No fue la voluntad
de Dios que el hombre se apartara de él; el hombre se apartó de Dios libre,
consciente y voluntariamente, fue su propia decisión. Gén 2:16-17 “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás
comer; 17 más del árbol de la ciencia
del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente
morirás.”
Si deliberó el
hombre sobre la decisión que tomaba, sobre las consecuencias que esto le
traería, buenas o malas, no lo sé; lo que resalta aquí es que el hombre estaba
bien advertido, y aun así, desobedeció categóricamente un mandato de Dios, y al
perder la comunión con Dios, y ser expulsado de su presencia, quedó en las más
oscuras y densas tinieblas del reino de satanás y sin el auxilio divino.
Ahora digámoslo de
otro modo: Después que se perdió la comunión con Dios por el pecado, el hombre
quedó en oscuridad total y sin la dirección divina, sin saber qué hacer ni a
donde ir.
Pero Dios que es
fiel y nos ha amado con amor eterno, Jr. 31:3, se apiada del hombre y pone en
marcha su plan de rescate.
Y pese a la ruptura,
Dios sigue siendo Dios Soberano, “Rey del universo”, idea que expresa la
eternidad de Dios, al mismo tiempo que se refiere al lugar de habitación de
Dios: el reino de los cielos.
El reino de Dios, también significa la soberanía y el poder de Dios sobre el mundo.
Reino significa
poder y máxima autoridad. De manera que “el Reino de Dios” nos recuerda que hay
un Creador que tiene la máxima autoridad, que lo gobierna todo: es el
Todopoderoso y Eterno Dios.
Cuando se cumplió
el tiempo de Dios, él envió a su Hijo a salvarnos y a establecer su reinado en
el corazón de los hombres que crean en él y le reciban. Juan el Bautista, lo
anunció así: “Arrepentíos, porque el
reino de los cielos se ha acercado.” Mat.3:1-2
Jesús anunció muchas
veces que el reino de Dios ya había llegado a nosotros; Mr.1:15 “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado;
arrepentíos, y creed en el evangelio.” Jesús es el evangelio del reino, es
el reino mismo en nosotros. Jn.1:5 “Jesús es la Luz que resplandece en las
tinieblas.”
¿Y cómo accedemos a ese reino de Dios?
En el mundo
temporal, mientras vivamos, Dios nos da la oportunidad de aceptar y acceder a su
reinado, a someternos a su misericordia y su perdón.
Nosotros aceptamos
el reino de Dios y entramos en él aquí en el mundo temporal, antes de cruzar el
umbral de la muerte hacia la eternidad, del mundo espiritual.
No lo puedes dejar
para el final de tu vida, no sabemos si tendremos tiempo de arrepentirnos.
No hay
misericordia disponible para los espíritus rebeldes que se resistieron a creer
y recibir a Cristo y su señorío.
Nuestro espíritu
fuera del cuerpo ya no tiene posibilidad de cambio ni de arrepentimiento, ya no
podemos ser salvos. Por tanto, nuestro destino eterno lo decidimos aquí
nosotros antes de morir; no lo pueden decidir los rezos y misas de nuestros familiares y
amigos que quedan vivos.
Ninguna obra buena que se haga por un difunto le
cambiará la eternidad a los muertos en pecado sin Cristo.
La eternidad la
decidimos aquí cuando buscamos al Señor Jesucristo, nos arrepentimos y le
recibimos por fe como nuestro Salvador. En este momento es cuando entramos al
reino de Dios y su justicia.
Nada ni nadie te
puede conquistar la salvación y el cielo cuando ya estás muerto, cuando ya has
partido de este mundo.
Cristo te conquistó el cielo cuando murió en la cruz por
ti, pero tenemos que aceptarlo aquí, ahora que estamos vivos. No puedes vivir
en rebeldía contra Dios y rechazar a Cristo y después en la eternidad esperar misericordia
y salvación.
Dios se apiada de
nuestra fragilidad y debilidad humana; así como Cristo vino y sufrió en la carne
todo el oprobio por salvarnos, nosotros debemos aceptarlo aquí estando también en
la carne.
Cuando una persona
vivió toda su vida negando y hasta blasfemando el nombre de Dios, y muere, Dios
no la conoce, Dios nos conoce solo a través de Cristo; Cristo es el puente, es
el camino y el único mediador entre Dios y los hombres. 1Ti.2:5 “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador
entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre.”
El reino de Dios
no se parece ni se puede comparar a los reinos del mundo; el reino de Dios es
un reino espiritual que nos comunica la presencia de Dios nuestro Creador entre
los hombres.
Jesús, en Lc.11:2, nos insta a pedir el reino de Dios siempre que oremos: “Y
les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el
cielo, así también en la tierra.”
A Dios lo debemos
reconocer aquí, ahora; lo alabamos, lo adoramos y hacemos su voluntad aquí,
desde ahora. En el cielo solo están los que hacen la voluntad de Dios, los que
le aman, le adoran y le sirven. Los ángeles que se rebelaron y pecaron fueron expulsados
del cielo.
Qué más debemos saber sobre el Reino de Dios:
El reino de Dios
es espiritual, es invisible, se acepta por fe y no tiene sentido tratar de
entenderlo desde la racionalidad humana. Pero sí, se hace visible en la medida
que se manifiesta en la vida de los creyentes.
Los creyentes
deben aspirar a formar parte del Reino de Dios y para conseguirlo deben someterse
a su poder de manera humilde y a través de la fe en Jesucristo.
Cuando se cumpla
el tiempo y Jesucristo venga a restaurar todas las cosas, entonces el reino de
Dios será visible a los ojos de todos.
Amado lector:
¿Ya entraste en el
reino de Dios?
¿Ya has hecho tu
elección por Cristo?
Este es el tiempo
apropiado, es el tiempo aceptable, no esperes más. Dios te espera.
Bendiciones y
hasta pronto.
Orfilia Miranda
Londoño
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