iban a encontrar
en la tierra prometida: “No los temáis;
porque Jehová vuestro Dios, él es el que pelea por vosotros.” Dt.3:22.
David
también se armó de valor, haciendo a un lado el temor y venció al gigante. 1ª Sam.
17. Él iba en el nombre de Dios.
A
pesar de los muchos problemas, no nos desanimemos, cobremos fuerza en las
mismas palabras de Jahaziel al pueblo: Porque
no es nuestra la guerra sino de Dios.
Espero
que este mensaje les sea de bendición. Hasta pronto.
Orfilia Miranda Londoño
Amados lectores, ustedes también me pueden bendecir
con sus comentarios. Gracias.