lunes, 12 de marzo de 2018

HE AQUÍ LOS SIERVOS DEL SEÑOR


¿Los creyentes hoy, podemos decir al Señor con humildad y sinceridad: He aquí los siervos del Señor, hágase conmigo conforme a tu palabra, con la sencillez que lo dijo María? Lc.1:38. 
Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra”.  

Esa respuesta refleja la convicción y seguridad de una persona que vive una vida consagrada al Señor.
Si soy su hijo, su criatura, la obra de sus manos, su siervo, su servidor incondicional, y dependo de él en todo, entonces que el Señor obre conforme a su propósito en mí.

Podemos estar seguros de que, lo que el Señor dispone para nosotros, siempre será lo mejor; todo lo que viene de la mano del Señor, siempre viene cargado de su amor, de su gracia y su misericordia. Porque los pensamientos de Dios son de bien y no de mal. Jr. 29:11
Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.”

En la naturaleza de Dios, está el hacer siempre el bien, no el mal; del cielo nunca se nos envía nada para dañarnos: Santiago 1:17 “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”.  Y porque Dios no cambia, siempre será así. Todo lo bueno, lo puro, lo santo, lo perfecto está en el cielo, y de allí es enviado a nosotros, “Toda buena dádiva, y todo don perfecto desciende de lo alto”; Jesucristo ha sido el don perfecto por excelencia, venido de lo alto para nuestra salvación.

Si estamos convencidos de esto, no tendríamos ningún reparo ni duda para abandonarnos a la absoluta y total bondad de Dios nuestro Padre y Señor. Estaríamos dispuestos a obedecer sin cuestionamientos.
¿Pero estamos nosotros dispuestos de manera incondicional a servirle al Señor y a aceptar lo que él disponga en nuestras vidas?

Hágase conmigo conforme a tu palabra”. No se diga más, aquí no hay cuestionamientos a lo que Dios está ordenando, no hay excusas para aceptar su plan, su proyecto.

Cuando María recibió la visita del ángel Gabriel, que le trajo la noticia de que había sido elegida para llevar en su vientre al Salvador de los hombres, a pesar de las serias consecuencias que esto le traería en su cultura, ella no cuestionó, solo preguntó cómo sería esto, puesto que era muy niña, no tenía esposo, apenas estaba comprometida con José.
La pregunta era más por el asombro y la inocencia, no por duda. Cómo hago, no tengo varón… El ángel le da toda la explicación del caso; María entiende que el asunto es sobrenatural, milagroso, y estando ya claro, asunto concluido: “Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra.” Lc.1:38

Esta pregunta de María es una cosa muy distinta a la actitud de Zacarías:
Zacarías era un hombre conocedor de las Escrituras y sacerdote; había orado por muchos años a Dios pidiendo un hijo; y el ángel le dijo que sus oraciones habían sido escuchadas; pero aun así, Zacarías se extiende en razonamientos y explicaciones del porqué esto que está diciendo el ángel no puede ser posible. Se encasilló en el razonamiento humano-científico, y olvidó que para Dios no hay imposibles.
Estos argumentos que solo dejaron al descubierto la duda y la incredulidad de Zacarías, fueron la causa de que el ángel lo reprendiera severamente; Lc.1:20-21 Pero no incidieron para que Dios llevara a cabo su plan salvífico, o lo cambiara.

La soberanía de Dios y su poder, no están sujetos al tiempo, el espacio ni a las circunstancias, ni a las leyes naturales; Dios obra de manera sobrenatural, en medio del mundo natural. Por tanto, para Dios todo es posible allí donde todo se ve imposible.

Muchos creyentes estamos acostumbrados a cuestionar los designios de Dios para nuestras vidas. Oramos y no esperamos lo que pedimos, tampoco confiamos en que Dios está dispuesto a darnos siempre lo mejor, lo que más nos convenga para nuestra vida espiritual y temporal.
No estamos totalmente dispuestos a abandonarnos absolutamente en las manos del Señor, y a obedecer sin cuestionar la entera voluntad de Dios.

Cuando sospechamos que lo que estamos haciendo no es lo que Dios nos ha mandado a hacer, buscamos mil razonamientos para justificar nuestra desobediencia, ya sea para hacer o dejar de hacer esto o aquello.
A veces nos empeñamos en un ministerio que no es el que el Señor nos ha mandado, solo porque aquello nos agrada más. O simplemente, posponemos un trabajo, un servicio, solo porque no es de nuestro agrado, y argumentamos mil disculpas o excusas para no obedecer a Dios y someternos a su designio.
Cuando actuamos de esta manera, tenemos que estar preparados para cosechar los resultados de querer manejar nuestra vida fuera del plan de Dios, siendo que ya la habíamos depositado en sus manos.
La voluntad de Dios, primordialmente, es que seamos santos, que busquemos todos los medios de conducirnos santamente, no buscando el pecado deliberadamente, y esto incluye la total obediencia a sus mandamientos.

El Señor demanda de nosotros una fe práctica, una fe que muestre nuestro testimonio de vida cristiana en obediencia como personas salvadas, que hacemos buenas obras porque hemos sido rescatados y transformados por Cristo.
Ser personas salvadas, transformadas de fe práctica, es estar dispuestos a obedecer al Señor en todo, dispuestos a decir: He aquí el siervo, la sierva del Señor, Hágase conmigo conforme a tu palabra.

Para reflexionar:

¿Cuántas veces en su caminar de creyente, usted ha estorbado el plan de Dios en su vida, o en la de otros por querer hacer su voluntad y no someterse a Dios?

¿Ha persistido usted en una obra o ministerio, sin Dios haberlo mandado o puesto allí?

¿Está usted dispuesto, dispuesta, hoy a decir de todo corazón, con sinceridad:
He aquí el siervo, la sierva, del Señor, hágase conmigo conforme a tu palabra?

Hasta pronto, Dios les bendiga.
Orfilia Miranda Londoño

 Si le bendice, deje su comentario, Gracias.



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