Es
frecuente escuchar a algunos creyentes jactarse de que ya son salvos y
desprecian a los impíos y a todos aquellos que no son de su misma congregación.
Esta
actitud de entrada ya nos está indicando que han entendido mal el mensaje, o
han sido mal discipulados respecto de la salvación.
“Por tanto, amados míos, como siempre habéis
obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi
ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el
que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.”
Fil. 2:12-13
Pablo
se encuentra encarcelado y por tanto, ausente del ministerio físicamente, pero
espiritualmente no. Desde la cárcel sigue escribiendo, enseñando, aconsejando,
animando y exhortando a las iglesias.
La
iglesia de Filipos parece ser una de las iglesias que le dio menos problemas a
Pablo, pero aún así, desde la cárcel él no la descuida: les pide a los hermanos
que sigan siendo obedientes como lo
han sido siempre, y más ahora en su ausencia.
Les
pide además de la obediencia, que no descuiden la vida de piedad, ocupaos en vuestra salvación con temor y
temblor, esto es, con humildad y reverencia porque recuerden que es Dios el que nos llama amorosamente y pone
en nuestro corazón el deseo de responder a su llamado salvífico. No es porque
nosotros seamos mejores que los demás, sino por el puro beneplácito de Dios. No
hay ningún mérito de parte nuestra, pues, todos somos pecadores de naturaleza
caída. Rom. 3:23. De nuestro corazón sólo salen cosas malas si el Espíritu
Santo no está en nosotros.
Ocuparse de la
salvación con temor y temblor, no es un llamado a hacer obras para completar
la salvación; no, este es un llamado a que como creyentes, sigamos preocupándonos
por nuestro crecimiento espiritual con humildad y agradecimiento a Dios por esa
salvación tan grande que hemos recibido sin merecerla, sin costo alguno para
nosotros.
Cuando
el creyente recibe la salvación de Cristo, es llamado a ser diligente, a esforzarse
en buscar la voluntad de Dios, a
fomentar la propia vida espiritual por medio de la oración y la lectura de la
Palabra; es llamado a la comprensión de las virtudes de la vida cristiana y a la
aplicación personal de la salvación. Es llamado a vivir como salvado, es decir,
debe ejercitarse en lo que Dios en su gracia le ha dado: vivir de acuerdo a lo
que la salvación nos demanda, en santidad y en virtud, haciendo la diferencia
de los impíos. Dicho de otra manera, la salvación demanda una alta conducta moral
que proyecte luz en medio de las tinieblas de este siglo.
“…para que seáis irreprensibles y sencillos,
hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa en medio
de la cual resplandecéis como luminares en el mundo;…” Fil.2:15
Ocuparse
de la salvación con temor y temblor, es también tener cuidado del tesoro que
hemos recibido a través de la palabra que escuchamos y que la atendamos con
prontitud. Heb 2:1 “Por tanto, es
necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea
que nos deslicemos.”
Muchos
han escuchado el evangelio, el mensaje de salvación, pero han estado tan
ocupados en otras cosas que lo han dejado para después y no le han dado el
lugar ni la importancia debida. La salvación es el NEGOCIO más importante de la
vida en el que debemos ocuparnos; todo lo demás es secundario y temporal.
Pida a Dios
fidelidad y obediencia.
Entendemos
que a veces nos cuesta ser fieles y obedientes a Dios; sí, pero es Dios mismo
quien con su gracia nos da la fuerza moral para seguirle, para amarle,
obedecerle y hacer su voluntad.
Cuando
no sintamos ganas de obedecer a Dios, debemos clamarle a él. Él no nos deja
solos en los momentos en que tenemos conflictos internos para hacer su
voluntad. Él quiere que le permitamos ayudarnos. Él nos ayuda a querer
obedecerle y nos da el poder para hacerlo. El secreto para cambiar
nuestras vidas es someternos al control y Señorío de Jesucristo y dejarle actuar
en nosotros.
En
aquellos días en que no tenga ganas de orar, de leer la Palabra o de ir al culto,
pídale a Dios que le ayude a querer hacer su voluntad. Él es el que en vosotros produce así el querer
como el hacer.
La
función de Pablo era anunciar el evangelio de Jesucristo y seguir instruyendo y
formando con buenos fundamentos doctrinales a todos los que creían para que perseveraran en el camino de la fe y esta misión Pablo no la descuidó ni en el
tiempo que vivió encarcelado. Prueba de esto es esta carta escrita a los
Filipenses desde la cárcel.
Esta
es la confianza que Pablo tiene ahora con la iglesia de Filipos, que en su
ausencia, no se aparten ni se desanimen, sino que sigan ocupados en la salvación
con temor y temblor, en cómo crecer para alcanzar una mayor gloria buscando
agradar en todo al Señor y tener la mente de Cristo.
Para
tener la mente de Cristo, debemos condicionarnos a pensar como Él.
Para
cambiar nuestros deseos, a fin de que sean como los de Cristo, necesitamos el poder
de la presencia del Espíritu Santo, la buena enseñanza y la influencia de otros
cristianos fieles y la obediencia a la Palabra de Dios y el servicio.
Es
haciendo la voluntad de Dios como aprendemos a desear y gustar hacer
su voluntad.
Busque
en todo lo que haga, hacer lo que a Dios le agrada y créame, que pronto él cambiará
sus deseos y su modo de pensar.
El
Dios eterno, que vive por los siglos, es nuestro Dios, nuestro creador y Padre;
y su voluntad es que seamos santos como él es santo, porque la santidad de Dios
es incompatible con el pecado y la maldad. Lev
20:7 “Santificaos, pues, y sed santos,
porque yo Jehová soy vuestro Dios.”
1Pe
1:16 “Sed santos, porque yo soy santo.”
La
santidad, pues, es la más alta exigencia de la vida cristiana: ocupaos en vuestra salvación con temor y
temblor. Dios les bendiga.
Orfilia Miranda Londoño
Email: orfimilondo@gmail.com
Amado
lector si es bendecido con este mensaje, deje su comentario. Gracias.
Gracias por esta palabra me extendió mi conocimiento de la salvación
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