“El hombre bueno, del buen tesoro de su
corazón saca lo bueno; y el hombre malo,
del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del
corazón habla la boca.” Lucas 6:45
Qué
manera más simple como define Jesús las actitudes de las personas. A una
persona la podemos identificar como creyente o como impía, según sus acciones y
manera de hablar.
Jesús
deja muy en claro que la maldad de las personas no viene de afuera, es
originada dentro de su corazón, en su mente; el hombre (el ser humano) maquina
en su corazón y según sus pensamientos, así son sus obras. De su corazón no
arrepentido sale todo lo malo y obra solamente el mal contaminando todo a su
alrededor: Gál 5:19-21 “Y manifiestas son
las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,
idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas,
disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas
semejantes a estas;…”
Nada
de todo lo anterior, debe tener cabida en el corazón de alguien que ha recibido
a Cristo como su SEÑOR y Salvador y su vida está siendo dirigida por el
Espíritu Santo.
Lo
contrario de una persona que vive según la carne, es la persona espiritual,
aquella que vive según el Espíritu Santo, la que describe muy bien Pablo en Gál
5:22-25:
“Más el fruto del Espíritu es amor, gozo,
paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza;…. Si vivimos
por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.” Este es el buen tesoro
de los creyentes, por lo tanto, si vivimos y andamos en el Espíritu, es
imposible no dar buenos frutos.
Lamentablemente,
desde hace tiempo se vienen abandonando los fundamentos, los principios
cristianos y la moral cristiana. La sociedad moderna que es gobernada por el
sistema mundano, ha venido planteando e imponiendo otros valores negativos como
valores positivos.
En
la medida que cambian los tiempos, vemos que cada persona o grupo social tiene
su propia ética y desde ese punto de vista, lo que para usted es aceptable,
para mí puede ser inaceptable. Todo depende sobre qué parámetros ha sido
formada su conciencia.
Cuando
el hombre decide apartarse de Dios y no obedecerlo, rechaza también sus
mandamientos y entonces se crea sus propias normas de vida, porque de todas
maneras la sociedad necesita regirse por algo para poder funcionar.
Pero todas
las cosas tienen su principio en Dios, nos guste o no, lo aceptemos o no; el hecho de que usted o
yo, no creamos en Dios, eso no lo elimina; él sigue siendo Dios Soberano
creador y dueño de todo cuanto existe.
Insistir
en seguir buscando argumentos para negar la existencia de Dios, es como darse contra
una enorme piedra con la cabeza.
Buscamos
la culpabilidad de la maldad fuera de nosotros, cuando está dentro de nosotros
mismos… Muchos viven enojados con Dios porque lo culpan de la maldad y la
injusticia en el mundo. Dicen: “Yo no
creo en Dios porque si él existiera no habría tanta maldad.” Otros dicen: “Yo no quiero a Dios, cómo es que no hace
nada por tanta gente que sufre, cómo es que permite tanta miseria y sufrimiento….” y ellos se creen inocentes. Y mientras más se alejan de Dios, más se multiplica la
maldad, cumpliéndose así lo que dice el Señor en Lc.6:45 “…; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo;…” y asimismo,
de lo sucio y perverso que sea su corazón habla perversidad y obscenidades, porque
de lo que abunda en su corazón habla su boca.
De esta misma manera, “No es buen árbol el
que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se
conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas
se vendimian uvas.” Lc.6:43-44.
No
es el odio o el rencor del corazón ajeno el que me afecta. No es la mentira de
Juanito mi vecino la que me afecta. Es la maldad que albergo en mi propio corazón.
Andamos
rodeados de malos amigos y nos involucramos en problemas, pero culpamos a otros.
Aceptamos
trabajos no ortodoxos que no nos traen bendición sino maldición, y culpamos a
otros por los resultados adversos.
No
son las malas decisiones del vecino las que nos afectan, son las malas
decisiones que hacemos por ejemplo: al escoger mal a la pareja de nuestra vida
y si nos va mal, culpamos a Dios o a otros.
Nos
involucramos en vicios que después nos esclavizan y nos arruinan, pero no
tenemos el valor de aceptar que nos equivocamos creyendo que no íbamos a
hundirnos en él.
No
busquemos la maldad fuera de nosotros, está dentro de nosotros mismos, dijo
Jesús.
Tampoco
culpemos a Dios por la maldad, la miseria humana y el sufrimiento, son las consecuencias del
pecado, de la rebeldía de los hombres y mujeres que viven alejados de Dios.
Dios
sigue llamando al arrepentimiento y a la conversión, atienda el llamado; Dios
está dispuesto a perdonarle los pecados, a olvidarlos y llenarlo de la
presencia de su Espíritu Santo.
Y
no olvides: Tu boca es un indicador de lo que hay en tu corazón, detente por un
momento y escúchate.
“El hombre bueno, del buen tesoro de su
corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.” Luc_6:45
Hasta pronto, Dios les bendiga.
Orfilia Miranda Londoño