sábado, 5 de mayo de 2012

YO SOY EL QUE SOY

 “Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.” Éxodo 3:13-14.
En nuestro castellano conjugamos: yo soy, tú eres, él es; pero esto no nos identifica y es necesario tener un nombre y un apellido para identificarnos los unos de los otros, y además, necesitamos un documento para probar nuestra identidad. 
Sólo Dios puede decir con toda propiedad: “YO SOY EL QUE SOY.” El gran Yo Soy, el creador del cielo y de la tierra, del universo, nuestro creador. “Antes de mí no ha habido otro dios, ni lo habrá jamás.” dice el Señor, Is.43:10. 
El subsiste por sí mismo; El no necesita de nosotros, nos creó para gloria suya y por amor de su nombre, para que le alabemos y le adoremos, Is.43:7. Con nosotros y sin nosotros, Dios es Dios; lo es desde siempre; él es eterno, glorioso, soberano y absoluto en sí mismo; es  sabio, omnisciente, omnipotente, omnipresente y verás. 

En su naturaleza misma, él es amor y justicia. Y siendo Dios  justo, no puede aceptar el pecado por pequeño que sea; por eso él aborrece al pecador, al que hace iniquidad: Sal. 5:5. Y porque él es Santo y no se complace en la maldad, los malos no estarán delante de él. Sal. 5:4. Solo Él es digno de adoración, gloria y alabanza. A él sea la honra por los siglos.
Sólo Dios puede hacer tan grande afirmación: Yo Soy Dios. El Dios de todos los tiempos. El que ha sido siempre, el que es y el que será. El que no tiene principio ni fin. Él es el Dios de Israel, de Abraham, de Isaac y de Jacob. El Dios que no cambia, Dios eterno, poderoso, misericordioso, nuestro Dios. 
Es tres veces SANTO; y nada que no sea puro ni santo puede estar en su presencia.

Mientras que Moisés dice: ¿Quién soy yo, para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel? Moisés se siente indigno e insignificante delante de Dios, y sin autoridad alguna. ¿A razón de qué, le voy a dar    la órden al Faraón para que deje salir al pueblo, y con qué autoridad le voy a ordenar al pueblo que salga de Egipto? ¿Por qué? ¿Qué digo? ¿Quién lo dijo? ¿Quién me envía? Si me preguntan cuál es tu nombre, ¿qué les diré?
Moisés no lo veía tan simple. Era una misión delicada, riesgosa y difícil.
Pero la respuesta de Dios es contundente, en presente y afirmativo:
“YO SOY EL QUE SOY.” Con esta respuesta, Moisés queda desarmado, ya no tiene más preguntas, pues, ya no tiene duda de quién es el que le habla y le envía a tan difícil misión. 

Muchas veces el hombre tiene dudas sobre su identidad, no sabe quién es, de dónde viene, ni cuál es su destino. No tiene clara su misión en la tierra y menos, cómo será la eternidad. Pero Cristo el Señor, Dios hecho hombre, viene a la tierra con la misma autoridad del Padre, para darle una respuesta de esperanza al hombre, afirmándonos quien es El y a qué ha venido. 

En el Evangelio de Juan, encontramos varias de estas afirmaciones: YO SOY. 
Jn. 6:35:Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.
Jn. 6:51:Yo soy el pan vivo el alimento que nos da la vida eterna.
Jn. 15:1:Yo soy la vid verdadera;” nosotros los pámpanos. Dios nos limpia a través de la sangre de Cristo para que demos fruto, y permanezcamos en él.
Jn. 8:12:Yo soy la luz del mundo” que nos disipa las tinieblas.
Jn. 14:6:Yo soy el camino, y la verdad, y la vida;”
Jn. 10:11: “Yo soy el buen Pastorque da la vida por nosotros.
Jn.10:9:Yo soy la puerta;” solo por esta puerta, se entra a la salvación.
Jn. 11:25: “Yo soy la resurrección y la vida;”

Es de observar, que Jesús no dijo que él era “una” de muchas puertas que conducen al redil, así como tampoco hay más caminos para llegar al Padre.
Si queremos ser salvos tenemos que entrar por esa única puerta, que es Jesús, es decir, tenemos que creer en él y en su palabra cuando dice: «Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie llega al Padre sino por mí» Jn. 14:6. Jesús no dice aquí, que es un camino para llegar al Padre. Para él no hay más caminos, dijo que hay uno solo y Él es ese único camino. Asimismo, afirmó que es la resurrección y la vida eterna, para todo aquel que crea que él es el Hijo de Dios que vino a salvarnos.

