sábado, 30 de junio de 2012

Los mensajeros de Juan


Y llamó Juan a dos de sus discípulos, y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista.”    Lucas 7:18-27
Jesús, hace rato ha comenzado su ministerio y es seguido por mucha gente, que hace que su fama se extienda rápidamente.
Después de una vigilia de oración de toda la noche, escoge de entre sus seguidores a doce hombres que serán los discípulos que le seguirán por el resto de su ministerio.
Baja luego a un lugar en donde lo espera gran multitud de gente de Judea, de Jerusalén y de toda la costa de Tiro y de Sidón, para escucharle y para ser sanados por él de sus enfermedades. Allí hace varios milagros y les predica su mensaje. Lc. 6:17.
Sigue su recorrido enseñando normas de vida y sanando enfermos, expulsando demonios y resucitando muertos como el caso del hijo de la viuda de Naín. 
Como vemos, es muy difícil mantener en secreto la obra de Jesús.
Mientras tanto, Juan continúa bautizando y anunciando el reino de Dios y enterado por sus discípulos de todos los acontecimientos con Jesús.
De pronto, su vida da un giro inesperado a causa de su mensaje y es encarcelado, porque Juan no es el tipo de hombre que vacila para decir las cosas que tiene que decir. Él vino a denunciar el pecado y eso era exactamente lo que hacía.
Por lo tanto, no pensemos entonces, que fue una crisis de fe de Juan en Cristo, sino que, en medio de estas contrariedades inesperadas, como su encarcelamiento y la incredulidad y hostilidad de los judíos hacia Jesús, Juan necesita asegurarse en su fe, por Jesús mismo, y decide mandar a dos de sus discípulos a preguntarle si él es el Mesías prometido o si debemos esperar a otro.
Y mientras los discípulos de Juan, hablan con Jesús, ellos mismos son testigos de todo lo que está sucediendo allí: “En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista.”
Aquí sobran las explicaciones. Conociendo Jesús la fe que hay en el corazón de Juan, se limita a decirles: “Vayan y hagan saber a Juan lo que han visto y oído” es decir: se están cumpliendo las escrituras, según Isaías 35:5-6 y 61:1. Los prodigios que ven, solo los puede hacer alguien que haya recibido esa autoridad de lo alto. Solo Jesús tenía esa autoridad para obrar milagros y él mismo había dicho antes: Por sus frutos los conoceréis. Mat. 7:16.
Como creyentes, a veces hablamos mucho de nosotros mismos, decimos que hacemos esto y aquello otro, pero no mostramos frutos maduros de fe, de arrepentimiento y de santidad.
Jesús, no tuvo necesidad de hablar mucho de sí mismo a los discípulos de Juan, porque las obras solas hablaban de él: “Vayan y díganle a Juan lo que han visto y oído”.

Cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a la gente: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Juan 7:24-26.
Juan no era cualquier personaje: era un verdadero mensajero de Dios a los hombres. Desposeído de todo, humilde, pero claro y firme en la entrega del mensaje. Su fidelidad y centralidad en la palabra, le acarrean las críticas de los fariseos y la muerte misma por denunciar el pecado por su nombre. Ese es un verdadero profeta.
El verdadero profeta de Dios, no tiene muchos amigos y hasta los mismos de la iglesia buscan la forma de callarlo porque se vuelve incómodo con lo que dice.

Herodes usó el poder para mandar a encarcelar a Juan y decapitarlo, por haberlo confrontado con su pecado de adulterio. Pero debemos entender que callarle la boca al profeta no nos cambia la realidad de pecado delante de Dios.
En la iglesia de hoy, hay muchos textos bíblicos que ya no se pueden nombrar para no incomodar a muchos y para no perder popularidad.
Pero el verdadero mensajero y profeta de Dios, no busca popularidad, ni su propia gloria, fama, o lucro con el mensaje del evangelio.
No anda en vanidades ni en deleites malsanos de la carne y no pone condiciones ni hace exigencias extravagantes para aceptar ir a llevar el mensaje.
El profeta y mensajero de Dios es sencillo, no vive en suntuosas mansiones, ni se hospeda en hoteles cinco estrellas: “Mas ¿qué salisteis a ver al desierto? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, están en los palacios de los reyes. Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, El cual preparará tu camino delante de ti.” Juan 7:24-27

La vida de austeridad y humildad de Juan es sorprendente. Su vivienda, no debió ser muy cómoda ni elegante, a juzgar por su vestido y su alimento; cosa bien distinta al estilo de vida de los que hoy se hacen llamar profetas del Altísimo.

