viernes, 26 de septiembre de 2014

Llamados a la Santidad



Muchos creyentes se preguntan todavía: ¿cómo puedo saber cuál es la voluntad de Dios para mi vida? Si yo conociera la voluntad de Dios me sería más fácil obedecerle y agradarle.
Pues, déjeme decirle que si abre la biblia y comienza a leer, de principio a fin, usted encuentra claramente expresada la voluntad de Dios para los hombres.
Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación;…Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación. Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo.” 1ª Tes. 4:3-8.
Santo, significa: Apartado, Consagrado, Dedicado, Purificado, Separado para Dios, y todos estamos llamados a ser santos como Dios es Santo.
Seguid la paz con todos y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.Heb.12:14.
Ningún pecador o inmundo podrá sostenerse delante de Dios, porque la santidad de Dios es tan grande y tan perfecta que no es compatible con la maldad del hombre. Ni siquiera a Moisés le fue permitido ver el rostro de Jehová directamente, “Porque no me verá hombre y vivirá,” dice el Señor. Ex.33:20. De ahí que fue necesaria una expiación perfecta por medio de una víctima santa y perfecta: Cristo. Solo por medio de Él, el hombre puede ser purificado de sus pecados y capacitado para entrar en la presencia santa de Dios. Dios ya no ve nuestras maldades, sino que nos ve a través de la sangre misericordiosa y redentora del Cordero inmaculado.

Is.35:8 dice: “Y habrá calzada y camino de santidad y ningún inmundo pasará por el.” Efectivamente, es una exigencia caminar en santidad para tener una vida victoriosa aquí, y para poder entrar a la vida eterna.
Si usted quiere presentarse delante de Dios, y ser grato delante de sus ojos, purifíquese primero; pida perdón de sus pecados con sinceridad. Muchas veces Dios no escucha nuestras oraciones porque salen de un corazón sucio lleno de mentira, hipocresía, resentimientos y pensamientos sucios; a veces pretendemos orar con un corazón lleno de envidia y de rencor o enojo. Muchas veces nuestros ministerios no florecen ni crecen porque no nos hemos limpiado del pecado, no hemos renunciado totalmente al pecado. Una cosa es ser de condición pecadora, y otra muy distinta es no renunciar voluntariamente al pecado y a las ocasiones de caer en el.

Josué llama al pueblo y le pide santificarse para poder caminar en la presencia de Jehová. “Y Josué dijo al pueblo: santificaos porque Jehová hará mañana maravillas entre nosotros.” Josué 3:5.
Con toda seguridad el Señor hace maravillas en todo aquel que se acerca a él con un corazón contrito y humillado. Dios no nos desprecia pero nos pide santidad delante de él.

La santidad, pues, es requisito indispensable para presentar a Dios nuestros sacrificios de alabanza y adoración porque Jehová es Santo.
Sal. 29:2 Dad a Jehová la gloria debida a su nombre; adorad a Jehová en la hermosura de la santidad.
Miremos por qué Dios no aceptó de buen agrado el sacrificio que Caín le ofreció y el de Abel sí: porque el corazón de Caín estaba lleno de envidia, de odio y resentimiento contra su hermano. La limpieza del corazón es necesaria para alabar y adorar a Dios.
Así mismo, para servirle con efectividad debemos vivir procurando esa santidad como resultado de la obediencia.
Jesús mismo, conociendo la debilidad humana y la presión que el mundo ejercería sobre los creyentes, ora al Padre por nosotros, no para que nos saque del mundo, sino para que nos preserve y nos ayude a vivir en santidad en medio de este sistema de maldad y de oscuridad; pues los que somos de Cristo ya no pertenecemos al mundo ni hacemos lo que el mundo nos ordena.  No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.Jn.17:15-17. 

El verdadero cristiano no debe participar de las obras infructuosas de las tinieblas porque la voluntad de Dios es que seamos santos como El es Santo. Es necesario, pues, limpiarnos de toda contaminación de mundanidad agazapada y vivir conforme a la palabra de Dios: 2ªCor.7:1Así que, amados,…limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.” Y de esta manera afirmemos el carácter de verdaderos cristianos, con un corazón decidido a seguir a Cristo con todas las implicaciones que conlleva: oración, estudio de la palabra, testimonio de vida íntegra, honestidad y rectitud en todo lo que hagamos, para que seamos luz en las tinieblas del mundo y al final seamos hallados irreprensibles en santidad delante de Dios en el día de Cristo. 1ªTes.3:13 “…para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos.
Por eso cuando usted llega a los pies de Cristo, debe comenzar un proceso de santificación que durará toda la vida, porque fuimos llamados a ser santos para formar la congregación de los santos en Cristo Jesús. 1ªCor.1:2 “…a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo…”

Ser llamado a la salvación, es ser llamado a ser santo. Y ese llamamiento a la santidad no es teórico; la santidad se tiene que ver reflejada en todos los estados de nuestra vida. Es un cambio radical, de hombre viejo a hombre nuevo; de mujer vieja a mujer nueva; y no se refiere al cuerpo físico, a una cirugía plástica; se refiere a un cambio de actitud, de mentalidad, a la nueva vida en el Espíritu Santo. Ef.4:22-24En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.”