Caminemos en pos de Cristo haciendo la voluntad del Padre, en santidad, aborreciendo todo pecado.
Es una mentira creer que Dios no tiene en cuenta los pecados pequeños, y que el infierno está reservado sólo para la “gente demasiado mala.” Todo pecado nos aparta de Dios, por pequeño que éste sea. Por cuanto todos pecamos, estamos destituidos de la gloria de Dios. Rom. 3:23.
Ninguno es lo suficientemente “bueno” para ir al cielo por sí mismo. Dios que es santo, y que no puede mirar al pecador, porque le abomina la maldad, envió a su Hijo Jesucristo a rescatarnos de la muerte y de la condenación eterna con su muerte y resurrección y le dio toda autoridad en el cielo y en la tierra. 
Con esa autoridad es que Jesús dice, en primera persona, en afirmativo y en presente:
!!YO SOY EL CAMINO, Y LA VERDAD Y LA VIDA; NADIE VIENE AL PADRE, SINO POR MI.!!
¡Bendiciones!        Orfilia Miranda L.


 

IMPORTANCIA DEL DISCIPULADO

El discipulado es la instrucción y el seguimiento o acompañamiento que se le hace a los nuevos creyentes o recién convertidos al Señor.
No es suficiente, con que una persona venga a los pies de Cristo y haga la oración de fe, si esa fe no es alimentada con la Palabra. 
Es necesario echar fundamentos doctrinales sólidos sobre los cuales se siga construyendo la vida espiritual del nuevo creyente en Cristo. 1ª Cor. 3:11.  
Sin discipulado, el nuevo creyente queda a merced de cualquier viento de doctrina, y puede caer fácilmente en error por falta de instrucción, o rápidamente se enfría, se debilita y muere, como en el caso de la semilla, a la que hace referencia el evangelio de Lucas 8:11-14, en la parábola del sembrador.

Por lo tanto, es deber de la iglesia, cuidar del nuevo recién nacido en la fe, y alimentarlo con la leche no adulterada de la sana doctrina para asegurarle un crecimiento sano y un desarrollo fuerte en la fe.
El entusiasmo, la emoción y el fervor del primer momento de su conversión, pueden pasar pronto y quedar el nuevo creyente sin bases y sin armas para defenderse de los ataques del enemigo, que a partir de aquí, va a luchar por todos los medios para devolverlo al mundo y al pecado. De aquí la importancia de que el nuevo creyente comience a ser discipulado con fundamentos sólidos inmediatamente después de su conversión. 

Hoy la mayoría de las iglesias se están preocupando más por la cantidad, que por la calidad de sus miembros; las iglesias están creciendo vertiginosamente a lo ancho y no hacia arriba como debe ser. 
En las iglesias abunda la gente sin formación doctrinal, que solo andan buscando emociones y milagros, pero en lo que menos están interesados es en buscar al Señor y hacer un verdadero cambio de vida.

Encontramos hoy en las iglesias a muchas personas confundidas con diversas doctrinas, que no distinguen entre el bien y el mal, que desconocen la sana doctrina porque nuca han recibido un discipulado serio basado en la verdadera Palabra de Dios.

El Discipulado, además de formar a los nuevos creyentes, es necesario para afianzar los fundamentos  doctrinales de los creyentes más maduros que los capacite para el servicio y para ejercer el ministerio al que el Señor los ha llamado.
Podemos tener muchos ministerios, pero si no estamos bien formados en la Palabra, se pude hacer más daño que bien en la iglesia con ellos. Y lamentablemente, hoy, muchos cristianos andan buscando los dones y no al Señor de los dones; andan buscando la bendición pero no al Señor que bendice. 
Están confundidos con doctrinas de demonios que abundan en este tiempo, por desconocimiento de la Palabra. En Os.4:6, dice el Señor: “Mi pueblo pereció por falta de conocimiento”.