Cuando Juan se ve acosado por las muchas preguntas de los sacerdotes y levitas: si tú no eres el Cristo ni Elías, entonces dinos, ¿Tu quién eres? ¿Qué dices de ti mismo? El sencillamente responde: “Yo soy la voz de uno que clama en el desierto.”  Como quien dice: “Soy uno común y corriente.” En ningún momento se acreditó a sí mismo, sino que le trasladó todo el mérito a Jesús.  
Nótese bien, que en todo momento, Juan se cuidó de robarle protagonismo a Jesús.
Deja muy claro que el que sí es grande y es digno de gloria, es: el que viene detrás de mí, yo ni siquiera soy digno de desatarle la correa de su sandalia, Jn. 1:27.  
Desatar la sandalia era oficio de esclavo y Juan ni siquiera se consideraba digno de hacer eso con relación a Jesús. Y más adelante afirma: Es necesario que él crezca, pero que yo mengue.” Jn. 3:30.
Esta es la grandeza de Juan, su profunda humildad como profeta.
Juan vino a preparar el camino del Señor para su primera venida y murió por esa causa.
A nosotros nos toca anunciar el evangelio para preparar el escenario del Señor para su segunda venida. Examinémonos:
Como profetas hoy, ¿Estamos anunciando y proclamando la Palabra del Señor con el mismo celo, coraje y valentía de Juan, dispuestos a ser rechazados por ser fieles a ella?
¿Estamos menguando y renunciando a nuestra propia gloria para que Jesús crezca, y la gloria sea solo para Cristo el Señor? ¿O nos estamos anunciando a nosotros mismos, presentándonos con nuestras credenciales de doctores, apóstoles y otros pergaminos que nos hacen levantar pecho, quitándole la gloria y el protagonismo al Señor?

Aprendamos de la humildad y sencillez de Juan, y él era más que un Profeta, dice Jesús.
 Dios les bendiga. Ofilia Miranda L.

sábado, 23 de junio de 2012

El varón que es Bienaventurado


Texto: Salmo 1

Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.
Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará.”
Toda la biblia fue escrita en género masculino, pero cuando dice: “el hombre,” se refiere también a la mujer. Pero el texto que tomamos hoy para el mensaje, lo vamos a aplicar específicamente al VARÓN, como autoridad, cabeza y sacerdote de la familia, por designio de Dios.           
Bienaventurados o dichosos son los varones que no andan en reuniones de impíos. Los que se guardan de camino de pecado. Los que hacen de la palabra de Dios su delicia diariamente y viven en obediencia a ella, meditando en su LEY en todo momento.
Los que cuidan de que nada los aparte del camino de santidad al que han sido llamados, es decir: Bienaventurado es aquel varón que no anda rodeado de malas compañías que le induzcan a los vicios y al descuido de sus responsabilidades como padre; que es temeroso de Dios y que le sirve de corazón; que guarda y gobierna bien su casa; que ama y respeta su familia, porque un varón que pone otras cosas en primer lugar, antes que a su esposa y a sus hijos, muy pronto verá cómo su hogar, su casa, se destruye y se derrumba. Es como aquel insensato que edificó su casa sobre la arena. Cualquier viento de tempestad, de cualquier pequeño problema, le destruye su familia y su matrimonio en un instante. Mt. 7:26-27.
La casa, el hogar, o la familia, como le llama la biblia, el hombre sabio la construye de rodillas. Solo de rodillas delante de Dios, el varón puede sostener su “casa” tomando la autoridad como cabeza y si como sacerdote, unge y ministra su familia en oración todos los días. Solo así, su “casa” puede resistir las tempestades de afuera que arremetan contra ella y los ataques de Satanás, porque está edificada sobre la roca firme que es Cristo.
Bienaventurado es el varón cuando da buen testimonio en su casa y a los de afuera, andando en los preceptos del Señor. 
Cuando el varón se compromete con el Señor, y le entrega su vida y su familia y pone su confianza totalmente en él viviendo en sus preceptos, todo le tiene que salir bien, porque está obrando conforme a la voluntad perfecta de Dios.
Es como ese árbol plantado cerca a una fuente de agua, que permanece fresco, no se marchita con el rigor del sol y da buen fruto en su tiempo: en el tiempo del Señor, porque está inmerso en la fuente de la unción del Espíritu Santo. En el río de la gracia de Dios.

