“Pacientemente
esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y
oyó mi clamor.
-Y me
hizo sacar del pozo de la desesperación,
del lodo cenagoso;
Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.
-Puso
luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios.”
Sal 40:1-3
En las tierras áridas de Israel,
tener un pozo de agua abundante y permanente era una gran fortuna, pero no
tener agua hacía la vida muy difícil para las personas y los ganados.
Por esta razón se abrían pozos en
diferentes partes en busca de agua, pero muchos de ellos con el tiempo se
secaban quedando inservibles y abandonados; y en el fondo de estos solo quedaba
un lodo o barro llamado cieno. También
acostumbraban cavar cisternas que en este caso era para recoger el agua de las
lluvias.
La diferencia entre pozo y cisterna,
es: del pozo mismo sale la fuente de agua, mientras que la cisterna es un
depósito para almacenar agua, generalmente de lluvias o traídas de otra parte
por un canal.
Los pozos y cisternas se convertían en
trampas y/o eran usados para castigar y deshacerse de los enemigos. Nadie podía
salir de allí a menos que desde arriba lo sacaran.
A José, sus hermanos lo arrojaron a
una cisterna seca para que muriera, porque lo odiaban. Gén. 37:24 “y le
tomaron y le echaron en la cisterna; pero la cisterna estaba vacía, no había en ella agua.”
El caso de Jeremías fue más terrible
aún, la cisterna tenía pantano en el fondo y él se hundió en el barro o cieno;
la muerte de Jeremías era inminente si no es por la protección oportuna de
Dios. Jer. 38:6
“Entonces tomaron ellos a Jeremías y lo
hicieron echar en la cisterna de Malquías hijo de Hamelec, que estaba en el patio
de la cárcel; y metieron a Jeremías con sogas. Y en la cisterna no había agua, sino
cieno, y se hundió Jeremías en el cieno.”
En el libro de Lamentaciones,
Jeremías describe la terrible experiencia de angustia y desesperación que sufrió
allí en ese lugar de oscuridad, así como también queda manifiesta la confianza
en la protección de su Dios.
Lam. 3:53-54 “Ataron
mi vida en cisterna, pusieron piedra sobre mí; Aguas cubrieron mi cabeza; yo dije: Muerto estoy.” Y aunque Jeremías sintió el escalofrío de la muerte dentro de la
cisterna, conservó la esperanza de que Dios escucharía su clamor y pronto
vendría en su socorro.
David en este Salmo 40 empieza con
una profunda y emotiva acción de gracias a Dios por las liberaciones pasadas de
manos de sus enemigos.
En sentido figurado, David describe sus sufrimientos, la
angustia y la desesperación, como lo experimentó Jeremías en la cisterna. Fueron muchos
años de persecución, huidas, lágrimas y súplicas al Señor esperando la
liberación de sus enemigos.
Fueron muchos años escondido en
cuevas en el Desierto, a veces sin comida ni bebida y en continuo sobresalto. La
vida sencilla y tranquila de pastor en el campo había terminado y se le había
convertido como en un hoyo del que no podría salir, ahora se veía
constantemente amenazado por un poderoso enemigo: el Rey Saúl.
A David solo le quedaba confiar y
clamar a Dios; solo Dios podía ayudarlo, tener al Rey de enemigo, era estar perdido,
casi muerto.
Pero David no pierde la confianza en
que su Dios lo librará algún día, y aunque tuvo la oportunidad de eliminar a su
enemigo con sus propias manos, no lo hizo. Se lo dejó a Dios. Tuvo que tener
paciencia y esperar, pero el día de su liberación llegó y es cuando glorifica a
Dios con este Salmo 40:
“Pacientemente
esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y
oyó mi clamor.
-Y me
hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso;
Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis
pasos.
-Puso
luego en mi boca cántico nuevo, alabanza a nuestro Dios.”
Tanto David como Jeremías, nos dejan
una lección de fe y de confianza; pase lo que pase, el auxilio de nuestro Dios
es oportuno, y así tengamos la sensación de que nuestras oraciones no son
escuchadas, Dios ya las escuchó y la respuesta vendrá en el momento oportuno,
él es fiel a los que le aman y le buscan y confían en él.
Sal
40:4 “Bienaventurado el hombre que puso en Jehová
su confianza,
Y no mira a los soberbios, ni a los que se desvían tras la mentira.”
Amado lector-a, si tienes tantos
problemas que te hacen sentir que estás como en un hoyo profundo con lodo, sin
salida, clama a Dios.
Ten paciencia, confía y espera en
Dios; la respuesta a tus oraciones pronto llegará.
Ah, y no olvides ser agradecido. Hasta
pronto.
Orfilia Miranda Londoño
orfimilondo@gmail.com