Dios,
habiendo creado todo perfecto, creó también al hombre perfecto, a su imagen y
semejanza lo creó: Gén. 1:27 “Y creó
Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó.”
Y
les dio libre albedrío, voluntad, capacidad de pensar y tomar sus propias
decisiones. Y en ese estado de perfección en que los creó, los bendijo y les
ordenó fructificar y multiplicarse; les entregó la autoridad y señorío sobre la
tierra. Gén 1:28 “Y los bendijo Dios, y
les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y
señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las
bestias que se mueven sobre la tierra.”
¡Qué
más hubiera podido desear el hombre, que Dios no le hubiera dado!
Gozaban
de la presencia de Dios y hablaban cara a cara con él. Indudablemente, que eran
felices: vivían en el Paraíso.
El
pecado ha sido la tragedia más grande que le ha podido pasar a la humanidad, y
que le ha acarreado las más terribles y funestas consecuencias.
El
pecado, como desobediencia a Dios, se constituye también como acto de rebeldía
contra el Creador del universo.
La
rebeldía y desobediencia a Dios, es una forma clara y manifiesta de que el
hombre tomó la decisión deliberadamente de gobernarse solo sin Dios; pero las
consecuencias no se hicieron esperar en el ámbito espiritual y natural o físico:
En
el ámbito espiritual:
-Se
abrió un gran abismo entre Dios y los
hombres, entre el cielo y la tierra, de tal magnitud, profundidad y oscuridad, que
si lo pudiéramos ver con los ojos de la carne, aullaríamos como lobos de terror
y espanto.
-El
hombre quedó solo y muy distante de Dios, sin ninguna comunicación con él.
-El
hombre sufre una gran pérdida quedando en la total indefensión; se le cerró el
entendimiento, no sólo al conocimiento humano, sino al espiritual, al punto que
piensa o cree que es solo materia; que al morir todo termina y no hay nada más
allá de la muerte.
-Su
espíritu quedó muerto y por eso no puede percibir el soplo de Dios ni la
eternidad que hay en él.
-Esta
terrible ceguera o cerradura y oscuridad espiritual, lo han llevado a negar la
existencia de su Creador y a negar toda evidencia de la misma creación divina.
-El
hombre perdió todos los privilegios y la hermosura de la imagen de Dios, quedando
totalmente desprovisto y desnudo de
la vestidura de la gracia divina con la que había sido creado. Perdió la
autoridad y el señorío, como ser superior de la creación de Dios. Por eso,
cuando Dios le pregunta, por qué está escondido, él responde: “porque estoy
desnudo.”
En
el ámbito natural:
La
tierra quedó maldita, Gén. 3:17 “Y al hombre dijo:…maldita será la tierra por
tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.”
-Bajo
esa maldición, todos los animales se rebelan contra el hombre, le tienen temor,
no lo respetan y lo atacan. Todo se volvió muy difícil para la sobrevivencia humana.
-Quedó
expuesto al dolor, a la enfermedad y la muerte.
-Tiene
que trabajar con cansancio y fatiga
para ganarse el sustento para sí y su familia.
-Tiene
que esforzarse en aprender y estudiar para adquirir conocimiento.
-Genera
odios, guerras, divisiones y muchos problemas.
-Tiene
que luchar en sus propias fuerzas y está expuesto a todos los embates de la
naturaleza: huracanes, inundaciones, sequías y terremotos.
-Quedó
sujeto a la iniquidad y a toda concupiscencia de la carne y al dominio del
diablo, el príncipe de este mundo.
-Finalmente, el hombre quedó sujeto a la muerte.
Ahora,
¿cómo podemos revertir todo este daño y recuperar el orden del universo y la familiaridad
con Dios?
Déjeme
decirle, que lamentablemente, esta situación no tiene reversa; nosotros no
podemos hacer nada por nosotros mismos. ¡Absolutamente nada!
¿Y entonces?...Me
dirá usted…Pero no hay nada que pueda hacer el hombre en su estado miserable,
por sí mismo.
Pero
le tengo una muy buena noticia:…yo sí se de UNO que ya hizo todo por nosotros:
¡JESUCRISTO!
¡El Hijo de Dios!
Él
vino a la tierra a ofrecerse como víctima divina, santa, perfecta y suficiente,
en sacrificio por nuestros pecados.
Él
satisfizo ante la justicia del Padre, la deuda de todos los hombres y mujeres
del mundo, gratuitamente y nos declaró inocentes y limpios de todas nuestras
maldades.
