Jesús acaba de dar una enseñanza que deja perpleja a la multitud: Juan 6:60-71.
Jesús ha tocado un tema muy fuerte y espeso,
difícil de asimilar y de entender con la mente humana: “Yo soy el pan de vida…que ha bajado del cielo…El que come mi carne y bebe mi sangre…”
Todos los que lo escuchan están
escandalizados: V. 60
“Al oírlas, muchos de sus
discípulos dijeron: Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?”
La multitud no
entiende esta disertación que Jesús acaba de hacer acerca de la vida eterna y
empiezan a murmurar y a retirarse. Jesús continúa diciendo:
V. 64 “Pero hay algunos de vosotros que no creen.
Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién
le había de entregar.” Y les recrimina la murmuración y su incredulidad, y
viendo que muchos se están retirando, les pregunta a los doce si ellos también
quieren irse. Pedro le dice: “¿A quién
iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna”. Pero Jesús va más allá y les dice: v 70, ¿Y eso qué? ¿Yo mismo no los
escogí a ustedes doce y hay uno entre ustedes que es diablo? Se refería
a Judas, el que lo iba a traicionar.
Diablo, significa calumniador o falso acusador.
El adversario
de Dios se oculta en la debilidad de la naturaleza humana para ejecutar su
maldad. Mat.16:23.
Quién era Judas:
Judas Iscariote era hijo de Simón, y uno de los doce
llamados y escogidos por Jesús mismo para el ministerio.
Siendo Judas un discípulo llamado que siguió al
Maestro durante los tres años de su predicación al pueblo de Israel, al final lo
traicionó negociándolo vilmente y revelando a los miembros del Sanedrín, el
lugar donde podían arrestarlo.
Judas mismo, llevó a los guardias hasta donde estaba
Jesús y con un beso hipócrita y cínico, les señaló cual era el Maestro.
Sin abandonar el grupo, Judas venía hacía tiempo
planeando la traición al Señor, a su Maestro y hasta arregló el precio, solo esperaba
el momento oportuno para entregarlo a sus enemigos.
Por entregar a Jesús le dieron treinta monedas de
plata, dinero que sólo le trajo maldición y muerte; pues, acosado por la culpa
y el remordimiento, intentó devolverlo a los sacerdotes, pero ya era demasiado
tarde. El trato estaba hecho.
Según el relato bíblico, pudiéramos pensar que la
intención de Judas no era hacer matar al Maestro. Vio la oportunidad de ganarse
ese dinero, y pensó que a Jesús no le pasaría nada, pues Judas sabía que él era inocente y que su
inocencia seria probada y quedaría en libertad; o, tal vez, creyó que Jesús se
libraría él mismo como lo había hecho otras veces;…o también pudo pensar que el
pueblo al que Jesús había hecho tantos milagros saldría en su favor... pero no
fue así.
No sabemos exactamente qué había en el corazón de
Judas, pero su reacción y cambio repentino cuando se enteró que Jesús había
sido condenado a muerte en la cruz, nos lleva a pensar eso. Pero ya no pudo
hacer nada para revertir el daño. Era demasiado tarde.
Entonces, Judas, “…
viendo que Jesús es condenado, devolvió arrepentido
las 30 monedas de plata a los
principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Mas ellos le dijeron: ¿qué
nos importa a nosotros? ¡Allá tú! Y
arrojando las monedas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó.” Mat.27:3-4.
Era ya demasiado tarde para recapacitar. Ya no podía
hacer nada para quitarse del trato con el Sanedrín. Es cuando entiende la
magnitud de lo que había hecho, pero el diablo lo ciega y lo acosa con la culpa
y el remordimiento y la única salida que le plantea es matarse, pues, “La paga del pecado es muerte.” R.6:23
¡La traición de Judas no tiene precedentes en la
historia!
Lucas 6:12-16:
“y escogió a doce de ellos,… y Judas Iscariote, que llegó a ser el
traidor.”
