Hablar del inmenso amor de Dios hacia
nosotros, siempre será un tema inagotable.
Hablar de su misericordia, de sus
bondades y de todas las maravillas que él obra diariamente en nuestra vida por
amor a nosotros, es un tema que abarca toda la vida del creyente. Con toda
razón ya el salmista decía:
“¿Quién
expresará las poderosas obras de Jehová? ¿Quién contará sus alabanzas?” Sal 106:2.
El amor de Dios tiene cualidades muy grandes que no las tiene
ningún amor humano.
El inmenso AMOR de Dios hacia nosotros
no tiene límites:
Primero, por amor de su nombre, Él nos
crea a imagen y semejanza suya, como seres libres, pensantes y con voluntad
propia, capaces de tomar nuestras propias decisiones, incluyendo el decidir obedecerle
y amarle a Él, o rechazarle. Y haciendo uso de nuestra libertad, ¿qué hicimos?
En nuestro necio pensamiento nos rebelamos contra él, y esa rebelión nos hizo perder
la imagen de Dios con que fuimos credos y el lugar de privilegio, autoridad y señorío
que él nos había entregado sobre la creación, quedando reducidos a simples
creaturas, sin ninguna relación personal como la que teníamos con Dios al
principio.
Pero Dios, siendo nuestro CREADOR, en su
inmenso amor hacia nosotros, en vez
de destruirnos con el soplo de su boca, dispone desde entonces una solución: la
SALVACIÓN a través de su Hijo Jesucristo. “Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Juan 3:16.
El amor de Dios es incondicional y
compasivo:
Dios no deja de amarnos porque no le
amemos; ni siquiera el pecado hizo que dejara de amarnos y se olvidara de nosotros,
más bien nos mostró su amor compasivo; es su amor tan grande, tan alto, tan profundo
y tan ancho, que nada nos podrá separar de Él: “Ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar
del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” Rom.8:39.
Esto es: que no existe ninguna otra cosa
por encima del amor perfecto e ilimitado de Dios.
¡Qué consuelo para nosotros los creyentes,
tener la seguridad de salvación en un Dios tan grande que nos ama con ese inmenso
amor!
Nunca se ha dado en la humanidad, ni se
dará jamás, un gesto tan grande y tan perfecto de amor salvífico, como el que Dios
ha tenido hacia los hombres: el de enviar a su propio Hijo amado a morir por
nosotros.
Sólo Dios, que en su naturaleza es amor,
y es la fuente de todo amor, podía amarnos tanto. En consecuencia, solo en Dios
hay perfecto amor, y la Palabra dice que “El
que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.” 1 Juan 4:8. Solo cuando amamos a los otros,
es que reflejamos una pequeña semejanza de Dios, como un espejo refleja los
rayos del sol.
Después de la caída del hombre, ya
sabemos que todos fuimos destituidos de la gloria de Dios, (Rom.3:23), y seguimos siendo sus
creaturas pero sin ningún privilegio, simplemente “creaturas” como todas las
demás; y he aquí, otra declaración de cómo se manifiesta y se muestra el inmenso
amor de Dios hacia nosotros, en provisión de salvación y vida eterna, a través
de su Hijo Jesucristo, Jn. 4:9 “En esto se mostró el amor de Dios para con
nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por
él.” Pero el plan amoroso de Dios no se detiene, sigue mostrando su inmenso
amor, aún más todavía, restaurándonos y adoptándonos como hijos suyos,
herederos de su reino: Juan 1:12 “Mas a todos los que le recibieron, a los que
creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;”
“Potestad de ser hijos de Dios” no es
cualquier cosa. Si analizamos un poco lo que esto significa, vemos que la
palabra POTESTAD en el diccionario significa varias cosas:
“f. Poder, facultad, obligación.
La
potestad es el dominio, poder o facultad que se ostenta sobre
alguien o una cosa.
Se
trata de un término de fuerte presencia en el ámbito jurídico y que al mismo
tiempo engloba cuestiones como el PODER, el DERECHO y la OBLIGACIÓN.
Entonces,
la potestad es un derecho, un poder y una obligación.
Un
derecho porque quien la tiene puede
ejecutarla ante determinadas personas para que éstas cumplan con sus deberes
tal como está prescrito.
Un
poder, porque quien lo posee podrá
emplearlo, por esto mismo es que la potestad se le confiere a las autoridades.
Y es
un deber, porque aquel que la
dispone está obligado a ejercerla,
no pudiéndola rechazar jamás.”
Hasta aquí lo que dice el diccionario
sobre lo que significa potestad.
Como vemos, cuando aceptamos la
salvación en Cristo, Dios no mira ya más nuestros pecados ni se acuerda más de
nuestras rebeliones.
Si nos humillamos reconociéndonos
necesitados de su misericordia y nos dejamos lavar en la sangre de Cristo su
Hijo, Dios nos abre los brazos de “Padre” y en su inmenso amor, nos da tan
grande POTESTAD de ser hechos hijos suyos muy amados, y al conferirnos esta
condición, recibimos todos los derechos de los hijos y la obligación de ser
santos y portarnos como dignos hijos suyos: redimidos y salvados en Cristo
Jesús.
Esa es la magnitud del inmenso amor de
Dios: Jn. 3:1 “Mirad cuál amor nos
ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios;….”
Ese es el inmenso amor con que Dios nos ha amado desde siempre, mi amado
lector.
Y como dice el salmista, ¿Cómo no
alabarle y contar sus maravillas?
Sal 9:1-2 “Te alabaré, oh
Jehová, con todo mi corazón;
Contaré todas tus maravillas.
Me alegraré y me regocijaré en ti;
Cantaré a tu nombre, oh Altísimo.”
Dios es nuestro Creador y nuestro
preservador, nuestro guardador; nuestro Redentor y Salvador, que con amor
eterno nos ha amado desde siempre sin que nosotros pudiéramos hacer algo para
merecer tan grande amor.
Jr.
31:3
“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho
tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi
misericordia.” Lo que significa, que, tanto el amor de Dios, así como su
misericordia, son inagotables para el pecador contrito que es salvado a través
de su Hijo. Y una vez que recibimos esa salvación, hay una fuente de gracia,
disponible durante todo nuestro peregrinar por la tierra y una provisión permanente
de misericordia, porque Dios sabe que somos polvo. No se entienda esto como,
que podemos pecar deliberadamente, porque no es así; la misma Palabra dice en 1 de Juan 3: 9: “Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la
simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.”
La salvación fue dada una sola vez para siempre, para todo aquel que crea en Jesús y le reciba; la
salvación no es grupal, no es comunitaria, así se haya dado para toda la
humanidad; se recibe de manera personal e individual y usted mi amado lector la
toma libremente y así mismo, también tiene la libertad de rechazarla.
Usted decide: si vida eterna gloriosa con Jesucristo, o condenación eterna en el lago de fuego sin Cristo.
Juan
1:12-13:
“Más a todos los que le recibieron, a los
que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los
cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de
varón, sino de Dios.” Amen.
Así es el inmenso amor de Dios hacia nosotros: AMOR DE PADRE.
Dios les bendiga.
Orfilia Miranda Londoño.
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