Cristo
lo hizo voluntariamente, se ofreció por amor y compasión hacia nosotros. Él con
su sacrificio y muerte en la cruz, nos perdonó los pecados; anuló el acta de
los decretos que había contra nosotros y los clavó en la cruz.
Col.2:14-15
Cristo,”… anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos
era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, 15 y despojando
a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando
sobre ellos en la cruz.”
Sólo a través
de de la cruz de Cristo podemos ir al Padre; ella es el puente entre Dios y el
hombre.
Y su sangre
derramada nos lavó de todo pecado. Al morir Cristo en la cruz, al momento de
ser rasgada su carne por la muerte, también se rasgó el velo del templo que
separaba al pueblo del lugar Santísimo, en señal de que ya somos libres en
Cristo; ya no hay nada que nos separe de la comunión con el Padre. Allí termina
el viejo pacto de sacrificios de animales. Cristo es el Nuevo Pacto, por él podemos
entrar confiadamente ante el Padre, por la SANGRE derramada del Cordero inmaculado.
Entonces, ¿ya
todo está listo?...NO. Hace falta que usted y yo recibamos esa salvación.
Para recibirla
hay tres requisitos: CREER, RECONOCER Y RECIBIR.
CREER en
Jesucristo como el Hijo de Dios que vino en carne humana para salvarnos.
RECONOCER que somos
pecadores y necesitados de la salvación.
RECIBIR a
Cristo y someternos a su Señorío.
Sólo así, podemos
recibir la salvación y ser restituidos a la condición de hijos de Dios.
Juan 1:12 “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen
en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.”
El
pecado o rebeldía contra Dios es mucho más grave de lo que pensamos; es
desobediencia a los mandatos de Dios.
Dios
en su Palabra nos ha dejado mandamientos o instrucciones para que tengamos una
vida conforme al propósito que él tiene para nosotros; desobedecerlas, es
rechazarle a él mismo. Por eso, la importancia que usted sepa qué es el pecado,
sus consecuencias y qué hacer para salvarse.
Tener
muy claro que usted mismo no puede hacer nada para salvarse: Solo en Cristo hay
salvación.
Con
todo respeto por usted mi amado lector, no quiero ofenderle, pero tengo que
decirle que abra los ojos y revise en qué está usted creyendo para salvarse.
La
congregación a la que asista, no es la que me preocupa; lo que importa es, qué
doctrina está recibiendo y en lo que usted crea para salvación.
A
usted no lo salva rezar mucho a las estatuas de una iglesia, prenderles
veladoras, visitar santuarios de rodillas o
recibir indulgencias. Eso no es bíblico. Salmo 115. Tampoco confíe en que cuando muera los que queden lo salvarán con sus oraciones. La salvación es decisión suya solamente y se hace aquí.
La
biblia, que es la Palabra de Dios, Palabra fiel y verdadera, dice que
Jesucristo es el único Camino; Juan 14:6: “Jesús le dijo: Yo
soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”
Jesús no dice:
Yo soy un camino, dice Soy el camino,
está hablando de uno solo.
También dice
que Jesús es la puerta: Juan 10:9 “Yo soy
la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará
pastos.” Tampoco dice Soy una
puerta, porque al cielo sólo se entra por la única puerta que es Cristo.
No nos dejemos
engañar con falsas doctrinas humanistas, que han suavizado tanto el pecado que
ya a nadie le preocupa; se le llama error, fallas humanas y todos cometemos errores.
Nosotros no
tenemos que juzgar al pecador ni condenarlo, le toca a Cristo que fue quien dio
la vida por nosotros. Nosotros somos también necesitados de la misericordia,
pero estamos en la obligación de enseñar y orar por otros para que también sean
alcanzados con la salvación. En Rom. 3:23 dice que todos somos pecadores, por
tanto, necesitados del perdón y de la salvación en Cristo.
Si usted que
está leyendo, no ha recibido a Cristo, y ha sido tocado con este mensaje, en un
acto de fe, pida perdón por sus pecados, dígale al Señor Jesucristo que usted necesita
de su misericordia; dígale que usted le recibe como el Señor y salvador suficiente.
Luego
comprométase a vivir como él manda en su Palabra y léala todos los días; ore diariamente
y busque donde congregarse y que le enseñen la Palabra.
Pero si usted
ya es creyente, háblele a otros sobre las consecuencias del pecado y de la necesidad
de buscar al Señor. Dios les bendiga.
Orfilia
Miranda Londoño
orfimilondo@gmail.com
orfimilondo@gmail.com
Si tiene
alguna necesidad especial de oración, puede hacérmelo saber y con mucho gusto.
Bendiciones.
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