jueves, 9 de marzo de 2017

¿QUÉ ES EL PECADO?

Hace algunos días, le hablaba a una persona sobre el pecado y la salvación; después de varios cuestionamientos me dijo: “Yo no soy una persona mala, no mato, no robo, no adultero, no miento y le hago bien a la gente; ¿De qué me tengo que arrepentir? yo no tengo pecados.”

¿Entonces, Qué es el pecado?
El Diccionario define el pecado como: Pensamiento, palabra o acción que, en una determinada religión, se considera que va contra la voluntad de Dios o los preceptos de esa religión.
Bíblicamente, pecado es: Culpa, Iniquidad, Maldad, Malo, Ofensa, Prevaricación, Transgresión.
El mundo en que vivimos con sus avances tecnológicos, ha evolucionado vertiginosamente y ha cambiado el concepto de pecado y se enreda con frecuencia en discusiones legalistas sobre el bien y el mal. Con tanta libertad de pensamiento, lo que para unos es malo, para otros no; pero esto no quiere decir que Dios haya cambiado las normas.

Cuando muchos de nosotros pensamos, ¿Qué es el pecado?, inmediatamente pensamos en la violación a los Diez Mandamientos. Incluso, hemos establecemos categorías de pecados graves y más leves; consideramos el asesinato y el adulterio como pecados más graves comparados con mentir, maldecir, palabras vulgares o la idolatría. Pero no nos engañemos, pecado es todo aquello que Dios aborrece y le abomina, aunque por la sociedad sea aceptado como normal; es el caso del adulterio, fornicación, borracheras, homosexualismo y lesbianismo, frente a la mentira, idolatría, robos menores, etc. que son aceptados por la sociedad. Dicha aceptación social, no significa que Dios haya bajado el estándar moral de santidad, sino más bien que la sociedad se ha ido degradando en la medida que se aleja de Dios su creador.
Pero la verdad es que el pecado, como se define en las traducciones originales de la Biblia, significa perder el camino. Desviarse por camino de perdición.
El camino, en este caso, es el estándar de perfección establecido por Dios y enseñado por Jesús para que andemos en el. Jesús vino a darnos ejemplo de vida.
Bajo esa luz, queda claro que todos somos pecadores: Romanos 3:23: porque  todos pecaron,  y están destituidos de la gloria de Dios, desde la caída todos nacemos con tendencia al mal. Haciendo esta claridad, por ser creyentes no es bueno compararnos con otros. No podemos pensar que no fracasaríamos al tratar de ser justos en nuestras propias fuerzas. Así lo planeó Dios, porque solo cuando entendemos nuestra debilidad, es cuando buscamos apoyarnos en el sacrificio expiatorio de Cristo.

El pecado está referenciado cientos de veces en la Biblia, comenzando con el pecado original, cuando Adán y Eva decidieron morder el fruto del árbol del conocimiento.
Cuando pensamos en el pecado, casi siempre, pensamos que es simplemente la violación o desobediencia de cualquiera de las leyes de Dios, de los Diez Mandamientos. Sin embargo, Pablo coloca esta perspectiva en Romanos 3.20, cuando dice: Por tanto, nadie será justificado en presencia de Dios por hacer las obras que exige la ley; más bien, mediante la ley tenemos conciencia del pecado.
Dios quiere pues, que los hombres reconozcan sus pecados delante de él; incluso aquellos que sienten que no son tan malos porque no han matado, violado o cometido adulterio, se encontrarían culpables de mentir o de adorar a ídolos falsos quitando a Dios del primer lugar en sus vidas.

Tristemente, el pecado en cualquier dimensión, nos distancia de Dios:
Pero la mano del Señor no es corta para salvar, ni es sordo su oído para oír, dice Isaías 59:1-2. Son las iniquidades de ustedes las que los separan de su Dios y le hacen ocultar su rostro para no escuchar. Este capítulo 59 del 1 al 13, nos ilustra muy bien qué es el pecado y las consecuencias que trae: separarnos de Dios. Y una persona alejada de Dios está expuesta a cometer toda clase de delitos y perversidades. Es como alguien sin defensas expuesto a toda clase de gérmenes y bacterias.
Pero volvamos al V.1, ¡Qué maravillosa es la misericordia de Dios, dispuesta en todo momento para salvarnos! Ese es el amor del Padre, dispuesto a perdonar a todo aquel que busque al Señor y venga al arrepentimiento.

Por cuanto todos somos pecadores, debemos entonces, resistir la tentación de actuar como si fuéramos justos y creyendo que somos mejores que los demás, apoyándonos en nuestras buenas obras. Hacemos buenas obras porque somos salvados; no hacemos obras para salvarnos, no sirven.
Si decimos que no tenemos pecado,  nos engañamos a nosotros mismos,  y la verdad no está en
nosotros. Si confesamos nuestros pecados,  él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,  y
limpiarnos de toda maldad.1ª Juan 1:8-9.
Esta es la buena noticia de este mensaje: que si reconocemos que somos pecadores y necesitados de su gracia, y venimos a él arrepentidos, él nos perdona, nos transforma y nos da vida eterna.


Dios les bendiga.


Orfilia Miranda L.

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