En las congregaciones se deben formar equipos de servidores con una doctrina sólida, personas de oración y de buen testimonio para que se encarguen de discipular a los nuevos creyentes, y así apoyar a los pastores. Asimismo, las responsabilidades ministeriales deben ser asumidas solamente por hermanos que hayan sido bien discipulados. Una persona enseñada con error, va enseñar error.

Los discipulados en la iglesia deben ser permanentes y por niveles para toda la iglesia. Esto fue lo que hizo Jesús, él formó a doce hombres y luego los envió a hacer nuevos discípulos. De otro modo, no habrá crecimiento espiritual, y sin formación tampoco podemos servir bien al Señor y a la iglesia.

Hoy vemos en las congregaciones a muchas personas que van a la iglesia pero no han hecho una conversión genuina. Viven un cristianismo tibio, acomodado, sin renunciar a los vicios y pecados de la vida pasada. No dudamos que sean muy buenas personas en lo natural, pero no viven conforme a la nueva vida del Espíritu Santo. Es decir, se han acomodado en la iglesia con todo lo que traían del mundo, y en nada se distinguen de los no creyentes, de los impíos de afuera.

Vemos “líderes de mucho prestigio” con sus hogares deshechos, que todavía ultrajan, humillan y golpean a la esposa. Parejas en unión libre, de años congregándose, y que no creían ni sabían que estaban en fornicación o adulterio, porque son de “mente abierta” y al pecado ya no se le llama por su nombre. 
Cuando venimos a los pies de Cristo, debemos venir dispuestos a dejar el pecado y a iniciar un proceso de cambio, a dejarnos transformar por el Espíritu Santo; pero pasan los años y algunos se van quedando, no avanzan, no muestran frutos ni vida de testimonio. Asimismo, vemos en la iglesia del Señor, hermanos con ministerios y liderazgo, que no se sujetan a los principios evangélicos. Hermanos que todavía usan vocabulario sucio, son deshonestos en los negocios y en el trabajo secular, mentirosos, que más bien son un descrédito para el evangelio porque desconocen los valores cristianos, por falta de discipulado.
Una iglesia que no discípula a sus congregados, tiene cristianos desnutridos y con SÍNDROME DE ENANISMO ESPIRITUAL, y cualquier prueba o dificultad los desanima y fácilmente son arrastrados por falsas doctrinas, por falta de fundamentos bíblicos.  
Sin discipulado, un creyente puede tener muy buena voluntad, pero no es apto ni está capacitado para ningún servicio ni ministerio en la iglesia; no entiende lo que es el compromiso con el Señor y con la Iglesia.
Amado lector, si usted nunca ha sido discipulado, y quiere crecer en la fe, pídalo al pastor y a los servidores de la iglesia, ore y lea la Palabra diariamente pidiendo al Señor entendimiento. 
                                        Bendiciones.              Orfilia Miranda Londoño                                                                                                                                                    

CRECIENDO EN JESUCRISTO

Continuando con el estudio de Vida nueva en el Espíritu, vimos cómo permanecer y perseverar en Cristo. Pero además de permanecer y perseverar en el Señor, debemos también CRECER en JESUCRISTO. Y para que haya crecimiento, tiene que haberse dado primero un nacimiento. 

Cuando en un hogar nace un niño, toda la familia se alegra y se regocija por el nuevo nacimiento. Así mismo, cuando nace una nueva persona en Cristo, es motivo de alegría para la iglesia. Y es motivo de alegría y gozo, porque es una persona que pasó de las tinieblas a la luz, y de la muerte eterna a vida eterna; pasó del reino de Satanás al reino de Dios. Y dice la Palabra en Lucas 15: 7, quetambién “en el cielo hay gozo por un pecador que se arrepiente;” y allí mismo en el v.10, dice que “hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente”. Y sigue diciendo en los versos 23 y 24: “Hagamos fiesta porque este hijo estaba muerto y ha revivido; se había perdido y es hallado.” Ciertamente, estaba perdido y le fue arrebatado al enemigo.