Bienaventurado es el varón que vive y permanece en la voluntad de Dios, porque es dueño de las promesas de Dios: y todo lo que hace prosperará.
Edifica y prospera su familia y no tendrán falta de ningún bien, y el amor, la paz, la unidad y el respeto son prosperidad en la familia.
El varón que edifica su casa amando y respetando a su esposa y educa a sus hijos en amor y temor de Dios, siempre será bendito, porque Dios tiene cuidado de él y prospera toda obra de sus manos; pero ante todo, lo prospera espiritualmente: cada día crece en amor, fidelidad y confianza en Dios y recibe dones y ministerios.
En lo material todo lo que hace prosperará también, porque es honesto en su trabajo, correcto en los negocios y no hace negocios sucios para obtener ganancias deshonestas.

La Palabra afirma muchas veces esta Bienaventuranza a los creyentes: Es bienaventurado todo aquel que lleva una vida recta, limpia y sin engaño. “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Y Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño.” Sal. 32:1-2. Este varón, indudablemente es conforme al corazón de Dios.
Sal. 40:4,Bienaventurado el varón que pone en Jehová su confianza” y no tiene envidia de los arrogantes ni de los que andan por mal camino, que viven de la mentira y el engaño.

Al depender absolutamente de Dios, Dios que es fiel a sus promesas, le suple en todas sus necesidades materiales y espirituales. Noé, Abraham, Enóc y muchos otros varones de la biblia, Dios se agradó de ellos porque vivían en reverente y santo temor de Dios.
Amado varón que lee este mensaje: busque el rostro del Señor cada día y pida inteligencia y sabiduría para gobernar su casa. Bienaventurado es el que busca la sabiduría y la inteligencia en el Señor. Pr. 3:13.
Alabe a Dios siempre, aún cuando le pida cosas difíciles, como renunciar a algo que le duele o le cuesta. No olvide que usted como columna de su hogar debe estar afirmado en la Roca.
Bienaventurado el que se mantiene firme en el Señor, soportando la tentación y la prueba; este recibirá la corona de la vida eterna. Santiago 1:12.  Dios le bendiga.                        
                                                                                                              Orfília Miranda L.

martes, 19 de junio de 2012

LA INCREDULIDAD


Desde el inicio, el hombre haciendo uso de su libertad, decidió creerle más la mentira al diablo, que creerle a Dios la verdad. Habiendo recibido instrucciones precisas de su Creador, se deja seducir por el enemigo, poniendo en “duda” la advertencia de Dios y esa incredulidad lo lleva a la desobediencia con todas las implicaciones ya conocidas. Gn.2:16-17 y Gn.3:4-5.
En consecuencia, podríamos decir, que el primer pecado fue de desobediencia por incredulidad, puesto que el hombre al aceptar el argumento de la serpiente antigua, pone en segundo plano el consejo de Dios su creador y lo desecha.
*La incredulidad es un pecado aborrecible a los ojos de Dios y hace que el creyente, muchas veces, no reciba la bendición de Dios por la misma incredulidad y esto fue lo que pasó con los coterráneos de Jesús en Mt.13:53-58, “¿De dónde tiene éste ésta sabiduría y estos milagros? ¿No es éste el hijo del carpintero?... ¿No están todas sus hermanas con nosotros?... Y se escandalizaban de él… Y no hizo allí muchos milagros, a causa de su incredulidad.”
Cuando cuestionamos a Dios, y lo que Dios hace, se endurece nuestro corazón y nos cuesta creer y por consiguiente, no podemos recibir.
En Mr. 6:6 dice que Jesús, “estaba asombrado de la incredulidad de ellos.”
Sí. Es verdaderamente asombroso, ver cómo muchos cristianos también  hoy, andan de un lado para otro llenando estadios en pos de “hombres famosos” o de “renombre” buscando nuevas revelaciones, olvidando que es el Espíritu Santo quien revela a nuestro corazón la perfecta voluntad de Dios, ya revelada en la Palabra. Al hombre de todos los tiempos, le ha costado creerle a Dios, pero para el creyente, la incredulidad es una barrera, un estorbo para recibir la bendición y el poder de Dios en su vida; Dios no atiende peticiones de un corazón que duda de su poder, como en Nazaret; allí Jesús no quiso hacer mas milagros a causa de la incredulidad de ellos. Mat. 13:58.
Por la incredulidad, muchos creyentes tampoco podemos ver la gloria y el poder de Dios, en toda su manifestación, no solo en nuestra vida personal, sino también en la vida de la iglesia. Muchas veces estamos orando por una situación difícil y al mismo tiempo estamos angustiados preguntándonos, cómo vamos a resolver el asunto en nuestras fuerzas; esa no es fe genuina, pues creer es confiar, y como dice una canción cristiana, hay que confiar con el corazón, no con la mente; es fácil decir yo creo, pero qué difícil es confiarse plenamente y esperar en Dios reposadamente cuando no vemos la salida a los problemas.
El pueblo de Nazaret no pudo ver la gloria de Dios por incredulidad, y el pueblo de Israel no pudo entrar ni poseer la tierra prometida por la incredulidad y la dureza de su corazón, Hb.3:19: “ no pudieron entrar a causa de incredulidad.” Estos son dos casos en los que queda demostrado suficientemente que la incredulidad nos hace perder muchas bendiciones.
Amado lector, ¿hay alguna situación familiar, o personal, en lo espiritual o en lo temporal, en la que su incredulidad no le ha permitido a Dios actuar? Le invito a revisar su fe. Podemos venir a la iglesia, incluso hasta ser servidores, pero aún tener el corazón endurecido por la incredulidad porque nuestra fe ha sido formada más en conceptos intelectuales que vivenciales, es decir, no es la fe que nace de la comunión íntima con el Señor . Nos cuesta creer que Jehová es Dios Todopoderoso, y que siempre tiene soluciones sencillas a la manera de Él, y que usa a quien le place para manifestar su poder y su gloria, aún hoy.
*La incredulidad contrista el corazón de Dios. Al Señor le duele nuestra incredulidad y que no confiemos en Él plenamente, esto no debe sorprendernos, pues, los discípulos de Jesús, también cayeron en incredulidad y el corazón se les endureció al no ver más a su Maestro; pues no entendían nada de lo que había pasado, la muerte de su Maestro fue un golpe emocional muy fuerte para ellos a pesar de que Jesús les había hablado de ello muchas veces, y el evangelio de Marcos 16:11-14, nos ilustra claramente, cómo Jesús les reprochó la incredulidad al no creer a los que le habían visto resucitado: v 11, Ellos, cuando oyeron que vivía, y que había sido visto por ella, (María) no lo creyeron.
v 12,  Pero después apareció en otra forma a dos de ellos que iban de camino, yendo al campo. v 13, Ellos fueron y lo hicieron saber a los otros; y ni aun a ellos creyeron.
Y v 14, Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado.

