Texto: Salmo 142
1 “Con mi voz
clamaré a Jehová;
Con mi voz pediré a Jehová misericordia.
2 Delante de él
expondré mi queja;
Delante de él manifestaré mi angustia.
3 Cuando mi
espíritu se angustiaba dentro de mí, tú
conociste mi senda.
En el camino en que andaba, me escondieron lazo.
4 Mira a mi
diestra y observa, pues no hay quien me
quiera conocer;
No tengo refugio,
ni hay quien cuide de mi vida.
5 Clamé a
ti, oh Jehová;
Dije: Tú eres mi esperanza, y mi porción en la tierra
de los vivientes.
6 Escucha mi
clamor, porque estoy muy afligido.
Líbrame de los que me persiguen, porque son más fuertes que yo.
7 Saca mi alma
de la cárcel, para que alabe tu nombre;
Me rodearán los justos,
Porque tú me serás propicio.”
Muchas veces nos hemos encontrado
rodeados de tantos problemas y sin ver la salida, que llegamos a sentirnos
literalmente angustiados y hasta desesperados.
Esta era la situación desesperada de
David cuando hizo esta oración a Dios, estando escondido en la cueva de Adulan,
mientras Saúl y sus hombres lo buscaban para matarlo.
Lo primero que hace David en medio
de su total desamparo, sabiendo lo poderoso que es su enemigo, el que lo
persigue, es pensar en Dios; en estas circunstancias es el único que lo puede
ayudar, V 1-2 “Con mi voz clamaré a
Jehová; Con mi voz pediré a Jehová misericordia. 2 Delante
de él expondré mi queja; delante de él manifestaré mi angustia.”
A veces es necesario hincarse y gritar
y sacar todo el dolor, la angustia y la tristeza delante de Dios y exponerle
nuestra situación. Él ya la conoce, pero expóngasela con sus propias palabras,
él quiere oírlo. Si no podemos gritar audiblemente, hagámoslo desde lo más
profundo del alma. ¿Alguna vez usted ha clamado con el alma, a gritos? Si no lo
ha hecho, inténtelo y verá la experiencia. Yo he gritado a media noche con toda
mi alma clamando al Señor, en algún problema y he sentido su presencia cercana y
consoladora. Es muy seguro que así lo hacía David, teniendo en cuenta sus circunstancias.
3 Cuando mi
espíritu se angustiaba dentro de mí, tú conociste mi senda.
En el camino en que andaba, me escondieron lazo.
4 Mira a mi
diestra y observa, pues no hay quien me quiera conocer;
No tengo refugio, ni hay quien cuide de mi vida.
En los versículos 3 y 4, David le
dice a Dios: tú conoces mis caminos y las intenciones con que he actuado, aun
así, me han tendido trampas para matarme. Me siento solo, nadie quiere juntarse conmigo y no hay nadie que me defienda; vivo de un lado para otro huyendo sin refugio.
Y en los siguientes dos versículos,
David ya rendido ante Dios, deposita toda su confianza en él, seguro de que él
lo escuchará: 5 Clamé a ti,
oh Jehová; Dije: Tú eres mi esperanza, y mi porción en la tierra de los
vivientes. David sigue reiterándole a Dios sus súplicas y las razones por
las que debe ayudarlo: está muy afligido, se siente impotente para enfrentarse
con un enemigo que es más fuerte que él.
6 Escucha mi
clamor, porque estoy muy afligido.
Líbrame de los que me persiguen, porque son más fuertes que yo.
Finalmente, le dice al Señor que libere
su alma de la cárcel en que se ha sumergido a causa de la angustia, el temor y
el miedo, para alabar su nombre en compañía de los que como él alaban a Dios.
7 Saca mi alma
de la cárcel, para que alabe tu nombre; Me rodearán los justos, porque tú me serás propicio.”
David fue siempre un adorador; un
salmista que dedicaba todo el día a la alabanza, a tocar melodías y escribir
poemas para ensalzar la bondad de Dios, sus misericordias, su fidelidad, amor y
su grandeza, mientras las ovejas pastaban. Dios se agradaba de David y dice la
biblia que su corazón era conforme al corazón de Dios.
En medio de cualquier prueba y
cuando venga el desánimo, no dejemos de alabar y adorar a Dios.
No nos alejemos de él, clamemos y confiemos,
y si no quiere hablar permanezca en silencio en su presencia y espere.
Desde el momento mismo en que una
plegaria se forma en nuestro corazón, Dios ya la conoce y prepara la respuesta,
pero deje que el tiempo de la prueba termine; no se precipite a intentar
ayudarle a Dios o a buscar ayuda en los amigos o familiares; podría enredar más
las cosas y hacer que el tiempo de la prueba se alargue innecesariamente. No es
lo mismo vivir en la carne impíamente, que cuando hemos entregado nuestra vida
en las manos del Señor para que él nos gobierne.
Hasta pronto, Dios les
bendiga.
Sal. 142:1 “Con mi voz clamaré a Jehová;
Con mi voz pediré a Jehová misericordia.
2 Delante de él
expondré mi queja;
Delante de él manifestaré mi angustia.
Orfilia Miranda Londoño