Pero el recién convertido no puede quedarse aquí en esta primera etapa, puesto que, la conversión es sólo el comienzo de todo un proceso de crecimiento espiritual; y así como el recién nacido, debe ser alimentado con leche materna, también el recién convertido debe “desear como niño recién nacido, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezca para salvación”1ª Ped.2:2.
Jesús mismo, siendo Dios, al tomar la naturaleza humana, se sometió a los procesos normales de crecimiento y desarrollo físico-intelecto-espiritual, y social, esto lo expresa muy bien la Escritura en Luc.2:40 y Luc.2:52:“Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre el.” "Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, para con Dios y los hombres.” 
Es así, como en su infancia, Jesús es presentado en el templo y circuncidado a los ocho días de nacido según la ley judía; se sometió a sus padres y fue instruido en la ley y asistió a la Sinagoga como los judíos.

Los creyentes también, debemos someternos a los procesos de crecimiento espiritual, “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;”Ef.4:13.
Para Crecer en Jesucristo, hay que aprovechar todos los medios disponibles en la iglesia para la formación espiritual, que nos lleve a un mejor conocimiento del Señor Jesucristo, y al desarrollo de una fe madura, sometiéndonos a la acción renovadora del Espíritu Santo.
Además de la formación doctrinal que le ofrezca la iglesia, el creyente, debe de buscar diariamente en la oración y la lectura de la Palabra, el soporte y alimento imprescindibles para la vida espiritual del creyente que quiere estar en continuo crecimiento hasta alcanzar la vida de plenitud en Cristo, la cual tiene su total culminación ya en la presencia del Señor. Lo que significa que durante toda su vida, el cristiano tiene que caminar hacia la meta de la perfección. 
Entendemos que esto no es fácil, porque tenemos que seguir luchando contra nuestra propia naturaleza humana inclinada al mal, pero debemos tener fe y confianza en el que venció; en el que tiene toda autoridad y poder: ¡en Cristo! ¡El Cristo que se levantó de entre los muertos; aquel que la tumba no pudo retener porque venció la muerte con poder y vive para siempre a la diestra del Padre!

Recordemos que cuando Pablo le pide al Señor que lo libre del aguijón de la carne,él le dice: “Bástate mi gracia”.2ª Cor.12:7-9. Más adelante en Fil. 4:13, Pablo afirma: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Pablo había aprendido a confiar sus flaquezas al que es Todopoderoso: el Señor. Es una promesa, que en el Señor, lo imposible es posible.

No es, pues, comprensible ni aceptable, que un creyente lleve varios años en una congregación sin que se produzca crecimiento espiritual y que su vida no esté siendo transformada. 
Entendemos que por lo general, la transformación es progresiva, pero tiene que manifestarse, tiene que irse notando el cambio en la vida del nuevo creyente en la medida que va siendo formado en la doctrina cristiana. 
Por el contrario, si este cambio no empieza a darse, podemos deducir o pensar, que estos nuevos creyentes no están recibiendo en la iglesia el alimento doctrinal adecuado para su crecimiento espiritual y se están quedando desnutridos espiritualmente, o quizás no han hecho una conversión genuina y no han entregado todas las áreas de su vida al Señor.
Los creyentes sin crecimiento espiritual producen estancamiento en las congregaciones y se constituyen en anti testimonio para los nuevos creyentes que llegan a estas iglesias; pues con esta actitud están negando el poder renovador y transformador del Espíritu Santo en su iglesia. 