Y
en el caso de Tomás, en Juan 20:27, Jesús va más allá del reproche y le enseña las heridas de sus manos y de su costado y le invita a tocar, a ver si así puede creer.
*La incredulidad lleva a la infidelidad, aparta al hombre de Dios y le puede hacer perder la salvación, porque le impide aceptar genuinamente al Señor y recibir su salvación: Heb.3:12: “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo.” 
Cuando a usted como creyente, le cuesta obedecer a Dios en su palabra; a su pastor, a sus padres, a sus superiores y a cualquier forma de autoridad, usted ha entrado en rebeldía y seguidamente su corazón se va endureciendo hasta perder la fe completamente, entonces el diablo está listo para tirarlo de nuevo al mundo de donde ya le será más difícil intentar volver a salir porque ya le dio una victoria. La Biblia nos dice, cuál es el fin de los incrédulos en Ap. 21:8.
Hermanos, hoy la Palabra nos invita a poner nuestra mirada en Jesús, a creer en él y en su Palabra. Sólo en él tenemos la salvación eterna. Juan 3:16.  
Atendamos el consejo de Dios y pidámosle que arranque de nuestro corazón toda raíz de incredulidad. Bendiciones.                                                  Orfília Miranda L.

¡Qué maravillosa es tu Palabra Señor!


