Damos
gracias a Dios el Padre de nuestro Señor Jesucristo, por habernos llamado a su
reino haciéndonos partícipes de la salvación eterna en Cristo Jesús su Hijo.
Y
al hacernos partícipes de su salvación, nos hace también partícipes de la vida
de Jesús y nos invita a caminar en pos de él, a vivir como él vivió; nos invita
a ser sus discípulos.
Para
ser un buen discípulo de Jesús, veamos lo que cuesta seguirlo; estos son algunos
requisitos:
1° Debemos tener
un amor profundo por Jesucristo.
Lucas
14:26, “Si alguno viene a mí, y no
aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun
también su propia vida, no puede ser mi discípulo.”
Esto
no significa literalmente que debemos odiar a nuestros familiares o abandonar a
nuestra familia para poder seguir el camino de la fe. Significa que, nuestro
amor a Cristo debe ser tan extraordinario y sublime, que debe estar por encima
de todo afecto o amor humanos; y el amor a nuestros familiares más bien debe
estar afianzado y soportado en el amor a Cristo.
2° Negación del
“YO”.
Lucas
9:23, “Y decía a todos: Si alguno quiere
venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.”
La
negación del yo o negarse así mismo, significa una sumisión total y absoluta de
la voluntad al SEÑORÍO de Cristo, en la que el YO no tiene derechos ni
autoridad alguna.
Significa que el yo es destronado de nuestro corazón y en su
lugar, Cristo toma el control de nuestra vida, de nuestros sentimientos y
emociones. Todo queda bajo la autoridad del Señor. Esto talvez nos parezca muy
difícil de comprender y de aceptar, porque sólo puede ser discernido en el
espíritu.
3° Elección
voluntaria de la cruz.
Mateo 16:24, “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de
mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.”
Tomar
la cruz no significa sufrir con paciencia, como enseñan algunos y por eso no se
quejan de nada, ni buscan solución a sus problemas porque creen que esa es la
cruz que deben llevar con resignación. Piensan que tratar de suprimir los
problemas, buscándoles solución, estarían rechazando la cruz. Por ejemplo,
muchas mujeres pasan la vida entera soportando las humillaciones y los golpes
de un esposo agresor, porque les han enseñado que esa es su cruz y no pueden
rechazarla.
La
cruz entonces, no es la enfermedad, la pobreza, la angustia, el desempleo, las
injusticias, el maltrato o la persecución, puesto que todas estas cosas son
comunes a todos los seres humanos.
Tomar
la cruz, tampoco es cargar con una cruz de madera a la espalda o colgada del
cuello.
Tomar
la cruz es una “senda” escogida deliberadamente por amor al Señor Jesucristo.
Tomar
la cruz, es un “camino” que el mundo considera locura, deshonra y hasta
ridículo a los ojos de muchos; porque el mundo no entiende la locura de la
cruz.
1Co
1:18 “Porque la palabra de la cruz es
locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es
poder de Dios.”
La cruz es el emblema de la persecución,
de la vergüenza y el abuso que el mundo cargó sobre Jesucristo el Hijo de Dios, y que el
mundo cargará también sobre todos aquellos que se atrevan a tomar la decisión
de ir en contra de sus dictados.
Llevar
la cruz, es seguir los pasos de Aquel que nos amó hasta la muerte y muerte de
cruz; es caminar en contra vía del mundo; es ir contra la corriente; es ir en contra
de lo sensato de este mundo. Por eso es
tan difícil ser auténtico cristiano hoy por tanto asedio del mundo.
Los
creyentes hoy quieren evitar a toda costa la cruz, conformándose a este sistema
y a sus caminos. El creyente hoy piensa más en las cosas materiales, en el
éxito del mundo y en las riquezas que en la cruz que Cristo llevó por nuestra
salvación. Hoy sólo se predica doctrina de prosperidad material y se ha dejado
de lado el evangelio del Señor. Muchos están siendo engañados con estas
doctrinas y creen que haciéndose cristianos se les acaban los problemas y
consiguen dinero porque, según ellos, “son hijos del Rey” y todos los que son
hijos del rey son prosperados. Doctrina totalmente contraria a las palabras de
Jesús, si alguno me quiere seguir,
niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
4° Llevar una
vida invertida en Cristo.
Vimos
que después de tomar la cruz, es necesario seguir a Cristo, caminar en pos de
él. “Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.”
