En mensajes anteriores, hablamos
de las terribles consecuencias que produjo el pecado en el mundo y de la provisión salvadora de Dios: Cristo. Y que para obtener la salvación, tenemos que
arrepentirnos del pecado y aceptar a JESÚS como SEÑOR y SALVADOR de nuestras vidas; y decíamos
que para este proceso, Dios nos ofrece el regalo del Espíritu Santo; y vimos también la VIDA NUEVA del creyente en el Espíritu Santo.
Hoy traemos un tema muy interesante sobre los medios por los cuales podamos PERMANECER y PERSEVERAR en
esta experiencia maravillosa con el Señor, puesto que la vida cristiana no es
para vivirla solamente en el plano de los sentimientos y de las emociones, sino
que tenemos que avanzar en fe, respondiendo de la mejor manera al llamado que
el Señor nos hace a vivir una vida santa.
El nos llama a buscar primero su
Reino y su Justicia y todo lo demás nos lo dará como añadidura. Mat.6: 33.
Es pues, nuestra responsabilidad, el que este proceso
de crecimiento espiritual, que un día comenzamos, continúe en nosotros, y por eso la importancia de
que nos formemos en el conocimiento del Señor a través de su Palabra, y que el
conocimiento de la misma, desarrolle en nosotros una fe madura y firme, que en el
momento de la prueba y cuando nos falten las emociones y nos llegue el desaliento, nos podamos
sostener sin volver atrás a la vida de pecado. Una fe madura que nos mantenga con la mirada puesta en Cristo y no en ningún hombre. Los hombres nos pueden fallar pero el Señor no.
Si continuamos en esta
disposición, el Señor seguirá sanando nuestro espíritu, mente y cuerpo; seguirá
transformándonos y el fruto y los dones del Espíritu Santo, no tardarán en manifestarse
en nuestras vidas.
El proceso del crecimiento espiritual puede ser largo, pero hay que esforzarse en
buscar los medios que nos ayuden a permanecer
y perseverar en Cristo. Jn.Cap.15.
Así que, amado lector, no hay otra forma de dar
buenos frutos y de "permanecer y perseverar" en la vida cristiana, si no estamos
unidos a Cristo, el tallo principal de donde recibimos la savia divina de la gracia, que nos nutre
espiritualmente. Jn.15:4-6.
Además de la exigencia de permanecer unidos a Cristo,
la vida nueva del cristiano tiene que apoyarse en cuatro pilares básicos o fundamentales, que son medios que el Señor nos da para
permanecer y perseverar en la vida abundante que él nos ofrece.
1- ORACIÓN: Es la vía de comunicación directa, personal e
íntima con el Señor. Debemos anhelar cada día esos encuentros con el Amado, para
hablarle a Él y escucharle. Esto nos exige apartarnos un poco del ruido del
mundo y sus distracciones y hacer un espacio diariamente para la oración
profunda y sosegada.
Muchos cristianos sacan tiempo para ir al cine y al
fútbol, ver televisión y navegar por Internet hasta cuatro y
más horas diarias, pero es difícil que puedan dedicar tiempo para la oración.
Haciendo esto, estamos poniendo otras cosas en primer lugar antes que a Dios, y no estamos obedeciendo el principal mandamiento, que es “Amar a Dios sobre todas las cosas” y este es un pecado grave de idolatría.
Se
trata pues, de manejar bien el tiempo y darle a Dios el primer lugar en todo lo
que hagamos. De otro modo no podemos profundizar en nuestra relación con el Señor.
2- PALABRA: El
estudio diario de la Palabra, nos permite conocer mejor a Dios y en la medida
que le conocemos y nos damos cuenta cuánto nos ama, le amamos más, nos
enamoramos más de Él; podemos entender que El nos amó primero, que El nos
eligió, no nosotros a Él.
Es a través de la Palabra que el Señor se sigue
revelando al creyente. En ella encontramos los mandamientos y consejos que Dios
escribió para nosotros. Allí encontramos las instrucciones para llevar una vida
santa de acuerdo con el propósito que él tiene. Debemos ser unos enamorados de la Palabra del Señor.
3- SANTIDAD: Mantener la santidad, implica apartarnos del
pecado en todas sus formas y guardarnos para el Señor, puesto que, sólo a él le
pertenecemos cuando aceptamos su SEÑORÍO. Y si bien es cierto, que estamos en
el mundo físico, no pertenecemos a su sistema libertino y perverso, por eso,
el mundo nos aborrece. Jn. 15:18-19.
Apartarse del mundo entonces, no significa esconderse y no volver a salir a la calle; es guardarse de todo lo que el mundo me ofrece y que con ello me pueda llevar de nuevo al pecado, o distraerme de la comunión con el Señor. Hay muchas cosas de las que el mundo ofrece, que en sí, no son ni buenas ni malas, pero nos distraen y nos enfrían en la vida espiritual; impiden que demos fruto y que se manifiesten en nosotros los dones espirituales, y entonces, nos convertimos en cristianos tibios y mediocres: “cristianos domingueros.” No debemos pues, tener amistad ni coqueteos con el mundo, porque nos hacemos enemigos de Dios, dice la Palabra en Santiago 4: 4.
Apartarse del mundo entonces, no significa esconderse y no volver a salir a la calle; es guardarse de todo lo que el mundo me ofrece y que con ello me pueda llevar de nuevo al pecado, o distraerme de la comunión con el Señor. Hay muchas cosas de las que el mundo ofrece, que en sí, no son ni buenas ni malas, pero nos distraen y nos enfrían en la vida espiritual; impiden que demos fruto y que se manifiesten en nosotros los dones espirituales, y entonces, nos convertimos en cristianos tibios y mediocres: “cristianos domingueros.” No debemos pues, tener amistad ni coqueteos con el mundo, porque nos hacemos enemigos de Dios, dice la Palabra en Santiago 4: 4.
4-CONGREGACIÓN: Sin congregarse el cristiano no puede mantenerse
fervoroso por mucho tiempo; se enfría y muere espiritualmente. Cuántos hay que
un día recibieron al Señor con mucha alegría y gozo, pero no volvieron a congregarse, se apartaron y se
apagaron y volvieron a ser arrastrados por los atractivos del mundo.
La vida cristiana se vive
en comunidad; el congregarnos nos mantiene vivos, crecemos, nos fortalecemos y
nos animamos unos a otros a permanecer
y a seguir perseverando en el Señor.
La congregación es para compartir, celebrar, orar, crecer, alabar y adorar
juntos al Señor. Nos gozamos, lloramos con el que llora, estudiamos la Palabra, intercedemos
los unos por los otros y nos animamos cuando estamos desanimados. Congregados
formamos la iglesia, somos el pueblo escogido de Dios.
Revisemos pues, si nuestra vida cristiana está
afirmada sobre estos cuatro pilares: ORACIÓN, PALABRA, SANTIDAD y CONGREGACIÓN.
Sólo así podemos PERMANECER y PERSEVERAR en Cristo. ¡Bendiciones!
Orfilia
Miranda L.