37:1 No te impacientes a causa de los malignos,
Ni tengas envidia de los que hacen iniquidad.
37:2 Porque como hierba serán pronto cortados,
Y como la hierba verde se secarán.
37:3 Confía en Jehová, y haz el bien;
Y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la
verdad.
Y él te concederá las peticiones de tu corazón.
37:5 Encomienda a Jehová tu camino,
Y confía en él; y él hará.
37:6 Exhibirá tu justicia como la luz,
Y tu derecho como el mediodía.
37:7 Guarda silencio ante Jehová, y espera en él.
No te alteres
con motivo del que prospera en su camino,
Por el hombre
que hace maldades.
37:8 Deja la ira, y desecha el enojo;
No te excites
en manera alguna a hacer lo malo.
37:9 Porque los malignos serán destruidos,
Pero los que
esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra.
Es un grave error
el de muchas personas, creer que todos nuestros problemas desaparecerán en el
momento en que le entregamos nuestra vida al Señor.
Cuando le entregamos
la vida al Señor, sí hay un cambio de actitud, y debe darse puesto que ya no
estamos enfrentando la vida con todas sus dificultades solos. Tenemos el
respaldo poderoso de Dios, su ayuda y la esperanza de vida eterna. Ya no
vivimos como los que no tienen esperanza.
La lucha contra la
pobreza, el desempleo, la enfermedad, la tristeza, el dolor y la muerte,
seguirá siendo nuestra piedra en el zapato, pues, son consecuencias de la
naturaleza caída.
Como podemos
observar, este salmo de David no va dirigido a Dios, sino a los creyentes. Como
a personas salvadas, nos invita a hacer la diferencia con el estilo de vida de
los no creyentes.
Nunca deberíamos impacientarnos
ni envidiar al malvado, aunque lo veamos prosperar más que nosotros; quizás muchos
sean muy populares y famosos o excesivamente ricos. No importa cuánto tengan, igual
se debilitarán y desaparecerán como la hierba que se corta y se seca.
Los que siguen a
Dios viven de manera diferente a los incrédulos, y al final, tendrán tesoros
mayores en el cielo.
Lo que los
incrédulos amontonan, les puede durar lo mismo que la vida si tienen suerte, y si
no quedan en bancarrota antes.
La salvación que el
creyente obtiene al seguir a Dios perdurará para siempre. Y las riquezas que
obtenga, las adquiere honestamente y Dios le permitirá vivir con paz.
Confía en el Señor
en todo tiempo y dedícate a hacer todo el bien que puedas.
Nuestro mayor
deleite debe estar en el Señor y en la entrega de todo lo que somos, tenemos y
hacemos: Encomienda a Jehová tu camino, Y
confía en él; y él hará. Esperando en él siempre. Y ¿cómo nos deleitamos en
él? Deléitate significa experimentar gran placer y gozarse en la presencia de alguien. Esto sucede
únicamente cuando conocemos muy bien a esa persona y la amamos mucho. Por lo
tanto, para deleitarnos en el Señor, debemos conocerle mejor. El conocimiento
de su gran amor por nosotros nos dará deleite.
Encomienda significa
confiarle todo al Señor: vida, familia, trabajo y posesiones, para su control y
dirección. Encomendarnos al Señor significa confiar y creer que Él cuidará de
nosotros mejor de lo que nosotros pudiéramos hacerlo.
Con esta confianza,
deberíamos estar dispuestos a esperar con paciencia y en silencio, para que Él haga lo que es mejor para
nosotros. V. 7 Guarda silencio ante
Jehová, y espera en él.
V 8-9 La ira y el
disgusto (enojo) son dos emociones muy destructivas en la vida de las personas.
Revelan en el creyente falta de confianza en que Dios nos ama y está al timón
de nuestras vidas con todas sus necesidades. No debemos impacientarnos. Si confiamos
en él decididamente y nos entregamos a su servicio, él se hace cargo de
nosotros.
Cuando una persona se enfrasca en sus
problemas y no ve la salida, se vuelve ansiosa y se enoja. Pero si se concentra
en Dios y en su bondad, encontrará paz. ¿Dónde pondrá entonces su atención?
Para concluir: La
mentira más grande que se le puede decir a una persona incrédula es que al
hacerse seguidor de Cristo se le terminarán todos los problemas y dificultades.
Que tendrá el
mejor empleo, que la pobreza y la enfermedad no lo tocarán, que se le abrirán
fácilmente las puertas a donde quiera que toque porque es un hijo de Dios. Que como hijos del Rey viven bendecido, prosperados
y en victoria sin problemas.
Muchos han venido
con ese pensamiento equivocado a la vida de la fe y han fracasado y se han vuelto
decepcionados al mundo dedicándose a blasfemar el santo nombre de Dios.
Muchos otros están
llenando templos esperando “milagros” solamente aferrados a una “religión” sin arrepentimiento
ni conversión porque no se les predica el verdadero evangelio del Señor.
Si hubo alguien
que conoció la angustia y la depresión, pero también el favor de Dios en esos
momentos de angustia, ese fue David. Po eso habla con propiedad y experiencia:
“Pero la salvación
de los justos es de Jehová,
Y él es su
fortaleza en el tiempo de la angustia.
-Jehová los
ayudará y los librará;
Los libertará de
los impíos, y los salvará,
Por cuanto en él
esperaron.” Salmo 37: 39-40
Que el
Señor les siga bendiciendo, hasta pronto.
Orfilia
Miranda Londoño