No somos nosotros quienes debemos juzgar la actitud de Judas, pero sí
debemos tomarla como reflexión:
Vemos que fue llamado desde el comienzo del ministerio a ser su
discípulo; tuvo la misma capacitación de todos y el mismo tiempo al lado del
Maestro recibiendo la misma enseñanza; se le envió con la misma autoridad que
todo el grupo a predicar el mensaje del reino, y seguramente, también puso las
manos sobre los enfermos y se sanaron y expulsó demonios; pero de nada
le sirvió en lo personal, así como tampoco le sirvió de nada ostentar el Título de Apóstol, si al final fue infiel y cayó en el más horrendo pecado:
la traición a su Maestro. Un pecado que contempló durante días en su corazón,
hasta llevarlo a cabo.
Características
de su personalidad:
El texto anterior nos muestra a Judas como una persona común y corriente,
aparentemente “buena,” pero sin una espiritualidad profunda.
Era frío, calculador, duro de corazón, codicioso de ganancias
deshonestas, ambicioso, ladrón, que malgastaba los dineros del ministerio, y
quien no vivía conforme a la enseñanza de Jesús, al juzgar por sus actuaciones;
pues, no creció ni maduró espiritualmente.
Al parecer, su relación con el grupo no era muy buena.
Su desmedida ambición no le permitía tener sinceridad con el grupo ni
lealtad con su Maestro.
No se sujetaba a las reglas; entraba y salía cuando quería.
Vemos que tenía encuentros secretos con los sacerdotes, los escribas y
fariseos, enemigos de Jesús, y negoció con ellos la entrega de su Maestro,
movido por la misma ambición desmedida que a todo le ponía precio. Mat.26:14-16.
Era muy reservado, nadie en el grupo sabía lo que planeaba hacer con el Maestro.
En resumen, Judas no era una persona confiable. Sus características,
eran de una personalidad con una fuerte tendencia al mal y esto lo hacía el
candidato perfecto para ser usado por Satanás para llevar a cabo el plan de
maldad.
Este camino lo llevó hasta “que
llegó a ser el traidor” Lucas
6:16.
Otro detalle digno de considerar es: Jesús, para todos sus discípulos era
el SEÑOR; pero para Judas era el Maestro. Mat.26:20-25. Había un trato
frio y lejano de Judas con él y no sabemos si él creia que Jesús fuera el Hijo de Dios, como lo confesaron los demás.
No hubo una renovación en su mente ni amor por su Maestro siendo que pasó
tanto tiempo junto a él.
La caída y perdición de Judas, nos tiene que llevar
a revisar nuestra vida personal como creyentes y nuestro ministerio:
¿Cuánto
hay en nosotros de JUDAS?
¿Cómo es nuestra vida de oración y comunión con el
Señor?
¿Cómo es
nuestra fidelidad y lealtad al Señor?
¿El amor de Cristo habita realmente en nuestro
corazón?
¿Anunciamos el reino de Dios o nos anunciamos a
nosotros mismos?
¿Anunciamos la palabra fiel sin maquillarla o
diluirla para agradar?
¿Usamos el ministerio para la obra y gloria de Dios,
o para beneficio personal y vanagloria?
¿Nos sujetamos a la autoridad de
Cristo, visible en la iglesia?
¿O andamos como rueda suelta haciendo como nos viene
en gana?
¿Estamos usando la palabra de Dios para obtener
ganancias deshonestas?
¿Trabajamos con sinceridad para el Señor?
¿Actuamos en todo con humildad de corazón?
¡Ay de los mercaderes del Evangelio!
¡Ay de los que enseñan herejía y hacen tropezar a
otros!
De la caída de Judas nos queda esta advertencia:
NO importa si tenemos un ministerio, o si tenemos muchos
dones, o si frecuentamos la iglesia, nada de esto sirve para quien es INFIEL.
-La historia de Judas nos debe conducir a un examen
profundo de nuestra propia vida como seguidores de Jesús, y de cómo ejercemos
el ministerio al que fuimos llamados.
-No debemos perder de vista, que si hemos venido a
los pies del Señor y hoy gozamos de su salvación, no es por mérito nuestro,
sino por la gracia y el amor de Cristo. Por la misericordia de Dios.
-No olvidar nunca que nosotros somos muy
privilegiados y muy bienaventurados porque la SANGRE de Cristo nos lava de todo
pecado.
Los dejo con esta cita para meditar:
“Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no
tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.” 2ª Ti. 2:15
Hasta pronto y que Dios les
bendiga.
Orfilia Miranda Londoño