viernes, 1 de febrero de 2013

La enseñanza en la iglesia



 La enseñanza en la iglesia


La enseñanza de la Palabra de Dios en la iglesia debe tener tres propósitos principales:
Informar, Formar y Transformar.

1-Informar: Cuando se da una enseñanza a la congregación, esta debe comunicar un conocimiento al intelecto con una idea clara y comprensible que le permita al oyente entender el mensaje y poderlo llevar a la práctica. Así como al cuerpo hay que proveerlo de nutrientes y cuidados para que crezca y se desarrolle normal y sanamente, al espíritu también hay que darle los elementos para que crezca y alcance sabiduría; y la sabiduría se logra  por el conocimiento de la Palabra. Jesús crecía en sabiduría y conocimiento delante de Dios y de los hombres. Lc.2:40,52.

2-Formar: Al entregar un mensaje claro, con ideas claras y ajustadas a la palabra de Dios, el oyente receptivo forma criterios sanos y principios conforme a esa palabra recibida. De aquí la responsabilidad de los que reciben el encargo de enseñar la Palabra. Stg.3:1, nos dice que no quieran hacerse maestros porque tienen mayor responsabilidad delante de Dios. Esto significa que los que tienen el llamado del Señor a este ministerio deben tener mucho cuidado con lo que enseñan.
Enseñar con responsabilidad, es enseñar de acuerdo siempre a la voluntad de Dios para su pueblo expresa en su palabra.
La enseñanza de la sana doctrina forma el carácter del creyente y lo lleva al conocimiento de la verdad; lo afirma en la fe en Cristo y lo motiva a escudriñar las escrituras.

Hoy tenemos un serio problema con las iglesias liberales que están enseñando toda clase de doctrinas, como la teología de la prosperidad que fomenta la codicia y el deseo desmedido de tener riquezas en abundancia; y la teología del solo amor que conducen al creyente a una vida espiritual débil; no enseñan a aborrecer al pecado ni a tener un arrepentimiento verdadero, argumentando que Dios te ama tanto e incondicionalmente, que solo mira tu corazón.
Estas enseñanzas no están formando a los creyentes conforme al evangelio de Jesucristo, sino que enseñan también que el cambio de vida no es tan importante, fomentando la unión libre, el adulterio y la fornicación. Encontramos en iglesias a personas, incluso ministros, que van por el tercer divorcio siendo ya creyentes.
Estos temas casi no se tocan en estas iglesias, y si lo hacen, lo hacen “con mucha suavidad para no lastimar a nadie.” Cuando le fue presentada a Jesús, la mujer adúltera, él la perdonó y le dijo que no pecara más. Juan 8:11, “Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.” A lo largo de los evangelios podremos encontrar varias veces la misma expresión: “tus pecados te son perdonados, vete y no peques más.”
Jesús, fue muy compasivo con los pecadores arrepentidos y muy duro con los duros de corazón, con los hipócritas y religiosos.
La enseñanza, entonces, debe ser conforme a la Palabra de Dios para que pueda formar el carácter del creyente.

3-Transformar: Toda enseñanza que se da al pueblo de Dios, debe producir un efecto transformador y renovador en la vida de los creyentes: Ef.4:21-24. si en verdad le habéis oído, y habéis sido por él enseñados, conforme a la verdad que está en Jesús. En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.”

Según el texto, el mensaje necesariamente tiene que cambiar la vida del que lo escucha dispuesto, porque se cumple la palabra que dice que “toda la palabra es para redargüir, corregir e instruir en justicia.” 2ªT1.3:16.
La Palabra también es espada de dos filos muy cortante, que penetra hasta el alma y hasta los huesos y los tuétanos y esto produce dolor. Cuando la Palabra redarguye y corrige, es decir, nos remueve el pecado, duele, pero la palabra no se puede dar con anestesia, ni se puede adornar ni suavizar, de tal manera que el que oiga el mensaje ni lo tome en serio.

Muchas enseñanzas en los púlpitos se parecen más a un programa de cuenta chistes que una enseñanza de exhortación o doctrinal. No quiero decir con esto, que no nos podamos reír en un momento dado; pero la finalidad del predicador no es hacer reír a la gente con la enseñanza, sino edificar con ella a los oyentes.
La Palabra, al mismo tiempo que da consuelo y esperanza, es alimento espiritual a los creyentes; pero también es arma de juicio y ejecución para todos aquellos que no le entregan su vida a Cristo de verdad.

En un púlpito se pueden decir muchas cosas bonitas, pero que no llevan a las almas al conocimiento de la única verdad que las conduzca a la salvación. Como ya dijimos, en la iglesia del Señor, hoy se están enseñando muchas doctrinas engañosas, pero sabemos que solo hay “un evangelio verdadero”: el evangelio de Jesucristo. Gal. 1:6-9: Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo,  para seguir un evangelio diferente. No que haya otro,  sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo. Más si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciaren otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.”

Para que la iglesia crezca y haya transformación y florecimiento de los dones y ministerios, es necesario cuidar de la palabra que se da a la congregación. Una iglesia donde la enseñanza de la Palabra y la oración son pobres y no constituyen el alimento principal, son congregaciones con enanismo y desnutrición espiritual. En este caso, el cuerpo pastoral y el concejo de ancianos, deben revisar y examinar la calidad de la enseñanza que se le está dando al pueblo de Dios. La congregación por su parte, debe estar dispuesta y abierta a recibir el mensaje y aprovechar todos los recursos que la iglesia le brinde, como discipulados, estudios bíblicos, retiros, etc. para su formación y crecimiento.
De otro lado, para entregar una enseñanza efectiva y conforme al corazón de Dios, el predicador o maestro debe:
Ponerse en las manos de Dios y pedir revelación; no tratar de imitar a otros, porque  todos tenemos distinto llamado. (Distinta función) 1 Cor. 12:15-21
Mantener una vida recta delante de Dios y de buen testimonio ante los hombres. (Santidad) Tito 2:7-8
Mantener en todo momento la dignidad del cargo de embajador de Cristo. 2ªCor. 5:20.

Finalmente, deposite su confianza totalmente en el Señor para que tenga paz en su alma; Sal. 42:11; prepárese muy bien en oración y ayuno, escudriñe las escrituras y documéntese bien. Los resultados déjeselos al Espíritu Santo, que es el que santifica y transforma la vida de los creyentes que se disponen con un arrepentimiento sincero y un gran deseo de recibir la vida de la gracia.
Dios les bendiga.
Orfilia Miranda L.

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