¿Los creyentes hoy, podemos
decir al Señor con humildad y sinceridad: He aquí los siervos del Señor, hágase
conmigo conforme a tu palabra, con la sencillez que lo dijo María? Lc.1:38.
“Entonces María dijo: He aquí la sierva del
Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra”.
Esa respuesta refleja la
convicción y seguridad de una persona que vive una vida consagrada al Señor.
Si soy su hijo, su criatura,
la obra de sus manos, su siervo, su servidor incondicional, y dependo de él en
todo, entonces que el Señor obre conforme a su propósito en mí.
Podemos estar seguros de que,
lo que el Señor dispone para nosotros, siempre será lo mejor; todo lo que viene
de la mano del Señor, siempre viene cargado de su amor, de su gracia y su
misericordia. Porque los pensamientos de Dios son de bien y no de mal. Jr.
29:11
“Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice
Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.”
En la naturaleza de Dios, está
el hacer siempre el bien, no el mal; del cielo nunca se nos envía nada para
dañarnos: Santiago 1:17 “Toda buena
dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el
cual no hay mudanza, ni sombra de variación”. Y porque Dios no cambia, siempre será así. Todo
lo bueno, lo puro, lo santo, lo perfecto está en el cielo, y de allí es enviado
a nosotros, “Toda buena dádiva, y todo
don perfecto desciende de lo alto”; Jesucristo ha sido el don perfecto por
excelencia, venido de lo alto para nuestra salvación.
Si estamos convencidos de
esto, no tendríamos ningún reparo ni duda para abandonarnos a la absoluta y
total bondad de Dios nuestro Padre y Señor. Estaríamos dispuestos a obedecer
sin cuestionamientos.
¿Pero estamos nosotros
dispuestos de manera incondicional a servirle al Señor y a aceptar lo que él
disponga en nuestras vidas?
“Hágase conmigo conforme a tu palabra”. No se diga más, aquí no hay
cuestionamientos a lo que Dios está ordenando, no hay excusas para aceptar su
plan, su proyecto.
Cuando María recibió la visita
del ángel Gabriel, que le trajo la noticia de que había sido elegida para
llevar en su vientre al Salvador de los hombres, a pesar de las serias
consecuencias que esto le traería en su cultura, ella no cuestionó, solo
preguntó cómo sería esto, puesto que
era muy niña, no tenía esposo, apenas estaba comprometida con José.
La pregunta era más por el
asombro y la inocencia, no por duda. Cómo hago, no tengo varón… El ángel le da
toda la explicación del caso; María entiende que el asunto es sobrenatural,
milagroso, y estando ya claro, asunto concluido: “Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo
conforme a tu palabra.” Lc.1:38
Esta pregunta de María es una
cosa muy distinta a la actitud de Zacarías:
Zacarías era un hombre
conocedor de las Escrituras y sacerdote; había orado por muchos años a Dios
pidiendo un hijo; y el ángel le dijo que sus oraciones habían sido escuchadas;
pero aun así, Zacarías se extiende en razonamientos y explicaciones del porqué
esto que está diciendo el ángel no puede ser posible. Se encasilló en el
razonamiento humano-científico, y olvidó que para Dios no hay imposibles.
Estos argumentos que solo dejaron
al descubierto la duda y la incredulidad de Zacarías, fueron la causa de que el
ángel lo reprendiera severamente; Lc.1:20-21 Pero no incidieron para que Dios
llevara a cabo su plan salvífico, o lo cambiara.
La soberanía de Dios y su
poder, no están sujetos al tiempo, el espacio ni a las circunstancias, ni a las leyes
naturales; Dios obra de manera sobrenatural, en medio del mundo natural. Por
tanto, para Dios todo es posible allí donde todo se ve imposible.
Muchos creyentes estamos
acostumbrados a cuestionar los designios de Dios para nuestras vidas. Oramos y
no esperamos lo que pedimos, tampoco confiamos en que Dios está dispuesto a
darnos siempre lo mejor, lo que más nos convenga para nuestra vida espiritual y
temporal.
No estamos totalmente
dispuestos a abandonarnos absolutamente en las manos del Señor, y a obedecer
sin cuestionar la entera voluntad de Dios.
Cuando sospechamos que lo que
estamos haciendo no es lo que Dios nos ha mandado a hacer, buscamos mil
razonamientos para justificar nuestra desobediencia, ya sea para hacer o dejar
de hacer esto o aquello.
A veces nos empeñamos en un
ministerio que no es el que el Señor nos ha mandado, solo porque aquello nos
agrada más. O simplemente, posponemos un trabajo, un servicio, solo porque no
es de nuestro agrado, y argumentamos mil disculpas o excusas para no obedecer a
Dios y someternos a su designio.
Cuando actuamos de esta manera,
tenemos que estar preparados para cosechar los resultados de querer manejar
nuestra vida fuera del plan de Dios, siendo que ya la habíamos depositado en
sus manos.
La voluntad de Dios,
primordialmente, es que seamos santos, que busquemos todos los medios de
conducirnos santamente, no buscando el pecado deliberadamente, y esto incluye
la total obediencia a sus mandamientos.
El Señor demanda de nosotros
una fe práctica, una fe que muestre nuestro testimonio de vida cristiana en obediencia
como personas salvadas, que hacemos buenas obras porque hemos sido rescatados y
transformados por Cristo.
Ser personas salvadas, transformadas
de fe práctica, es estar dispuestos a obedecer al Señor en todo, dispuestos a
decir: He aquí el siervo, la sierva del
Señor, Hágase conmigo conforme a tu palabra.
Para reflexionar:
¿Cuántas veces en su caminar de
creyente, usted ha estorbado el plan de Dios en su vida, o en la de otros por querer
hacer su voluntad y no someterse a Dios?
¿Ha persistido usted en una
obra o ministerio, sin Dios haberlo mandado o puesto allí?
¿Está usted dispuesto,
dispuesta, hoy a decir de todo corazón, con sinceridad:
He aquí el siervo, la sierva, del Señor, hágase
conmigo conforme a tu palabra?
Hasta pronto, Dios
les bendiga.
Orfilia Miranda
Londoño
Si le bendice, deje su comentario, Gracias.
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