Cristo ya nos salvó, ahora nos toca a nosotros hacer la travesía de la santificación. Y recuerde: sin santidad nadie verá a Dios. Dios les bendiga.                                                    


Orfilia Miranda Londoño.

sábado, 13 de septiembre de 2014

OCUPAOS EN VUESTRA SALVACIÓN



 Es frecuente escuchar a algunos creyentes jactarse de que ya son salvos y desprecian a los impíos y a todos aquellos que no son de su misma congregación.
Esta actitud de entrada ya nos está indicando que han entendido mal el mensaje, o han sido mal discipulados respecto de la salvación.
Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” Fil. 2:12-13
Pablo se encuentra encarcelado y por tanto, ausente del ministerio físicamente, pero espiritualmente no. Desde la cárcel sigue escribiendo, enseñando, aconsejando, animando y exhortando a las iglesias.

La iglesia de Filipos parece ser una de las iglesias que le dio menos problemas a Pablo, pero aún así, desde la cárcel él no la descuida: les pide a los hermanos que sigan siendo obedientes como lo han sido siempre, y más ahora en su ausencia.
Les pide además de la obediencia, que no descuiden la vida de piedad, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, esto es, con humildad y reverencia porque recuerden que es Dios el que nos llama amorosamente y pone en nuestro corazón el deseo de responder a su llamado salvífico. No es porque nosotros seamos mejores que los demás, sino por el puro beneplácito de Dios. No hay ningún mérito de parte nuestra, pues, todos somos pecadores de naturaleza caída. Rom. 3:23. De nuestro corazón sólo salen cosas malas si el Espíritu Santo no está en nosotros.

Ocuparse de la salvación con temor y temblor, no es un llamado a hacer obras para completar la salvación; no, este es un llamado a que como creyentes, sigamos preocupándonos por nuestro crecimiento espiritual con humildad y agradecimiento a Dios por esa salvación tan grande que hemos recibido sin merecerla, sin costo alguno para nosotros.
Cuando el creyente recibe la salvación de Cristo, es llamado a ser diligente, a esforzarse en  buscar la voluntad de Dios, a fomentar la propia vida espiritual por medio de la oración y la lectura de la Palabra; es llamado a la comprensión de las virtudes de la vida cristiana y a la aplicación personal de la salvación. Es llamado a vivir como salvado, es decir, debe ejercitarse en lo que Dios en su gracia le ha dado: vivir de acuerdo a lo que la salvación nos demanda, en santidad y en virtud, haciendo la diferencia de los impíos. Dicho de otra manera, la salvación demanda una alta conducta moral que proyecte luz en medio de las tinieblas de este siglo.
“…para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo;…” Fil.2:15

Ocuparse de la salvación con temor y temblor, es también tener cuidado del tesoro que hemos recibido a través de la palabra que escuchamos y que la atendamos con prontitud. Heb 2:1 “Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos.”
Muchos han escuchado el evangelio, el mensaje de salvación, pero han estado tan ocupados en otras cosas que lo han dejado para después y no le han dado el lugar ni la importancia debida. La salvación es el NEGOCIO más importante de la vida en el que debemos ocuparnos; todo lo demás es secundario y temporal.

Pida a Dios fidelidad y obediencia.
Entendemos que a veces nos cuesta ser fieles y obedientes a Dios; sí, pero es Dios mismo quien con su gracia nos da la fuerza moral para seguirle, para amarle, obedecerle y hacer su voluntad.
Cuando no sintamos ganas de obedecer a Dios, debemos clamarle a él. Él no nos deja solos en los momentos en que tenemos conflictos internos para hacer su voluntad. Él quiere que le permitamos ayudarnos. Él nos ayuda a querer obedecerle y nos da el poder para hacerlo. El secreto para cambiar nuestras vidas es someternos al control y Señorío de Jesucristo y dejarle actuar en nosotros.

En aquellos días en que no tenga ganas de orar, de leer la Palabra o de ir al culto, pídale a Dios que le ayude a querer hacer su voluntad. Él es el que en vosotros produce así el querer como el hacer.

La función de Pablo era anunciar el evangelio de Jesucristo y seguir instruyendo y formando con buenos fundamentos doctrinales a todos los que creían para que perseveraran en el camino de la fe y esta misión Pablo no la descuidó ni en el tiempo que vivió encarcelado. Prueba de esto es esta carta escrita a los Filipenses desde la cárcel.

Esta es la confianza que Pablo tiene ahora con la iglesia de Filipos, que en su ausencia, no se aparten ni se desanimen, sino que sigan ocupados en la salvación con temor y temblor, en cómo crecer para alcanzar una mayor gloria buscando agradar en todo al Señor y tener la mente de Cristo.
Para tener la mente de Cristo, debemos condicionarnos a pensar como Él.
Para cambiar nuestros deseos, a fin de que sean como los de Cristo, necesitamos el poder de la presencia del Espíritu Santo, la buena enseñanza y la influencia de otros cristianos fieles y la obediencia a la Palabra de Dios y el servicio.
Es haciendo la voluntad de Dios como aprendemos a desear y gustar hacer su voluntad.
Busque en todo lo que haga, hacer lo que a Dios le agrada y créame, que pronto él cambiará sus deseos y su modo de pensar.
El Dios eterno, que vive por los siglos, es nuestro Dios, nuestro creador y Padre; y su voluntad es que seamos santos como él es santo, porque la santidad de Dios es incompatible con el pecado y la maldad. Lev 20:7 “Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios.”
1Pe 1:16 “Sed santos, porque yo soy santo.”
La santidad, pues, es la más alta exigencia de la vida cristiana: ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor. Dios les bendiga.



Orfilia Miranda Londoño
Email: orfimilondo@gmail.com



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