¡Por tu Palabra SEÑOR fueron creadas todas las cosas!
Tu Palabra Señor es la verdad y en ella estoy segura(o).
Tu Palabra Señor aleja de mí toda duda y disipa las tinieblas;
Ella es lumbrera en mi camino para no perder el sendero.
El guardar tu Palabra me purifica y limpia mis pecados.
Ella es mi fuerza y mi sostén en todo momento de mi vida.
Ella me llena de esperanza en la incertidumbre de la vida.
Ella es la fuente de la sabiduría y de todo conocimiento.
Ella está muy cerca de mí, dentro de mí, en mi corazón y en mi boca.
Ella es el tesoro más preciado que debo guardar.
Ella es el alimento de mi espíritu y la delicia de mi paladar;
Ella me es más dulce que la miel del panal.
Ella es la llenura y la saciedad de mi alma.
Ella es la buena noticia de mi salvación.
Ella me transmite y me llena del amor de mi Salvador.
Ella rompe las cadenas del pecado y me da libertad.
Ella es la paz de mi alma y el gozo de mi corazón.
Ella es el sosiego de mi espíritu y consuelo en la tristeza.
Ella es la fuente inagotable y siempre fresca que sacia mi sed.
Ella es el bálsamo que sana todas mis heridas.
Ella me levanta y me sostiene en las horas de desaliento.
Ella es la alegría y el gozo de mi salvación.
En tu Palabra tengo comunión contigo, mi amado Señor.
En ella encuentro concejo y revelación.
El guardar tu Palabra guarda puro mi camino,
Cuando de corazón te busco, ¡Señor mío y Dios mío!
Porque tu Palabra, es fuente de amor y vida eterna.
Señor, quiero ser tu discípula(o) y escucharte cada día;
Y hacer de tu Palabra, la norma que me guíe por la vida.
Quiero hacer de tu palabra cada día,  mi placer y mis delicias.
Abre mis ojos, Señor, a la luz y a la verdad de tu Palabra.
Que en ella esté puesta mi esperanza día y noche;
Pues mi mayor anhelo, es hacer siempre tu voluntad, Señor,
Y hacer que mis caminos coincidan siempre con los tuyos, Señor.
Que tu Palabra me aleje del camino de la mentira,
Y me conduzca siempre por sendas de verdad.
Yo creo en tu Palabra mi Señor, y ella alimenta mi fe.
¡Que tu Palabra, Dios mío! sea siempre el norte en de mi vida,
Porque ella, mi Señor, es pura y permanece para siempre.
Bienaventurado el que se deleita en ella cada día y la obedece.
Amén
Les invito a que seamos unos enamorados de la Palabra.
Orfília Miranda L.

lunes, 11 de junio de 2012

SEGUIR A JESÚS ES IMITARLE

“Después de estas cosas salió (Jesús), y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y dejándolo todo, se levantó y le siguió.” Lucas 5:27-28
Seguir a Jesús, es imitarle, ir tras él, vivir como él y hacer lo que él enseña. Pero lamentablemente, en este tiempo, Jesús, no es propiamente el prototipo de modelo que muchos quieran seguir, incluso muchos creyentes. 
Cuando Jesús te dice, ven y sígueme, te está invitando a cambiar el estilo de vida que llevas hasta hoy, y a seguir el que él te plantea en su Palabra.
Y este modelo de vida que él nos presenta, es totalmente contrario a los modelos que el mundo nos está ofreciendo en la actualidad. Mientras Jesús te invita a buscar primero el reino de Dios y su justicia, a poner la mirada primero en las cosas de arriba y no en las de la tierra, el mundo te dice que tienes que ser próspero, famoso, y de éxito, no importa a qué precio lo tengas que lograr, ni qué métodos tengas que usar, ó a quién tengas que pisotear o pasarle por encima; pero debes hacer grandes riquezas porque eso es lo que te da prestigio, fama y la felicidad.
El mundo te dice que tienes que vivir bien acomodado rodeado de toda clase de lujos; consumir y tener todo lo de "moda" y todo lo que te ofrecen en televisión, y si no lo logras, eres un “fracasado,” mediocre y desdichado, no vales nada. Y así te han creado un estilo de vida con una serie de necesidades, que hacen que tengas que trabajar más para ganar más, no importa si arruinas tu salud, si tienes que dejar la iglesia, la oración, o si se te destruye el hogar y la familia.

Bajo esta perspectiva, padre y madre dejan hoy a sus hijos solos o en manos de otros para salir a trabajar los dos, para tener más dinero para todo aquello que te impone la sociedad de consumo.