No
podemos pretender seguir las pisadas de Jesús, sin la cruz; tampoco podemos
pretender participar de su gloriosa resurrección a la vida eterna, sin haber participado
también del dolor, del desprecio, de la humillación, la negación y la muerte. "El discípulo no es mayor que su maestro" dijo Jesús mismo.
Para
comprender mejor lo que esto significa, necesariamente tenemos que conocer la
vida de Cristo:
La
vida de Jesús entre nosotros, fue de total obediencia a la voluntad del Padre;
de servicio y amor a los demás; de paciencia y bondad, de mansedumbre y
fidelidad. Para ser sus discípulos debemos ser semejantes a él.
5° Un amor
ferviente por los hermanos como él nos amó.
Juan 13:35-36, “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis
unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.
-En esto
conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los
otros.”
El amor debe ser
el principal distintivo del creyente. Sin este amor nuestro discipulado es frío
y legalista; es como un címbalo que
retiñe. Y dolorosamente, es lo que más se da en las congregaciones; somos demasiado
religiosos y legalistas, rigurosos en cumplir las normas fijadas en la iglesia,
pero fríos e indiferentes en el trato con los demás hermanos. Poco
misericordiosos y compasivos. Hay rivalidades, celos, envidias, crítica malsana
o dañina y murmuración; algunos hasta ni saludan a otros; hay discriminación
social, de razas y hasta de nacionalidad. Este no es el amor que nos enseña
Cristo y espera de nosotros.
6° Permanencia en su Palabra.
Juan 8: 31, “Dijo entonces Jesús a los judíos que habían
creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente
mis discípulos;”
Creemos en Jesús
y recibimos la salvación un día, esto es glorioso, pero el verdadero discípulo
se caracteriza por su estabilidad y fidelidad. Es fácil empezar bien y lanzarse
a un ministerio en un momento de entusiasmo y de deslumbramiento de gloria;
pero la prueba de la madurez cristiana es la resistencia hasta el fin.
La obediencia
ocasional o parcial a la Palabra de Dios no sirve. Cristo no fuerza a nadie a
seguirle, pero desea que los que tomen esa decisión de seguirle lo hagan
obedeciendo en forma constante y continua.
De la manera como
nos enamoramos de Jesucristo, es conociéndole, y sólo le podemos conocer,
conociendo su Palabra. Sólo estudiando su Palabra podemos saber cuánto hizo por
nosotros, cuánto le costó salvarnos y cuánto nos ama. Sólo en su Palabra encontramos
la motivación interna y las fuerzas para tomar la cruz y seguirle. Sólo en él
lo podemos lograr, porque, “Todo lo puedo
en Cristo que me fortalece.” Filip. 4:13.
7° Renunciar a todo para seguir a Cristo.
Lucas 14:33, “Así, pues, cualquiera de vosotros que no
renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.”
Seguramente,
esta es la menos aceptada o apreciada de las condiciones para seguir a Cristo,
y así mismo, es el texto menos apreciado de la biblia hoy en día cuando sólo se
predica doctrina de prosperidad.
Los teólogos y
los estudiosos de la biblia pueden dar muchas razones explicativas para probar
y demostrar que el versículo no quiere decir lo que parece decir, pero los
verdaderos discípulos humildes y sencillos lo reciben con fervor, aceptando que
el Señor Jesús, sabía lo que quería decir.
Dejarlo todo,
significa el abandono de todas las posesiones materiales que no sean
absolutamente necesarias. Era lo que hacían los primeros cristianos. Pero por
sobre todo, NO tener el corazón aferrado a ellas.
Esta renuncia o
desprendimiento de lo material, no convierte al discípulo en un despreocupado
holgazán o indigente. Más bien, trabaja para cubrir las necesidades de su
familia y de sí mismo, vivir con dignidad y poder ayudar a otros.
Este estilo de
vida, no se logra de la noche a la mañana; es el producto de un permanente
esfuerzo y oración, del crecimiento espiritual y de la guianza del Espíritu Santo,
y desde luego, que toma su tiempo.
En esencia, la
vida cristiana es, vivir agradando a Dios haciendo su voluntad; es vivir para
Dios, en un constante avanzar en fe por llegar a vivir como Jesús vivió. Eso es caminar en pos de Cristo.
¡Bendiciones!
Orfilia Miranda
L.