Para los creyentes debe quedar muy claro, que estamos en un combate espiritual permanente contra Satanás y sus ángeles, que luchan permanentemente por todos los medios para apartarnos de Cristo. Desde el momento en que usted, amado lector, toma la decisión de seguir a Cristo, Satanás se declara en guerra abierta contra usted. No pensemos que por habernos convertido y haber aceptado al Señor, ya se nos acabaron las tentaciones y los problemas. ¡No! ¡Los que así piensan están equivocados! ¡Es aquí cuando empieza la batalla! Ef.6:12.
Hay creyentes que creen que ignorando al enemigo, este no se mete más con nosotros y no nos hará ningún daño. No es así; olvidan que la misma Palabra de Dios, nos insta a estar alerta ante este peligro constante, en 1ª de Pedro 5:8, “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente anda alrededor buscando a quién devorar.” 
Debemos estar alerta, el enemigo no va a descansar y nos estará tendiendo lazo en todo momento para que caigamos de nuevo en el pecado y nos desanimemos; pero el Señor nos dice en Stg. 4: 7, “Sométanse a Dios, y resistan al diablo y el huirá de ustedes”. Al enemigo hay que resistirlo con la oración y la Palabra. Ef. 6: 11-18, nos recomienda estar vestidos con la armadura de Dios, con la espada en la mano y firmes en la fe, listos para luchar contra el enemigo, para que este no nos sorprenda. Pero esto no nos debe producir temor, porque  recordemos que “Mayor es el que está con nosotros, que el que está en el mundo1ª Jn.4:4. 
Así que, en la medida que leemos la Palabra y dedicamos tiempo diario a la oración, nos fortalecemos espiritualmente contra el enemigo y crecemos en la gracia y el conocimiento de Cristo. 2ª de Pedro 3:18.
Como lo vimos ya en el mensaje sobre “Permanecer y Perseverar en Cristo,” aquí vuelvo a insistir en que la vida cristiana debe descansar sobre cuatro pilares fundamentales de oración, palabra, santidad y congregación. Si procuramos mantenernos sobre estas cuatro bases, o pilares, pronto veremos los resultados del crecimiento espiritual en Jesucristo.

Es importante que veamos algunas características que tenían los primeros cristianos en Hechos 2:42- 47:
*Perseverancia.
*La enseñanza era básica para ellos.
*Unidad entre ellos.
*Permanente comunión con Dios por medio de la oración.
*Compartían con alegría y sencillez de corazón, entre otras.
Dentro de estas características se destacan la fidelidad a Dios y la unidad con que vivían y hacían todas las cosas.
El congregarse era una necesidad para los primeros creyentes en los comienzos de la iglesia. El reunirse a orar y a alabar a Dios y el estudio asiduo de la palabra, los fortalecía contra los embates del enemigo y les permitía un crecimiento espiritual que los capacitaba para cumplir la misión que les había sido encomendada: llevar el Evangelio a todas las naciones.

El Espíritu Santo es pues, el que forma la Iglesia con los convertidos; los santifica y los perfecciona; los asiste y les da los dones espirituales para su edificación y crecimiento y para que den frutos de santidad.
Si una congregación se estanca en el crecimiento espiritual, y los creyentes no dan buenos frutos de santidad, ni dentro ni afuera de la congregación, es porque no hay actuar del Espíritu Santo en sus vidas; y tenemos que decir que ésta congregación está mal; está grave en “cuidados intensivos” y que necesita con urgencia de la presencia del Espíritu Santo. Pues, como ya lo hemos dicho varias veces, el Espíritu Santo es la vida de la iglesia; es el manantial de agua viva para el creyente; es para la vida espiritual del creyente como el agua a las plantas; una planta sin agua, se marchita y muere. Un cristiano sin la unción y el poder del Espíritu Santo, espiritualmente esta muerto. Está seco. Es un creyente que “va a la iglesia pero está muy lejos de tener una vida abundante y con propósito conforme a la voluntad de Dios.
Les invito mis amados lectores, en el amor de Cristo el Señor, a revisar el crecimiento en la vida espiritual personal. La vida en el Espíritu, va más allá de las emociones y los sentimientos puramente humanos; estos son importantes, pero no debemos depender de ellos sino de la fe madura y profunda en Cristo. Pues, en los momentos difíciles de la prueba, la fe es la que nos sostiene para mantener la mirada en Cristo y no en las circunstancias que nos rodean.
No olvidemos entonces, que es del Espíritu Santo que recibimos el poder y la unción para CRECER EN JESUCRISTO.  Bendiciones.         
                                                           Orfilia Miranda L.
 

“EL TESTIMONIO DE VERDAD”

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