Por otro lado, los niños y los jóvenes también están adoptando sus propios modelos, como los cantantes de rock, artistas de cine y televisión. Imitan sus excentricidades y vulgaridades al punto que están deformando su figura y su cuerpo con tatuajes, pirsin, aretes, cortes de pelo, púas en  la cabeza y ropas extravagantes; adoptan caminado y movimientos raros y usan un lenguaje que ya ni se les entiende lo que hablan. Aún en la iglesia del Señor, se han ido introduciendo estos patrones de comportamiento oscuro, mundano y pagano en los niños y jóvenes, sin decir, que muchas de estas modas vienen de las tinieblas, del satanismo. 
¿Y qué decir de la moda sensual, indecorosa, vulgar y provocadora de la mujer de hoy, aún de la mujer creyente? En la iglesia cristiana de hoy, los escotes que dejan los pechos al descubierto, las supermini-minifaldas, licras, chores y pantalones superapretados están a la orden del día sin ningún pudor ni recato, incluso lo vemos en algunas mujeres líderes. 
Es una vergüenza que hoy la mujer cristiana no se diferencia de la mujer impía. Vosotros sois luz del mundo, será que sí estamos siendo luminarias en el mundo?
Nada de estas modas tienen que ver con los cristianos que verdaderamente lo son; veamos qué dice la Palabra, acerca del respeto que debemos tener con nuestro cuerpo: en Mateo 21:12, vemos que Jesús se indignó con los que profanaban el templo, con los que cambiaban, compraban y vendían. Y si la palabra dice que somos el templo de Dios, en  Cor. 3:16-17, dice: “Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.” Cuando hacemos este tipo de cosas con nuestro cuerpo, estamos profanando el templo del Espíritu Santo y él no habitará en nosotros si no vivimos con decoro y en santidad.

Lo que puedo ver, en el hombre y la mujer creyente de hoy, es que muchos no tienen discernimiento para distinguir y saber elegir entre lo que el mundo nos impone y lo que Jesús nos plantea como “estilo de vida” y por lo tanto, no hemos entendido el llamado de Jesús cuando nos dice: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.” Mc.8:34.

Leví entendió desde el primer momento el llamado de Jesús y se levantó y lo dejó todo: su vida de pecado y de injusticia, y siguió decididamente el divino llamamiento de Jesús a la salvación.
Y he aquí el choque que se nos presenta: entre vivir en los placeres y la “comodidad” pasajera de esta vida y sin la salvación, o aceptar la salvación y vivir tomando la cruz cada día haciendo la voluntad de Dios, conforme al llamado que Jesús nos hace a vivir como él, en obediencia al Padre, sujetando las pasiones, llevando una vida ordenada conforme a la Palabra de Dios, en contravía con el mundo pero que nos garantiza la salvación eterna.
Leví, el publicano, a la invitación de Jesús: sígueme, se levanta decididamente, lo deja todo y le sigue. 
Hoy el Señor nos hace la misma invitación a ti y a mí, a levantarnos de toda postración espiritual, a que dejemos todo y le sigamos.
El nos invita a dejar definitivamente, todo aquello que nos estorbe a mantener una estrecha comunión con él.
El nos invita a dejar todo apego al pecado, a la vanidad de la mente, a todo deseo desordenado de la carne, a la avaricia y nos llama a vivir la vida de la gracia en su plenitud.

Cristo nos invita a dejar de lado la mediocridad y a ser cristianos auténticos afirmados en su palabra: la Palabra de Verdad. Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo;” Fil.3:18
Estos son los enemigos del evangelio, los que apoyados en textos sacados de contexto, están entregando un evangelio "liviano" y adulterado a la iglesia y la están desviando del único y verdadero camino que es Cristo.
¡Tengamos mucho cuidado con aquellos que nos quieren sacar del camino correcto! 2ª Pedro, cap. 2. 
  
Seguir falsos modelos de vida, nos llevan a la destrucción y condenación eterna.
Sólo Jesús es el modelo auténtico a seguir. Para eso él vino: para que creamos en él y tengamos la vida abundante que él nos ofrece. 
Seguir otros caminos, otras doctrinas y otros modelos diferentes a Jesús, sólo nos conducen al “error” y a la perdición. “¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaán, y perecieron en la contradicción de Coré. Jud. 11.

Yo les animo, pues, mis amados lectores si son creyentes, a ser valientes y caminar en contra vía del mundo; a seguir al Señor con fidelidad como verdaderos creyentes. 
¡Vale la pena pagar el precio! Mi Señor Jesucristo ya pagó por nosotros y está llamando a los pecadores al arrepentimiento, Luc.5:32
Atendamos a su llamado y tomemos la decisión de levantarnos de la postración y tibieza espiritual y "dejemos todo" lo que nos estorbe para seguirle decididamente. 
Vale la pena, El promete a los que le siguen, que ya no andarán más en tinieblas, sino que tendrán la luz de la vida. Juan 8:12.  ¡Bendiciones!   
                                                           Orfilia Miranda L.
                                                                                                         

“EL TESTIMONIO DE VERDAD”

  “EL TESTIMONIO DE VERDAD” 1ª de Juan 1 y 2 Si examinamos cuidadosamente la vida de Jesús, encontramos que mucha gente le seguía y escu...