Cuando
somos llenos del Espíritu Santo, se produce en nosotros una transformación asombrosa y experimentamos una vida nueva, veamos:
1- Comienzas a conocer a Dios: ¿Quién en estos tiempos no ha
oído hablar de Dios? creo que todos en teoría; con frecuencia escuchamos a la gente decir, Dios le bendiga o Dios le acompañe, sin saber mucho el sentido de lo que se dice y sin que esto signifique que llevan una vida recta delante de Dios.
Pero cuando recibes al Espíritu
Santo, es diferente: empiezas a experimentar la presencia y el amor de Dios en tu vida de
una manera diferente como le pasó Job 42:5: De oídas te había oído; Mas ahora mis ojos
te ven. Aunque Job era recto y temeroso de Dios, pero no había tenido una experiencia real con él.
Cuando somos llenos del Espíritu Santo, Dios se convierte en una realidad en nuestra vida y se establece una
relación y una comunión estrechas con El, pues el Espíritu Santo, es el que inspira y
guía a los que se abren con corazón dispuesto a su acción renovadora y santificadora.
2- La Palabra de
Dios cobra sentido:
Cuando somos llenos del Espíritu Santo, la Biblia que es la Palabra de Dios escrita,
bajo la inspiración del mismo Espíritu, toma vida y significado en nuestras
vidas, porque sólo el Espíritu Santo puede hacernos comprender y amar la
Palabra que Él mismo inspiró; El pone en nosotros el deseo de vivir y actuar de
acuerdo con Ella; renueva nuestra mente para pensar y sentir de acuerdo con la
Palabra. Así, Cristo, que es la Palabra viva, viene a ser una persona
real en nosotros. Pues lo que más desea el Espíritu Santo es que seamos
transformados en Cristo, y en él, seamos hechos hijos de Dios el Padre, Rom. 8:14: “Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son
hijos de Dios.” En resumen, pone en nosotros un grande anhelo por conocer más y más de la Palabra.
3- Oramos
de una manera nueva: Cuando somos llenos del Espíritu Santo, oramos diferente, porque el mismo Espíritu
ora en nosotros; Rom.8: 26. El
Espíritu Santo nos da el don de alabanza, haciéndonos sentir el amor de Dios
manifestándose en palabras, expresiones e himnos de adoración y gratitud.
Sólo el Espíritu Santo hace real en nosotros esa alabanza que fluye del espíritu, como el salmista: “Alaba alma mía al Señor y todo mi ser bendiga su Santo Nombre.” Sal.103:1. “Alabo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca” Sal.34:1.
Sólo el Espíritu Santo hace real en nosotros esa alabanza que fluye del espíritu, como el salmista: “Alaba alma mía al Señor y todo mi ser bendiga su Santo Nombre.” Sal.103:1. “Alabo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca” Sal.34:1.
A algunos les es dado también la inspiración para componer y cantar salmos, que son himnos de alabanza y adoración con armonía y belleza de los que habla el Sal.40:3, pone cántico
nuevo en nuestra boca, de alabanza a
nuestro Dios. Léase 1ª Corintios cap. 14.
4-Recibimos dones y ministerios: palabra de sabiduría, palabra de ciencia, fe, discernimiento, consejo, enseñanza y todos aquellos ministerios de servicio a la iglesia. 1ª Cor. 12:4-11.
4-Recibimos dones y ministerios: palabra de sabiduría, palabra de ciencia, fe, discernimiento, consejo, enseñanza y todos aquellos ministerios de servicio a la iglesia. 1ª Cor. 12:4-11.
5- Produce fruto en
nosotros: Lo
principal que produce el Espíritu Santo en nosotros cuando le recibimos y le entregamos
el gobierno de nuestra vida, es el FRUTO. Contrario a los frutos de la carne como impíos: adulterios, fornicación, impurezas, vicios,
idolatría, espiritismo, mentira, odios, pleitos, celos, iras, ambiciones,
quejas, críticas, falsas doctrinas, envidias, crímenes, orgías, borracheras y
cosas semejantes; El fruto que produce el Espíritu Santo en la vida del creyente es: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad,
bondad, fidelidad, humildad y dominio propio”. Gál. 5:19; 23.
Por tanto, por los frutos que mostramos podemos saber cuándo somos guiados por el Espíritu Santo, o por nuestros propios deseos carnales.
Por tanto, por los frutos que mostramos podemos saber cuándo somos guiados por el Espíritu Santo, o por nuestros propios deseos carnales.
El
Espíritu Santo nos ayuda a vivir una vida con propósito y a caminar en la
perfecta voluntad del Señor. Así, que sin el Espíritu Santo, en nuestras
fuerzas, es imposible vivir en SANTIDAD y agradar a Dios.
Si como creyentes,
todavía estamos actuando y viviendo en la carne, es que el Espíritu Santo no
está actuando en nosotros porque aún no le hemos hecho una entrega total. “Mas vosotros no vivís según la carne, sino
según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno
no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él” Rom.8:9.
El fruto principal que debe producir el creyente es el
AMOR, y Pablo dice: “Busquen pues tener
amor y al mismo tiempo deseen los demás dones espirituales,” 1ª Cor.14:1 y 1ª Cor.13:13.
No dejemos apagar el Espíritu. Después de
recibir al Espíritu Santo, también lo podemos dejar apagar 1ªTes.5:19. Debemos cuidar y atesorar ese regalo de Dios; muchos
cristianos reciben el Espíritu Santo con mucho entusiasmo y gozo, pero en poco tiempo lo dejan apagar por falta de oración, por no leer la Palabra de Dios, y falta de discipulado; y de nuevo vuelven a
encontrarse vacíos, desanimados y llenos de amargura. Cuando dejamos apagar el Espíritu Santo, el creyente se enfría en la vida espiritual, se debilita, se aparta y vuelve al pecado.
El Señor quiere que recibamos el don del Espíritu Santo. Es una experiencia maravillosa, muy
difícil de explicar a otros, porque es una vivencia personal, íntima entre el
Espíritu Santo y el creyente. Dios quiere que seamos su habitación y darnos una vida abundante y gozosa. Solo con Él es posible vivir la
vida nueva de SANTIDAD que Dios nos pide, y recordemos, que sin santidad nadie podrá ver a
Dios.
Dios les bendiga. Orfília
Miranda L.
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